Enrique Ramírez y Ramírez

Lombardo, el hombre

En recuerdo del eminente político Enrique Ramírez y Ramírez, este Centro de Estudios publica un fragmento de la conferencia que dictó, en abril de 1980, de título “Lombardo Toledano en el movimiento obrero”.

LOMBARDO, EL HOMBRE 

Enrique Ramírez y Ramírez (1915 - 1980)
Enrique Ramírez y Ramírez (1915 – 1980)

Yo me siento con plena autoridad moral, para hablar de Lombardo Toledano, porque tuve el honor de vivir, trabajar y luchar muchos años cerca de él. Fui adversario suyo en ocasiones y otras, las más durante veinte años, fui su colaborador. Lo conocí de cuerpo entero. No lo deifiqué nunca, ni estoy dispuesto a deificarlo; lo conocía en su vida real; sé de su grandeza y también supe de su debilidad. Algunas veces se expresó él con palabras muy poco amables para mí y yo también lo hice en ocasiones, pero jamás, ni en los días de nuestro distanciamiento mayor, perdí de vista la estatura del hombre y su significación enorme para el movimiento obrero y para el desarrollo político.

Lombardo es uno de los grandes constructores del movimiento obrero mexicano. Lombardo, él en primer lugar, con la ayuda de muchos otros, elevó al movimiento obrero a un nivel ideológico, estratégico, táctico, doctrinario, teórico, moral y político, de lo cual no había ejemplo semejante en el pasado anterior de la CTM.

"... el punto de arranque del desarrollo contemporáneo de México"
Presidente Lázaro Cárdenas (1895 – 1970)

Fue también, por eso, un par de Lázaro Cárdenas; fue por eso un elemento importantísimo para la construcción del frente nacional revolucionario, para la estructuración del nuevo partido en el poder. Lombardo Toledano construyó un partido, el Partido Popular, pero por encima de esa militancia, siempre perteneció a un partido más amplio: el partido de la Revolución Mexicana y el partido de la revolución social del siglo veinte en el mundo entero.

Fue un militante honesto. Era un intelectual superior; no un ensayo de intelectual ni una simulación de doctor, era un auténtico doctor. Era un universitario, flor de la Universidad de México, de las mejores creaciones humanas de la Universidad. Y alcanzó y tuvo una virtud singular: saber unir su destino, él, que era un intelectual de los grupos de selección, de las minorías, de la élite intelectual, supo unir su destino profunda y definitivamente a la lucha de las masas trabajadoras.

Dice alguna autora de uno de estos libros de análisis apresurado y a veces poco bien intencionado del movimiento obrero, que Lombardo Toledano carecía de base sindical cuando participó en la formación de la CTM. ¡Que no tenía base sindical! Hacía más de cinco años que había sido miembro del comité central de la CROM; inició la organización sindical del magisterio; era uno de los líderes, el más notable, de la CGOCM, y no tenía base sindical… Si ha habido líderes en México, con respeto, con aprecio en la masa trabajadora, uno de los más distinguidos entre ellos fue Lombardo Toledano; era un apasionado de los principios y abrazó los principios del socialismo con sinceridad tajante, exhaustiva.

Ramírez y Lombardo
Vicente Lombardo Toledano y Enrique Ramírez y Ramírez

Se entregó para siempre a la causa en la que llegó a creer por experiencia, por instinto y también por deliberación intelectual profunda. Si se habla del socialismo en México, hay que hablar de Lombardo Toledano; su obra, su parte en la obra, está allí. Habrá un día en que los trabajadores de México, cuando se hayan despejado las brumas de la confusión en que los medios de comunicación en manos de los enemigos del progreso social quieren envolverlo, envolver a las masas trabajadoras y confundirlas, habrá un día en que todos los trabajadores de México y todos los hombres interesados en la transformación social del país, reconozcan en Lombardo Toledano a uno de los héroes del trabajo y de la cultura en México.

  • Imagen de Vicente Lombardo Toledano y Enrique Ramírez y Ramírez albergada en la página Macro Economía.
  • Imagen de Enrique Ramírez y Ramírez albergada en la página Siempre.

La disputa por la nación. La economía de México en la década de los setentas.

La disputa por la nación. La economía de México en la década de los setentas.

Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.

