¿Qué son las ciencias cognitivas?

¿Qué son las ciencias cognitivas?

Paola Hernández, Juan González, Jonatan García

Qué son las ciencias cognitivas, qué temas estudia, cuál el estado actual de la cuestión en el mundo y, particularmente, en nuestro contexto iberoamericano, son los asuntos que aborda el libro Las Ciencias Cognitivas: una constelación en expansión (2012). Compartimos con ustedes a continuación la Introducción a dicho libro con el propósito de dar una mirada panorámica a algunos de los enigmas que se plantean en las ciencias cognitivas.

Aunque en el mundo hispano todavía mucha gente pregunta perpleja lo que es la cognición o las ciencias cognitivas, también es cierto que dichos términos han empezado a perder su hermetismo exótico al penetrar paulatina pero inexorablemente, desde hace unos diez años, en el sector académico e inclusive en el vocabulario de los ciudadanos instruidos. En años recientes ha habido un crecimiento exponencial de seminarios, talleres, coloquios, congresos, redes de investigación, programas educativos y publicaciones, no sólo en México y España, sino también en otros países hispanohablantes como Costa Rica, Colombia, Chile y Argentina. A pesar de ello, comparándonos con el resto del mundo industrializado, empezando por Estados Unidos, buena parte de Europa occidental y Japón —donde el estudio de la cognición es una realidad institucionalizada desde hace décadas— podemos decir que en Iberoamérica aún estamos en un tímido estado embrionario.

Esta antología de ninguna manera pretende exponer el estado actual de las ciencias cognitivas en Iberoamérica, de hecho, ninguno de los trabajos hace un recuento de cómo se incorporaron las ciencias cognitivas en el mundo iberoamericano, incluso hemos incluido trabajos publicados fuera de esta región que ilustran algunas de las discusiones más fructíferas y controvertidas de la filosofía y las ciencias cognitivas del mundo actual. Lo que este libro sí muestra es un ejercicio de cómo se están haciendo las ciencias cognitivas en esta parte del mundo y cómo estamos dialogando con teóricos de otras regiones.

 Ciencias Cognitivas: una constelación en expansión.
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Las Ciencias Cognitivas:
una constelación en expansión.

La presente obra pretende contribuir al desarrollo de la filosofía y las ciencias cognitivas de dos maneras: 1) a través de la reflexión y de la investigación empírica ancladas principalmente en un contexto hispano, y 2) a través de nuestra inserción en un macro-contexto internacional, que nos invita y obliga a participar en una discusión colectiva y contemporánea en ciencias cognitivas, donde tenemos interlocutores y estándares de primerísimo nivel, que buscan generar conocimiento de punta y de alta calidad en el campo que nos atañe.

Por otro lado, esta obra aspira a ser un buen ejemplo de lo que se puede esperar de una obra colectiva en ciencias cognitivas, a saber, una mirada interdisciplinar sobre problemas o temas ya consagrados en el campo de la cognición. Así, aunque la mayor parte de los artículos de este libro gravitan en torno a la filosofía, también encontramos contribuciones provenientes de las neurociencias, la psicología, la etología y la inteligencia artificial, que son los pilares que constituyen el núcleo duro de las ciencias cognitivas.

Como el lector podrá apreciar, el libro contiene trabajos que muestran cómo el estudio de la cognición actualmente se caracteriza por su alejamiento de posturas como las que planteaban una división disciplinar entre las ciencias empíricas y las teorizaciones de la filosofía, o entre la psicología y las neurociencias, o bien algunas distinciones similares que en el fondo dependían de la idea de que existe una separación entre el mundo externo y objetivo, por un lado, y la mente y el mundo subjetivo por el otro. En este sentido, los artículos que constituyen este libro colectivo difícilmente pueden etiquetarse como trabajos pertenecientes a una disciplina específica, como psicología, neurología, filosofía, etc. Si nos distanciamos de las separaciones disciplinares es posible construir un conocimiento interconectado, constituido no a partir del escrutinio estrecho y acotado de una disciplina particular, sino de un acercamiento a la cognición en tanto fenómeno global.

La imposibilidad de hacer separaciones tajantes entre las distintas disciplinas que componen a las ciencias cognitivas hace patente que los artículos aquí presentados no pueden ser ordenados a partir de una sola lógica. El lector advertirá cómo un trabajo dedicado a un tópico particular se conecta con otros de diversas maneras, ya sea porque comparten un mismo objeto de estudio, o porque comparten los métodos y técnicas para acercarse a objetos de estudio distintos.

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Edouard Machery

Uno de los temas más controvertidos en ciencias cognitivas es aquel dedicado a la arquitectura de la mente. El trabajo de Edouard Machery, con el que iniciamos esta antología, “Modularidad masiva y evolución del cerebro”, es una respuesta a aquellas críticas que, apoyadas en los estudios sobre la evolución del cerebro, intentan socavar la hipótesis de la modularidad masiva. Un representante de estas críticas es Steve Quartz, quien se basó en hallazgos que parecen contradecir la tesis de la modularidad masiva de la cognición humana, por ejemplo, la relación alométrica entre el volumen de la mayoría de las grandes regiones del cerebro (neocórtex, tálamo, etc.) y el volumen del cerebro completo, lo cual llevaría a pensar que la evolución del neocórtex se dio de manera concertada y no en mosaico. El autor refuta el argumento de Quartz y ofrece evidencia alternativa de que la selección natural sí actuó en los sistemas neocorticales por separado. Arguye que, aunque concediéramos que el volumen del neocórtex humano evolucionó de manera concertada, otros aspectos del neocórtex pudieron haber evolucionado en mosaico, lo cual es una condición necesaria para la modularidad masiva.

Por otro lado, Elisabeth Pacherie parte de explicaciones filosóficas que se han ofrecido para dar cuenta de las acciones compartidas con el objetivo de captar aquello que hace que las acciones conjuntas sean intencionalmente conjuntas. En “Encuadrando la acción conjunta”, la autora discute primero dos de las principales explicaciones de las intenciones compartidas, propuestas por Michael Bratman y Margaret Gilbert. Argumenta que la explicación de Gilbert impone más normatividad a las intenciones compartidas de la que es estrictamente necesaria, y que la explicación de Bratman requiere demasiada sofisticación cognitiva por parte de los agentes. Enseguida, la autora se enfoca en la teoría de la agencia de equipo desarrollada por los economistas, y se concentra en la versión de Michael Bacharach de la teoría de la agencia de equipo, de acuerdo con la cual, la agencia compartida es una cuestión de razonamiento de equipo que depende de la identificación con el grupo, misma que es el resultado de procesos de ‘autoencuadre’. La autora ofrece así el camino hacia una explicación de la intención compartida que esté menos cargada normativamente y que sea menos demandante cognitivamente.

El trabajo “Inteligencia y robótica corporizada”, de Bruno Lara y Jorge Hermosillo, que se inserta en el contexto de la inteligencia artificial, rechaza la cognición como resultado de un procesamiento lineal y unidireccional de información. Dentro de los nuevos paradigmas y escuelas de pensamiento en las ciencias cognitivas, Lara y Hermosillo se adhieren a aquéllas que insisten en que una condición necesaria para la inteligencia es que los agentes se desarrollen dentro de un medio ambiente. Es sólo a través de la interacción sensorio-motriz del agente con su entorno que se desarrollan las capacidades cognitivas que conocemos, nos dicen los autores. Por ello, continúan, ahora los robots o agentes artificiales autónomos se han convertido en una pieza clave para tratar de desentrañar el misterio que encierra la inteligencia natural, y son al mismo tiempo candidatos ideales en la búsqueda de inteligencia artificial. La investigación presentada en este trabajo está enmarcada en lo que ahora se conoce como ‘robótica corporizada’ y consiste en presentar algunos resultados seleccionados de las investigaciones que los autores han hecho para tratar de acercarse a agentes artificiales autónomos con signos de inteligencia y que representan la base de la producción de comportamiento coherente.

Por su parte, el trabajo de Juan C. González, “El amor en los tiempos de las ciencias cognitivas”, se inscribe en una perspectiva decididamente interdisciplinar y contemporánea al abordar un tema de relevancia psicosocial, el amor, que puede ser estudiado empírica y conceptualmente en el marco del ‘giro cognitivo’ que dio la filosofía en la segunda mitad del siglo XX. El autor pretende demostrar cómo el análisis del amor puede beneficiarse con las aportaciones teóricas y empíricas de las ciencias cognitivas y las humanidades, donde la psicología, la ética, la epistemología y la teoría social y de sistemas son especialmente relevantes. Para ello, González adopta una postura a la que llama ‘ecológica’, la cual toma en cuenta la dimensión individual y social del amor, donde éste es considerado como una emoción compleja y, simultáneamente, sensible a la racionalidad, existencialmente satisfactoria, socialmente viable y éticamente aceptable.

Esta publicación incluye un segundo trabajo de Edouard Machery, en donde el autor estudia el uso de las psicopatologías del desarrollo que buscan identificar los componentes de la arquitectura cognitiva típica. Tal uso ha sido duramente criticado, entre otros, por la neuropsicóloga Annette Karmiloff-Smith, quien ha defendido que los hallazgos en los patrones de discapacidad y conservación de capacidades cognitivas en personas con psicopatologías de desarrollo no nos dicen nada acerca de la arquitectura cognitiva típica, crítica que se aplicaría también a aquellos que intentan sustentar la hipótesis de modularidad masiva de la psicología evolucionista con base en psicopatologías del desarrollo. En su escrito, Machery argumenta que, además de ser errónea la reconstrucción de la modularidad masiva de Karmiloff-Smith, las numerosas disociaciones que resultan de psicopatologías del desarrollo sí pueden ser utilizadas para identificar sistemas, lo cual muestra que la arquitectura cognitiva típica es florida, exactamente como postula la hipótesis de modularidad masiva.

Ernst Walter Mayr (1904- 2005)
Ernst Walter Mayr (1904- 2005)

Siguiendo la temática de la arquitectura cognitiva, Paola Hernández Chávez incorpora en su contribución “Evaluando algunos supuestos evolutivos en teorías modulares de la mente”, una distinción entre causas próximas y causas últimas, proveniente de Aristóteles y posteriormente reformulada por otros teóricos como Ernst Mayr. La autora examina versiones de las teorías modulares que conciben a los módulos como productos de la selección natural. Después de ofrecer varias críticas a estas versiones modulares, Hernández muestra cómo ciertos estudios sobre el desarrollo cognitivo son relevantes para entender la arquitectura de la mente. De este modo, Hernández argumenta que aspectos como el desarrollo ontogenético y el medio ambiente deben ser tomados en cuenta para caracterizar una noción de módulo, que es recogida en la propuesta que la autora denomina “hipótesis de plasticidad en la respuesta funcional al medio ambiente debida a la modularización estructural” o resumida como “hipótesis modular de la plasticidad de respuesta al medio ambiente” (HMPRM). Su propuesta puede verse como una explicación fundada en causas próximas, en contraste con las teorías modulares en las que las fuerzas evolutivas juegan el papel de causas últimas.

Una propuesta que también se interesa en los aspectos evolutivos de la cognición es la teoría dual del procesamiento (TDP). Esta teoría es analizada en el trabajo “Algunas observaciones (de carácter neuroanatómico, filogenético y ontogenético) a la teoría dual de procesamiento”, de Jonatan García Campos. El objetivo del autor es llamar la atención sobre el aporte que distintas áreas de las ciencias cognitivas ofrecen para una reformulación de la TDP. García plantea que algunos supuestos, concernientes sobre todo a la relación entre los dos sistemas de razonamiento (S1 y S2), son controversiales a la luz de consideraciones neuroanatómicas, filogenéticas y ontogenéticas. Una de las ideas que se discuten es que algunos procesos de S2 se llevan a cabo en áreas que parecen más antiguas filogenéticamente hablando, aun cuando S2 se supone que es un sistema moderno. Otra de las ideas que se exploran aquí es cómo los estudios neurocientíficos parecen contradecir las explicaciones ofrecidas por los psicólogos del razonamiento. Cabe destacar que el artículo no pretende abolir la TDP, o defender alguna de sus versiones, sino llevarnos a considerar nuevas vías para mejorar su argumentación y librarla de postulados arbitrarios que sí representan un problema en su formulación.

Además del razonamiento, la toma de decisiones es un tópico recurrente para los psicólogos cognitivos y los neurocientíficos. El trabajo “Tomar la decisión entre ‘disparar’ o ‘no disparar’ activa la corteza prefrontal ventrolateral derecha en un estudio con RMf”, de Alejandra Rosales y colaboradores, es un artículo técnico de neurociencias, cuyo objetivo es presentar la investigación sobre la respuesta de defensa que tuvieron diversos sujetos ante imágenes de amenaza hacia sí mismos y hacia un tercero, junto con su correlato cerebral con imágenes obtenidas por resonancia magnética funcional (RMf). Diecinueve sujetos masculinos decidieron con un botón entre ‘disparar’ o ‘no disparar’ a imágenes proyectadas sobre una pantalla en la “tarea de reactividad emocional” (TREM). Activaciones generalizadas en los dos hemisferios, especialmente en la corteza frontal y el giro fusiforme, se encontraron al considerar ambas decisiones. La comparación entre ‘disparar’ y ‘no disparar’ resultó en activaciones significativas en el giro frontal inferior derecho (BA 45/47) correspondiente a la corteza ventrolateral prefrontal. Los autores concluyen que estos resultados a la vez refuerzan la idea de que el área ventrolateral prefrontal juega un papel importante en el control de la emoción y señalan la relevancia de las tareas que demandan una respuesta explícita y rápida ante imágenes directamente amenazantes y de amenaza a otro.

Siguiendo con el uso de recursos neurocientíficos para el estudio de fenómenos cognitivos particulares, en el artículo “No miramos para ver, miramos para actuar: una aproximación mínimamente representacionalista al estudio de la atención visual”, Jaume Rosselló Mir revisa algunas hipótesis canónicamente representacionalistas de la atención que ha ofrecido el cognitivismo simbólico. Tales modelos de la atención se han centrado en el análisis de los elementos que intervienen en la secuencia que va de lo sensorial a lo motor, sus relaciones causales y sus jerarquías, esquema que es completamente ajeno a lo que sabemos hoy del funcionamiento del cerebro humano. En su lugar, el autor destaca aquellas alternativas al estudio de la atención visual que son mínimamente representacionalistas, no dualistas, y más congruentes con la psicología experimental y las neurociencias.

Por su parte, el artículo “El rol del saber no proposicional en la explicación de la acción”, de Jean-Philippe Jazé, incursiona en el terreno de la fenomenología a través de dos autores poco apreciados por las ciencias cognitivas de corte clásico: Martin Heidegger y Maurice Merleau-Ponty. Jazé presenta una refrescante perspectiva que incorpora aspectos que el cognitivismo clásico ha dejado fuera en su teorización sobre la acción, como son el papel que juega el cuerpo en la percepción, la temporalidad de la acción y las dimensiones emotiva y social. El texto también incluye una breve crítica a las concepciones clásicas del contenido intencional y de la acción como el resultado consciente y deliberado de un proceso de decisión por parte del individuo. La perspectiva que nos muestra Jazé corrige así ciertos ‘olvidos’ y excesos por parte del cartesianismo y del reduccionismo que sigue incidiendo, de una forma u otra, en nuestros análisis filosóficos y científicos de la acción.

Frans de Waal (Países Bajos)
Frans de Waal (Países Bajos)

El trabajo de Alba Pérez Ruiz titulado “El concepto de agresión. Una mirada psicoanalítica”, explora el desarrollo que ha tenido el concepto de agresión en la corriente psicoanalítica conocida como la Escuela Americana, comparándolo con la etología cognitiva impulsada por los trabajos de Frans de Waal. La autora reconoce que si bien explícitamente los representantes de la Escuela Americana buscan apoyar sus posturas con propuestas particulares en biología, existen diferencias importantes entre estos trabajos. Una de estas diferencias, por ejemplo, es aquella que Pérez Ruiz señala entre los fundamentos epistemológicos que se encuentran detrás de la etología y aquellos que se encuentran detrás del psicoanálisis, pues mientras en los primeros hay un deseo por restringir los estudios de la agresión a la descripción de patrones conductuales con relación al ambiente y sus posibles orígenes evolutivos, en los segundos se pretende ir más allá de la descripción de conductas para comprender el funcionamiento mismo del aparato psíquico.

Al igual que sucede en otros tópicos abordados en este libro, en una encrucijada entre diversos tipos de estudios se encuentran aquellos dedicados a la percepción del tiempo. Un análisis naturalizado, sobre todo apoyado en las ciencias cognitivas y de corte fenomenológico, es ofrecido por Melina Gastélum en su trabajo “La percepción del tiempo en la conciencia”. En su contribución, Gastélum defiende que la percepción del tiempo puede verse como un objeto más de la percepción, pero que, sin embargo, es de un tipo especial, pues atraviesa todos los demás sentidos. Esta posición recuerda a la postura de Husserl, según la cual toda actividad mental depende de la temporalidad. Además, el componente fenomenológico no se limita a la postura anterior, sino que con él la autora también intenta dar cuenta de cómo es que los sujetos percibimos de manera distinta el tiempo, dependiendo del contexto del que formemos parte.

Por último, en “La imaginación musical desde una aproximación corporeizada”, Ximena González Grandón defiende que la imaginación musical debe ser entendida como una actividad ideomotora y sensorimotora que re-presenta uno o varios sonidos al emular o simular subjetivamente una experiencia de tal o tales sonidos. En dicho trabajo, la autora se aleja de la postura tradicional de la ciencias cognitivas, en las cuales se hace una distinción entre el mundo externo y la mente como entidades claramente independientes. En su lugar, González Grandón explora proyectos enactivos en ciencias cognitivas aplicándolos a la imaginación, la cual es entendida como el re-presentarse en posibles acontecimientos con distintos grados de complejidad por medio de la interacción con el medio ambiente. Estos proyectos, como la autora lo señala, se fundan en una visión corporeizada de la mente, la propuesta enactiva de Francisco Varela y las herramientas de las neurociencias cognitivas, la fenomenología y la psicología cognitiva.

Una vez que hemos presentado las ideas centrales de los trabajos aquí vertidos, deseamos insistir en que para responder a los grandes problemas en torno a la cognición es necesario echar mano de una gran cantidad de información pertinente, de aquella que nos ofrecen las ciencias computacionales, las neurociencias, las teorías de los sistemas complejos, la filosofía, la fenomenología, la psicología, la biología, entre muchas otras áreas de conocimiento que nos permitan explicar los fenómenos cognitivos de una manera integral y heterogénea.

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Las revoluciones antiimperialistas; su carácter nacional y clasista.- La Revolución Mexicana.[1]

Las revoluciones antiimperialistas; su carácter nacional y clasista.- La Revolución Mexicana.[1]

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.[2]

Como vimos en el fragmento anterior, el objetivo de destruir las relaciones de producción, esclavistas y feudales y sustituirlas por otras, superiores, venía quedando pendiente. La revolución por la independencia, encabezada por Hidalgo y Morelos, que como Lombardo lo analiza desde el punto de vista marxista, fue sobre todo, una guerra de clases antiesclavista y antifeudal, logró independizar políticamente a México, pero no alcanzó sus objetivos más trascendentes, de transformación profunda, económica y social. Por eso, porque el desarrollo de las fuerzas productivas no se correspondía con el arcaico modo de producción, estalló la lucha casi de inmediato, de nueva cuenta, y tomó la forma de un conflicto entre liberales y conservadores, y que no tuvo las causas superficiales que le han esgrimido los historiadores no marxistas. Triunfaron los liberales. Se formularon las Leyes de Reforma, que abrieron paso al posible destrabamiento de las fuerzas productiva, pero poco después, al instaurarse la dictadura de Porfirio Díaz, se truncó otra vez el proceso revolucionario que se venía desplegando. Así llegó el pueblo mexicano a los umbrales del siglo XX y a los momentos en que aparecía en el mundo el fenómeno del imperialismo, dentro de un modo de producción complejo, semiesclavista, semifeudal, con fuertes supervivencias del modo comunal de producción.

...luego del surgimiento del imperialismo de manera inevitable tendrían que aparecer las luchas antiimperialistas, de liberación nacional...
…luego del surgimiento del imperialismo de manera inevitable tendrían que aparecer las luchas antiimperialistas, de liberación nacional…

Porque, en efecto, el imperialismo, por cuanto se refiere al definitivo reemplazo del capitalismo de libre cambio en Europa, como Lenin lo escribió, ocurrió “… precisamente a principios del siglo XX”. El genio de la Revolución de Octubre citó enseguida la crisis económica de 1900-1903, como el momento en que “los cárteles se convierten en una de las bases de toda la vida económica”, con lo cual “el capitalismo se ha transformado en imperialismo.”[3] Ahora bien, recién rebasada la primera mitad del siglo XIX, y con más fuerza en su último tercio, los capitales imperialistas de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, sobre todo, ya se habían lanzado a capturar los mercados de los países cuyo rezago en el desarrollo de sus fuerzas productivas los convirtió en presas fáciles para sus propósitos de despojo.

Siendo ambos, capitalistas, es antimarxista pretender equiparar a los países imperialistas con los dependientes.

Lo cierto es que desde la aparición del fenómeno del imperialismo hasta nuestros días, el mundo capitalista se divide en dos: un conjunto de potencias capitalistas –a las que en lenguaje común, se les llama países “capitalistas desarrollados”– y otro conjunto, mucho mayor por su número y población, de países también capitalistas, pero subordinados. Aunque ambos son capitalistas, las formas en que se expresa el capitalismo en unos y otros contiene diferencias abismales que se reflejan en las relaciones de producción, en la conformación de las clases sociales y en múltiples aspectos estructurales y sobre-estructurales, por lo es criticable, por antimarxista y subjetivista, pretender equipararlos cuando se examinan los objetivos inmediatos y mediatos de la lucha revolucionaria, así como la estrategia y la táctica.

La Revolución Mexicana, la primera revolución antiimperialista, de liberación nacional en el mundo...
La Revolución Mexicana, la primera revolución antiimperialista, de liberación nacional en el mundo…

Por las contradicciones que se generan entre ambos conjuntos de países, y las relaciones clasistas que entrañan, se puede afirmar que luego del surgimiento del imperialismo de manera inevitable tendrían que aparecer las luchas de liberación nacional –luchas esencialmente antiimperialistas– por parte de los pueblos sometidos, de las cuales la Revolución Mexicana de 1910 fue la primera en el mundo.

Al momento en que Inglaterra y Estados Unidos, entre los primeros, alcanzaron la etapa de la exportación de capitales, México quedó como receptor y víctima, por tanto, del saqueo imperialista. La base económica de nuestra dependencia fue el rezago de nuestras fuerzas productivas acumulado durante los trescientos años de coloniaje, desde que la invasión española sojuzgó a los pueblos indígenas y, con ello, impidió que el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas siguiera el curso descubierto por Marx. En vez de eso, desde fuera y por la fuerza les impuso un doble modo de producción esclavista y feudal, sujeto además a múltiples trabas para su ulterior desarrollo. Luego, en los inicios del último tercio del siglo XIX, cuando los liberales, encabezados por Juárez, recién emergieron victoriosos sobre los conservadores, abrieron los cauces para el desenvolvimiento económico, con las Leyes de Reforma. Pero la irrupción de los capitales imperialistas lo impidió, como lo analiza el Maestro Lombardo:

La irrupción externa impidió que el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas siguiera el curso descubierto por Marx...
La irrupción externa impidió que el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas siguiera el curso descubierto por Marx…

“Cuando finalmente el liberalismo triunfa, se desarrollan las fuerzas productivas, aumenta la producción económica, las relaciones de producción comienzan a cambiar, los pueblos se liberan de la esclavitud, el feudalismo servil empieza a encontrar modalidades que atenúan la explotación humana, el Estado tiene más posibilidades de desarrollo. Pero aparece un personaje en nuestro drama histórico.