La disputa por la nación en el terreno de la economía se agudizó durante la década de los setentas. En ese lapso, la nversión pública mantuvo y acentuó su tendencia ascendente con respecto de la privada. Si ya en 1965 la proporción era de aproximadamente 45% de la primera y 55% de la segunda, en la primera mitad de la siguiente década el sector estatal rebasó al privado, por primera vez en la historia. La diferencia no era substancial, sin embargo, quizá apenas de un punto porcentual. La etapa de equilibrio precario, a la que se refiriera Lombardo, no había desaparecido. Tal precariedad, por el contrario, se había ido agudizando, al mismo tiempo en que el frágil equilibrio se prolongaba y las contradicciones en el seno de la sociedad, se agudizaban.

La política económica durante el sexenio 1970-1976.

Durante la década de los setentas, la inversión pública mantuvo y acentuó su tendencia ascendente con respecto de la privada
Durante la década de los setentas, la inversión pública mantuvo y acentuó su tendencia ascendente con respecto de la privada

En el sexenio 1970-1976, el Ejecutivo, a cargo de Luis Echeverría Álvarez –fuertemente denostado hoy, en los tiempos del neoliberalismo, y particularmente por Carlos Salinas de Gortari, que lo consideró como su antítesis– impulsó el gasto público con un sentido nacionalista y con una correcta orientación social; ésta fue su manera de enfrentar la situación de agudas contradicciones entre el capitalismo imperialista, que presionaba para retomar su predominio sobre México, que parecía escapársele, y las fuerzas nacionales que impulsaban nuestra cabal emancipación. Por ejemplo, incrementó diez veces los recursos públicos destinados al desarrollo rural, de 6 mil millones de pesos en 1970, a más de 60 mil millones en 1976. Acrecentó las obras de irrigación. Elevó notoriamente los precios de garantía para los productos del campo, con lo que contribuyó a elevar el nivel de vida de las masas campesinas. Dio un extraordinario impulso a la Reforma Agraria, el mayor desde los tiempos de Lázaro Cárdenas. Hizo crecer de manera notable los recursos destinados al sistema educativo nacional en su conjunto, y en particular los dedicados a las instituciones de cultura superior. Asimismo los que se dedicaron a la construcción de vivienda popular, a la salud y a la seguridad social.

La nacionalización de Teléfonos de México.

Un hecho importante que sucedió el 16 de agosto de 1972, tuvo su antecedente directo desde la XLVI Legislatura (1964-1967), cuando el grupo parlamentario dirigido por el maestro Lombardo propuso nacionalizar las telecomunicaciones[1], porque, razonó, éstas “han pasado a ser elementos de vital importancia para el desarrollo económico, social y cultural de la Nación mexicana”.

En la exposición de motivos de la misma forma se argumentó que “de los diversos sistemas empleados en las comunicaciones… se desprenden servicios públicos que responden a una necesidad colectiva y que, por tanto, su continuidad y funcionamiento deben ser garantizados por el Estado, asegurando los mismos derechos y las mismas posibilidades de uso a todos los sectores de la población”. Además se explicó que “por los grandes avances de la técnica en esta materia, incluyendo los satélites artificiales de la Tierra”, que en breve serían utilizados también en México, “las telecomunicaciones constituyen un elemento básico para la seguridad nacional”.

De no seguirse ese camino, inevitablemente se tendería a la consolidación del monopolio denominado Teléfonos de México, S. A., en detrimento de los intereses nacionales. En lo formal, la reforma que se proponía consistía en añadir la expresión “las telecomunicaciones” a la parte final del párrafo sexto del artículo 27, en el que se enlistan las funciones económicas que son exclusivas de la nación.

La iniciativa no prosperó en aquel momento. Sin embargo, siete años después, en 1972, el Ejecutivo, en ese momento a cargo del presidente Luis Echeverría –que como se desprende de sus actos concretos, encabezó un gobierno contrario a los intereses del imperialismo—compró el paquete mayoritario de acciones de la empresa Teléfonos de México, y por esa vía, el Estado tomó el control de dicha empresa, es decir, la nacionalizó. El PPS valoró ese hecho como positivo y lo apoyó con entusiasmo y combatividad que contrastaron con las posiciones de exasperación del capital privado vinculado al exterior, y de su partido, el PAN, que acusaron a Echeverría de ser populista, socialista y comunista, y de estar llevando al país al despeñadero, además de tildarlo de antidemocrático y autoritario, por no haber tomado en cuenta sus opiniones.

Economía y parlamento. La ley para promover la inversión mexicana y regular la extranjera.

La iniciativa de Ley para Promover la Inversión Mexicana y Regular la Extranjera retomó la esencia de las ideas que el PPS había planteado tiempo atrás
La iniciativa de Ley para Promover la Inversión Mexicana y Regular la Extranjera retomó la esencia de las ideas que el PPS había planteado tiempo atrás

Dentro de la línea antiimperialista y progresista que siguió su gobierno, en 1973 Echeverría envió al Congreso de la Unión una iniciativa de Ley para Promover la Inversión Mexicana y Regular la Extranjera[2] que retomó la esencia de las ideas que el PPS había planteado tiempo atrás. En efecto, en la XLVII Legislatura (1967-1970) el grupo parlamentario de este partido había presentado una iniciativa de Ley de Inversiones Extranjeras[3]. En su exposición de motivos se argumentó que las inversiones de ese tipo no ayudan al desarrollo del país receptor, sino que, por el contrario, lo descapitalizan. Y en efecto, así ha sucedido en México y en los demás países de Asia, África y América Latina, sin excepción. También se señaló que no existen normas coherentes sobre el tema, porque la legislación que hay es insuficiente y confusa, dejando a discreción de las autoridades resolver lo conducente, campo en el que las empresas transnacionales medran, gracias a su enorme capacidad corruptora.

Más allá de los lineamientos generales establecidos en los artículos 27 y 28 de la Constitución de 1917, hubo un decreto del Ejecutivo, de junio de 1944, sobre los ámbitos de las inversiones extranjeras y nacionales, que resultó confuso y permitió que las decisiones se siguieran tomando de manera discrecional, como resultado de presiones y negociaciones. Más tarde, en 1947 fue creada una Comisión Intersecretarial, que dictó doce normas sobre la inversión extranjera, la última el 5 de octubre de 1953, fecha en que prácticamente dejó de funcionar. En 1954 se formuló una ley para el fomento de industrias nuevas y necesarias, orientada a impulsar lo que se llamó “proceso de mexicanización” económica.

Estas disposiciones y muchas otras crearon un verdadero enredo jurídico que, en los hechos, sirvió para facilitar la penetración del capital extranjero por la vía del arreglo directo con los funcionarios encargados del ramo. Ésa era la situación a fines de la década de los sesenta, cuando el PPS, presentó la iniciativa que venimos comentando, en la que propuso, entre otras, las siguientes medidas: Los capitales extranjeros deben tener prohibido comprar empresas nacionales ya establecidas. Deben establecerse sanciones enérgicas para los mexicanos que actúan como prestanombres al servicio de extranjeros. Deben establecerse límites a las utilidades de las inversiones extranjeras. El Estado debe ejercer el monopolio del comercio exterior. En su momento, esta iniciativa no fue aprobada. Cuatro años después, sin embargo, en 1973, como vimos, el Presidente Echeverría presentó su propio proyecto que puso orden en lo que era caótico y significó un avance muy importante en este tema. Desde luego que el grupo parlamentario del partido solferino argumentó y votó a favor de la iniciativa.

"Por la reafirmación de la soberanía nacional y el desarrollo económico del país..."
“Por la reafirmación de la soberanía nacional y el desarrollo económico del país…”

Otro hecho significativo en el frente parlamentario fue éste. El Senado de la República fue la cámara de origen de otra iniciativa del Ejecutivo, en este caso para adicionar el artículo 27 de la Constitución con el fin de establecer la llamada zona económica exclusiva.[4] En su exposición de motivos se plantea que entre los postulados de la Revolución Mexicana, la reivindicación de los recursos naturales ocupa un lugar destacado, y que este tema se vincula con otros dos, de elevada importancia: la reafirmación de la soberanía nacional y el desarrollo económico del país. También trae a la memoria que en el artículo 27 se ha ido plasmando la historia de las luchas victoriosas del pueblo en materia de reivindicación de los recursos naturales:

“Primero, afirmó la propiedad originaria de la Nación sobre las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, reivindicó el dominio directo sobre los recursos del subsuelo y después, reservó para la Nación la explotación del petróleo y de los carburos de hidrógeno.

“A partir de la década de los setenta, los sucesivos gobiernos de la República han pugnado por extender y reforzar los derechos del Estado mexicano sobre los recursos marítimos próximos a sus costas, tanto a través de su acción legislativa como mediante su participación en diversos foros internacionales.