“Ese personaje que no nos ha soltado desde entonces, y qué daños irreparables nos ha creado, nos ha producido. Este personaje es la inversión de los capitales extranjeros y su intervención en la vida interna de nuestro país, influyendo en su vida política y también en sus vínculos internacionales”[4]

Desde el punto de vista marxista, la Revolución Mexicana no podría tener un carácter socialista.

Por el momento histórico en que se produce, por los rasgos del modo de producción que predominaba en México y por las clases sociales que conformaban su sociedad, la Revolución Mexicana no podía tener un carácter socialista...
Por el momento histórico en que se produce, por los rasgos del modo de producción que predominaba en México y por las clases sociales que conformaban su sociedad, la Revolución Mexicana no podía tener un carácter socialista…

Por el momento histórico en que se produce, y por los peculiares rasgos del modo de producción que predominaba en México y las clases sociales que conformaban su sociedad, como lo examina Lombardo, con riguroso apego al pensamiento marxista, Revolución Mexicana no podía tener un carácter socialista:

“Era evidente que la Revolución de 1910… no podía llegar al socialismo en aquél tiempo; no existía la clase obrera, no existía inclusive la burguesía nacional como una fuerza determinante; no existían las condiciones materiales objetivas ni subjetivas para un movimiento de esta trascendencia.”[5]

Pretender, a posteriori, que lo hubiese sido si tal o cual facción hubiese superado a otra, o si hubiesen sucedido tales o cuales hechos concretos u otros hubiesen dejado de ocurrir, como a veces especulan algunas personas, significa incurrir en el subjetivismo, que es absurdo por cuanto prescinde de realidad; además, implica, ignorar un principio fundamental del marxismo, según el cual

“ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua”[6]

Ya que es imposible que las fuerzas productivas del modo capitalista desarrollen todo su potencial cuando ni siquiera ha surgido este sistema como dominante respecto de otros modos de producción previos, precapitalistas, en una sociedad en concreto.

La Revolución Mexicana fue consecuencia... de la intervención del imperialismo extranjero en la vida doméstica de México ...
La Revolución Mexicana fue consecuencia… de la intervención del imperialismo extranjero en la vida doméstica de México …

En efecto, el desarrollo de las fuerzas productivas, en nuestro caso –como ya hemos visto–, no era el de una sociedad capitalista, cuyas contradicciones internas, al agudizarse, abran la puerta a la transición revolucionaria al socialismo, sino de una sociedad esclavista y simultáneamente feudal, esto es, precapitalista. Sus contradicciones internas tenían ese carácter, y lo necesario para destrabar las fuerzas productivas era demoler esas relaciones sociales, esclavistas y feudales. Consecuentemente, nuestra revolución se planteó la destrucción del latifundio, llevar adelante una profunda Reforma Agraria y lograr la industrialización del país, destrabando de esa manera las fuerzas productivas. La revolución tuvo un carácter democrático-burgués, pero en nuestro caso había contradicciones de origen externo, además de las internas, que no existieron en el caso de la Revolución Francesa, ni las otras revoluciones democrático burguesas previas, las contradicciones que se dan entre el imperialismo y el país receptor de sus capitales, es decir, el país dependiente, saqueado por aquél. Se trató de un ingrediente nuevo, distinto de los que engendraron las revoluciones burguesas clásicas.

El imperialismo, obstáculo gigantesco para el desarrollo de las fuerzas productivas de los países dependientes.

El despojo que se realiza por medio de las inversiones extranjeras y el envío al exterior de las utilidades, junto con muchas otras riquezas naturales de la nación, viene a ser, en los tiempos del imperialismo, un obstáculo gigantesco para el desarrollo de las fuerzas productivas propias. Por eso, hacía falta una revolución de carácter antiimperialista, de liberación nacional, como denominó Lombardo a la nuestra, estallada en 1910 y culminada jurídicamente en 1917.[7] Por eso el ideólogo marxista la definió con precisión como “una revolución democrático-burguesa y antiimperialista”. Este último rasgo la distingue de las revoluciones democrático burguesas, como la Revolución Francesa, que se produjeron antes de la aparición del imperialismo sobre la faz de la Tierra, porque la nuestra tenía que fijarse también el objetivo de liberar al país de la dependencia respecto del imperialismo, y lograr que México fuera para los mexicanos. Lombardo Toledano lo dice así:

“La Revolución Mexicana fue una revolución demo­crática, antifeudal, y antiimperialista. Técnicamente calificada, fue una revolución democrático-burguesa; pero a diferencia de las revoluciones de ese género realizadas en Europa y en la América del Norte durante los siglos XVIII y XIX, la nuestra se produjo en un país semicolonial, al lado de la potencia capitalista más grande de la historia y en el periodo del imperialismo, cuya primera gran contienda entre sus integrantes fue la guerra mundial de 1914-1918, por un nuevo reparto de los países atrasados de Asia y África, y de zonas de influencia en los diversos con­tinentes de la Tierra.”[8]

Y cuando habla de sus múltiples y complejas causas, el pensador y dirigente de la clase trabajadora y el pueblo explica:

“La Revolución iniciada en 1910 fue consecuencia del régimen económico establecido por la monarquía española desde el siglo XVI, y modificado sólo en sus aspectos secundarios, durante noventa años del México independiente. Fue consecuencia también de la supervivencia de las formas esclavistas y feudales de la vida social. Y fue consecuencia, así mismo, de la intervención del imperialismo extranjero en la vida doméstica de México a partir de la segunda mitad del siglo XIX.”[9]

...es natural que la Revolución Mexicana tuviera un carácter profundamente transformador de la realidad, tanto como podía serlo en aquel momento histórico concreto del mundo y de México y de acuerdo con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas de nuestra sociedad...
…es natural que la Revolución Mexicana tuviera un carácter profundamente transformador de la realidad, tanto como podía serlo en aquel momento histórico concreto del mundo y de México y de acuerdo con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas de nuestra sociedad…

Habiendo sido, como se dijo, una revolución antiesclavista y antifeudal, y al mismo tiempo una revolución antiimperialista, de liberación nacional, es natural que la Revolución Mexicana tuviera un carácter profundamente transformador de la realidad, tanto como podía serlo en aquel momento histórico concreto del mundo y de México y de acuerdo con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas de nuestra sociedad.

Criticarla, desde una perspectiva aparentemente marxista, como hacen algunos autores desde el ámbito de la academia, o algunos actores de la lucha política, acusándola de no haber sido una verdadera revolución por no haber tenido el carácter de socialista, significa ignorar el A, B, C del materialismo histórico, es decir, las ideas básicas del marxismo sobre el desarrollo de los modos de producción y su estrecha relación con la base económica de la sociedad; de las transiciones entre unas y otras etapas de la historia y de las luchas revolucionarias de las clases oprimidas como motor de la historia.

Pensador riguroso, hizo importantes aportes a la concepción marxista del desarrollo de la historia...
Pensador riguroso, hizo importantes aportes a la concepción marxista del desarrollo de la historia…

Porque a partir de la aparición y expansión del imperialismo, la lucha de clases tuvo una forma más de expresión, antes desconocida: la lucha de la clase trabajadora de los países penetrados por el capital imperialista –lucha que en este caso no debe librar sola, sino con múltiples aliados de otras clases y capas de la sociedad– contra esos capitalistas externos, en su calidad de propietarios de medios de producción y cambio –y por tanto directamente explotadores de los trabajadores—pero también en su calidad de saqueadores de la nación en su conjunto. Por esta razón, Lombardo planteó certeramente en la Mesa Redonda de los Marxistas Mexicanos, como ya dijimos, que, en nuestro caso, “la Revolución, además de ser una Revolución que conviene al proletariado, es una Revolución que conviene al resto de la nación mexicana”.[10]

Considero pertinente enfatizar que para múltiples sectores de la población, que son víctimas del imperialismo, la lucha contra éste solamente entraña una lucha nacional por la liberación; pero para los trabajadores es eso mismo y, además, una forma muy aguda de la lucha de clases, puesto que los capitales imperialistas son doblemente explotadores de todos aquellos que viven de su trabajo personal. E implica una forma especialmente compleja de relación entre la clase trabajadora y la burguesía nacional, porque una franja de ésta tiende a aliarse con el capital imperialista y, por tanto, es enemiga frontal de la clase trabajadora, pero otra franja, victimada por el imperialismo, tiende a confrontarlo –aunque lo haga con debilidad y vacilaciones—, y no por eso deja de explotar a los trabajadores. La clase trabajadora debe combatir a esta franja de la burguesía, en tanto que es su enemiga de clase, pero al mismo tiempo, debe formar alianzas transitorias con ella para enfrentar al imperialismo que toma la calidad de enemigo común de ambas clases sociales, y a la vez, de principal enemigo de los trabajadores.

Esta complejidad de la lucha de clases en los países penetrados por los capitales imperialistas resulta de difícil comprensión para quienes apenas se asoman a los aspectos más elementales y generales de la ideología de la clase obrera; y a quienes conciben lo revolucionario con la repetición de citas, de manera suelta, fuera de contexto, y la copia al carbón de las acciones concretas que la clase trabajadora emprendió en la Rusia de los zares o en otras partes, cuya realidad era diferente. A eso obedecen muchas de las divergencias entre Lombardo y el lombardismo, por una parte, y sus críticos y fustigadores “de izquierda”, por la otra.

 

 

[1] Séptimo fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”. Próximamente aparecerá publicada por el Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[3] V. I. Lenin. “El imperialismo, fase superior del capitalismo.” Obras Escogidas, Progreso, Moscú. 1961. Disponible en  http://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe3/lenin-obras-1-3.pdf.

[4] Vicente Lombardo Toledano. “Las tesis fundamentales de las constituciones de México”. Serie de conferencias que dictó en la Universidad de Guanajuato, en el año de 1966. Disponible en Escritos acerca de las Constituciones de México Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales VLT, 2 tomos.

[5] Vicente Lombardo Toledano. “La línea estratégica del PPS: no ponerse al margen ni aislarse de la vida nacional. Discurso pronunciado en la cena de año nuevo del PPS, el 7 de enero de 1967, publicada por la revista Política fechada el 1 de enero del mismo año. Pág. XXXIII.

[6] Karl Marx, Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm

[7] Vicente Lombardo Toledano, “La Revolución Mexicana cumple su destino de liberación nacional”, El Popular, 17 de julio de 1938.  Disponible en CEFPSVLT, OHC, 1938.

[8] Vicente Lombardo Toledano,  Carta a la juventud sobre la Revolución Mexicana, su origen, desarrollo y Consecuencias, 1960, pág. 20. Disponible en CEFPSVLT, OHC, 1960.

[9] Ibidem.

[10] Vicente Lombardo Toledano. Mesa redonda de los marxistas mexicanos. CEFPSVLT, México. 1982, pág. 58.

Controvertida elección del primer comité nacional de la CTM

Controvertida elección del primer comité nacional de la CTM

Por Juan Campos Vega

Cuando se realiza la elección para integrar el primer comité ejecutivo nacional de la CTM, a pesar de que en él están representadas las principales corrientes que actúan en el movimiento sindical mexicano de ese momento, se hace evidente que las diferencias ideológicas, políticas, de estrategia y táctica, y de carácter organizativo no han desaparecido del todo.

Como consta en el Diario de los Debates del Congreso, en la cuarta y última sesión, presidida por Rodolfo Piña Soria, se procede a elegir al comité nacional. Previamente, la presidencia reitera que como se ha dicho antes “ni las organizaciones ni los camaradas en particular tienen interés personal” en este aspecto; sin embargo, afloran los intereses de grupo.

Grabado de Alberto Beltrán
Grabado de Alberto Beltrán

La votación se realiza por cada una de las secretarías y no por planilla. Para la elección de secretario general, se presentan dos candidaturas: la de Alfredo Navarrete, de la extinta Cámara Nacional del Trabajo (CNT), y la de Vicente Lombardo de la extinta Confederación General de Obreros y Campesinos de México (CGOCM). Resulta electo Vicente Lombardo. Para la secretaría de trabajo y conflictos se postulan Juan Gutiérrez, del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM), y Agustín Guzmán, del Sindicato Industrial de Mineros y Metalúrgicos de la República Mexicana (SIMMRM). Se elige a Juan Gutiérrez.

Cuando se procede a elegir al encargado de la secretaría de organización, propaganda y acuerdos, se presentan cuatro candidaturas: Fidel Velázquez, de la extinta CGOCM; Gustavo Ortiz Hernán, del Sindicato Industrial de Trabajadores de Artes Gráficas (SITAG); Miguel A. Velasco, de la extinta Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM), y Francisco Breña, del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Breña y Ortiz retiran sus candidaturas. Los sindicatos de electricistas, ferrocarrileros, mineros, tranviarios, petroleros, maestros, artes gráficas, y la extinta CNT, votan por Velasco, y los sindicatos de la extinta CGOCM, por Velázquez. El presidente de la mesa declara que la mayoría apoya a Velasco, en la tribuna estallan las protestas de los partidarios de Velázquez, que amenazan con retirarse de la asamblea. Blas Chumacero, de la CGOCM, afirma que no admiten que el CNDP se convierta en el “gran elector”, y denuncia que los opositores a Velázquez tienen fines muy discutibles; Después de las acaloradas discusiones, Valentín Campa, de la CSUM, retira la candidatura de Velasco; Breña dice que no puede hacerlo porque la CSUM no lo propuso. El presidente informa que se va a preparar la estadística para la votación nominal y que, entre tanto, se discutirán las otras candidaturas.

Para la secretaría de finanzas se postulan Carlos Samaniego y Agustín Guzmán, secretario del interior y secretario general, respectivamente, del sindicato minero; Guzmán retira su candidatura, en consecuencia, es electo Carlos Samaniego. Para elegir al secretario de acción campesina se pide a los delegados campesinos que lo designen, después de varias intervenciones se presenta candidatura única, la de Pedro Morales, quien es electo con carácter provisional —hasta que se reúna el congreso campesino—. Para la secretaría de estudios técnicos el candidato único es Francisco Zamora, y también son candidatos únicos los integrantes de la comisión de asuntos internacionales: Alejandro Carrillo, Rodolfo Piña, David Vilchis y Víctor Manuel Villaseñor, todos son elegidos.

A continuación, Valentín Campa informa que tanto la CGOCM como la CSUM están de acuerdo en que Velasco ocupe la cartera de educación, y Velázquez la de organización y propaganda. Estallan de nuevo gritos y protestas, y en medio del desorden, la presidencia procede a tomar la votación que apoya la propuesta de Campa, con lo que queda plenamente integrado el primer comité nacional de la CTM [1].

La controversia generada en la elección del primer comité nacional, abordada con deshonestidad, ha originado mentiras y calumnias flagrantes relativas a la historia del sindicalismo clasista mexicano.

Valentín Campa, en sus memorias,publicadas en 1978 y corregidas y aumentadas en 1985, afirma que a propuesta de Fernando Amilpa se conformó una planilla para la elección del comité nacional, proposición que los integrantes de la CSUM aceptaron con muchas reservas, pero después, “rápidamente nos pusimos de acuerdo en la planilla, excepto en quien quedaba en la secretaría de organización y quién en la de educación y propaganda [2]”; también asevera que Velázquez, Amilpa y Lombardo “hicieron circular una planilla en la que cambiaban a Pedro Morales […] por uno del grupo de Blas Chumacero [3]”; que después de que Lombardo, aparentando mucho interés en el problema, les propuso que se volviera a la planilla original para evitar la división “Llegamos a la conclusión de aceptar la planilla original del Comité de Defensa Proletaria, después de haberles dado una lección muy fuerte a Fidel Velázquez y Amilpa y al propio Lombardo, que, evidentemente, había sido su cómplice [4]”.

Miguel Ángel Velasco, también de la CSUM, dice que nadie podrá desmentirlo, porque se apoya en la versión taquigráfica de los debates del congreso, asegura “que el Partido Comunista no pidió a nadie, en ningún momento ni a nuestros amigos más cercanos en el movimiento sindical, la inclusión de alguno de sus miembros en el comité nacional de la CTM [5]”. Pero, como consta en esa misma versión de los debates, tampoco la rechazaron, como sí lo hicieron Breña Alvírez y Ortiz Hernán.

Diferente es el tratamiento que se da al tema en el informe que el secretario general del Partido Comunista Mexicano (PCM), Hernán Laborde, presenta al pleno de su comité central, de junio de 1937; después de reconocer que la CTM es heterogénea y que las inevitables discrepancias debían ser tratadas por su partido con cuidado, e inclusive que debían hacerse concesiones para mantener la unidad y reforzar el prestigio y la autoridad del PCM, enlista múltiples errores cometidos, particularmente en la participación de miembros de su partido en la constitución y primer año de vida de la CTM. Laborde desmiente lo dicho por Campa respecto de la elección del secretario de organización y propaganda de la CTM en el congreso constituyente, dice:

En reunión previa de dirigentes nos habíamos comprometido a sostener para ese puesto la candidatura de Fidel Velázquez y habíamos aceptado la secretaría de educación y problemas culturales, que debía ocupar Miguel Velasco. Ya en el congreso, a la hora de la elección, Miguel Velasco resultaba electo secretario de organización y propaganda por una inmensa mayoría, teniendo sólo en contra [1217 organizaciones] las delegaciones de la antigua CGOCM. Fue una magnifica demostración de la popularidad y el prestigio de los comunistas. Pero fue un error que tuvimos que rectificar, retirando la candidatura de Velasco (después de hecha la votación) ante la amenaza de los dirigentes de la CGOCM de abandonar el congreso [6].

Carlos Sánchez Cárdenas, otro dirigente comunista de esa época —con una versión ligeramente diferente en cuanto al número de secretarías que se les otorgarían—, explica que: “se convino que a la sindical unitaria se le darían dos secretarías del comité nacional… y se adquirió el compromiso de dejar la secretaría de organización para que la ocupara Fidel Velázquez [7]”; después argumenta, con razón, que: “Cuando dos fuerzas se unen, no dejan a la decisión espontánea de una asamblea, que se decida por mayoría de votos quien va a dirigir a la agrupación unida, porque en ese caso la agrupación mayoritaria quedaría como fuerza única de dirección [8]”.

Grabado de José Chávez Morado
Grabado de José Chávez Morado

A pesar de que son públicos los documentos que demuestran la falsedad de las mentiras y calumnias, difundidas por quienes generan el incidente que irresponsablemente pone en riego la constitución de la CTM, décadas después, todavía hay quien difunde sus propias conclusiones a partir de esa mentira, a las que añade las de su propia creación, afirma que: “Fidel Velázquez fue el candidato de los lombardistas y Miguel Velasco el de los comunistas y los democráticos [9]”, y que “Ante la presión de los lombardistas, la CSUM retiró la candidatura de Miguel Velasco (causando todavía más desorden) en nombre de la unión [10]”.

Al igual que en el caso anterior, hay otros “investigadores” del movimiento sindical del país que repiten esas y otras falsedades, sin molestarse en confirmar la veracidad de las versiones desvergonzadas de quienes fueron los verdaderos responsables de generar un innecesario enfrentamiento cuando se construía la unidad de los trabajadores.

Hay que considerar que las conductas de tales “historiadores” del movimiento sindical mexicano y latinoamericano, están dirigidas no sólo contra Lombardo, sino que van más allá; se trata de un ataque sistemático, que no es exclusivo de los escritores que se ponen al servicio del imperialismo y la derecha, sino también de aquellos que provienen de sectores reformistas, anarquistas e izquierdistas que se suman a la campaña de desprestigio contra la línea político-sindical que, apegada a los principios del marxismo leninismo, orienta las luchas de la CTM en su primeros años de existencia.

Como establece el propio Lombardo, el fondo de la cuestión no es solamente el interés de desprestigiar a las personas, sino a las causas a las cuales éstas sirven, “Porque no son los personajes los que están expuestos a la traición, son causas a las cuales sirven los personajes. Es muy cómodo hablar mal de los personajes cuando adentro se habla mal de la causa a la que los personajes se han entregado. Muy sencillo el camino [11]”.

Ese “sencillo camino”, sustentado por el sectarismo y el oportunismo de quienes lo utilizan, continuó  minando, en forma sistemática, la unidad de la CTM.

[1] Véanse: CTM 1936-1941, t. 1. ed. facsimilar, CEFPSVLT, 2011, pp. 57-60; 50 años de lucha obrera, t. 1, ICAP/PRI, 1986, pp. 97-105; Miguel Ángel Velasco, Del magonismo a la fundación de la CTM, apuntes de un militante del movimiento obrero, Ediciones de Cultura Popular, pp. 55-63.

[2] Valentín Campa, Mi testimonio. Memorias de un comunista mexicano, 2ª. ed. corr. y aum., México, 1985, p. 116.

[3] Ibid., p. 117.

[4] Ibid., p. 118.

[5] Miguel Ángel Velasco, Del magonismo a… op. cit., p. 55.

[6] Hernán Laborde, La política de unidad a toda costa, México, Acere, 1980, p. 45.

[7] Rosario Arroyo y Ma. Eugenia de Lara, entrevista a Carlos Sánchez Cárdenas, 11 de octubre de 1978, tomado de Ma. Eugenia de Lara Rangel, Capítulo 1 “De la dispersión a la unificación del movimiento obrero. La fundación de la CTM. 1933-1936”, en Javier Aguilar García (ed.), La historia de la CTM 1936-1990: el movimiento obrero y el Estado mexicano, vol. 1, México, UNAM, 1990.

[8] Idem.

[9] Francie R. Chassen de López, Lombardo Toledano y el movimiento obrero mexicano (1917/1940), México, Extemporáneos, 1977, p. 193.

[10] Ibid., pp. 193-194.

[11] VLT, “La revolución no se hizo para todos”, Lombardo Toledano en el parlamento mexicano, vol. II, LV Legislatura de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, México, 1992, p. 287.

Antecedentes del conflicto universitario de 1933

Antecedentes del conflicto universitario de 1933*

Por Emilio García Bonilla

Entre los meses de septiembre y octubre de 1933 se vivió un periodo álgido para los universitarios del país, como el punto culminante de las discusiones que desde unos años antes se realizaban sobre el carácter que habría de tener la educación superior en nuestro país. El Congreso de Universitarios Mexicanos que se celebró del 7 al 14 de septiembre enfrentó directamente a dos posiciones ideológicas contrarias, teniendo consecuencias inmediatas en el seno de las universidades, llegando incluso a la violencia física.

La polémica entre Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano que comenzó en el mencionado congreso y continuó en las páginas de El Universal hasta abril de 1935 sigue siendo una de las discusiones filosóficas más notables del pasado siglo en la historia de nuestro país por la calidad de sus argumentos y la personalidad de sus exponentes, pero además por la resonancia pública que tuvo y que permeó en diferentes estratos sociales por estar en juego la orientación de la política educativa de la Revolución Mexicana.[1]

Antecedentes

Como uno de los antecedentes inmediatos al conflicto universitario de 1933 debemos mencionar el movimiento estudiantil que llevó al decreto de la ley de autonomía universitaria en 1929, como la respuesta gubernamental a la huelga de mayo de aquel año en la que participaron principalmente los estudiantes de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, de la Escuela de Medicina y de la Escuela Nacional Preparatoria.

La autonomía limitada concedida por el gobierno de Emilio Portes Gil a la Universidad Nacional fue una solución parcial a la inquietud de los estudiantes por tener una mayor injerencia en los asuntos universitarios y más aún, por tener una participación directa en la vida política del país. Con la autonomía se pretendía sustraer a la universidad de las disputas políticas, pero también se aislaba a la comunidad universitaria de las transformaciones sociales consecuencia del proceso revolucionario y le negaba su papel como potencial agente de esos cambios. Los estudiantes tendrían que dedicarse exclusivamente a las cuestiones universitarias pero el gobierno federal mantendría su derecho a intervenir en algunas cuestiones, incluso el Presidente de la República podría ejercer su derecho al veto en algunas resoluciones del Consejo Universitario y presentar una terna para el nombramiento de rector.[2]

A pesar de que la Universidad Nacional se convirtió después de la Revolución en un refugio para los viejos intelectuales porfiristas al haberse mantenido intactas sus estructuras, a principios de la década de los treinta un sector del profesorado sostenía la necesidad de que la universidad debía dejar atrás su pasado elitista y transformarse en una institución al servicio del pueblo y en particular de las clases trabajadoras, contando estas ideas con un fuerte apoyo entre las masas estudiantiles.

Vicente Lombardo ToledanoUna de las cabezas visibles de ese grupo de catedráticos era Vicente Lombardo Toledano, quien en enero de 1933 había sido designado por el Consejo Universitario como director de la Escuela Nacional Preparatoria. Además, como líder sindical, Lombardo hizo partícipes de esta discusión a las organizaciones obreras y campesinas. Cabe recordar que la primera vez que públicamente se discutió la necesidad de una orientación en la educación después de la Revolución fue en el seno del movimiento obrero, en la VI Convención de la CROM celebrada en Ciudad Juárez, Chihuahua en 1924. Ahí Lombardo Toledano presentó la ponencia titulada “El problema de la educación en México” en la que sostenía que el problema educativo mexicano era la ausencia de “un programa que defina el propósito, la orientación, la política (en el estricto sentido científico del término) de las escuelas mexicanas”.[3]

A partir de 1921 se llevaron a cabo diferentes ediciones del Congreso Nacional de Estudiantes, siendo el décimo de ellos realizado en el puerto de Veracruz, la antesala del Congreso de Universitarios Mexicanos. Además en marzo de 1931 se realizó el Congreso Internacional de Universitarios en Montevideo, Uruguay, celebrándose su segunda edición en San José, Costa Rica en 1933, donde también se realizó el Congreso Iberoamericano de Estudiantes a mediados del mismo año.

En todas esas reuniones fue tomando fuerza la idea de dotar a la educación superior de una orientación ideológica acorde a la realidad social, que le diera sentido a la formación de los futuros profesionistas, articulándolos a las transformaciones sociales. La teoría y el método filosófico en cuestión era el materialismo dialéctico derivado del marxismo.

Como secretario de educación del comité central de la CROM, Lombardo consiguió que el gobernador de Veracruz, Adalberto Tejeda, auspiciara en Xalapa el primer Congreso Pedagógico Nacional a mediados de 1932, llegando a las siguientes conclusiones:

Se deberá fortalecer en los educandos el concepto materialista del mundo, Preparar a las comunidades para que tomen participación activa en la explotación socializada de la riqueza en provecho de las clases trabajadoras. Combatir los prejuicios religiosos que sólo han servido para matar la iniciativa individual. Orientar la enseñanza de los primeros grados hacia una mejor distribución de la riqueza combatiendo por todos los medios el sistema capitalista imperante. Creación de escuelas nocturnas para obreros con finalidades de orientación y táctica en la lucha de clases.[4]

En contraparte a esa concepción de la educación, se encontraba el grupo tradicionalista que veía a la enseñanza como la simple enunciación de conocimientos para “satisfacer el ego de la erudición” y que consideraban a la escuela como un elemento que “debería permanecer alejado de la problemática social, en donde cada maestro enseñe según su criterio, nivel cultural, doctrina o interés, y por otro lado, cada alumno tome lo que considere necesario para él”, además la comunidad escolar debería permanecer al margen de cualquier identificación de clase y consagrarse exclusivamente al cultivo de las ciencias y las artes.[5] Lo anterior, ocasionaba que los estudiantes egresaran de las escuelas “sin ideales y sin preocupaciones profundas por la existencia”.[6]

16073-21792-1-PBEstos temas estaban a discusión tanto en la opinión pública como en la clase política mexicana y entre los profesores y estudiantes universitarios cuando tuvo lugar primero el Décimo Congreso Nacional de Estudiantes y unos días después el Congreso de Universitarios Mexicanos.

Décimo Congreso Nacional de Estudiantes

El Décimo Congreso Nacional de Estudiantes concluyó el 3 de septiembre, haciendo eco la prensa del voto de confianza que los estudiantes acordaron hacer llegar al rector de la Universidad Nacional, Roberto Medellín, así como de la decisión de enviar delegaciones estudiantiles al Congreso de Universitarios Mexicanos que se reuniría en la Ciudad de México[7] con el objetivo de “unificar en todo el país la enseñanza superior”.[8]

Sobre el Congreso Nacional de Estudiantes se dijo que había sido “una manifestación hacia el ideal socialista y la aplicación de ese principio en los sistemas gubernamentales”,[9] su resolución número cuatro decía:

[Considerando] que la suprema forma de liberación de las clases trabajadoras es la supresión de la sociedad dividida en clases, el congreso resuelve: Que la universidad y los centros de cultura superior del país formen hombres que contribuyan, de acuerdo a su preparación profesional y a la capacidad que implican los grados universitarios que obtengan, al advenimiento de una sociedad socialista.[10]

También se informó que en el acto de clausura Vicente Lombardo Toledano había pronunciado “una larga y brillante peroración, que le fue aplaudida por la nutrida concurrencia”[11]. En su discurso, Lombardo señaló que todo régimen social “para permanecer en el tiempo y en el espacio” ha contado con un sistema educativo basado en “un conjunto de principios que sirvan de sustento al régimen fundamental de la vida colectiva”, y si en México se estaba hablando de revolución y de cambios en la estructura del país, había la necesidad de unificar los programas de estudio con “un sistema que obligue al alumno a que tenga la convicción profunda de que el México socialista de mañana, como un rincón del mundo socialista del futuro, ha de surgir claro y vivo en la conciencia de los hombres cultos del país, como una consecuencia natural de su propia observación de los hechos”[12]

Los resolutivos del Décimo Congreso Nacional de Estudiantes generaron opiniones encontradas. Por un lado, en el diario Mundo, Antonio Salinas Puente señaló que se había desarrollado “dentro de un ambiente de camaradería bajo el honrado techo de una casa de los obreros [estibadores]” y sus conclusiones eran “un ejemplo para la juventud”, destacando el compromiso para intensificar la cultura, considerándola “como un medio, como un instrumento para conseguir un México mejor. Esto es: orientación socialista de la juventud”[13]. En contraparte, El Universal en su sección editorial quiso hacer notar que en los congresos de estudiantes, “la ilusión y el entusiasmo juveniles, por inteligentes y generosos que sean, están siempre a punto de derrumbarse al embate incontrastable de la realidad inmediata”, porque por muy trascendentales que fueran sus conclusiones, estas “nunca serán decisivas para normar los actos del grupo dirigente”, por lo que debían de limitarse a tratar aquellos problemas que se relacionaran con su vida estudiantil.[14]

En el siguiente artículo me referiré al Primer Congreso de Universitarios Mexicanos y las repercusiones que tuvo en la prensa nacional.

* Fragmento de la investigación “El conflicto universitario de 1933 en la prensa mexicana” presentada como ponencia en el VIII Coloquio La prensa como fuente para el análisis en las ciencias sociales realizado en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca en noviembre de 2013.

[1] El Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales Vicente Lombardo Toledano coeditó la polémica completa, incluyendo la primera parte en El Universal de septiembre y octubre de 1933 y la polémica entre Antonio Caso y Francisco Zamora (diciembre de 1933 a marzo de 1934), con prólogos a cada etapa de la polémica de Juan Hernández Luna: Idealismo vs Materialismo. Polémicas filosóficas: Caso-Lombardo, Caso-Zamora y Caso-Lombardo, México, Masonería filosófica de Michoacán-CFPSVLT-Asociación Francisco J. Múgica, 2008, 298p.

[2] Renate Marsiske, “El movimiento estudiantil de 1929 y la autonomía de la Universidad Nacional de México”, en Revista de la Educación Superior, Publicación trimestral de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, Vol. XI (4), No. 44, octubre-diciembre de 1982.

[3] VLT, “El problema de la Educación en México”, en Obra Histórico-cronológica, Tomo I, Vol. 2., México, CEFPSVLT, 1994: pp. 119-143.

[4] Citado por VLT, “Prólogo” [1963], Idealismo vs Materialismo Dialéctico. Polémica Caso-Lombardo, México, Universidad Obrera de México, 2010, pp. 18-19.

[5] “La Universidad de Guadalajara conmemora los 90 años del nacimiento de Vicente Lombardo Toledano”, en Raíces Universitarias, Periódico mural de la Universidad de Guadalajara. No. 12, mayo de 1984.

[6][6] Rosa María Otero y Gama, Vicente Lombardo Toledano. Datos biográficos, México, Universidad Obrera de México, 1988, pp. 29-30.

[7] El Nacional, 3 de septiembre de 1933, en Archivo Histórico de la UNAM, Colección: Memoria Universitaria, Sección: Publicaciones Periódicas, Sub-sección: Noticias Universitarias, en adelante AHUNAM.

[8] El Universal, 3 de septiembre de 1933, en AHUNAM.

[9] El Nacional, 4 de septiembre de 1933, en AHUNAM.

[10] Citado por VLT en “Prólogo” [1963], op. cit: pp. 19.20.

[11] El Nacional, 4 de septiembre de 1933, en AHUNAM.

[12] VLT, “Clausura del X Congreso Nacional de Estudiantes en Veracruz”, en Obra Histórico-cronológica, Tomo II, Suplemento. México, CEFPSVLT, 2001, pp.118, 127.

[13] Antonio Salinas Puente, “El Balance del X Congreso de Estudiantes” en Mundo, 6 de septiembre de 1933, en AHUNAM. Versales en el original, no cursivas.

[14] “Sección Editorial. Desorientación de los Congresos Estudiantiles”, El Universal, 5 de septiembre de 1933, en AHUNAM.

Los modos de producción precapitalistas en México.[1]

Los modos de producción precapitalistas en México.[1]

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.[2]

El conocimiento y análisis de los modos de producción, de su concreción en cada sociedad, es una parte necesaria del análisis de la realidad contemporánea y de los objetivos de la lucha de los revolucionarios, y de su estrategia y táctica. En el caso de México, y en general, de América Latina, los modos precapitalistas se dieron en tiempos distintos y adquirieron peculiaridades que es indispensable examinar, para no incurrir en la copia extralógica de lo sucedido en Europa.

Carlos Marx. Materialismo histórico, los modos de producción.
Carlos Marx.
Materialismo histórico, los modos de producción.

De acuerdo con las opiniones científicas generalizadas, el Homo sapiens pobló el hoy Continente Americano mucho tiempo después que Europa, Asia y su lugar de origen: África. No existen datos firmes sobre la presencia de otras especies, pre-sapiens; tampoco hay consenso entre los científicos sobre las fechas de llegada del sapiens, pero las dataciones más ampliamente aceptadas refieren su presencia más antigua entre 12,000 años, de acuerdo con el muy recientemente descubierto yacimiento arqueológico de Hoyo Negro, en Quintana Roo, México; 12.900 y 13,500 años, según el de Clovis, en Nuevo México, y hace alrededor de 14.500 años, según el de Monte Verde, en Chile; todos son poblamientos del periodo del pleistoceno. Hay hipótesis que proponen fechas de arribo de hace 30 mil años o más, pero no son generalmente aceptadas en la comunidad científica por falta de respaldo sólido. Está claro que las migraciones hacia este continente duraron largo tiempo, miles de años –tal vez decenas o centenas de miles—más, que los grupos que se asentaron en otros continentes.

En otro aspecto, los científicos tienen consenso en que el descubrimiento de la agricultura y el consecuente paso del nomadismo a los asentamientos duraderos,  en América, fue un proceso que no tuvo relación con los casos de la zona de los ríos Tigris y Éufrates en la Mesopotamia asiática, ni del Valle del Nilo. Además de que fue muy posterior a éstos. Existen variantes, pero la opinión científica más aceptada establece el inicio de la agricultura en Mesoamérica y en la región andina, hacia el año 3.500 antes de nuestra era, en tanto que en la

...iniicio de la agricultura en Mesoamérica y en la región andina, hacia el año 3.500 AC; en la Mesopotamia y el Valle del Nilo,  alrededor del 8.500 o el 9.000 AC; en China, por el año 7.500 AC, y en Europa, a partir del 6.000.
…inicio de la agricultura en Mesoamérica y en la región andina, hacia el año 3.500 AC; en la Mesopotamia y el Valle del Nilo, alrededor del 8.500 o el 9.000 AC; en China, por el año 7.500 AC, y en Europa, a partir del 6.000.

Mesopotamia y el Valle del Nilo habría sido alrededor del 8.500 o el 9.000 ANE. Por su parte, en la zona de los ríos Huang He y Yangtzé, en lo que hoy es China, se registró el mismo proceso allá por el año 7.500 ANE, y en Europa, a partir del 6.000.

¿Qué modo de producción existía en nuestras tierras, a la llegada de Cristobal Colón, y cuál en Europa?

Lo anterior significa que el modo de producción de los grupos humanos al migrar hacia nuestras tierras era el comunismo primitivo y lo siguió siendo ya en nuestro continente por miles de años más, aunque, desde luego, durante ese largo lapso fueron logrando progresos en cuanto a sus instrumentos de producción, incluido, en su momento, el cultivo de la tierra. Pero lo prolongado de las migraciones, con su consecuente secuela de retraso de la neolitización y el sedentarismo, explica el rezago de los grupos humanos que se avecindaron en estas tierras, respecto a Europa –alrededor de dos mil quinientos años– y Asia –de cinco mil a seis mil–. Por cuanto al surgimiento de la agricultura y los asentamientos duraderos. Ese retardo inicial también trajo secuelas, que se reflejaron en el hecho de que, hacia finales del siglo XV de nuestra era, cuando Cristóbal Colón salió del Puerto de Palos y arribó a la isla que bautizó con el nombre de “La Española”, en nuestros días Santo Domingo, en 1492, el hoy Continente Americano, estaba habitado por pueblos con distintos grados de desarrollo económico y cultural, algunos con culturas maravillosas, pero por su estructura económica, ninguno alcanzaba todavía el modo de producción que en ese mismo momento era dominante en Europa, como veremos enseguida.

...florecían culturas que ejercían una agricultura dotada de buenas técnicas, tenían un eminente desarrollo científico y cultural y vivían en grandes ciudades,...
…florecían culturas que ejercían una agricultura dotada de buenas técnicas, tenían un eminente desarrollo científico y cultural y vivían en grandes ciudades,…

En efecto, aquí teníamos la portentosa Tenochtitlan, que asombró a los europeos; florecían culturas que ejercían una agricultura dotada de buenas técnicas, tenían un eminente desarrollo científico y cultural y vivían en grandes ciudades, con palacios y templos prodigiosos. Y había también numerosos grupos tribales nómadas que todavía continuaban practicando la recolección, la pesca y la caza, en nuestro continente. Los más avanzados, como los aztecas, los mayas y los incas, por cuanto a su modo de producción, vivían dentro del periodo de descomposición de la comunidad primitiva en su tránsito al esclavismo, y mostraban notables semejanzas con el modo de producción asiático. Pero las tribus nómadas estaban mucho más atrás, en una etapa en la que aún le faltaba cuantioso desarrollo al comunismo primitivo.

Hay que observar que estamos hablando de fines del siglo XV, el mismo momento en que los europeos emprendieron lo que se ha llamado los descubrimientos geográficos más importantes. En Europa hacía tiempo que había quedado atrás la comunidad primitiva e incluso el esclavismo; el modo de producción feudal era entonces el dominante y, en general, se iniciaba el proceso de la acumulación originaria de capital, que vendría a ser la base para, centurias después,  el arribo al modo de producción capitalista. La diferencia entre el grado de desarrollo de la base económica entre una y otras sociedades, era enorme, lo que se justifica porque los instrumentos de producción de las sociedades mesoamericanas y andinas eran rudimentarios, si se les compara con los que para entonces poseían las sociedades europeas. Como explica Lombardo, nuestros pueblos todavía

“no habían llegado al uso del hierro y de la rueda; carecían de animales de tracción; sus instrumentos de trabajo eran de piedra y de bronce”.

Además,

“la estructura de las tribus estaba basada en las relaciones del parentesco sanguíneo [y] su forma política más avanzada era la de confederación de tribus”.[3]

Tenían esclavos, es verdad, pero igual que en su momento sucedió en Grecia y Roma, lo eran de manera temporal; no constituían la fuerza productiva principal ni se les consideraba propiedad de sus amos; por tanto, tampoco los podían comprar ni vender. Como se dijo, se hallaban en la transición de la comunidad primitiva al esclavismo, pero en Europa esa misma transición se había dado algunos miles de años antes. Una vez más se comprueba el carácter desigual del desarrollo de los pueblos, desde el punto de vista cronológico.

No confundir los modos de producción con las superestructuras de las sociedades.

Debemos cuidarnos de confundir lo que se refiere a los modos de producción, que de acuerdo con el marxismo corresponden a la estructura o base económica de las sociedades, con las superestructuras: la ciencia, el arte, el derecho, la política, la religión y otras. Existe una correspondencia entre la primera y las segundas, y una interinfluencia –donde la base o estructura económica incide con mayor fuerza sobre las superestructuras, que éstas entre sí y que las superestructuras sobre la base–, es cierto; sin embargo, la relación no es automática ni mecánica, sino dialéctica y llena de complejidades. En el caso que nos ocupa,por cuanto a las superestructuras, los pueblos más desarrollados de nuestro continente construían grandiosas obras de ingeniería hidráulica y monumentales palacios y templos; sus conocimientos astronómicos eran avanzados; medían el tiempo con precisión y superaban a las civilizaciones europeas de la época en diversos, importantes aspectos; todo esto es cierto, como Lombardo, gran conocedor y admirador de su genio, lo expresa:

...la portentosa Tenochtitlan, asombró a los europeos...
…la portentosa Tenochtitlan, asombró a los europeos…

“… habían llegado a un alto nivel en algunas de las superestructuras sociales. Su astronomía y su cronología eran perfectas para su tiempo. Su calendario, formado siglos antes de nuestra Era, tenía un valor superior a los calendarios Juliano y Gregoriano. Su conocimiento de la flora y de la fauna era profundo y la clasificación que hicieron de sus especies puede considerarse ejemplar. La agricultura conocía el trabajo intensivo de la tierra, gracias a ingeniosos sistemas de irrigación. Sus industrias, limitadas a los útiles de producción que poseían, eran de una gran riqueza: cerámica, telas, orfebrería, pulimento de piedras preciosas, mosaicos de pluma entre otras muchas. La arquitectura había llegado a las obras monumentales del arte superior, integrada por la escultura y las pinturas murales. Las leyes o normas que regían la sociedad obedecían a un principio de codificación lógica.”[4]

Sin embargo, a pesar de su alto desarrollo cultural, estaban en desventaja respecto de los invasores europeos desde el punto de vista técnico, porque el  modo de producción de éstos era otro, más avanzado. En el aspecto de la guerra, disponían de armas de fuego, armaduras metálicas y espadas de acero; además, usaban el caballo como instrumento de pelea, desconocido en nuestro territorio. Por eso y también por su crueldad, doblegaron a nuestros pueblos a sangre y fuego; se apropiaron de nuestros territorios y diezmaron a la población aborigen, por muertes violentas y trato inhumano. Además, como Lombardo lo advierte, destruyeron sus culturas, les arrebataron sus tesoros, demolieron sus templos, prohibieron sus creencias, invalidaron sus tradiciones y establecieron el régimen colonial que estuvo plagado de terribles injusticias, ocasionadas por la más desmedida e inhumana ambición:

“A tal punto llegó en los españoles la fiebre por el oro y la plata, que para justificar la horrible explotación de los indios en las minas y en la construcción de edificios públicos, caminos y casas propias de sus amos, algunos de éstos inventaron la teoría de que los mexicanos no eran hombres, sino bestias, no merecedores a consideraciones y respeto”.[5]

Con lo conquista, los españoles impusieron formas de explotación desconocidas por los pueblos originarios.

...los españoles impusieron formas de explotación desconocidas por los pueblos originarios...
…los españoles impusieron formas de explotación desconocidas por los pueblos originarios…

La aparcería fue una modalidad de la servidumbre del Medioevo, que ellos ya habían vivido por largo tiempo: el español, terrateniente o encomendero, concedía a una comunidad o grupo de aparceros, indígenas,el derecho a cultivar cierta porción de tierras, quedando obligados a entregarle a cambio la mitad o más de la cosecha, procedimiento por el que, en los hechos, les expropiaban una parte substancial de los frutos de su trabajo.

El encomendero era el titular de una encomienda de indios, aquien la Corona dotaba con una extensión de tierras, por lo general sumamente extensa, que incluía a los pueblos indígenas asentados dentro de ella. La justificación ideológica de las encomiendas fue que se trataba de una obra piadosa, porque se decía que el encomendero convertiría a los indígenas a la fe católica para que así salvaran sus alamas. Pero la verdadera motivación era económica y estaba vinculada con la ambición, ya que el encomendero se enriquecía con el producto del trabajo de los indígenas, convertidos en aparceros, de igual forma que lo hacía el señor feudal, explotando a sus vasallos. La calidad de encomenderos la otorgaba la Corona, como “recompensa”, a personajes que, por su violencia, se destacaron en la guerra de conquista contra los pueblos originarios; o en su caso, a algunos otros individuos favorecidos también por la monarquía española, por las razones más diversas. Pero, como puede observarse, a pesar de que sus particularidades fueron distintas a las de la Europa medieval, este modo de producción no se diferencia del típico modo feudal.

Los españoles también impusieron a los indígenas una modalidad de esclavitud apenas disfrazada, en que los obligaban a trabajar en la producción minera en circunstancias inhumanas, y de esclavitud sin careta a los hombres y mujeres violentamente secuestrados en su tierra, África, a los que trajeron cargados de cadenas para que reemplazaran a las poblaciones indígenas que, por las terribles condiciones de explotación a que las sometían, iban siendo exterminadas.

Por otra parte, España estableció prohibiciones y límites a la producción agrícola y artesanal de la Nueva España, le impidió comerciar con las demás colonias de lo que hoy llamamos América Latina, y le impuso una inacabable cadena de trabas con el propósito de impedir su desarrollo económico –y el de todas las colonias, a las que se sometía a igual trato- para evitar el riesgo de su ulterior liberación. Lombardo lo sintetiza en pocas líneas:

“Lo que el pueblo vivió fue el régimen del latifundio, de la esclavitud en las minas, del monopolio del comercio, de los estancos, de las alcabalas, del crédito usurario, de la corrupción de los tribunales de justicia, de la administración pública burocratizada e ineficaz, del vicio en la política, de la intolerancias y de los crímenes de la Santa Inquisición, de la persecución del pensamiento, del sometimiento del gobierno civil al poder eclesiástico y del dominio omnímodo de la Iglesia Católica en todos los actos importantes de la vida humana”.[6]

¿Qué efectos tuvo la conquista sobre el modo de producción imperante en el México prehispánico?

De acuerdo con la concepción de Lombardo, la invasión europea y toda su secuela de hechos, ya señalada, frenaron el desarrollo de las fuerzas productivas propias del modo de producción comunal primigenio –que era el dominante al momento de la irrupción– e imposibilitaron, por tanto, que, llegado el momento, se produjera la contradicción dialéctica entre ese desarrollo y las relaciones de producción para que se diera el salto a un modo más avanzado, que en ese caso vendría a ser el esclavismo. Y de igual manera truncaron la posibilidad de que, en otro momento histórico, posterior, se repitiera el ciclo que iría del desenvolvimiento de las fuerzas productivas durante un esclavismo dominante –que en nuestro caso ya no existió—hasta que, con la lucha de clases de por medio, entraran en contradicción con las relaciones de producción, y se resolviera el conflicto con un salto cualitativo que arribara al modo feudal, y así en adelante.