“A esa finalidad obedecieron la incorporación en 1960 de la plataforma continental al territorio nacional, la creación en 1966 de una zona exclusiva de pesca, entre las nueve y doce millas y luego, en 1969, la ampliación del mar territorial a doce millas y la delimitación de dicho mar a lo largo de las costas interiores del Golfo de California mediante un sistema de líneas de base rectas, con el objeto de convertir en aguas interiores mexicanas las que quedan al norte de la cadena de islas que cortan ese Golfo”.

La iniciativa que presentaba el Ejecutivo, a cargo del licenciado Luis Echeverría, sería la continuación de esos esfuerzos y tendría por objeto “establecer una zona económica exclusiva a lo largo de todos los litorales de la República”. De esta manera, la Constitución afirmaría los derechos soberanos del Estado mexicano sobre una superficie de más de 2 millones de kilómetros cuadrados, “o sea un área ligeramente mayor a la del actual territorio nacional”. Con esa medida se favorecería el crecimiento económico nacional y se reduciría la dependencia del exterior. En la iniciativa, se citó como referencia el hecho de que la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, que ya había sido aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, confirmaba la validez del principio que establece el derecho de todo Estado a ejercer soberanía plena y permanente sobre su riqueza y recursos naturales.

El Senado de la República la aprobó por votación unánime de 47 votos. Días después, la Cámara de Diputados también la aprobaría por unanimidad.

Fortalecimiento de las industrias petrolera, petroquímica, eléctrica y siderúrgica, nacionalizadas.

El grupo parlamentario del PPS declaró en la tribuna que en ese periodo de sesiones se habían aprobado un buen número de leyes de trascendencia social, pero que, sin embargo, ésta que ahora se examinaba sobresalía entre todas por su significado patriótico y nacionalista. Mencionó que en la plataforma electoral del partido se incluía esta demanda concreta como una de las que el PPS habría de enarbolar en el Poder Legislativo. Equiparó esta reforma con hechos significativos en el proceso histórico de México, como la Nacionalización de la Industria Petrolera, en 1938, y la de la Industria Eléctrica, en 1960.[5]

El gobierno de Echeverría, además, destinó cuantiosos recursos al fortalecimiento de las industrias petrolera, petroquímica, eléctrica y siderúrgica, nacionalizadas, que alcanzaron uno de sus índices históricos de desarrollo más elevados. En su periodo se duplicó la inversión del Estado en la minería. También se amplió la inversión pública en materia de transportes y comunicaciones, entre otras ramas de alto impacto para el desarrollo nacional. Según la valoración del entonces Secretario General y representante del PPS en el Senado de la República, Jorge Cruikshank García, como resultado de todo esto, la inversión del Estado

“…tuvo un gigantesco desarrollo. Entre 1970 y 1975 la inversión pública aumentó de 30 mil a más de 100 mil millones de pesos, descontando el incremento de precios. Esto significa una tasa de crecimiento real media anual de 16%. En este periodo, el Producto Interno Bruto aumentó en una tasa de 5.6%, a pesar de que la inversión privada creció en sólo alrededor del 4%. Gracias a la dinámica de la inversión pública, el coeficiente de inversión en el producto interno bruto se elevó del 21% en 1970 al 24% en 1975”[6].

El país avanzaba por la ruta trazada por Vicente Lombardo Toledano.

Aunque el gran ideólogo había desaparecido físicamente en noviembre de 1968, el poder público avanzaba en el sexenio conforme a la exhortación de Lombardo, en el sentido de que: “El gobierno de nuestro país debe, en consecuencia, asociar la idea del papel decisivo que desempeña el Estado en la economía, con el propósito de la liberación nacional del control de su desarrollo por el capital extranjero.”
Aunque el gran ideólogo había desaparecido físicamente en noviembre de 1968, el poder público avanzaba en el sexenio conforme a la exhortación de Lombardo, en el sentido de que: “El gobierno de nuestro país debe, en consecuencia, asociar la idea del papel decisivo que desempeña el Estado en la economía, con el propósito de la liberación nacional del control de su desarrollo por el capital extranjero.”

Aunque el gran ideólogo había desaparecido físicamente en noviembre de 1968, el poder público avanzaba en el sexenio conforme a la exhortación de Lombardo, en el sentido de que: “El gobierno de nuestro país debe, en consecuencia, asociar la idea del papel decisivo que desempeña el Estado en la economía, con el propósito de la liberación nacional del control de su desarrollo por el capital extranjero.”[7]

En efecto, en 1975 llegaron a existir 845 empresas estatales, de las cuales 48% eran de participación estatal mayoritaria, 21% fideicomisos, 21% organismos descentralizados, y 10% eran empresas de participación estatal minoritaria. En contrapartida, desde sus inicios, el gobierno de Echeverría enfrentó un fuerte retraimiento de la inversión privada que obedeció a intereses económicos de carácter especulativo y asimismo a consideraciones políticas; es decir, por una parte, la gran burguesía privada encontró una coyuntura para lucrar en busca de acrecentar sus ganancias a costa de la estabilidad económica, y aprovechó esa misma coyuntura para confrontar la política intervencionista del gobierno con el fin de doblegarla. Pero el gobierno respondió con una inversión pública todavía mayor, por lo que “en este gobierno, por primera vez, la inversión pública superó a la inversión privada. Esto evitó la reducción de la actividad económica que hubiera resultado del retraimiento” de los capitalistas privados. Así, “este esfuerzo debe medirse políticamente, más cuando se sabe que la intención de la retracción… privada estuvo calculadamente orientada a bloquear las medidas progresistas del Estado.”[8]

La citada actitud de retraimiento por parte de los capitalistas privados, pudo haber causado una grave crisis económica. Frente a esa circunstancia, el Estado, como ya se dijo, optó por suplir tal deficiencia incrementando su intervención directa como inversionista y productor directo. De esta manera, aun sin reformar la Constitución, satisfacía, en la práctica, la demanda del maestro Lombardo y su partido, que ya lo era también de otras fuerzas consecuentes con nuestro proceso histórico, en momentos en que se habían agudizado altamente las contradicciones entre quienes impulsaban esa vía, y los partidarios de la opuesta.

Economía y parlamento. El problema de la deuda externa.

El Ejecutivo, por otra parte, debido a la insuficiencia financiera crónica que desde largo tiempo atrás sufría el Estado, se vio en la necesidad de atraer recursos financieros del exterior por la vía de la deuda pública, a efecto de promover importantes programas de desarrollo económico. El endeudamiento externo tuvo un crecimiento elevado, aunque menor que el que alcanzaría en el siguiente sexenio, y muy inferior a los que ha alcanzado en la época del neoliberalismo.

Sobre el tema de la deuda externa, el pensamiento lombardista sustenta que, dada la habitual carencia de los países no industrializados plenamente como México, de recursos propios suficientes, puede ser un instrumento útil para el desarrollo económico de la nación con independencia respecto del imperialismo, a condición de que reúna una serie de requisitos, mismos que se plasmaron en lo esencial en la iniciativa para adicionar la Constitución con un nuevo capítulo en materia económica. En dicho documento se planteaba que, además de las condiciones que ya existían en el artículo 73, se añadieran las siguientes:

“Los préstamos y empréstitos del extranjero se concertarán sin más garantía que el crédito de la Nación. No obligarán a adquirir bienes o elementos en determinado país o mercado para la realización de las obras, cuando se trate de créditos con ese objeto, ni a venderle los productos resultado de las inversiones. No podrán concertarse a corto plazo ni excederse de la capacidad de pago de la Nación en perjuicio de su desarrollo independiente”.[9]

Por su parte, el citado artículo 73 establece, en su fracción VIII, entre otras cuestiones, que “ningún empréstito podrá celebrarse sino para la ejecución de obras que directamente produzcan un incremento de los ingresos públicos…”

Debilidad e indecisión en los gobiernos de la burguesía nacional.

Sin embargo, lo cierto es que por parte de la burguesía nacional gobernante hubo debilidad e indecisión –incluso en el sexenio de Echeverría– para emprender una reforma fiscal que dotara al Estado de los recursos suficientes para que atendiera adecuadamente las necesidades de orden social, con cargo a los sectores más pudientes, e invirtiera los recursos necesarios para garantizar el crecimiento del sector productivo estatal de la economía. En estas circunstancias, se presentó una disyuntiva: o se posponía indefinidamente la atención a las necesidades sociales y el desarrollo de las fuerzas productivas por la vía estatal, o se recurría al crédito externo. El gobierno tomó esta opción, que fue criticada con severidad por el PPS.

Su gobierno se caracterizó por el despilfarro de recursos.
Su gobierno se caracterizó por el despilfarro de recursos.