América Latina, proceso histórico objetivamente distinto...
América Latina, proceso histórico objetivamente distinto…

Con la colonización europea, en vez del proceso dialéctico señalado, se constituyó lo que en mi opinión se podría definir como una mezcla de distintos modos de producción que operaban con simultaneidad: el comunismo primitivo –que ni siquiera llegó a desaparecer del todo durante los tres siglos de coloniaje—el esclavista y el feudal coexistiendo sin que alguno se constituyera en dominante. Por eso, soy de la opinión de que conformaron un hasta cierto punto novedoso modo de producción complejo[7], aclarando que su novedad se constriñe al hecho de que no fue previsto de manera explícita por los fundadores del marxismo, ya que obedeció a un proceso concreto diferente de los que ellos examinaron; aunque también hay que reiterar que se trató de la yuxtaposición de los ya estudiados y descritos por Marx y Engels. Y lo que es más importante, hay que subrayar que lo sucedido en nuestra región, en nada contradice lo planteado por los fundadores del marxismo, puesto que consiste en una diferencia regional particular que no afecta el contenido general ni cuestiona la validez del materialismo histórico, pero lo enriquece.[8]

Ahora bien, como ya vimos, la influencia no fue unilateral –nunca lo es en los procesos dialécticos—sino que el hallazgo del Continente Americano por parte de los europeos, y la relación abusiva que, con el coloniaje, impusieron los invasores, contribuyeron de manera poderosa a propiciar el ascenso, en ciertas regiones de Europa, de una clase social –la burguesía– que ya se había gestado y se abría paso en el seno de la sociedad feudal todavía imperante, clase ascendente cuyos intereses reñían con los de la vieja nobleza propietaria de la tierra.

Pero además, esos mismos hechos dieron paso a otro proceso de diferenciación entre nuestra región geográfica y Europa: en tanto que nuestra región, víctima del colosal saqueo de sus recursos y sujeta a toda clase de trabas, a partir de la conquista tuvo un ritmo muy lento de desarrollo de sus fuerzas productivas durante largos tres siglos –que obviamente aumentaron el rezago– ciertos países de Europa –con Inglaterra, en primer término– que no estuvieron sujetas al tipo de políticas restrictivas que España impuso a sus colonias y tuvieron una temprana revolución industrial, se desenvolvieron a un ritmo rápido, que vino a profundizar mucho más el abismo que ya las separaba en materia de adelanto económico.

Inglaterra, en efecto, fue la principal beneficiaria final del inmenso despojo del oro, la plata y piedras preciosas, entre otros valiosos elementos, factor importantes que sumado a otros repercutió en su avance con rapidez en el proceso de transición del feudalismo al capitalismo. Por su parte, España y Portugal, a pesar de haber estado entre los más grandes saqueadores iniciales de los recursos de la actual América Latina por su dominio directo sobre grandes porciones del territorio del subcontinente, por paradójico que parezca a fin de cuentas no capitalizaron los beneficios, sobre todo a causa del fuerte arraigo del feudalismo en sus sociedades y como resultado también de su consecuente, mínimo desarrollo manufacturero e industrial previo. Por tanto, acabaron siendo simples puntos de tránsito de los enormes caudales de riquezas, de nuestra región, hacia Inglaterra y otras potencias.

Desarrollo desigual y modos de producción diferenciados, en América Latina, respecto de Europa y Norteamérica.

Tres siglos después, hacia los inicios del XIX, la prolongada dominación europea desembocó en el estallido de las luchas por la independencia en toda América Latina, de manera prácticamente simultánea. De acuerdo con el análisis marxista de Lombardo, sin desestimar el anhelo de liberación política que existía, a esas luchas las motivó, sobre todo, el hecho de que las fuerzas productivas materiales, a pesar de su lento desarrollo, finalmente habían entrado en contradicción con las relaciones de producción vigentes que paralizaban el desarrollo de la economía. Para resolver esa contradicción no podría bastar con la independencia política, como no bastó; hacían falta transformaciones en la estructura económica que liquidaran los arcaicos componentes de aquel modo de producción, complejo, pero sumamente rezagado, dado que en Europa y América del Norte, el capitalismo ya era una realidad, en tanto nuestras sociedades, sin excepción, se mantenían inmersas en la mezcla descrita de modos precapitalistas de producción.

...en Europa y América del Norte, el capitalismo ya era una realidad, en tanto en América Latina se mantenían los modos de producción precapitalistas...
…en Europa y América del Norte, el capitalismo ya era una realidad, en tanto en América Latina se mantenían los modos de producción precapitalistas…

Comprendiéndolo así, y considerando sus características y composición, así como las ideas que se fueron plasmando, en el transcurso de la lucha emancipadora, en los que vendrían a ser documentos programáticos vitales, Lombardo definió la que estalló en 1810, en la Nueva España, como una revolución por la independencia y, al mismo tiempo y sobre todo, una guerra de clases antiesclavista y antifeudal.

Pero la de México como las demás luchas liberadoras de la región, en aquel momento alcanzó la independencia política nada más. No se alcanzaron metas superiores porque la correlación de fuerzas no lo permitió. El objetivo de destruir las relaciones de producción, esclavistas y feudales, quedó pendiente. En ese marco, para nuestra nación incipiente, igual que para las demás antiguas colonias, dice Lombardo, hubo necesidad de solucionar “un doble y trascendental problema, por una parte, el de revisar la estructura económica, social y política del largo período colonial para crear las bases sobre las cuales se asentaría su nueva vida, y por otra parte, el problema de las relaciones entre los Estados que surgían a la vida internacional.”[9] Y como era natural que sucediera, al no haber sido destruida la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, la lucha estalló de nueva cuenta, tomando la forma de un enfrentamiento entre liberales y conservadores, pero que en el fondo era la continuidad de la revolución antifeudal y contra el esclavismo. Esta etapa culminó con la derrota de los conservadores y la elaboración de las Leyes de Reforma; pero la dictadura de Porfirio Díaz ocasionó que, otra vez, nuestra lucha revolucionaria quedara trunca, sin alcanzar sus objetivos profundos de transformación social. Por eso, necesariamente tendría que estallar, en su momento, lo que Lombardo llamó también el tercer tiempo del proceso revolucionario de México.

  [1] Sexto fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”. Próximamente será publicada por el Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”. [2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”. [3] Lombardo, “La personalidad de México”, en ¿Moscú o Pekín?, La vía mexicana al socialismo. Editorial Combatiente, México, 1975, pág. 82. [4] Ibidem. [5] Vicente Lombardo Toledano, Contenido y trascendencia del pensamiento popular mexicano. Mensaje de la Universidad Obrera de México a la UNESCO. Noviembre-diciembre de 1947. Primera edición, 1947, Universidad Obrera de México. Segunda edición facsimilar, 2010, CEFPSVLT. Pág. 6. [6] Op cit., pág. 7. [7] Sobre los argumentos que fundamentan la propuesta de denominación “modo de producción complejo”, ver Cuauhtémoc Amezcua Dromundo y Martha Elvia García García, Análisis de la concepción marxista de Vicente Lombardo Toledano sobre el desarrollo de la historia. México, 2011, CEFPSVLT. Pp. 32-33. [8] Sobre el fenómeno de las alteraciones al desarrollo materialista-histórico de esta región geográfica, derivadas de la irrupción europea, ver Cuauhtémoc Amezcua Dromundo y Martha Elvia García García, Análisis de la concepción marxista de Vicente Lombardo Toledano, op cit., pp. 103-104. [9] Vicente Lombardo Toledano, “El drama de los pueblos de América Latina”, en La Confederación de Trabajadores de América Latina ha concluido su misión histórica. Este documento fue escrito por Vicente Lombardo Toledano precisamente cuando la Confederación de Trabajadores de América Latina dio por concluidas sus tareas, y se publicó como folleto por esa misma organización. Ha sido reproducido en numerosas ocasiones, la más reciente, por el CEFPSVLT que lo incluyó en la versión facsimilar de Por un mundo mejor, diario de una organización obrera durante la segunda guerra mundial, t. I, p. VIII1. 2007.

La CTM y la unificación de los trabajadores

La CTM y la unificación de los trabajadores

Por Juan Campos Vega

El Congreso Nacional de Unificación de los trabajadores mexicanos, se realiza del 21 al 24 de febrero de 1936, presidido por los representantes de las principales organizaciones que convocan a la creación del Comité Nacional de Defensa Proletaria (CNDP), así como por las que acuden al llamado unitario para fundar una nueva central sindical, que se materializa en la constitución de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), que adopta una orientación revolucionaria, antimperialista y antifascista, y se convierte en elemento trascendente para las decisiones importantes que se generarán durante el régimen cardenista.

La Confederación de Trabajadores de México se manifiesta por la independencia nacional
La Confederación de Trabajadores de México se manifiesta por la independencia nacional

La nueva central logra la unificación de la mayoría de los trabajadores que tienen posiciones ideológicas y políticas divergentes, producto de su propio desarrollo —prácticamente de todas las corrientes importantes del sindicalismo clasista de esos años—; pero que están convencidas, que en ese momento son más importantes las coincidencias que las discrepancias, que el camino para avanzar en la conquista de sus aspiraciones, inmediatas y futuras, pasa necesariamente por un proceso unitario que les permita luchar en forma más eficaz.

El proceso de unificación va más allá de lo tradicional, no solamente incorpora a las agrupaciones de todas las tendencias que basan su acción en la lucha de clases y el internacionalismo proletario, sino también, incluye en su dirección a representantes de las corrientes y organizaciones más importantes, con independencia de la fuerza numérica que representa cada una. Con estos criterios se integra el primer organismo dirigente de la CTM: “En su primer comité nacional había elementos sindicalistas tradicionales, con ciertas supervivencias del pensamiento anarcosindicalista, sindicalistas reformistas, comunistas y marxistas-leninistas sin partido [1]”.

El conocimiento del origen y las vicisitudes de los primeros años de la CTM, así como de la conducta de los principales exponentes de las fuerzas que la integran, permite apreciar el papel que cada una tuvo en la etapa constructiva de la central de trabajadores más importante en la historia de México, y explica también de qué manera, algunas de ellas son corresponsables del accidentado proceso de sus primeros 14 años, que la lleva de manera inexorable, de la unificación clasista al oportunismo y a la colaboración de clases, que la caracteriza desde hace décadas.

Inauguración

El 21 de febrero, se inauguran los trabajos del congreso de unificación. Corresponde a Francisco Breña Alvírez, secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), y secretario de correspondencia y acuerdos del CNDP, dar lectura al informe de la gestión del comité. Después de analizar, punto por punto, el incumplimiento de algunos aspectos contenidos en las bases del Pacto de Solidaridad, suscrito ocho meses antes, valora esa etapa de la siguiente manera:

Parecería, camaradas, que me he dedicado con preferencia a señalar las deficiencias del comité restando importancia a los éxitos que tuvo, pero yo me he esforzado por hacer a ustedes una exposición imparcial y estimo, por otra parte, que más necesario que alabarnos por nuestros triunfos es señalar nuestros defectos, porque son estos los que retardan o impiden el avance hacia la victoria final. Entre los éxitos del comité figuran el haber logrado realizar un frente único moral de las agrupaciones más importantes, contrarrestando así las actividades reaccionarias; el haber dado término a los conflictos intergremiales entre las agrupaciones pactantes; el haber conseguido la solución favorable, más o menos rápida a diversos conflictos obrero-patronales, y el haber sentado las bases de la unificación a través del acercamiento entre los representantes de diversas agrupaciones [2].

Congreso Nacional de Unificación
Congreso Nacional de Unificación

Posteriormente, Lombardo, en su discurso inaugural expresa que el congreso de unificación “es, no sólo el congreso de trabajadores más importante que se registra hasta hoy en la historia del movimiento obrero, sino también la asamblea representativa del pueblo mexicano más importante que hasta hoy se celebra en casi un siglo de nuestras pugnas sociales y políticas [3]”; exhorta a los trabajadores —convencido de la necesidad de rebasar el economismo— a que “piensen que el problema de ellos no es el problema nacional; que piensen que es menester tener una visión de conjunto del panorama completo de la nación mexicana y de todo el proletariado, para que no se luche ya en conseguir solamente soluciones a sus problemas inmediatos [4]”; analiza qué es la nación mexicana, el problema agrario, la dependencia económica de México respecto de los monopolios internacionales y de la oligarquía nacional, la diferencia entre el nacionalismo antimperialista de la clase obrera y el entreguismo de los protectores del capital extranjero, los bajos salarios que percibe la mayoría de los trabajadores del país, y señala que el panorama político es idéntico al panorama económico y social, que “Por eso nuestras reivindicaciones tienen el mismo tono, la misma intención en el terreno económico, en el terreno político, en el terreno social, en el terreno ideológico. Un mexicano, si es asalariado, si vive de su esfuerzo material o intelectual, tiene que ser, necesariamente, un individuo nacionalista, antimperialista [5]”.

Resoluciones

En el congreso de unificación se aprueban diversas resoluciones:

Una fija las posiciones en torno a “Las relaciones internacionales del proletariado mexicano”, en la que se resuelve invitar “a todas las organizaciones sindicales del continente americano, sin distinción de ideología y de táctica de lucha, para procurar el entendimiento y la unificación de todo el proletariado de América, especialmente del proletariado de los países de origen latino [6]”; también se acuerda realizar un llamado “a la Federación Sindical Internacional y a la Internacional Sindical Roja, haciéndoles ver la necesidad urgente que para el proletariado del mundo entero y para los destinos de la humanidad misma, tiene el hecho de un acercamiento entre las principales fuerzas sindicales existentes [7]”.

Otra se refiere a la constitución de “El frente popular antimperialista”, en la que después de analizar la estructura económica semicolonial del país y sus consecuencias sociales, plantea la necesidad de que el movimiento obrero enfrente simultáneamente “la lucha por su mejoramiento como clase social explotada y la lucha por la emancipación y la verdadera autonomía económica y política de la nación mexicana […] Nacionalismo y socialismo para los países coloniales y semicoloniales, son dos aspectos de la misma lucha [8]”. También se acuerda designar una comisión que asista al Congreso Constituyente del Frente Popular Antimperialista, que explique a los asistentes la postura de la CTM, que prestará toda la ayuda necesaria, pero sin vínculos oficiales con las acciones que se realicen y sin adquirir compromisos de cualquier índole.

Estatutos

El día 24 se discuten y aprueban los estatutos de la CTM, que incluyen la declaración de principios y objetivo de la confederación, y de su táctica de lucha, en los cuales se expresa:

1. El proletariado de México luchará fundamentalmente por la total abolición del régimen capitalista, pero necesita conseguir previamente la liberación política y económica del país.

2. La guerra imperialista y el fascismo significan terror y empeoramiento general de las condiciones de vida del proletariado. Contra ellos luchará con todas sus fuerzas.

3. Luchará por todas sus reivindicaciones inmediatas, entre otras: reducción de la jornada de trabajo; contra la desocupación; por aumento de los salarios reales; mejores condiciones de trabajo; capacitación técnica; protección a mujeres, jóvenes y niños trabajadores; contra la propaganda que desarrollan todos los credos y confesiones religiosas; implantación del seguro social; porque los trabajadores al servicio del Estado queden protegidos por la Ley Federal del Trabajo; todo ello, sin desviarse de sus propósitos fundamentales; además, luchará por obtener el pleno goce de los siguientes derechos: a) de huelga; b) de asociación sindical; c) de reunión y manifestación pública; d) de propaganda escrita y verbal sin taxativas.

4. Preconiza como táctica de lucha el empleo de las armas del sindicalismo revolucionario: la huelga, el boicot, las manifestaciones públicas, los mítines y todos los medios de coacción y delación pública de todas las injusticias, hasta obtener sus reivindicaciones.

5. Aceptará o propondrá alianzas transitorias con todos los sectores sociales que coincidan con el propósito de lograr las reivindicaciones antes mencionadas, a condición de que no obstaculicen su lucha o conduzcan a la renuncia del logro de sus objetivos fundamentales.

6. Luchará por mantener su independencia ideológica y de organización, y porque sus objetivos sean alcanzados con independencia de clase, mediante sus propias fuerzas y ajenas a tutelas e influencias extrañas.

7. Brindará solidaridad a los trabajadores, víctimas de la lucha revolucionaria contra el capitalismo, por encima de las fronteras nacionales.

El lema: “Por una sociedad sin clases [9]” —que se incluye en el artículo 20 de sus estatutos—, sintetiza el objetivo esencial que sirve de referente al congreso de unificación de los trabajadores mexicanos. Sin embargo, las diferencias ideológicas, políticas, de estrategia y táctica, y de carácter organizativo no sólo no desaparecen, sino que afloran a la hora de elegir el comité nacional de la nueva central.

[1] VLT, “Teoría y práctica del movimiento sindical mexicano”, Obra histórico-cronológica, t. vi, vol. 5, p. 183.

[2] Francisco Breña Alvírez, “Informe de la Gestión del Comité Nacional de Defensa Proletaria”, en Confederación de Trabajadores de México, CTM 1936-1941, p. 39.

[3] VLT, “La situación del proletariado en México”, op. cit., p. 40.

[4] Ibid., p. 41.

[5] Ibid., p. 49.

[6] Confederación de Trabajadores de México, “Las relaciones internacionales del proletariado mexicano”, CTM 1936-1941, p. 52.

[7] Idem.

[8] Confederación de Trabajadores de México, “El Frente Popular Antimperialista”, CTM 1936-1941, p. 55.

[9] Ibid., pp. 67-69.

Un recorrido de la antropología física hacia una antropología biológica…

Un recorrido de la antropología física hacia una antropología biológica…

Por Bernardo Yáñez

El Siglo XIX se destacó, entre otras cosas, por un despegue importante de los estudios científicos. Particularmente en Inglaterra y Francia los estudios antropológicos tomaron fuerza dada su condición de países colonizadores y el encuentro constante con la otredad. En ese contexto fue la antropología física la disciplina que se encargó de analizar y comparar la diversidad biológica de los seres humanos en las distintas poblaciones. Esta rama de la antropología recuperó modelos y técnicas de otras disciplinas al mismo tiempo que consolidó las propias. Fueron la osteología y la antropometría las metodologías principales que se utilizaron para estudiar la variabilidad del cuerpo humano. En la presenta entrega haré un recuento brevísimo –una visión personal, no exenta de errores y polémica­– de tres etapas fundamentales de ésta corriente de pensamiento: En primer lugar, i) El origen, ubicados en el siglo XIX daremos una mirada rápida al surgimiento de esta tradición de pensamiento. En segundo término, ii) se revisará el surgimiento de La Nueva Antropología Física [1], vista como el tránsito de una técnica científica hacia la profesionalización y consolidación de una disciplina científica. Por último, iii) El Auge de La  Antropología Biológica, el momento actual de esta perspectiva que destaca como horizonte epistemológico para el estudio integral de la evolución humana. Es importante señalar que aun cuando algunas líneas de estudio de la antropología física no requieren de la utilización de la teoría evolutiva como marco teórico no se puede soslayar su indispensabilidad como una herramienta crucial en el estudio de la variabilidad y del comportamiento humano.

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Los primeros estudios enfocados desde la antropología física fueron realizados con una perspectiva puramente descriptiva. Se llevaron a cabo mediciones y observaciones que establecieron las diferencias morfológicas, conductuales, e incluso, intelectuales de los diferentes grupos humanos. Cabe destacar que dichas diferencias siempre tuvieron al hombre caucásico como ideal y como punto de referencia. Esta forma de comprender la diversidad humana fue parte de la herencia de un pensamiento tipológico en el cual la descripción precisa de los rasgos constitutivos de los seres vivos era fundamental para su ulterior clasificación; en donde el hombre blanco se acercaba indiscutiblemente, y por encima de las demás poblaciones, a ese tipo idealizado. En este contexto puede hablarse de un interés raciológico de la naciente antropología física. Es decir, el objetivo principal del estudio de las diferencias individuales tenía un claro enfoque jerárquico que justificaba el trato diferencial de las personas según su condición étnica. Es curioso que coincidentemente con la aparición de este tipo de estudios durante el siglo XIX aparecieran también los primeros restos fósiles –probablemente ancestrales a la especie humana. No obstante tendrían que pasar algunos años para que estas ideas tuvieran cabida en el ámbito científico.  Dicho de otra manera, la aparición de restos fósiles como el famoso espécimen neandertal del Valle de Neander no se consideró en ese momento un ancestro de los humanos, sino simplemente un ser humano antiguo; probablemente un Cosaco perdido en las inmediaciones del Rio Rhin.

Así, esta primera etapa de la antropología física es importante porque da lugar a su consolidación, sin embargo,  es necesario señalar el sesgo ideológico de su práctica, la limitación de sus técnicas de análisis y el escaso aporte teórico de su quehacer. Con este breve recuento podemos establecer un periodo enfáticamente interesado en la taxonomía de las poblaciones humanas.

Sherwood L. Washburn (1911-2000)

La segunda fase fundamental en este escueto recorrido histórico es el de La Nueva Antropología Física [1]. Sherwood Washburn considerado por algunos como el padre de la antropología física –al menos en Estados Unidos– es el personaje que marca un antes y un después en esta tradición epistemológica. Este importante investigador tuvo la claridad para proponer un estudio integral del ser humano. Son tres elementos los que sobresalen. Su estrecha relación con algunos de los más importantes investigadores involucrados en el pensamiento evolucionista –como Mayr y Dobzhchansky­–, de la primera mitad del siglo XX, le permitieron visualizar la importancia de este enfoque para el estudio de la evolución humana. Es clara la influencia de la Síntesis Moderna en el pensamiento de Washburn y en esta propuesta de una nueva manera de hacer antropología. Por otra parte, su mentor Ernest Albert Hooton, le mostró la pertinencia de estudiar a los primates no humanos como una ventana para el estudio de los seres humanos; la observación del comportamiento primate era básico para comprender la conducta humana. Por último, su formación fuertemente involucrada con la perspectiva antropológica llevaron a la sugerencia de incorporar las cuatro disciplinas antropológicas en el análisis del proceso de humanización. Es decir, la incorporación de la etnología, la lingüística, la arqueología y el estudio físico del hombre [1] como requisito para una comprensión adecuada de este proceso de la historia natural.

El cambio de enfoque entonces perpetrado por Washburn, de una simple técnica de análisis a una disciplina científica con presupuestos y asunciones teóricas propias, dio lugar al nacimiento de La Nueva Antropología Física. Además del rompimiento con la primera fase de la antropología física –sobre todo en términos técnicos y teórico-metodológicos­– otro elemento a destacar en este marco tiene que ver con la herencia académica de Washburn. Kelly y Sussman [2] realizaron un análisis genealógico de los primatológos de campo de los Estados Unidos y encontraron que, de alguna u otra manera, todos son herederos de la escuela Washburiana de antropología y más concretamente de primatología.

Por último, daremos lugar a una mirada actual de la antropología física. Siguiendo algunas directrices de pensamiento modernas, como la de Agustín Fuentes, es necesario repensar el marco teórico necesario para el estudio de la variabilidad biológica y del comportamiento humano; particularmente de su evolución y desarrollo. En un trabajo reciente Fuentes [3] llama a la formulación de una ‘nueva síntesis’ de la síntesis. Es decir, no basta con darle un sentido evolutivo al estudio de las poblaciones humanas restringidas al marco explicativo del neodarwinismo.

9780078117008Particularmente para el estudio de la cultura y su evolución se requieren de herramientas epistémicas complementarias para dar cuenta de los diversos procesos complejos de los humanos. Herramientas conceptuales procedentes de la biología evolutiva del desarrollo (evo-devo) tales como: herencia epigenética o construcción de nicho; o propuestas desde la psicología del desarrollo como la Teoría de Sistemas en Desarrollo muestran un poder explicativo más eficaz que la perspectiva panseleccionista. En ese sentido, el llamado de Fuentes a una reorientación de enfoque se inserta en el terreno de la discusión filosófica de un cambio de paradigma en el estudio de la evolución humana y de la antropología física. El debate se articula  justamente en este tenor: mientras que para algunos esta nueva visión no representa sino el complemento necesario para robustecer el marco seleccionista, en donde la importancia de los genes marca la diferencia. Para otros, en cambio, esta integración de nuevas categorías, como las antes mencionadas, representa efectivamente un rompimiento epistémico y metodológico.

Con ello en mente, se puede considerar esta tercera fase fundamental de la antropología física  -en mi opinión- como el surgimiento verdadero de la Antropología Biológica. En otras palabras, estamos ante una ciencia social en donde se debaten y articulan los constituyentes biológicos y culturales de nuestra especie. Esta última oración quizá sea desafortunada para el marco que quiere presentarse aquí; es decir, uno de los principales aportes de una perspectiva bioantropológica, como la que aquí se ha intentado esbozar con algunos trazos, estaría por diluir aquellas explicaciones que asumen una dicotomía ontológica entre naturaleza y cultura. Es eso lo que se pretende mostrar, no obstante las limitaciones del lenguaje, al menos en mí caso, me impiden expresarme de una manera más adecuada.

Termino señalando mi compromiso total con una antropología física o biológica incluyente, reflexiva y comprometida con su objeto de estudio. Considero necesario el debate en estos términos de nuestra disciplina. Y tal como cerrara Washburn en su clásico artículo de 1951 concluyo citándolo:

“No hay nada que hagamos hoy que no se hará mejor mañana” [1].

Referencias

[1] Washburn, S.L. (1951). “The New Physical Anthropology”. Tranastions of the New York Academy of Sciences. ser. 2. vol.13, p. 298-304.

[2] Kelly, E. y R. Sussman (2007). “An Academic Genealogy on the History of American Field Primatologists”. American Joornal of Physical Anthropology. vol 132. no. 3, p. 406-425.

[3] Fuentes, A. (2009). “A New Synthesis”. Anthropology Today. vol. 25. no. 3, p. 12-17.

 

El Comité Nacional de Defensa Proletaria y la unidad sindical

El Comité Nacional de Defensa Proletaria y la unidad sindical

Por Juan Campos Vega

En la década de los años treinta, la recomposición del movimiento sindical proporciona una nueva dinámica a las luchas obrero-patronales, lo que se refleja en el número de huelgas anuales que se incrementan. En 1933, las huelgas suman la ínfima cantidad de 13; aumentan a 202 en 1934, y durante 1935, primer año del gobierno del general Lázaro Cárdenas (1 de diciembre de 1934-30 de noviembre de 1940), el movimiento sindical desarrolla una actividad mucho más intensa: las huelgas alcanzan la cantidad de 642.

Plutarco Elías Calles
Plutarco Elías Calles

En medio de ese escenario, el senador de la República, Ezequiel Padilla, proporciona a la prensa de la capital del país las declaraciones del general Plutarco Elías Calles, que se publican el 12 de junio de 1935. Entre sus expresiones, el expresidente de la República ataca la actividad sindical, argumenta que hace seis meses que se realizan huelgas constantes, y que muchas de ellas son injustificadas, y arremete en contra de los dirigentes de sus organizaciones:

Yo conozco la historia de todas las organizaciones, desde su nacimiento; conozco a sus líderes, los líderes viejos y los líderes nuevos. Sé que no se entienden entre sí y que van arrastrados en líneas paralelas por Navarrete y Lombardo que dirigen el desbarajuste. Sé de lo que son capaces y puedo afirmar que en estas agitaciones hay apetitos despiertos, muy peligrosos en gentes y en organizaciones impreparadas. Están provocando y jugando con la vida económica del país [1].

Vicente Lombardo Toledano, de la Confederación General de Obreros y Campesinos de México (CGOCM), en declaraciones publicadas en los diarios del medio día, acepta públicamente su responsabilidad en las huelgas:

Por elemental desconocimiento de las causas que provocan los conflictos sociales dentro del régimen burgués en que vivimos, se hace el honor de considerarme como responsable de los movimientos de huelga últimamente ocurridos en nuestro país. Aprovecho esta ocasión para declarar que no soy sino un humilde agitador y que proseguiré en mi actitud, mientras exista, sirviendo a la causa del proletariado [2].

A la breve declaración de Lombardo, siguen la del consejo nacional de la CGOCM, en la que se señala “que ante la amenaza que existe, considerarán como un agravio para sus intereses propios cualquier atentado que se realice en contra de una agrupación hermana o de sus dirigentes, o cualquier acto que tienda a menoscabar la integridad de los derechos de un núcleo proletario [3]”, y la suscrita por las organizaciones con mayor representatividad dentro del movimiento sindical y campesino: Alianza de Obreros y Empleados de la Compañía de Tranvías, Alianza de Uniones y Sindicatos de Artes Gráficas, Cámara Nacional del Trabajo, Confederación General de Obreros y Campesinos, Confederación Sindical Unitaria, Federación de Obreros y Empleados de la Compañía de Tranvías, Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros, Segunda Convención Ordinaria del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros, Sindicato de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares, Sindicato Nacional de Telefonistas y Sindicato Mexicano de Electricistas, que se agrupan para oponerse a las pretensiones del expresidente de la República, argumentan que se opondrán “a toda transgresión de sus derechos, utilizando, en el momento preciso, la huelga general en todo el país como único medio de defensa contra la posible implementación de un régimen fascista en México [4]”.

Lázaro Cárdenas del Río
Lázaro Cárdenas del Río

El 13 de junio, en declaraciones acerca de la situación prevaleciente, el presidente Cárdenas asume la responsabilidad histórica de su actuación al frente del gobierno, y a la vez que manifiesta su plena confianza en el movimiento sindical y campesino de México externa su opinión respecto de lo que considera ocasiona los conflictos:

Refiriéndome a los problemas del trabajo que se han planteado en los últimos meses y que se han traducido en movimientos huelguísticos, estimo que son la consecuencia del acomodamiento de los intereses representados por los dos factores de la producción y que si causan algún malestar y aun lesionan momentáneamente la economía del país, resueltos razonablemente y dentro de un espíritu de equidad y justicia social, contribuyen con el tiempo a hacer más sólida la situación económica [5].

Después, al expresar que tanto obreros como patronos gozarán de las garantías y el apoyo para el ejercicio de los derechos que les otorga la ley, declara: “Tengo plena confianza en las organizaciones obreras y campesinas del país y espero que sabrán actuar con la cordura y el patriotismo que exigen los legítimos intereses que representan [6]”.

Al día siguiente, el conjunto de las organizaciones del movimiento sindical y campesino que se agrupan, le expresan al general Cárdenas, que esperan que “sabrá cumplir su promesa de respetar y hacer respetar los derechos de los trabajadores, que ya no están sujetos al capricho de un hombre ni atados a los destinos de un caudillaje [en clara alusión a la política de Elías Calles] sino que descansan en la fuerza de la organización proletaria [7]”.

Comité Nacional de Defensa proletaria
Comité Nacional de Defensa proletaria

La existencia de un nuevo tipo de movimiento sindical que actúa con independencia del poder público, a la que se suma la dinámica del momento, así como el latente deseo de unidad sindical que comparte la clase trabajadora, lleva a las organizaciones que realizan las declaraciones conjuntas a coordinarse para la consecución de sus objetivos: el 15 de junio, suscriben el Pacto de Solidaridad mediante del cual se constituye el Comité Nacional de Defensa Proletaria (CNDP) para enfrentar a Elías Calles, a cualquier tipo de agresión contra las agrupaciones pactantes y a cualquier medida que pretenda atentar contra los derechos obreros; establecen que el CNDP será el encargado de resolver las pugnas intergremiales; que las organizaciones sindicales y campesinas se obligan a prestarse solidaridad, a respetar la autonomía de las demás organizaciones firmantes, a oponerse al colaboracionismo de clases, y en contrapartida, a basar su acción sindical y social en la lucha de clases, y a trabajar con la finalidad de constituir una central única de los trabajadores [8].

En los organismos dirigentes de esas organizaciones confluyen diversas corrientes del ámbito sindical que anteponen, a sus intereses gremiales y discrepancias ideológicas y políticas, sus deseos de unidad; en la base sexta del pacto que suscriben: “Reconocen la necesidad de llevar a cabo un congreso nacional obrero y campesino, en el que se trate en una forma definitiva lo relativo a la unificación del proletariado en una sola central [9], hacen a un lado, momentáneamente, las diferentes ópticas respecto de la orientación que debiera imperar en cada una de las agrupaciones sindicales y campesinas, e inician un proceso incluyente tanto en el terreno teórico como en el organizativo.

El CNDP reafirma los propósitos que alientan su creación, moviliza a los trabajadores en oposición a los intentos del callismo por continuar con la política que ha caracterizado al “Maximato” —la de los tres gobiernos anteriores, supeditados a la influencia de Elías Calles— así como en defensa del gobierno del general Cárdenas y de las perspectivas que se abren para la organización combativa del movimiento sindical y campesino.

Al iniciar el año de 1936, en un proceso no exento de dificultades, se incorporan otras tres organizaciones al CNDP: “el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana; la Confederación Nacional de Asociaciones de Profesionistas, y la Confederación Nacional de Trabajadores de la Enseñanza [10]”.

A partir de la creación del CNDP y cada vez en mayor grado, se generan las nuevas condiciones que permiten transitar hacia la unidad de las principales organizaciones sindicales y campesinas del país, por lo que éstas proceden a convocar a un congreso de unificación del que surja una nueva central de los trabajadores.

[1] Ezequiel Padilla, “Declaraciones del general Plutarco Elías Calles”, revista Futuro, t. III, núm. 6, México, D. F., julio de 1935, p. 466.

[2] “Declaraciones de Vicente Lombardo Toledano”, ibid., p. 469.

[3] “Declaraciones a la prensa de la cgocm”, ibid., p. 471.

[4] “Los trabajadores y Plutarco Elías Calles”, ibid., p. 472.

[5] Declaraciones del presidente de la República, general Lázaro Cárdenas”, ibid., p. 478.

[6]Idem.

[7] “A los trabajadores de la República”,ibid.,p. 479.

[8] “Todos unidos ante el enemigo común”, ibid., pp. 481-484.

[9]“Todos unidos ante el enemigo común”, revista Futuro, t. III, núm. 6, México. D. F., julio de 1935, p.

[10] “Informe de la gestión del Comité Nacional de Defensa Proletaria”, en CTM 1936-1941, México, s/e, 1941.

Objetivos y táctica, a debate entre los marxistas mexicanos.[1]

Objetivos y táctica, a debate entre los marxistas mexicanos.[1]

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.[2]

En el fragmento anterior recordamos que, existiendo distintas opiniones entre los partidarios del socialismo en México sobre cómo y hacia dónde, con qué objetivos inmediatos y posteriores, y con qué tácticas habría que transformar la realidad de México, Vicente Lombardo Toledano los convocó a discutir colectivamente todas estas cuestiones. Así fue como se produjo la Mesa redonda de los marxistas mexicanos[3], realizada en enero de 1947, con la idea de que de esa discusión surgiera la unidad de todas las corrientes consecuentemente revolucionarias.

Los objetivos y táctica de los revolucionarios, se discutieron en la Mesa Redonda de los marxistas mexicanos.
Los objetivos y táctica de los revolucionarios, se discutieron en la Mesa Redonda de los marxistas mexicanos.

El tema que propuso Lombardo fue justamente: “Objetivos y táctica de lucha del proletariado y del sector revolucionario de México en la actual etapa de la evolución histórica del país”. La carta invitación fue enviada al Partido Comunista Mexicano, Acción Socialista Unificada, Grupo “El Insurgente” y Grupo marxista de la Universidad Obrera; también se les propuso nombraran hasta seis de sus miembros como sus representantes en la conferencia. Además, hubo otros invitados, sugeridos por los ya mencionados: Narciso Bassols, Víctor Manuel Villaseñor, José E. Iturriaga, Juan Manuel Elizondo, Agustín Guzmán, Francisco de la Garza, Gaudencio Peraza, Gontrán Nobel y Rafael Carrillo.

Finalmente, la lista de los integrantes del relevante evento quedó de esta manera: Vicente Lombardo Toledano, Enrique Ramírez y Ramírez, Miguel Mejía Fernández, Humberto Lombardo Toledano, Rodolfo Dorantes y Carmen Otero y Gama, por el Grupo marxista de la Universidad Obrera, como titulares, y Federico Silva, Estela Carrasco, Joel Marroquín y María Teresa Puente, suplentes. Por el PCM, Dionisio Encina, Jorge Fernández Anaya, Blas Manrique, Carlos Sánchez Cárdenas, Abel Cabrera L., y Prisciliano Almaguer, titulares, y como suplentes, Alberto Lumbreras y Estela Jiménez Esponda. Por el Grupo marxista “El Insurgente”, como titulares Leopoldo Méndez, José Revueltas, Luis Torres, Moisés Rogelio Díaz, Eduardo Alonso y Jesús Miranda, y como suplentes, Luz Salazar, José Alvarado y Abraham Gutiérrez. Acción Socialista Unificada designó a Alberto Bremauntz, Valentín Campa, Hernán Laborde, José María Téllez, Manuel Meza Andraca y Miguel A. Velazco, todos titulares. Además, asistieron los invitados ya antes citados, a título individual.  

Hace tiempo que se observa un abandono de la teoría por parte del movimiento obrero y campesino del país…

La intervención inicial, que además constituyó la base para la discusión, corrió a cargo del convocante. En una primera parte del documento, Lombardo, entre otras cuestiones, expresó las siguientes: A) Hace tiempo, se observa un abandono de la teoría por parte del movimiento

Vicente Lombardo Toledano, pintado por David Alfaro Siqueiros.
Vicente Lombardo Toledano, pintado por David Alfaro Siqueiros.

obrero y campesino del país, y esto ha repercutido en la aparición de múltiples problemas que afectan el desarrollo de la Revolución Mexicana. B) Se presentan divergencias de criterio sobre cuáles son las metas inmediatas y cuál es la forma de organizar las fuerzas para alcanzarlas. C) Se han observado dos desviaciones, una de izquierda y otra de derecha. D) La desviación de derecha plantea que el gobierno de México evite toda fricción con los monopolios extranjeros, y sigua una política de “interdependencia” con Estados Unidos para resolver los problemas domésticos de la nación. E) La desviación de izquierda, sin embargo, es hoy la más peligrosa: consiste en afirmar que llegó el momento de que el gobierno cumpla de manera inmediata y mecánica con los objetivos fundamentales de la Revolución Mexicana; que se vuelva un instrumento del proletariado, porque si no lo hace, se deberá considerar que se trata de un gobierno entregado a los enemigos de la nación. Esta desviación debilita la lucha e incurre en el oportunismo y en el sectarismo. Luego planteó y desarrolló los aspectos teóricos. A) La necesidad de estudiar la realidad con base en una teoría científica que no puede ser otra que la que sustenta la filosofía del proletariado. B) Explicó qué es y en qué consiste, en términos generales, la filosofía del materialismo dialéctico, como teoría y como método. C) Asimismo, qué es el materialismo histórico. D) Respecto de las maneras de negar el marxismo, señaló que unos lo hacen de manera abierta, como los idealistas filosóficos y los metafísicos. Pero otros, lo deforman, y también es una manera de negarlo. Y otros más, lo niegan convirtiéndolo en dogma. Explicó cada una de las formas de negación enunciadas. E) Desarrolló el tema de la obligatoriedad, para los marxistas, de aplicar el marxismo al análisis de la realidad, porque

“Si queremos, pues, tener un conocimiento marxista, científico, de la realidad de hoy, para inferir de este conocimiento las deducciones que necesitamos en la acción práctica, es indispensable analizar el medio concreto de nuestro tiempo; saber en qué consiste la realidad rica y viva de un hecho nuevo, diferente a la realidad de otro tiempo, conectada con las realidades de ayer, en virtud de la conexión, de la interacción, de las relaciones sociales, de todo el proceso del desarrollo histórico que hemos analizado, pero al fin y al cabo realidad nueva, concreta, que sólo se explica con los principios del Materialismo Dialéctico, del Materialismo Histórico, de la Economía Política.”[4]

El imperialismo en escala mundial surgió de la guerra debilitado…

A continuación, el ponente caracterizó al mundo en 1947. Aquí se ofrece a los lectores una síntesis muy apretada de esa rica exposición: A)

Examinar la realidad a la luz de la teoría del proletariado, formulada por Marx y Engels y enriquecida por Lenin.
Examinar la realidad a la luz de la teoría del proletariado, formulada por Marx y Engels y enriquecida por Lenin.

Estamos en la época de la transición entre capitalismo y el socialismo. B) El mundo está dividido en dos grandes sistemas: el capitalismo y el socialismo, “que existe en la sexta parte de la Tierra”. C) El capitalismo se halla en su última etapa, la etapa del imperialismo, que es el capitalismo en proceso de descomposición. D) Dentro de esta etapa del imperialismo hay una crisis general del capitalismo. E) El imperialismo  en escala mundial surgió de la guerra debilitado, porque Alemania, Japón e Italia, fascistas, también eran potencias imperialistas y perdieron su fuerza dominante. F) Aunque, si bien el imperialismo salió debilitado en escala mundial, se concentró, en cambio, en un solo país: Estados Unidos, donde los monopolios crecieron y se fortalecieron económica, política y militarmente, convirtiéndose en una grave amenaza para todos los pueblos del mundo. E) El socialismo en la URSS también se fortaleció de manera importante. A pesar de las enormes pérdidas materiales, a pesar del enorme sacrificio de hombres que ha tenido que sufrir, la guerra consolidó el régimen socialista. F) Hoy existen dos grandes potencias con sistemas sociales distintos, cuyo poder económico, político y militar es mayor al de todos los demás países, Estados Unidos y la Unión Soviética. G) Otra característica del mundo, luego de la guerra, es la inestabilidad de la paz, seriamente amenazada.

H) La liberación de los pueblos de Europa central y sudoriental, del nazismo, por la lucha de la clase obrera y otras fuerzas progresistas –con

China vivía una lucha intensa, que culminó con la victoria del Ejército de Liberación Nacional...
China vivía una lucha intensa, que culminó con la victoria del Ejército de Liberación Nacional…

la ayuda del Ejército Rojo—tuvo el alcance de una revolución triunfante, porque el imperialismo que intervenía en su vida económica y política, en muchos casos, era sobre todo el imperialismo alemán. Con la insurrección victoriosa de los pueblos contra el invasor, se detonó un movimiento de grandes transformaciones: las tierras fueron nacionalizadas y entregadas a los campesinos; las industrias fueron nacionalizadas; la banca fue expropiada. Si bien la propiedad privada no se ha suprimido, subsiste como minoritaria frente a la propiedad estatal, ahora mayoritaria. I) En contraste, al otro extremo de Europa sobrevive el régimen fascista, rezagado y opresor, en España y Portugal. J) El imperio británico entró en crisis en su industria, en su moneda y en su dominio imperial que se desquebraja. K) En Francia se vive una intensa lucha entre las fuerzas del proletariado y otras, progresistas, contra los remanentes del fascismo que pretenden restaurar su poder. El gobierno actual es de coalición progresista[5] y está tratando de enfrentar y controlar los monopolios, rehabilitar la economía y elevar el nivel de vida del pueblo. La batalla es ardua. L) En Italia hay una crisis semejante a la de Francia, con una lucha importante entre la reacción y los monopolios, y las nuevas fuerzas organizadas del pueblo[6]. M) China vive un combate agudo que se libra, también entre fuerzas de carácter progresista y popular, por una parte, contra las de la derecha proimperialista y ligada con los señores feudales.[7] N) En América Latina renace el deseo de emancipación en cada uno de los países que la integran. La contradicción que se da entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción ha llegado al grado en que sólo hay dos soluciones posibles: o bien se destruyen las formas artesanales y feudales de la producción, o se va atrás y se consolida el carácter neocolonial de las relaciones económicas y políticas, con la predominancia del imperialismo y las fuerzas reaccionarias. El desequilibrio mencionado explica la inestabilidad política tan extendida en la región. O) En la India, Indochina y Birmania; en los países árabes y en las colonias de África, se vive en estos momentos una insurrección contra el imperialismo colonial, lucha que toma diversas formas concretas.

Hay quienes, asumiéndose revolucionarios, hacen una interpretación simplista, no marxista, de la realidad.

Lombardo también se refirió a la amplia diversidad del desarrollo económico y de la vida democrática, de ese momento:

“…podría decirse que las formas del desarrollo histórico presentan hoy una variedad mucho más grande que en ninguna otra época, y que esta diversidad tan importante no es más que la confirmación del principio del desarrollo desigual en la historia, del principio del desarrollo diferente de las instituciones sociales, según el país y según el momento histórico en que se encuentren.”[8]

Enseguida, criticando el simplismo en que algunos incurrían en sus intentos de analizar la realidad, dijo:

“Una interpretación simplista del desarrollo histórico podría consistir en decir que el tránsito al través de la historia, el cambio de la sociedad humana, se ha caracterizado en pasar del régimen del comunismo primitivo al régimen de la esclavitud; de la esclavitud al feudalismo, más tarde al capitalismo y, por último al socialismo y que, en tal virtud, nuestra época de hoy es una época caracterizada por la instauración del régimen socialista…”[9]

Luego, habló sobre la existencia de grados diferentes en el desarrollo de las revoluciones, y de la variedad de objetivos inmediatos del proletariado; de cuáles son sus objetivos en el mundo colonial, y cuáles, en los países semicoloniales; de la diversidad de estrategia y táctica, y de las nuevas formas de organización del proletariado. Respecto de los propósitos de la clase proletaria en México y otros países semejantes, expresó:

“Nuestros países aún conservan, a pesar del desarrollo demográfico que en los   últimos años, en algunos de ellos, ha sido importante, a pesar de que el progreso general de la ciencia y de la tecnología ha tenido sus repercusiones en ellos también, conservan aún su fisonomía semifeudal, y la intervención de las fuerzas de los monopolios internacionales contribuye a mantener esta fisonomía en provecho no sólo de los detentadores del régimen atrasado, sino de los propios agentes del imperialismo.”[10]

¿Por qué, la Revolución Mexicana no se propuso el advenimiento inmediato del socialismo? ¿Qué objetivos y qué

los objetivos que correspondían al desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas del país ...
los objetivos que correspondían al desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas del país …

táctica, propuso Lombardo?

Al plantear los objetivos inmediatos de la transformación de México, Lombardo dijo que la Revolución Mexicana no se había propuesto como objetivo inmediato el advenimiento del socialismo –meta para la cual indudablemente no existían las premisas necesarias en una sociedad pre-capitalista como era la nuestra, en 1910 y ni siquiera se daban cuando se realizaba este debate, en 1947– sino que aspiraba a destruir la estructura semifeudal y esclavista y desarrollar las fuerzas productivas de la nación. También hizo notar que, al realizarse la mesa redonda, ese mismo seguía siendo un objetivo medular del proletariado y otras fuerzas progresistas.

Señaló que la Revolución además se había propuesto como objetivo medular la emancipación de la nación respecto del imperialismo, que de igual manera se mantenía vigente, y su otro propósito fue el establecimiento de un régimen democrático popular, por el que asimismo había que seguir luchando. Éstos eran los objetivos que correspondían al desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas del país en la etapa previa, y los que podían sentar las bases para nuevas transformaciones revolucionarias.