Pero la deuda pública se disparó durante el sexenio 1976-1982, a cargo de José López Portillo, cuyo gobierno se caracterizó por el despilfarro de recursos. Las políticas en materia de concertación de empréstitos en el exterior fueron distintas de los criterios establecidos líneas arriba y resultaron contraproducentes. Porque muchos de ellos se contrataron a plazos cortos, insuficientes para su desahogo adecuado, a tasas elevadas o fluctuantes –con tendencia a crecer sin  medida, según se vería después– y en volúmenes que rebasaron holgadamente la capacidad de pago de la nación. Tampoco se cuidó de restringirlos al propósito de la ejecución de obras que incrementen los ingresos públicos, según la ordena la Constitución. En muchos casos se les derrochó. Lejos de emplearlos para acrecentar el sector estatal de la economía, se les utilizó para transferirlos, por múltiples vías, a los bolsillos de los capitalistas particulares. Operó así una especie de keynesianismo empeorado, por el cual los recursos públicos beneficiaban a los magnates privados, con el agravante de que, en este caso, se trataba de recursos ajenos, conseguidos por la vía de los créditos externos, que luego se tendrían que pagar con creces, con cargo al erario público. La deuda externa creció en exceso y se convirtió en un serio problema. Pero el gobierno fue todavía más allá. Aceptó condiciones políticas y económicas que exceden en mucho al crédito de la nación, y que encarnan la pérdida de soberanía. Esto quedó evidenciado al suscribirse las llamadas Cartas de intención, con el Fondo Monetario Internacional. Este factor a la postre vendría a pesar considerablemente en la evolución de los eventos económicos, y en la correlación de las fuerzas políticas y sociales, en la lucha por el porvenir de la nación.

Peligrosa expansión de las inversiones extranjeras directas.

Otra tendencia importante en la evolución económica, con un notable impacto en la década de los setentas, se refiere a las inversiones extranjeras directas, que también se expandían con rapidez. Para 1940, la inversión extranjera directa en México era de 449 millones de dólares; subió a 556 para 1950; en 1960 llegó a 1,083; luego, en 1970, a 2,822 y en 1975, alcanzó los 4,580 millones de dólares. En 1976, año conocido como de los “capitales golondrinos” por la magnitud de la fuga de tales capitales especulativos por razones económicas y políticas –entre éstas, la ofensiva que el capital financiero y corporativo había desatado contra el gobierno de Echeverría y que buscaba torcer la mano a su sucesor y obligarlo a cambiar el rumbo– se redujo por primera vez desde la expropiación petrolera, a 3,278 millones de dólares, para aumentar nuevamente en 1977 a 3,705, y llegar en 1978 a 4,744 millones de dólares. Al término de 1980 se estimaba ya en 8,000 millones de dólares y se calculaba que al finalizar 1981, subiría 3,000 millones más.[10]

La participación del capital extranjero en la inversión bruta total había aumentado en la última década, al pasar de 5.5% en 1970, a 7% en 1980. Y con respecto de la inversión bruta privada, los datos fueron: 1970, 8,5%, y 1980, 14.1%. Es decir, la inversión extranjera estaba creciendo a un ritmo mayor que la nacional, tanto la privada como la pública. Y si bien estaba lejos de equipararse a éstas en términos de volumen total, su capacidad de incidencia en las decisiones de la vida nacional era proporcionalmente mucho mayor, porque tenía –y tiene—detrás, todo el poder económico de las matrices de los monopolios transnacionales, muy superior a la magnitud de lo que aquí hayan invertido, y porque cuentan también con el apoyo económico, político, diplomático y aun militar de sus Estados de origen. Además de toda esa enorme fuerza, cuentan también de su lado con la que les aporta el sector de la burguesía local que se ha asociado con ellos y, por ende, se ha subordinado a sus intereses y acata sus decisiones. Y por si fuera poco, todavía agregan a su fuerza el gran peso que tienen los capitalistas sobre los medios de comunicación social, sea por ser sus propietarios o por su calidad de anunciantes poderosos. Todo eso acrecienta notablemente su capacidad de incidencia en el terreno político.

La mencionada expansión del capital externo también se reflejaba en los datos de las 500 empresas más grandes del país. En 1972, el 32% de ellas tenían participación de capital externo (161 empresas); para 1979, ya era el 54% (271 empresas) las que contaban con participación de capital extranjero. En ese último año, el 89% de las inversiones foráneas eran estadounidenses; en tanto que sólo 8% de ellas eran alemanas y 5.9% japonesas, que ocupaban los lugares segundo y tercero. Esto refleja una clara dependencia de un solo mercado e implica graves riesgos no solamente para un desenvolvimiento sano de la economía, sino para la independencia política y la soberanía de la Nación.