Otros fines más concretos, además, serían el de industrializar al país para romper el desequilibrio existente entre el desarrollo agrícola y el industrial, y como la fórmula principal para desarrollar las fuerzas productivas, sin lo cual sería imposible. Con ese mismo fin habría que orientar el crédito público y privado a propósitos reproductivos y no a finalidades especulativas, como de manera indebida se venía haciendo hasta entonces, incluso en tiempos de gobiernos tan progresistas como el de Lázaro Cárdenas. Estableció que para el avance ulterior del proceso revolucionario hacia sus objetivos, la clase obrera debería dirigir la Revolución Mexicana, y ya no la burguesía, porque ésta es una clase social muy débil e inconsistente frente al enemigo principal, el imperialismo y, sin la dirección del proletariado, los objetivos señalados no podrían alcanzarse. Planteados los objetivos, expuso que la táctica de lucha debería ser la unidad nacional; es decir, la construcción de un frente muy amplio, de carácter nacional, contra el imperialismo, porque en nuestro caso,

“la Revolución, además de ser una Revolución que conviene al proletariado, es una Revolución que conviene al resto de la nación mexicana”.[11]

Lombardo consideró que además había otro elemento táctico imprescindible: “la creación de un gran partido popular de las masas progresistas de México, para que sirva, al lado de los demás partidos progresistas que existan y al lado de las agrupaciones de carácter social, a la consecución de los objetivos inmediatos señalados”.[12]

Así quedó planteada la propuesta que se concretaría más tarde con el surgimiento a la vida pública del Partido Popular, tema que abordaremos más adelante. Los objetivos y el programa del proletariado y las fuerzas progresistas de México, ya señalados, se podrían resumir de manera apretada en tres puntos: a) la emancipación económica del país; b) la elevación del nivel de vida del pueblo, y c) la obtención de mejores condiciones democráticas.

En sus numerosas intervenciones, los participantes en la Mesa redonda de los marxistas mexicanos analizaron el documento que presentó Lombardo; la memoria del evento registra diversas apreciaciones sobre los temas abordados y valiosas coincidencias que dieron pie a futuras acciones conjuntas. Hubo discrepancias, de igual forma, e incluso debates entre unos y otros de los asistentes. Pero no hubo expresión alguna de rechazo al documento central ni de objeción a sus aspectos fundamentales.

Los oradores fueron: Jorge Fernández Anaya, del PCM; Valentín Campa, de Acción Socialista Unificada; Jesús Miranda, del Grupo “El Insurgente”; Víctor Manuel Villaseñor, como invitado, a título personal; Rafael Carrillo, también invitado, a título personal; David Alfaro Siqueiros, de la Sociedad Francisco Javier Mina –que solicitó participar en la mesa redonda cuando se había instalado y fue aceptada–; Miguel Mejía Fernández, de la Universidad Obrera; Dionicio Encina, del PCM; Luis Torres, del Grupo “El Insurgente”; Manuel Meza Andraca, de Acción Socialista Unificada; Narciso Bassols, como invitado, a título personal; Rodolfo Dorantes, de la Universidad Obrera; Juan Manuel Elizondo, como invitado, a título personal; Blas Manrique, del PCM; José Revueltas, del Grupo “El Insurgente”; Hernán Laborde, de Acción Socialista Unificada; Narciso Bassols, por segunda vez; Enrique Ramírez y Ramírez, de la Universidad Obrera; Leopoldo Méndez, del Grupo “El Insurgente”; Vicente Lombardo Toledano, por segunda vez, para hacer una proposición procedimental; Valentín Campa, por segunda vez; Carlos Sánchez Cárdenas, del PCM; David Alfaro Siqueiros, por segunda vez; Narciso Bassols, por tercera ocasión; Luis Torres, por segunda vez; Juan Manuel Elizondo, por segunda vez, y Vicente Lombardo Toledano, en la intervención final.[13]

[1] Quinto fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”, recién concluida, y que próximamente será publicada por el Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[3] Mesa redonda de los marxistas mexicanos, CEFPSVLT, México. 1982.

[4] Op cit., pág. 33.

[5] Gobernaba una coalición del Partido Socialista Unificado – Sección Francesa de la Internacional Obrera, más conocido por su abreviatura en francés, SFIO, con el Partido Comunista Francés, que tuviera una fuerza política y electoral muy importante.

[6] El primer ministro Alcide de Gasperi estaba al frente del gobierno. Fue un político antifascista, vinculado con la socialdemocracia y la democracia cristiana. El Partido Comunista Italiano era vigoroso como fuerza electoral y de masas, y consecuentemente, incidía de manera significativa en la vida nacional.

[7] En 1946 se había iniciado una nueva etapa de la guerra civil, que se denominó Guerra de Liberación, entre el Ejército de Liberación Nacional, compuesto sobre todo por los combatientes del Partido Comunista Chino, guerra que culminó con la victoria total, y la proclamación, el 1 de octubre de 1949, de la República Popular China, por Mao Zedong.

[8] Mesa redonda de los marxistas mexicanos, op cit., pág. 43

[9] Ibídem.

[10] Op cit., pág. 49.

[11] Op cit., pág. 58.

[12] Op cit., pág. 69.

[13] Los textos íntegros de las intervenciones se pueden consultar en la Mesa Redonda de los Marxistas, op cit.

Vicente Lombardo Toledano, Gobernador del estado de Puebla (segunda parte)

Vicente Lombardo Toledano, Gobernador del estado de Puebla (segunda parte)

Por Emilio García Bonilla

Como gobernador de Puebla, Vicente Lombardo Toledano se propuso demostrar que el Partido Laborista Mexicano y la Confederación Regional Obrera Mexicana, ambos organismos de la clase trabajadora, habían “meditado profundamente el verdadero programa de salvación y de organización social del país”, mismo que él contribuiría a realizar desde su ámbito de acción, estando sus primeras acciones de gobierno encaminadas en ese sentido: nivelación de los presupuestos del estado, corrección de los errores políticos de las leyes dictadas para perpetuar a un grupo de hombres en el poder, un programa educativo “que cambie el ambiente de incultura y de postración moral en que vive actualmente Puebla”.[1]

En todo el estado de Puebla, los boletines del gobierno informaron puntualmente de las actividades, reformas y logros de la administración de Lombardo, gracias a lo cual muchos de sus antiguos opositores le manifestaron simpBoletín del Gobierno del Edo. de Puebla 1924atía y sus partidarios se terminaron de convencer.[2] Entre las acciones a destacar del gobierno lombardista en Puebla podemos mencionar el reparto de tierras y dotación de ejidos beneficiando a trece poblaciones, entre ellas Esperanza, San Jerónimo Caleras, Chalma y Huaquechula, sumando 12 859 hectáreas repartidas en tres meses.[3]

El gobierno de Lombardo fue garante de los derechos de la clase trabajadora, estableció los primeros contratos colectivos del país, apoyó la creación de cooperativas, el crédito a trabajadores, la reorganización de la industria textil y se proyectó la creación de una universidad del obrero. En su administración los impuestos a los banqueros se incrementaron en 500% para que sirvieran de recurso para el Colegio del Estado, institución a la que modificó sus planes de estudio para modernizar la enseñanza, y por cierto, prohibió las corridas de toros, por considerarlas carentes de un valor constructivo.[4]

Gobierno de Intelectuales o Areópago Griego

Vicente Lombardo Toledano presentó una iniciativa para crear el Museo de Historia, Arqueología y Etnografía, primera institución de este tipo en el estado,[5] en ese documento argumentaba:

[…] he juzgado que uno de los deberes más altos que tiene el gobierno que en la actualidad tengo la honra de presidir, es el de crear cuanto antes un Museo […], considerado, no como un conjunto sin orden ni principio de objetos de estimación más o menos relativa, sino como un sitio que recuerde de un modo dinámico el pasado de nuestro terruño y la importancia que tuvo el espíritu privilegiado de los hombres y los pueblos, […] señalando el camino del porvenir.[6]

Luís Castillo Ledón, director del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, respaldó ese proyecto, ofreciendo enviar a Puebla las piezas arqueológicas duplicadas que no estuvieran exhibidas en los salones del Museo Nacional. Ante la solicitud de Lombardo de “vaciados en yeso de los más importantes objetos del Salón de Monolitos”, Castillo Ledón aceptó formar una colección “compuesta de veinte piezas de las más interesantes”, para lo cual se requerían 250 pesos en oro nacional.[7] Este proyecto daría lugar en 1926 al Museo Casa de Alfeñique, aunque lejos de la finalidad buscada por Lombardo.

Estando Lombardo al frente del gobierno de Puebla, Felipe Carrillo Puerto, el gobernador socialista de Yucatán fue fusilado, siendo este uno de los momentos más trágicos de la rebelión delahuertista. Al enterarse de este crimen, Lombardo Toledano declaró:

Carrillo tenía cualidades extraordinarias: su amor al pueblo, su conocimiento profundo de Yucatán, su fe sin desmayos, su energía infatigable. […] El trágico fin de Felipe Carrillo Puerto no debe desalentar, sin embargo, a ninguno de los que trabajamos por la renovación social de México. Antes bien, su ejemplo debe estar siempre delante de nosotros para animarnos y darnos energía en esta obra difícil, pero necesaria y salvadora.[8]

El gobierno del estado de Puebla organizó una velada dedicada “a la memoria del mártir revolucionCarrillo Puertoario” en la que intervinieron Pedro B. Limón, en representación de la Confederación Sindicalista del estado, Mariano Sánchez en nombre de los campesinos organizados, y el propio gobernador Lombardo.[9]

También destacó en este periodo la iniciativa de Lombardo Toledano, Alfonso Caso, Henríquez Ureña, y Loera y Chávez, para fundar la revista Puebla, la cual trataría “todos los tópicos de orden social que puedan interesar a los habitantes del Estado de Puebla”, pretendiendo además, hacer de esa publicación “un órgano de intensa difusión social ocupándose en todos los problemas nacionales y presentando las grandes corrientes dinámicas e ideológicas que inquietan al mundo.” Agustín Loera y Chávez sería el director de la publicación y entre sus colaboradores se mencionó a Antonio Caso, Diego Rivera, Genaro Estrada, Dr. Atl, Daniel Cosío Villegas, Javier Icaza, así como personajes de la vida política estatal como Lauro Camarillo, Pedro Limón, Crisóforo Ibáñez, Juan Andrew Almazán, entre muchos otros.[10] Esta publicación fue muy efímera pues su vida se limitó a un solo número: el primero y el último.

En ese único número de la revista Puebla, el gobernador Lombardo publicó un artículo titulado “Morfología de las organizaciones sociales en Puebla”, en el que luego de un análisis de las formas de opresión y dominación de las que eran víctimas los trabajadores urbanos y campesinos de Puebla, y de las ineficaces formas de organización sindical para hacerles frente, concluía declarando:

Es necesario conservar la organización comunal de los campos llevando hasta la conciencia de sus miembros la supremacía de ese sistema de vida como organismo moral y productor.

[…] Es necesario llevar a la conciencia de los obreros organizados de la gran industria la idea de que las organizaciones deben reposar de hoy en adelante en la concepción clara y perfecta de cada uno de sus miembros respecto de lo que es la organización sindicalista.

Es necesario llevar a la conciencia de los artesanos el concepto de su ruina moral y económica, así como la necesidad de que se organicen en asociaciones por comunidades de producción.[11]

Grabado de Alberto Beltrán
Grabado de Alberto Beltrán

En las anteriores líneas, ya podemos distinguir a un Lombardo preocupado por cambiar el pensamiento de los trabajadores, haciendo énfasis en una conciencia de clase que había que desarrollar, destacando la organización y la unidad del proletariado en oposición al individualismo para realizar sus objetivos, todo ello razonado sin conocer todavía a fondo el pensamiento marxista pues, según él mismo, el estudio sistemático de las obras de Marx y Engels lo comenzó en 1925.[12]

Sin embargo, como se mencionó en el artículo anterior, el estado de Puebla vivía un periodo de gran inestabilidad política, por lo que las condiciones para que esa entidad tuviera un gobierno ilustrado-progresista no estaban dadas. Las acciones de gobierno emprendidas hicieron que la reacción exigiera al gobierno federal la remoción del gobernador.

El presidente Obregón en vista de tales presiones, por medio del secretario de Gobernación, Enrique Colunga, le pidió a Lombardo que dejara la gubernatura a finales de marzo de 1924. Era evidente que se necesitaba la energía de un militar al frente del gobierno y no el talento de un intelectual, así que Lombardo se separó del cargo a finales de marzo de 1924 y el general Alberto Guerrero fue designado gobernador interino.

Ante su salida del gobierno, la Sociedad de Estudiantes de Derecho en el Colegio del Estado envío a Lombardo un emotivo mensaje de despedida en el que le expresaron:

A pesar de que usted ya está lejos de nosotros, su nombre ha quedado grabado en nuestro corazón, teniendo a honra reputarlo nuestro compañero, así mismo lo hemos anotado en el catálogo de nuestros amigos predilectos y por consiguiente quedamos incondicionalmente a sus órdenes para atenderlo en todo lo que podamos servir, pues usted es una persona que nos dispensó múltiples bondades a las que no fuimos acreedores.”[13]

Su experiencia como breve gobernador de Puebla le permitió a Lombardo conocer de cerca los problemas sociales existentes aun varios años después de haber concluido la revolución armada, comprendiendo que las pugnas políticas por llegar al poder continuaban y los sectores más numerosos seguían sin recibir beneficios. Pudo además poner en marcha algunas reformas y programas con la finalidad de impulsar el desarrollo del estado.[14] Años después, el propio Lombardo reconocería: “Mi experiencia como gobernador de Puebla fue muy interesante para mi formación política”.[15]

Vicente Lombardo Toledano regresó a la Ciudad de México y ocupó el cargo de regidor del Ayuntamiento, para el que había sido electo meses atrás.

[1] VLT, “Criterio de gobierno”, Declaración publicada en el Boletín del Gobierno del Estado Libre y Soberano de Puebla, tomo 1, núm. 8, Puebla de Zaragoza, 7 de enero de 1924, en Obra histórico-cronológica, México, CEFPSVLT, 1994: T.I, Vol. 2, pp. 5-7.

[2] Carta de Benigno Campos a VLT, Teziutlán, 14 de abril de 1924, en CEFPSVLT, Fondo Vicente Lombardo Toledano.

[3] Relación que manifiesta los pueblos que han sido dotados de ejidos, 1923-1924, en Fondo Histórico Lombardo Toledano de la Universidad Obrera de México (FHUOM), Legajo 43.

[4] Martín Tavira Uriostegui, Vicente Lombardo Toledano. Rasgos de su lucha proletaria, México, Partido Popular Socialista-El Día en libros, 1990: pp. 134-142.

[5] Pedro A. Palou, “Vicente Lombardo Toledano, Gobernador de Puebla”, en Marcela Lombardo (coord.), Vicente Lombardo Toledano y la batalla de las ideas, México, CEFPSVLT, 2005, pp. 213-214.

[6] VLT, “Iniciativa para crear el Museo de Historia, Arqueología y Etnografía de Puebla”, Circular publicada en el Boletín del Gobierno del Estado Libre y Soberano de Puebla, tomo 1, núm. 8, Puebla de Zaragoza, febrero 9 de 1924, en Obra histórico-cronológica, op. cit.: T.I, Vol. 2, p. 52.

[7] Carta de Luís Castillo Ledón a VLT, 14 de febrero de 1924, en FHUOM, Legajo 47.

[8] VLT, “El asesinato de Felipe Carrillo Puerto”, Declaraciones publicadas en el Boletín del Gobierno del Estado Libre y Soberano de Puebla, tomo 1, núm. 8, Puebla de Zaragoza, febrero 9 de 1924, en Obra histórico-cronológica, op. cit.: T.I, Vol. 2, pp. 8-9.

[9] Programa de la velada que el gobierno del estado dedica a la memora del mártir revolucionario Felipe Carrillo Puerto, 25 de enero de 1924, en FHUOM, Legajo 46.

[10] Carta de los fundadores de la revista Puebla a Guillermo Toussaint, 21 de febrero de 1924, en FHUOM, Legajo 48.

[11] “Morfología de las organizaciones sociales en Puebla”, en Puebla, revista quincenal de asuntos sociales e ideas de interés general, núm. 1, Puebla de Zaragoza, marzo 15 de 1924, en Obra histórico-cronológica, op.cit.: T.I, Vol. 2, p. 17, cursivas en el texto consultado.

[12] VLT, en James Wilkie y Edna M. de Wilkie, Vicente Lombardo Toledano. Teórico y militante marxista [Entrevistas 1964-1965], México, Partido Popular Socialista, 1989: p. 32.

[13] Carta de Roberto Ochoa a VLT, 25 de marzo de 1924, en FHUOM, Legajo 53.

[14] Leonardo Lomelí Vanegas, Breve Historia de Puebla, México, El Colegio de México-Fondo de Cultura Económica, 2001: pp. 340-342 y Gustavo Abel Hernández Enríquez, Historia Moderna de Puebla. Tomo II, 1920-1924. El periodo de la anarquía constitucional, México, s.e., 1988: pp. 100-101.

[15] Wilkie, op. cit.: p. 38.

CEREBRUM ITAQUE CONDUCTA

CEREBRUM ITAQUE CONDUCTA

Raúl Gutiérrez Lombardo

Darwin (1809-1882)
Darwin (1809-1882)

Uno de los comentarios más interesantes de Charles Darwin sobre la naturaleza humana lo constituye, sin duda, el que escribió en su Cuaderno de Notas C (1838).

En este cuaderno, Darwin señala que es nuestra maquinaria mental lo que nos hace diferentes del resto de los animales, “éste es un reemplazo de la maquinaria mental”, utilizando sus propias palabras. Y, con el desarrollo de las neurociencias, hemos descubierto que, en efecto, Darwin tenía razón, pues los humanos tenemos ciertos rasgos mentales únicos; los valores éticos y estéticos, entre ellos. Pero, ¿cuál es el significado de nuestra tendencia a valorar lo justo de lo injusto y lo bello de lo feo de la vida?

En este trabajo voy a intentar contestar esa pregunta que, en realidad, no es otra cosa que aportar más datos a la famosa opinión de Thomas Huxley (Oxford, 1882) de que somos los únicos monos preocupados constantemente en averiguar qué clase de monos somos, o, dicho en términos técnicos: de explicar nuestra conducta.

Dada la complejidad de este problema, existen diferentes posturas filosóficas para el abordaje de su estudio, que, por razones de tiempo, no me voy a detener en ellas, pero sí mencionaré que por lo menos podemos reconocer tres grandes corrientes de pensamiento, evolucionistas las tres, que han intentado explicarlo sobre bases científicas. En primer lugar, está la llamada explicación adaptacionista, cuya idea principal, de acuerdo con autores como Antonio Diéguez (2011), es que en lo que toca a las capacidades cognitivas en los animales y en los seres humanos, éstas son un rasgo fenotípico que puede explicarse como una adaptación al medio, siendo, por tanto, el resultado de la selección natural; en segundo lugar, está la llamada explicación ex-adaptacionista, de acuerdo con la cual, las capacidades cognitivas en los seres vivos que las poseen serían un producto de la evolución, pero un producto derivado, es decir, no serían una adaptación a determinada presión del medio, sino un rasgo neutro que no se fijó para un uso específico, y, finalmente, la que podríamos llamar explicación trans- formacionista, que implica, desde luego, también la adaptación al medio, pero por la manipulación tecnológica del ambiente.

¿Soy un mono? de J. AyalaEn mi caso, voy a decantar por la tercera opción y no sólo porque siempre he estado convencido que en los seres humanos la evolución biológica se ha, como dice Francisco Ayala en su libro ¿Soy un mono? (2011), trascendido a sí misma produciendo un nuevo modo de evolución, la evolución cultural, sino porque el desarrollo actual de la neurobiología ha aportado nuevas respuestas a este respecto que así lo confirman.

¿Y por qué digo que ahora contamos con nuevas respuestas provenientes del campo de la neurobiología? Pues porque ahora sabemos mucho más acerca de los rasgos que nos distinguen del resto de los monos, como es no sólo el hecho de contar con un cerebro de mayor tamaño, sino por saber, por ejemplo, el índice de evolución de algunos genes, como los que están implicados en nuestro lenguaje.

Entonces, ¿qué nos hace ser tan diferentes del resto de los monos? ¿Nuestro cerebro? Sí, nuestro cerebro, y sobre todo su ran producto, nuestra cultura. Esa extraña carpa, como dice Francisco Mora en su libro Neurocultura (2007), que cubre a los seres humanos que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y cualquier otra capacidad y hábito adquirido en tanto que miembro de una determinada sociedad y transmitido de generación en generación.

Para este autor, está claro que las culturas no nacen de pronto como producto de un acuerdo intencionado o consciente llevado a cabo por un grupo de seres humanos. Nadie, sostiene, ha decidido nunca de modo consciente, crear cultura. Las culturas son un continuum, son productos sucesivos creados por grupos de seres humanos que han obedecido, primero, a las reglas impuestas por sus genes y, luego, a esa obediencia que persigue salvaguardar la supervivencia del individuo y de la especie. Tampoco, indica este autor, en su origen, las culturas arrancaron sin un antes y un después. Podría quizá pensarse que las primeras culturas nacieron con el origen del hombre de aspecto moderno, aquel que apareció hace unos 100,000 años, tiempo en el que, al parecer, cuajó casi definitivamente el proceso evolutivo del cerebro humano y con él se fraguó la argamasa principal de cualquier cultura: el lenguaje. No, no fue exactamente así. La cultura humana tuvo un origen y ha tenido un proceso de evolución de por lo menos tres millones de años, pero tras el último periodo de su proceso evolutivo, hace apenas entre 60,000 y 30,000 años, hubo una explosión que fue el verdadero amanecer de la cultura humana. Tal vez ese remplazo de la maquinaria mental del que hablaba Darwin.

Grabados Ocre Cueva de Blombos300
Grabados Ocre Cueva de Blombos (Sudáfrica, 76.000 años de antigüedad)

La discusión acerca del origen de los seres humanos nos dice, independientemente de cuántas especies y cuándo salieron de África, cuna de la humanidad, que tras millones de años de evolución, una de esas especies dio lugar al Homo sapiens, y la clave para entender ese proceso fue el desarrollo de su cerebro y con él el de la cultura y el lenguaje propiamente humanos. Esto ocurrió con la aparición de las primeras manifestaciones artísticas y la conciencia de sí mismo que produjeron el llamado pensamiento simbólico, que viene marcado por la última gran transformación del cerebro. Esta transformación consistió en un refinamiento de las asimetrías entre los hemicerebros izquierdo y derecho y, consecuentemente, un refinamiento en las especializaciones funcionales de cada mitad del mismo.

Pero, ¿qué no habíamos señalado al principio que lo que nos distingue del resto de los monos es que tenemos ciertos rasgos mentales únicos, o conductuales para ser más exactos, como los valores éticos?

Francisco Mora afirma que este es precisamente el núcleo de la cuestión, pues no obstante que la conducta moral humana es un producto del devenir de los mecanismos emocionales y sociales desarrollados por los antropoi- des primero, y por los homínidos después, la ética humana tiene un grado de complejidad, tal como señala Antonio Damasio, que la hace sólo humana. El refinamiento es humano y los códigos (cerebrales) por los que expresamos nuestra conducta ética son humanos.

NIA_human_brain_drawing400¿Qué conocemos hoy, se pregunta Mora, de la ética y el cerebro? Para empezar, sabemos que el cerebro no parece contener centros ni circuitos neuraíes <éticos o morales>, es decir, módulos cuyo funcionamiento esté dedicado, en exclusiva, a producir los pensamientos y la conducta ética. La conducta moral es la elaboración mental de un producto que requiere de la participación de múltiples sistemas neuronales ampliamente distribuidos en el cerebro y que unas veces elaboran conductas <morales> y, otras, distintos tipos de conductas. La elaboración de un razonamiento o juicio moral, y su consecuencia en la conducta, requiere la actividad de ciertos circuitos neuraíes en un reclutamiento que sigue patrones de tiempo y en el que participan muchas y diferentes áreas del cerebro, desde el sistema límbico con las emociones, la memoria en contextos específicos (hipocampo y corteza cerebral), hasta las áreas de asociación de la corteza prefrontal, con la toma de decisiones, la responsabilidad y la propia y final cognición moral.