Los capitales extranjeros se apoderaban de las ramas más dinámicas de la industria.

Fortalecimiento de las industrias petrolera, petroquímica, eléctrica y siderúrgica, nacionalizadas.
Fortalecimiento de las industrias petrolera, petroquímica, eléctrica y siderúrgica, nacionalizadas.

Otro dato significativo: los capitales externos se apoderaban, cada vez más, de las ramas más dinámicas de la industria. Así, “en 1970 controlaban ya el 27.6% de las ventas totales de la industria manufacturera, el 84% en la producción de hule, el 80% en tabaco, el 67% en productos químicos, el 62% en construcción de maquinaria eléctrica, y el 49% en equipo de transporte, índices que se elevaron considerablemente para 1980”. Hay un dato que sustenta la afirmación dramática de que a pesar de sus graves penurias, nuestros países subsidian el desarrollo económico de Estados Unidos. El hecho es que la tasa de ganancias de la inversión de ese país en el extranjero es tradicionalmente menor en los países ricos que en los pobres. Por ejemplo, en 1979 fue de 18.9% en los países capitalistas desarrollados, y de 28.9% en los “subdesarrollados”. Y otro dato todavía más claro en ese mismo sentido: en estos últimos países se encuentra el 24.8% de la inversión total estadounidense y, sin embargo, de ellos extrae el 63.4% de los flujos de capital por utilidades, regalías, etc.

Existen datos irrebatibles que dan sustento también a la afirmación ya antes formulada de que los capitales extranjeros no capitalizan, sino descapitalizan la economía nacional:

“…los ingresos por concepto de inversiones extranjeras directas durante la década de 1960-70 fueron de 2,059 millones de dólares, mientras que, por conceptos de utilidades, regalías, etcétera, se enviaron al exterior 2,991 millones de dólares. Datos más recientes confirmaban la continuidad y agravamiento de este fenómeno. En cuatro años, de 1976 a 1979 inclusive, el total de ingresos originados por las inversiones extranjeras directas fue de 1,676.4 millones de dólares, en tanto que se remitieron de regreso a la metrópoli 3,249.6 millones de dólares por utilidades y regalías. “Esto significa que se sangró la economía nacional con 1,573 millones de dólares, cifra 69% mayor a la exportada en toda la década de los sesentas”.

Agudización de las contradicciones económicas y políticas.

Como se ve, la Ley para Promover la Inversión Mexicana y Regular la Extranjera, aprobada en 1973, resultó insuficiente para frenar esa tendencia contraria a los intereses nacionales. En general, esa y las demás tendencias económicas durante la década de los setentas demuestran que se produjo una agudización de las contradicciones en ese ámbito.

Como es natural, la agudización de las contradicciones económicas conlleva la agudización también de las contradicciones políticas. Esto fue lo que ocurrió de manera muy notoria en el periodo que nos ocupa, desde finales de la década de los sesentas y toda la de los setentas. A partir del análisis del ámbito de la economía, queda claro que la lucha en ese momento era sobre todo entre una y otra corriente, la de los partidarios del libre mercado y la que impulsaba el camino de la intervención del Estado, surgido de nuestra experiencia histórica. Ésta era la contradicción que había madurado; la que tendría que resolverse en el plazo inmediato, en uno u otro sentido; ésta era la contradicción determinante en el panorama nacional en su conjunto en ese momento histórico concreto.

De ahí, que el PPS presentara una nueva iniciativa de reformas a la citada Ley para Promover la Inversión Mexicana y Regular la Extranjera, en 1981[11], en la LI Legislatura (1979-1982) En ella, propuso nacionalizar el comercio exterior por la vía de incorporar esa actividad a las que la citada ley consideraba reservadas de modo exclusivo al Estado. Así también nacionalizar la petroquímica secundaria, los alimentos balanceados y otros eslabones estratégicos de la industria alimentaria, de la química industrial básica y de la siderurgia, por medio de establecer la reserva para el Estado del 51% del capital de esas actividades o empresas.

Propuso que se prohibiera de modo expreso la compra de empresas mexicanas establecidas. Así también que se impidiera el anonimato de los accionistas de empresas con capital externo, porque esa figura en la práctica deja fuera de control los porcentajes reales de capital nacional y extranjero. Propuso asimismo la desaparición de la figura de los fideicomisos en la faja de 100 kilómetros a lo largo de las fronteras y de 50 kilómetros a lo largo de las playas del país, que vulneró la prohibición constitucional de que en esas zonas tuvieran propiedades los extranjeros.