Fragmentos de la ponencia presentada en 18 de agosto en el Congreso “¿Naturalizarla Cultura?” del Instituto Nacional de Antropología c Historia en Taxco, Guerrero.

 

Lombardo impulsa la unidad sindical

Lombardo impulsa la unidad sindical

Por Juan Campos Vega

A partir de 1930, Vicente Lombardo Toledano transmite y comenta —sin crítica y con solidez— diversos postulados del marxismo-leninismo, los defiende ante sus enemigos y elogia a sus fundadores. Ha concluido su proceso de tránsito del idealismo al marxismo. Lo sintetiza de la siguiente manera:

Vicente Lombardo Toledano
Vicente Lombardo Toledano

Mi formación intelectual fue, necesariamente, primero idealista, en la que yo creí; después una formación que se alejaba del idealismo para pasar a la concepción materialista. Pero en ese periodo hubo, naturalmente, contradicciones en mí mismo y, por último, llegué a la depuración de mi pensamiento aceptando la doctrina del materialismo dialéctico de una manera definitiva [1].

Otro factor que contribuye a su transformación es su relación con los trabajadores y su participación en la actividad sindical, lo que se refleja en todas sus actividades, por ejemplo, en un artículo publicado en el diario Excélsior, en enero de 1930, dice que: “Descartes, Bacon, Lutero, Pasteur, Darwin, Marx, fueron hombres de cultura extraordinaria; triunfaron porque el conocimiento de los errores de las disciplinas y de las ciencias anteriores a ellos hizo posible la organización de su propio pensamiento [2]”.

En otro artículo publicado en febrero en el mismo diario, al elogiar las huelgas organizadas por el movimiento sindical, señala que Marx proporcionó la base técnica de la ley del valor, el secreto de la producción, la génesis del capital y el carácter preferentemente económico de la sociedad humana [3].

En una conferencia dictada en octubre, en la Escuela Nacional Preparatoria, al defender a la Revolución Mexicana, argumenta que se le hace “el mismo cargo que los enemigos de las doctrinas socialistas formulan contra el gran movimiento del proletariado del mundo, iniciado sobre bases sólidas a partir del Manifiesto del Partido Comunista que redactaran Carlos Marx y Federico Engels [4]”.

Federico Engels
Federico Engels

En diciembre de 1931, participa en la redacción del dictamen del consejo nacional de la CROM sobre acción política, congruente con la ideología marxista-leninista, plantea que la organización sindical es para luchar por las reivindicaciones económicas y políticas de quienes la integran, que está conformada por individuos que lo único que comparten es la lucha por sus intereses inmediatos e históricos, independientemente de sus preferencias ideológicas, políticas, y creencias religiosas, por lo que no es suficiente para transformar el régimen capitalista; mientras que una organización política tiene unidad ideológica y política y constituye el medio para acceder al poder del Estado, porque mientras éste no pase a manos de los trabajadores es imposible construir un nuevo sistema social, que el único camino para llegar al poder es el de la acción política, ya sea por medio de transformaciones legislativas paulatinas, o por la apropiación violenta del poder público [5].

Para precisar su opinión, diferencia las funciones de la organización sindical y de la política, y propone la forma para combinar la lucha gremial con la partidaria; dice que las agrupaciones que integran la CROM deban seguir realizando su programa sindical, pero estima inconveniente que se permita que sus miembros actúen políticamente en partidos que no sean de clase, y que también es perjudicial que las agrupaciones prediquen la abstención política de un modo constante, porque imbuyen en los trabajadores la idea de que la acción política es funesta e inútil [6].

En abril de 1932, es electo secretario general de la Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal (FSODF); al día siguiente, en el discurso que pronuncia en el mitin conmemorativo del Primero de Mayo, expresa que no es una fiesta sino un acto de protesta contra la explotación de las masas por una minoría privilegiada, dueña de los medios y las fuentes de la producción económica, y que mientras la clase obrera no sea la dueña del producto de su trabajo, esta fecha es para recordar los sucesos de Chicago, es una fecha de protesta y no fecha de regocijo [7].

Después de analizar la situación económica y educativa, y referirse a la crisis del movimiento obrero —debido a la conducta de los mercenarios que han traicionado a la clase obrera, haciéndola depender del poder público—, expresa que los trabajadores están cansados de promesas incumplidas, que ha de llegar la hora de sepultar a todos los traidores a la revolución, de dentro y de fuera del gobierno, y concluye: “nosotros, camaradas, con todo el respeto que me merecen los primeros años de lucha del general Calles, no creemos como él que la revolución consiste en ayudar a los de abajo y a los de arriba; la Revolución Mexicana es unilateral y consiste exclusivamente en ayudar a los de abajo [8]”.

En ese momento, coexisten en la organización sindical dos corrientes: la reformista liderada por Luis N. Morones, cuya estrategia consiste en esperar la rectificación del gobierno, y la asumida por Lombardo, partidaria de la lucha de clases y la independencia de la CROM del poder público.

En julio, Lombardo pronuncia un discurso en el que después de preguntarse cuál debe ser la conducta del proletariado organizado ante la crisis, la derechización del gobierno y la ofensiva yanqui, expresa que la única respuesta del proletariado mexicano consciente y sincero es contribuir vigorosamente, por medio de su táctica de lucha, a la transformación del régimen burgués; que no puede ser otro camino para vivir y preparar una vida mejor para nuestros hijos, que si transigimos, si estamos de acuerdo con las transacciones, mantendremos el mendrugo de hoy a costa de privarnos del pan de mañana, que por esa razón ¡El camino está a la izquierda!, y que ese es el único camino de salvación [9].

En la Décima Convención de la CROM, de septiembre de 1932, se evidencia la pugna entre Lombardo y Morones, y el choque entre las dos corrientes es inevitable.

En un mitin organizado por la FSODF, Lombardo critica duramente la conducta del gobierno federal, y explica que: “Por este motivo nada es posible esperar ya del poder público; no podemos esperar nada de ellos porque el poder público carece de programa, porque el poder público cree que hay que entregar paulatinamente México a los Estados Unidos, y porque sus hombres se preocupan exclusivamente de hacer fortuna personal [10]”.

Los ideólogos e intelectuales al servicio de la burguesía acusan a Lombardo de ser un comunista solapado [11].” Éste responde que nunca ha predicado el comunismo, sino lo mismo que hace veinte años: la lucha de clases entre burguesía y proletariado; la socialización de las fuentes de producción económica, de la riqueza material; una mejor distribución de la renta pública; que las escuelas sirvan a la ideología revolucionaria; que se revisen los aranceles, los impuestos, y los métodos de gobierno; concluye afirmando que no hace comunismo, sino marxismo puro, de la mejor clase [12].

Su argumentación de no ser comunista, está relacionada no con el comunismo como doctrina y práctica política, sino a su rechazo a la política que mecánicamente aplican los miembros del Partido Comunista Mexicano (pcm) debido a la consigna sectaria de “clase contra clase”, aprobada en 1928 por la Internacional Comunista (IC), por eso explica que si no fuera marxista no tendría explicación ni justificación el esfuerzo que realiza y el que efectúan los trabajadores; que no es comunista porque difiere en el modo de actuar del partido organizado en Rusia, en la forma en que proceden los camaradas de Rusia, que se han equivocado y fracasado al querer sujetar a la misma táctica a todos los países del mundo sin importar los propósitos, los antecedentes, las características y las peculiaridades de cada pueblo [13].

Al finalizar su discurso, Lombardo argumenta: “El Estado significa, en todas las épocas de la historia, dictadura; siempre ha sido dictadura de una minoría; queremos que haya una dictadura de la mayoría sí, pero al servicio de los destinos de todos ”[14].

Morones responde atacando públicamente a Lombardo: lo acusa de propagar ideas exóticas, como la del socialismo.

Lombardo, en su renuncia a la organización sindical, señala que Morones, entre otras descalificaciones hacia su persona, desautorizó su discurso tachándolo de radical y perjudicial para la organización. Argumenta que desde que ingresó, en 1921, es la primera ocasión que desautorizan sus opiniones, que siempre ha normado su conducta con base en: “La declaración de principios de la constitución de la CROM, que sustenta la teoría materialista de la historia de Karl Marx y preconiza la lucha de clases como medio para lograr la emancipación del proletariado [15]”, y que ha pasado por alto el modo de vida de muchos de sus integrantes, porque su interés ha sido servirle a la masa y no a sus dirigentes. Después de responder a las demás críticas de Morones, afirma que su decisión de separarse: “Obedece a los motivos antes dichos y, además, a mi propósito de no dividir a la organización obrera [16]”. La separación de Lombardo representa: “En realidad el momento decisivo en el lesionamiento vital de la fuerza de la crom [17]”.

En 1933, la mayoría de los delegados a la convención de la confederación, protestan por las desviaciones de derecha de Morones y deciden convocar a una asamblea extraordinaria, e invitan a Lombardo para que dirija a la que llamaron “CROM depurada”. En marzo, cuando interviene en la convención extraordinaria pregunta ¿cuál fue la ideología de la CROM?, y responde: “Una repetición de los estatutos de muchas organizaciones obreras europeas partidarias de las doctrinas del socialismo científico formulado, preconizado y explicado por Karl Marx en la Primera Internacional obrera [18]”.

Primera Internacional
Primera Internacional

Explica que muchos párrafos y artículos de los documentos básicos de la CROM están tomados del Manifiesto del Partido Comunista, con el cual los va cotejando; por ejemplo, el artículo 18 expresa “que los sindicatos y uniones son cuerpos de acción organizados con el objeto de realizar la lucha de clases [19]”; en otra parte declara: “Que la industria debe estar en manos de quien la hace producir; que es preciso descentralizar la propiedad, que es menester socializar las fuentes de la producción económica, que es preciso remplazar al Estado capitalista por el Estado proletario [20]”, pero que, en la práctica, estos principios habían sido olvidados por sus dirigentes.

La convención acepta que sea revisada a fondo la actuación de la organización sindical y adopta el Programa Mínimo de Acción de la CROM —que incluye los principios del sindicalismo revolucionario, que Lombardo elabora en su carácter de dirigente de la FSODF— donde se establece la necesidad de reorganizar y depurar los sindicatos mediante el establecimiento de la democracia en su vida diaria; erradicar la corrupción; prohibir que sus miembros asistan a ceremonias religiosas; educar política y culturalmente a los trabajadores; prohibir que sus miembros acepten puestos públicos; desvincular a la organización del Partido Laborista Mexicano y de la Confederación Obrera Panamericana, y constituir la Confederación Obrera Iberoamericana, con un programa de defensa y acción contra el imperialismo; además, de un conjunto de demandas económicas y sociales entre las que destacan: nacionalizar el petróleo, la electricidad, los ferrocarriles, los transportes, las comunicaciones y la minería; intensificar la reforma agraria; restringir la entrada de capitales extranjeros, y reformar el artículo 123 constitucional y la legislación laboral para responder a las necesidades de vivienda, salud, transporte, educación —cuya orientación deberá ser socialista— y otras medidas populares; todo lo anterior con base en la acción permanente de los trabajadores al amparo de: “La lucha de clases hasta la desaparición del régimen burgués [21]”.

En octubre de 1933, Lombardo constituye la Confederación General de Obreros y Campesinos de México (CGOCM), con la mayoría de los sindicatos de la CROM y otras organizaciones independientes. En la nueva confederación quedan plasmados principios que caracterizan al sindicalismo revolucionario: lucha de clases, democracia sindical e independencia del movimiento obrero.

Confederación General de Obreros y Campesinos de México
Confederación General de Obreros y Campesinos de México

El propósito de Lombardo es rehacer la unidad sindical. Valora la importancia de la CGOCM, como “una institución que se ha dado cuenta de que hay un problema más urgente que el de discutir sobre el sistema que debe remplazar a la sociedad capitalista: el de rehacer la fuerza del proletariado, agrupando en un solo organismo los núcleos dispersos o antagónicos [22]”, que con el desarrollo de su fuerza reconstituida decidirá acerca de los problemas a mediano plazo.

Aunque considera a la CGOCM como una organización de transición, de corta vida —octubre de 1933 a febrero de 1936— señala que está llamada a contribuir a generar frutos mayores desde el punto de vista organizativo e ideológico para la clase obrera y para contribuir a la unidad de los trabajadores de América Latina, y explica que constituye: “Un nuevo baluarte, recio grande, con […] experiencia fecunda […] dispuesta a inaugurar una nueva era por la reivindicación económica y moral de las masas desvalidas de México [23]”.

[1] James W. Wilkie y Edna Monzón de Wilkie, México visto enop. cit., p. 100.

[2] Vicente Lombardo Toledano (en adelante VLT), “Revolución y cultura”, Obra histórico-cronológica, t. II, vol. 1, p. 281.

[3] VLT, “Elogio de la huelga”, op. cit., p. 318.

[4] VLT, “El sentido humanista de la Revolución Mexicana”, op. cit., p. 385.

[5] Juan B. Fonseca y VLT, “A las agrupaciones dependientes del Partido Veracruzano del Trabajo, representante en el estado del Laborista Mexicano”, Obra histórico-cronológica, t. II, vol. 2, p. 307.

[6] Ibid., p. 311.

[7] VLT, “Discurso del Primero de Mayo de 1932”, Obra histórico-cronológica, t. II, vol. 3, p. 103.

[8] Ibid., p. 115.

[9] VLT, “¡El camino está a la izquierda!” op. cit., pp. 192-193.

[10] VLT, “Mitin de la Federación de Sindicatos del D.F.”, op. cit., p. 242.

[11] Ibid. p. 243.

[12] Idem.

[13] VLT, “Mitin de la… op, cit., p. 244.

[14] Ibid. p. 246.

[15] VLT, “Renuncia a la crom”, op. cit.,  p. 250.

[16] Ibid., p. 252.

[17] Tzvi Medin, El minimato presidencial: historia política del maximato, (1928-1935), p. 61.

[18] VLT, “Discurso pronunciado ante la Convención Extraordinaria de la CROM, Obra histórico-cronológica, t. II, vol. 4,  p. 38.

[19] Ibid., p. 40.

[20] Ibid., p. 42.

[21] VLT y Rafael García, “Programa Mínimo de Acción de la CROM”, Obra histórico-cronológica, t. II, vol. 4, pp. 73-82.

[22] VLT, “La Confederación General de Obreros y Campesinos de México”, op. cit., p. 238.

[23] Ibid., p. 239.

Lombardo y el debate marxista sobre el socialismo en México[1]

Lombardo y el debate marxista sobre el socialismo en México[1]

Cuauhtémoc Amezcua Dromundo[2]

Entre Vicente Lombardo Toledano y otras personas, organizaciones, corrientes y grupos de izquierda hubo discrepancias de diversas índoles. Aún se debaten hoy en día, algunas de ellas, con igual vehemencia, ya sea en los ámbitos académicos o los de la lucha política revolucionaria.

Una de las principales cuestiones de diferendo ha sido la relativa al objetivo inmediato que deberían proponerse los revolucionarios, en el caso de México en el siglo XX, y de cómo deberían realizarlo: 1) insurrección armada –a semejanza de la soviética– para que el proletariado tomara el poder, derrocara a la burguesía e instaurara el socialismo en lo inmediato, como proponían unos, o 2) desarrollo de las fuerzas productivas nacionales a cargo de un conjunto de diversas fuerzas sociales de carácter patriótico y bajo la dirección de la clase trabajadora, dentro de un sistema que por algún tiempo conservara la propiedad privada, pero cuyo fin sería independizar al país económica y políticamente respecto del imperialismo, a la brevedad, proceso durante el cual se buscaría sentar las bases materiales y subjetivas para el cambio revolucionario al socialismo, según el otro punto de vista. Esta disyuntiva, que tiene que ver con principios y categorías del marxismo, y también con lo relativo a la realidad nacional, fue largamente debatida en el siglo XX, pero es vigente hoy mismo y por esa razón continúa dándose el debate.

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Lombardo, pensador marxista y luchador por el socialismo.

Entre los participantes de éste y otros desacuerdos respecto a qué hacer y cómo hacerlo en la lucha revolucionaria, estuvieron, por un lado, los dirigentes del Partido Comunista Mexicano, PCM, fundado en 1919, que fue parte orgánica de la Internacional Comunista, IC, y por el otro, el pensador marxista y organizador y dirigente de la clase obrera, Vicente Lombardo Toledano.

Procede precisar que la relación entre Lombardo y el PCM fue complicada, pues comprendió coincidencias, manifestaciones de unidad en la acción y alianzas, en diferentes momentos del acontecer nacional e internacional; pero de igual manera incluyó desavenencias y enfrentamientos, habiendo predominado éstos, por su frecuencia y duración,  y también por la aspereza que alcanzaron en muchas ocasiones.

La alternativa formulada líneas arriba respecto al objetivo inmediato de la lucha revolucionaria en México, es cierto que tiene como opción de respuesta rápida la de “la insurrección armada inmediata para instituir el socialismo ya”, porque suena atractiva, aunque usualmente se emite sin dar tiempo a la reflexión. Pero si se analiza el problema con apego riguroso al método y a la teoría marxista, se llega a la conclusión de que ese aserto no necesariamente es justo ni está debidamente fundamentado, porque se trata de un problema que exige se tomen en cuenta varios elementos de juicio, unos de carácter general y otros de tipo particular. Entre los de carácter general están los siguientes: a) el principio del materialismo dialéctico que postula que ni en el universo ni en la vida social existe algo que esté inmóvil; b) la inferencia de que, dado que todo se mueve de manera constante, y se transforma, los modos de producción –o sean los sistemas de organización de la sociedad– todos son perecederos, ninguno inmortal; por lo tanto, el capitalismo tampoco es eterno, y c) otro principio conectado con los anteriores: lo mismo en la naturaleza que en las sociedades humanas,luego de un proceso de cambios de cantidad, que son acumulativos, se produce un cambio súbito y profundo, un salto que cambia la calidad del fenómeno, al que en la vida social se le llama cambio revolucionario o simplemente, revolución.

La concepción marxista exige tomar en cuenta tanto lo general como lo particular.

Si consideráramos sólo los principios generales señalados, sin tomar en cuenta los concretos, la referida respuesta rápida parecería ser la correcta, sin más. Pero sería antimarxista quedarnos con ese único basamento ya que el método dialéctico no permite desentenderse de las particularidades que tienen que ver, entre otros aspectos, con un pueblo concreto y una época concreta. Conviene reiterarlo, la concepción marxista exige tomar en cuenta tanto lo general como lo particular.

Para examinar los elementos particulares de manera correcta, indudablemente que hace falta, entre otros requisitos, que se tenga un conocimiento suficiente de: a) la historia del pueblo de que se trate –en nuestro caso el pueblo mexicano– y del grado que ha alcanzado el desarrollo de sus fuerzas productivas, precisando con qué relaciones de producción se corresponden, las de la comunidad primitiva, las esclavistas, las feudales, las capitalistas o las socialistas, y b) se debe tener un conocimiento suficiente de la realidad económica y social de México, en nuestro caso. También es claro que se debe analizar todo el cuadro de las particularidades en su conjunto con apego riguroso al materialismo dialéctico y al materialismo histórico. De seguro Lombardo tuvo esto presente cuando, cuestionado por el intelectual norteamericano James W. Wilkie respecto a las diferencias que el PCM tuvo con el pensador y dirigente marxista, respondió:

“Las discrepancias que yo he tenido toda mi vida con el Partido Comunista Mexicano, se deben a que sus dirigentes no entienden lo que es México, no conocen su historia, no han sabido aplicar los principios, que debían conocer, a la realidad mexicana, y por eso chocamos a cada momento…”[3]

Por otra parte, retomando la importancia de lo concreto, además de lo general, podríamos plantear el asunto a discusión de esta manera:

El socialismo no… es sino el resultado final y la meta inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas… V. I. Lenin.

Puesto que de acuerdo con el materialismo dialéctico e histórico, para que se detonara la Revolución Socialista de Octubre fue necesario que antes, en la vieja Rusia se diera una acumulación paulatina de cambios cuantitativos específicos en la base económica, sobre todo, pero también en las superestructuras; y puesto que dicha acumulación de cambios deberían tener un contenido específico que permitiera a Lenin y los demás bolcheviques llamar a la insurrección como tarea inmediata, con el objetivo de establecer la dictadura del proletariado y emprender la edificación del socialismo, ¿en México, en el siglo XX, se produjeron, acaso, cambios equiparables a los que se dieron en Rusia, en los años anteriores a 1917? Es decir, ¿puede afirmarse que existían aquí premisas semejantes a las que había en la Rusia zarista y que hicieron posible aquel proceso victorioso? No hay que olvidar que, como lo dice el propio genio de la Revolución de Octubre, Vladimir Ilich Lenin, “Marx y Engels fueron los primeros en esclarecer en sus obras científicas que el socialismo no es una invención de soñadores, sino la meta final y el resultado inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas dentro de la sociedad contemporánea…”.[4]

En el hipotético caso de que estas preguntas tuvieran respuestas afirmativas, no habría dudas: siendo luchadores revolucionarios, los marxistas mexicanos del siglo XX, y en concreto, los partidos de la clase obrera, debieron juzgar que su tarea apremiante era organizar y dirigir la insurrección obrera que tomara el poder, desplazara a la burguesía e instaurara la sociedad sin explotadores ni explotados y sin propiedad privada de los medios de producción y cambio, la sociedad socialista, sin distraer su atención en menesteres distintos. Pero el análisis de los elementos particulares demostró que ése no era el caso; que las preguntas arriba planteadas no podían tener respuesta afirmativa, como veremos adelante.

O volviendo a la tendencia indebida a depender sólo de los elementos generales dejando de lado los particulares, podríamos preguntarnos lo siguiente: Siendo que el capitalismo era el modo de producción dominante en el mundoen el siglo XX –como lo es hoy en día– ¿se ha de entender por ese solo hecho que todos los países de la Tierra, y México en particular, habrían acumulado los cambios de cantidad específicos que sentarían las condiciones para el salto cualitativo al socialismo? Y siguiendo el mismo hilo de razonamiento, ¿se debe entender que hoy mismo procede dar saltos revolucionarios al socialismo en todos los países del planeta de manera simultánea, sin pasos intermedios?

Este problema no es menor. Téngase en cuenta que personas e instituciones relevantes dentro de la corriente marxista, en distintos momentos concibieron que sí existían las condiciones para un salto revolucionario simultáneo y general, de carácter planetario. Allá por los años de 1928 a 1934, por ejemplo, no sólo el PCM, sino la propia Internacional Comunista alentó esa idea, después que su VI Congreso, efectuado en Moscú, en 1928, aprobó una línea política basada en la consigna de que la lucha debería ser frontal “clase contra clase” en todas partes, concepción que se basó precisamente en la hipótesis de que la toma del poder por el proletariado en el mundo entero, era, en aquel momento, inminente. Con este pronóstico y con el objeto de acelerar el proceso, la IC llamó a los trabajadores del mundo a luchar contra la burguesía frontalmente hasta que se lograra la victoria final y el capitalismo se erradicara de la faz de la Tierra, llamado que mantuvo durante más de seis años.

Pero la IC cambió su opinión al respecto en 1935, en su VII Congreso, luego de someter la mencionada decisión previa a un severo análisis autocrítico, que la llevó a resolver que la línea “clase contra clase” había constituido un grave error de subjetivismo y sectarismo, y que había causado serios descalabros a las luchas del proletariado. La revolución socialista no podía ser simultánea, reconoció la IC, puesto que existe la ley del desarrollo desigual de los pueblos que demuestra que no todos marchan al mismo ritmo ni están en las mismas condiciones. Esa misma ley objetiva de la realidad es la que determina que sea indispensable que el análisis se haga tomando en consideración los elementos particulares de cada caso y no solamente los de carácter general.

Importantes contradicciones conceptuales y metodológicas entre el Internacional Comunista y el PCM sobre la táctica para marchar al socialismo.

Hernán Laborde, Secretario General del Partido Comunista Mexicano.

Por su parte, el PCM, no obstante que sus delegados asistieron al VII Congreso de la IC, participaron en la discusión y allí no sólo manifestaron que estaban de acuerdo con el nuevo enfoque, sino que criticaron duramente la posición anterior y saludaron la nueva con verdadero entusiasmo,[5] paradójicamente, como partido, se mantuvo aferrado en su vida diaria a la vieja línea “clase contra clase”. Siéndole al PCM tan difícil abandonar la concepción señalada, sus desavenencias con Lombardo se mantuvieron y alcanzaron momentos de agudo enfrentamiento[6], porque, por su parte, el fundador de sindicatos de lucha y grandes organizaciones obreras nacionales e internacionales como la CTM y la CTAL; de instituciones académicas y partidos políticos, respecto de este tema invariablemente sostuvo una concepción diferente, que no dependió de las distintas posiciones que adoptó la IC y que, bien sustentada en el marxismo, resumió con estas palabras:

“El paso brusco de un estado a otro, de un régimen social a otro distinto, es la revolución… Pero no hay saltos de carácter general, en las categorías universales… y tampoco ocurren las revoluciones abarcando a todos los estadios de la vida social, sino que surgen siempre en una sociedad determinada y en un momento concreto de su proceso histórico”.[7]

Consecuentemente, Lombardo llamaba a los revolucionarios a “seguir el desarrollo de los fenómenos sociales, investigar su contenido substancial al ritmo de sus cambios, conocer las leyes que a ellos se refieren y advertir las transformaciones que sufren, y saber aplicarlas dinámicamente a las situaciones concretas”.[8] Pues sólo de esta manera se podría fijar una política revolucionaria correcta, incluyendo la acertada solución del problema del objetivo inmediato de la lucha, así como también el de la táctica adecuada.

Los trabajadores latinoamericanos y su unidad imprescindible
Capítulo tercero: Lombardo y sus relaciones con el Partido Comunista Mexicano, la Internacional Sindical Roja y la Internacional Comunista.

Ahora bien, la validez del principio referido por Lombardo, de que no hay saltos de carácter general, sino que cada uno es concreto, razón por la que también deben tomarse en cuenta los elementos concretos de análisis; y de que las revoluciones no ocurren abarcando a todos los estadios de la vida social –que se vincula con la ley del desarrollo desigual de los pueblos– ha sido comprobado por la historia con abundancia de datos empíricos.

En efecto, no todos los pueblos del orbe vivieron de manera simultánea ni en condiciones idénticas la comunidad primitiva ni el modo esclavista de producción. Por ejemplo, entre las ciudades griegas y Roma medió una diferencia de alrededor de setecientos años entre los períodos de auge y florecimiento del esclavismo. Además, el modo esclavista establecido en Grecia coexistió con el comunismo primitivo como modo todavía dominante en la mayor parte de la Tierra, por un lapso extenso, y lo mismo sucedió en el caso de Roma, en su momento. Por cuanto al modo feudal de producción, se puede decir algo semejante; tampoco todos los pueblos del mundo entraron a él al mismo tiempo ni en iguales circunstancias. Ni al capitalismo.

Por último, en el siglo XX estalló la Revolución Socialista de Octubre, en 1917, pero no hubo otros estallidos victoriosos en ese momento, ni otros pueblos emprendieron la construcción del socialismo en sincronía con el proceso dirigido por Lenin. Hubo pueblos de Europa que iniciaron su transición al socialismo décadas después, luego de la segunda guerra mundial, al calor de la victoria de la Unión Soviética sobre el fascismo, organizando gobiernos de democracia popular. Otros iniciaron después el trascendente proceso revolucionario hacia la sociedad sin clases, como Cuba. Pero muchos, la mayoría de los pueblos del mundo, aún ahora, ya entrado el siglo XXI, aún no lo han iniciado. Y algunos que acometieron ese camino, como las democracias populares de Europa, y hasta la propia Unión Soviética, que lo hizo con enorme vigor, sin embargo tuvieron que retroceder en su marcha ascendente, regresando al capitalismo, por circunstancias que no es el momento de analizar. Así es la dialéctica de la lucha revolucionaria.

Emblema de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

En el mismo sentido, si bien hoy en día el capitalismo, visto en su conjunto,  es el sistema dominante en el planeta, no es sin embargo el modo de producción que predomina en todos y cada uno de los países de la Tierra. Algunos van adelante  y están inmersos en el esfuerzo de la transición al socialismo; además de Cuba, así lo proclaman, entre otros, China, Vietnam y la República Democrática de Corea, cada uno recorriendo sus propias vías, siguiendo sus modalidades y enfrentando sus particulares desafíos. En tanto, en otros territorios, principalmente en América Latina, África y algunos de Asia, aún prevalecen como dominantes las relaciones de producción pre-capitalistas y a ésas corresponde el desarrollo actual de sus fuerzas productivas.

La demostración que nos dan la historia y la propia realidad contemporánea, es fehaciente: no todos los pueblos comparten el mismo modo de producción de manera simultánea ni avanzan al mismo tiempo y por vías idénticas. Jamás ha sido así, puesto que su desarrollo es desigual en el tiempo, además de estar preñado de singularidades. Cada pueblo, guiado por sus partidos revolucionarios de la clase obrera y sus cuadros políticos, ha de decidir qué pasos concretos habrá de dar para avanzar hacia formas superiores de organización social; y, necesariamente, sus dirigentes deben conocer y saber aplicar la teoría y el método marxista, pues de lo contrario estarán sujetos a cometer graves y costosos errores.

En busca de la unidad de todas las corrientes revolucionarias y partidarias del socialismo por la vía de discusión franca de las discrepancias.

MesaRedonda
El más importante esfuerzo por construir la unidad de los marxistas y revolucionarios consecuentes, luchadores por el socialismo en México.

Sin embargo, habiendo distintas opiniones entre los partidarios del socialismo en México sobre cómo y hacia dónde, con qué objetivos inmediatos y posteriores, y con qué tácticas habría que transformar la realidad de México, Lombardo convocó  a discutir colectivamente estas cuestiones, tarea que fue emprendida en una reunión que la historia recogió como la Mesa redonda de los marxistas mexicanos, realizada en enero de 1947. Además de Lombardo, participaron el PCM y las otras expresiones marxistas de la época. En el texto de la invitación, el convocante dijo que “ante la evidente confusión por que atraviesa el movimiento de izquierda del país –ya que en su seno se manifiestan diversas y encontradas corrientes de opinión y en consecuencia contradictorias concepciones sobre la estrategia y la táctica que el proletariado y el movimiento revolucionario deben aplicar en la etapa presente— [es] imprescindible la… más amplia y profunda discusión de estas cuestiones.”[9] De esa discusión debería surgir la unidad consciente y sustentada de todas las corrientes consecuentemente revolucionarias.

[1] Cuarto fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”, recién concluida. En breve será publicada íntegramente.

[2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”. 

[3]Ver James W. Wilkie y Edna Monzón de Wilkie, México visto en el siglo XX, entrevistas de historia oral. Instituto Mexicano de Investigaciones Económicas, México, 1969. Pág. 321.

[4] V. I. Lenin, Federico Engels. Disponible en https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1890s/engels.htm

[5] Ver las intervenciones de Hernán Laborde, Secretario General del PCM, y de Miguel Ángel Velasco, en el VII Congreso de la IC, en Fascismo, democracia y frente popular, VII Congreso de la Internacional Comunista, Moscú, 25 de julio-20 de agosto de 1935.  México, Siglo XXI Editores, 1984, págs. 406-408 y 428-439, respectivamente.

[6] Para una aproximación más amplia sobre este tema, véase Cuauhtémoc Amezcua Dromundo, Lombardo y la CTAL. México, 2011, CEFPSVLT. Capítulo Primero. Apartado 2. “La exploración cronológica de los hechos y el supuesto de que la CTAL surgió por consigna de la Internacional Comunista”. También el Capítulo Tercero. “Lombardo y sus relaciones con el PCM, la ISR y la Internacional Comunista”.

[7] Lombardo. “La política y las leyes de la realidad”, en ¿Moscú o Pekín?, La vía mexicana al socialismo. Editorial Combatiente, México, 1975, pág. 20.

[8] Lombardo. “Cambio en las leyes del desarrollo”, en Moscú o Pekín, op cit., pág. 22.

[9] Mesa redonda de los marxistas mexicanos, CEFPSVLT, México. 1982, pág. 11.

Ciencia, ¿para qué? Una cuestión filosófica.

Ciencia, ¿para qué? Una cuestión filosófica.

Miguel A. Quintanilla Fisac (1)

Miguel A. Quintanilla (Segovia 1945)
Miguel A. Quintanilla (Segovia 1945)

Aunque es siempre arriesgado generalizar, quisiera empezar estas reflexiones lanzando una enorme generalización. En buena parte de la filosofía de nuestro tiempo, especialmente en el contexto cultural iberoamericano, predomina una actitud de irresponsabilidad. Los filósofos nos atrevemos a cuestionarlo todo porque estamos convencidos de la inanidad de nuestra crítica, podemos ponerlo todo en cuestión porque nadie nos va a pedir cuentas por ello. No es que nos neguemos a responder por las consecuencias de nuestros actos o de nuestras ideas, es que estamos convencidos de que no tienen consecuencias. Lo peor es que parece que nos sentimos cómodos y alegres con esta situación.

Quisiera en estas páginas hacer un ejercicio de responsabilidad filosófica y un llamamiento a asumir responsabilidades a propósito de una cuestión importante: la justificación de la ciencia. Quiero reivindicar que la cuestión “¿ciencia para qué?” trata, en efecto, de un asunto importante, que tiene un carácter filosófico y que debemos afrontar con responsabilidad. Deseo además, de esta forma, rendir homenaje a algunos de nuestros filósofos clásicos, como Mario Bunge, que siempre se ha mantenido fiel a su compromiso con la filosofía científica , y a otros colegas de mi generación que nunca abandonaron lo esencial de un programa filosófico orientado por la ciencia.

Empezaremos con una apuesta. Si salimos ahora mismo a la calle y preguntamos a un conjunto aleatorio de ciudadanos qué opinan acerca de la ciencia, es seguro que nos dirán que es muy importante, porque nos ayuda a curar enfermedades y a mejorar nuestro bienestar. La ciencia nos hace felices. Si preguntamos un poco más, también reconocerán que la ciencia crea problemas (la bomba atómica era hace unas décadas el peligro mayor de la ciencia, ahora es la contaminación y el cambio climático) y por otra parte ayuda a solucionarlos. Finalmente, si seguimos preguntando reconocerán que la ciencia es más buena que mala, pero en todo caso insuficiente. De forma muy simplificada, este es el perfil promedio de las actitudes de la población ante la ciencia, tal como se reflejan en las múltiples encuestas de opinión y estudios publicados sobre estos temas (2). No voy a entrar aquí en el análisis de las limitaciones de estas encuestas. Lo que quiero es resaltar un rasgo importante. La visión de la ciencia que parecen tener los ciudadanos es coherente, al menos con una posición ideológica bastante extendida entre los especialistas; la ciencia tiene ante todo un interés pragmático, utilitario, y aunque también goza de un prestigio social considerable, éste parece ser una consecuencia de aquél. Esta visión de la ciencia tiene consecuencias evidentes, tanto en la esfera de la política científica como en la propia actividad científica y su representación interna.

Mario Bunge (Buenos Aires, 1919)
Mario Bunge (Buenos Aires, 1919)

En la política científica, la visión pragmática (que no pragmatista) se traduce en la reducción de las decisiones de política científica a su dimensión de política económica. Para un economista, la ciencia y la tecnología son variables exógenas que, cuando se introducen en la función de producción, explican una parte de la variación de los resultados del proceso: mejoran o empeoran la productividad. Tienen el mismo valor que una buena cosecha, un accidente de circulación o la suerte en el casino.

Desde el punto de vista de la representación interna de la ciencia, esta visión estándar tiene también efectos importantes: sólo se valora la investigación aplicada y la innovación tecnológica, y se menosprecia (o se distorsiona) todo aquello que realmente hace posible el progreso del conocimiento científico.

Los filósofos creo que hace tiempo que hemos desistido de participar en la pelea. Desde que nos vimos obligados a abandonar los dogmas del positivismo parece que hemos decidido declararnos cómodamente asentados en un suave relativismo. No renunciamos al valor epistémico del conocimiento científico, pero siempre conscientes de que se trata de un valor “interno”, referido a nuestros propios marcos conceptuales, no a esa realidad en sí que nuestros padres ilustrados soñaban con haber descubierto. No renunciamos al valor de una bella teoría o de un gran descubrimiento, pero estamos bien dispuestos a medirlos por el mismo rasero que el valor estético de una construcción poética. Después de muchos y acalorados debates hemos logrado que la visión filosófica del valor de la ciencia sea compatible con la aceptación de que la ciencia, por sí misma, no tiene valor.

¿Qué es lo que nos falta?

Platón ( 427-347 a. C.)
Platón ( 427-347 a. C.)

Bueno, en cierto modo, nos hace falta un poco de Platón o, mejor aún, algo de la herencia (aristotélica) de Platón. La ciencia, en la tradición filosófica de la Grecia clásica, es el conocimiento seguro, fiable y verdadero. No hay ciencia si no hay verdad. El valor filosófico fundamental de la ciencia es inseparable de la aspiración al conocimiento verdadero. Cierto que ahora sabemos que la verdad absoluta soñada por algunos filósofos con inclinaciones teológicas no es accesible, ni siquiera posible, aunque eso no debe hacernos olvidar que sin aspirar a la verdad, aunque sea parcial y tentativa, no es posible la ciencia. Aceptemos que Kuhn y Feyerabend nos ayudaron a despertar del sueño dogmático del positivismo, pero eso no nos obliga a seguir sus pasos hasta la banalidad del relativismo posmoderno.

Es cierto que la ciencia y la tecnología, o lo que algunos llaman tecnociencia: están muy intrincadas en nuestro tiempo. Aun así, los valores tecnológicos de eficacia, eficiencia, utilidad y fiabilidad no pueden sustituir a los de verdad, capacidad explicativa u objetividad, característicos del conocimiento científico.

Es cierto también que las decisiones sobre asuntos científicos y tecnológicos tienen que tomar en consideración todos los aspectos: económicos, políticos, sociales, tecnológicos, empresariales, e incluso estéticos, publicitarios, de oportunidad, y demás. No obstante, una decisión sobre un proyecto científico se toma a sabiendas de que el proyecto responde a una teoría demostradamente falsa o a datos empíricos erróneos, se está cometiendo un fraude. Los valores epistémicos no son los únicos a tomar en consideración, pero marcan los límites a todos los demás en las decisiones sobre temas científicos.

Visión pragmática de la ciencia y retraso tecnológico

Quiero ahora formular una hipótesis sobre la cultura científica. El predominio de una visión pragmática, utilitaria y relativista de la ciencia en una sociedad puede impedir o al menos retrasar su desarrollo científico y tecnológico (3). Parece paradójico, pero es plausible. En alguna medida podría esperarse que una visión pragmática, utilitaria y en cierto modo también relativista de la ciencia constituiría una ventaja para el desarrollo de la cultura científica y de sus aplicaciones para el bienestar de los ciudadanos. De hecho, en la política científica y tecnológica actual, en prácticamente todos los países, se plantea como un objetivo indiscutible, no tanto o no sólo el desarrollo del conocimiento, sino fundamentalmente el apoyo a la innovación. Esto quiere decir que el objetivo principal de las políticas científicas es fomentar la transferencia del conocimiento al sistema productivo, creando riqueza a partir del conocimiento. Esta visión pragmática y utilitarista del conocimiento científico es justo lo que se espera que tenga éxito. El problema está en que la naturaleza del conocimiento científico y su relación con la innovación no se corresponde con esas expectativas.

Hay muchas formas de potenciar la innovación: adquiriendo maquinaria nueva, incorporando conocimientos empíricos, aprovechando la experiencia de productores o consumidores, mejorando la organización de la producción, introduciendo nuevos reclamos publicitarios o diseños estéticos en nuestros productos. Todas estas son modalidades de la innovación de valor económico que no tienen nada que ver con el conocimiento científico ni con la innovación tecnológica. Ésta consiste en producir nuevos productos o introducir en la producción nuevos procesos basados en conocimientos nuevos, adquiridos a partir de la investigación científica. La innovación tecnológica es siempre, en último término, un resultado de la ciencia. Dicho de otra forma, el conocimiento científico es la fuente principal de la innovación tecnológica, y esta es el factor principal de mejora de la competitividad y la productividad económica, y también del bienestar social.

Es posible que una visión pragmática de la ciencia favorezca a corto plazo el desarrollo tecnológico, pero sin una cultura comprometida con el valor intrínseco de la ciencia, como fuente de conocimiento objetivo y novedoso, será difícil mantener viva la fuente principal de la innovación.

La agenda europea de política científica.

Estos temas no son meras especulaciones teóricas. Por el contrario, están en la agenda cotidiana de la política científica, Hace unos años, la Unión Europea encargó un estudio sobre el sistema de innovación en Europa y en él se acuñó la expresión “la paradoja europea” . Ésta consiste en que, a pesar de que Europa tiene una actividad científica académica, notable y de primer nivel mundial, parece incapaz de obtener de esa actividad una adecuada repercusión en la competitividad de su economía a través de la innovación (4). Para resolver esta paradoja se hicieron recomendaciones de incrementar el esfuerzo político y económico, potenciando no sólo la producción de conocimientos nuevos, sino sobre todo su transferencia al sistema productivo: la innovación. Casi veinte años después, seguimos teniendo el mismo problema. La única diferencia es que ahora hemos conseguido que nuestros investigadores dediquen más tiempo a justificar el interés económico de sus proyectos que a definir el contenido científico de éstos.

No piense el lector que estoy proponiendo una vuelta a la investigación académica “libre” en una torre de marfil, es decir alejada de la realidad social y descomprometida con su entorno. En modo alguno. Lo que sí quiero hacer es reivindicar radicalmente la necesidad de recuperar los valores intrínsecos de la investigación científica, como una exigencia de coherencia con el propio compromiso social de la ciencia. Para poder ser útil socialmente, la ciencia tiene que ser buena. La ciencia más inútil es la ciencia mal hecha. Y para hacer buena ciencia lo que importa no es el valor económico de una teoría o un proyecto, sino su valor epistémico.

Leon Cooper (Nueva York 1930)
Leon Cooper (Nueva York 1930)

No se trata sólo de un problema “especulativo”, sino por completo práctico (valga la paradoja: resulta práctico no instaurar lo práctico como valor principal) y de interés vital. Uno de los físicos más relevantes en el campo de la materia condensada, L. Cooper (2007), escribía hace unos años un precioso artículo sobre este tema. Imaginemos que hace ciento cincuenta años alguien hubiera puesto en marcha un programa de investigación aplicada y de desarrollo tecnológico cuyo objetivo fuera conseguir una tecnología capaz de permitirnos escuchar en el salón de nuestra casa un concierto de música con el mismo nivel de calidad de audición que si estuviéramos en la sala de conciertos. Es fácil imaginar qué tipo de proyecto habría salido de allí; una especie de fonógrafo gigantesco, con toda clase de artilugios mecánicos para producir y transmitir música. Imagínense a Edison concursando a esa convocatoria de proyectos. Podría haber salido cualquier cosa salvo, con toda seguridad, lo que realmente se ha hecho: utilizar la microelectrónica, el láser, la teoría de la comunicación y los algoritmos más avanzados del cálculo numérico para conseguir los sistemas de reproducción, almacenamiento y transmisión de música que tenemos hoy. Ningún proyecto de desarrollo tecnológico podría haber previsto todo eso, porque sencillamente todo eso es el resultado de descubrimientos posteriores de la investigación científica básica, que por definición eran impredecibles hace ciento cincuenta años.

Así pues, no sólo es un error la reducción de la investigación científica básica a valores pragmáticos y económicos, sino que también es un error tratar desde esta perceptiva meramente utilitarista el propio desarrollo tecnológico. Este es dependiente de la ciencia, y la ciencia tiene que ver con el conocimiento y la verdad. Si no reivindicamos una cultura científica en estos términos, se quedará cojo también nuestro compromiso con el desarrollo tecnológico.

Riesgos

Pues bien, creo que esta es precisamente una de las características de la cultura científica que tradicionalmente ha predominado en muchos países iberoamericanos, y sigue siendo uno de los riesgos que corremos en la actualidad. Hay otras culturas que pueden permitirse el lujo de enfatizar la dimensión aplicada y empresarial del desarrollo científico y tecnológico, porque hace ya mucho tiempo que se tomaron en serio el valor de la ciencia para producir nuevos conocimientos verdaderos. Nosotros no deberíamos entusiasmarnos tanto con la innovación tecnológica al punto que nos olvidemos de que su fuente principal es el conocimiento científico. Me atrevo a decir incluso que no deberíamos entregarnos con tanto entusiasmo a derribar el edificio ya obsoleto del positivismo en filosofía de la ciencia sin preocuparnos por construir al mismo tiempo un sólido edificio donde pueda alojarse la búsqueda de la verdad y la objetividad como misión de la ciencia.

Hay dos ámbitos donde se juega el futuro de la ciencia, en la educación y en la comunicación de masas. Creo que los filósofos deberíamos hacer un esfuerzo especial por construir una visón de la ciencia que permitiera trasladar, a través de estos medios, los grandes ideales de la Ilustración, y no sólo los intereses del sistema productivo a corto plazo. Creo que este puede ser un buen ejemplo de ejercicio responsable de la reflexión crítica filosófica en nuestro contexto cultural y en nuestro tiempo.

Ludus

Artículo que se publicará en el n.41 de Ludus Vitalis.

Notas

1 Instituto de Estudios de la Ciencia y la Tecnología, Universidad de Salamanca.

2 En España, la Fundación Española de Ciencia y Tecnología (FECYT) lleva desde 2002 publicando los resultados de una encuesta de percepción pública de la ciencia, con análisis y comentarios realizados por especialistas (FECYT, 2011). Para un análisis actualizado de la información disponible a nivel europeo, véase Bauer (2009; 2012).

3 Aquí cabría aludir al famoso “que inventen ellos” de Miguel de Unamuno.

4 “One of Europe’s major weaknesses lies in its inferiority in terms of transforming the results of technological research and skills into innovations and competitive advantages”(European Comission, 1995, p 5).

Referencias

Bauer, Martin W. (2012), Science Culture and Its Indicators. NY: Springer.

Bauer, Martin W. (2009), “The evolution of public understanding of science-discurse and comparative evidence,” Science, Technology & Society 14, 2: 221-240.

Bunge, Mario (2013), La ciencia, su método y su filosofía, Biblioteca Bunge, Pamplona: Laetoli.

Cooper, Leon N. (2007), “The unpaid debt,” Nature Physcs 3 (12): 824-25. doi:10.1038/nphys793.

European Commission (1995), “Green paper on innovation”. European Commission. http://europa.eu/documents/comm/green_papers/pdf/ com95_688_en.pdf.

FECYT (2011), Percepción social de la ciencia y la tecnología en España. Madrid: FECYT.

Echeverría, Javier (2003), La revolución tecnocientífica. Madrid: FCE.

Sanmartín Esplugues, José (2013), El exceso de excluir a la razón. Reflexiones para una historia de la filosofía de la ciencia. Eslabones en el Desarrollo de La Ciencia. México D.F.: Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales Vicente Lombardo Toledano.

Quintanilla, M. A. (2010), “La ciencia y la cultura científica.” ArtefaCToS: 32-48.

 

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