Esa práctica, en la opinión del PPS, resultó “lesiva para la economía del país, pero más aún ha devenido en humillante para el pueblo de una Nación soberana que, sin embargo, ve que sus playas ahora tienen letreros que advierten que se trata de propiedad privada en la que no se permite el paso de los mexicanos”.[12].

[1] Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, 10 de diciembre de 1965. Fue publicada con el nombre de “Nacionalización de las comunicaciones eléctricas y los servicios telefónicos” en Iniciativas parlamentarias…, op. cit. Tomo I, pp. 145-153.

[2] Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, 9 de marzo de 1973.

[3] Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, 26 de diciembre de 1969. También fue publicada con el título de “Ley de Inversiones Extranjeras” en Iniciativas parlamentarias…, op. cit. Tomo I, pp. 217-229.

[4] Diario de los Debates del Senado de la República, 6 de noviembre de 1975.

[5] Intervención del diputado Ezequiel Rodríguez Arcos, del PPS. Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, 28 de noviembre de 1975.

[6] Intervención del senador del PPS, Jorge Cruickshank García, Diario de los Debates del Senado de la República, 7 de septiembre de 1976.

[7] Vicente Lombardo Toledano, “¿Cuál es el camino? Uno es el del socialismo y otro es el de la jauría”. Artículo publicado en la revista Siempre! El 30 de noviembre de 1966.

[8] Cruickshank, Diario de los Debates del Senado de la República, op cit.

[9] Vicente Lombardo Toledano. “Iniciativa para adicionar la Constitucióncon un nuevo capítulo en materia económica” Fue publicada con el título de “Un nuevo capítulo en materia económica”, en Iniciativas parlamentarias…, op. cit. Tomo I, pp. 133-143. …”, op. cit.

[10] Estos datos y los subsecuentes en este apartado, fueron tomados de una iniciativa presentada por el grupo parlamentario del PPS en la LI Legislatura y aparece en el Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión del 6 de octubre de 1981. Fue publicada con el título de “Reformas a la ley para promover la inversión mexicana y regular la extranjera”, en Iniciativas parlamentarias…, op. cit. Tomo II, pp. 441-448.

[11] Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, 6 de octubre de 1981. Fue publicada con el título de “Reformas a la ley para promover la inversión mexicana y regular la extranjera”, en Iniciativas parlamentarias…, op. cit. Tomo II, pp. 441-448.

[12] El PPS volvería a plantear esta iniciativa en las Legislaturas LII, (1982-1985) y LIII, (1985-1988) Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, de las siguientes fechas: 25 de septiembre de 1984 y 10 de diciembre de 1986. Fueron publicadas en Iniciativas parlamentarias…, op. cit. Con los títulos de “Ampliación del sector estatal de la economía” y “Ley para promover la inversión mexicana y regular la inversión extranjera”, pp. 537-545 y 641-649, respectivamente.

LA CIENCIA POLÍTICA Y EL ARTE DE LO POSIBLE. UN PERFIL DE VICENTE LOMBARDO TOLEDANO

LA CIENCIA POLÍTICA Y EL ARTE DE LO POSIBLE. UN PERFIL DE VICENTE LOMBARDO TOLEDANO

Por Marcela Lombardo Otero

En estas breves palabras de homenaje a Vicente Lombardo Toledano por el CXX aniversario de su natalicio, quiero hacer una reflexión acerca del porqué, en la actualidad, no hay políticos de su talla. Desde mi punto de vista, este problema tiene dos componentes.

VLT4El primero es objetivo: simplemente no los hay, y los que hay que merecerían ser considerados como buenos políticos, por desgracia, están marginados por los grupos de poder que controlan los partidos políticos.

El segundo es subjetivo: ya que, por la percepción negativa actual respecto de la llamada “clase política”, que está envuelta en la corrupción por el dinero, provoca en la opinión pública que desaparezcan los tonos del gris y se les juzgue en términos de blanco o negro. Y esta es una cuestión muy seria, porque no es verdad que todos los políticos sean iguales, aun los actuales.

Sin embargo, ¿por qué sigue habiendo intelectuales y dirigentes sociales que consideran que hombres como Vicente Lombardo Toledano fueron genios de la política y se lamentan por la falta que nos hacen personajes así en estos tiempos miserables?

Entonces, ¿se trata de una casualidad feliz, de un azar, que llevó a contar entre nosotros con alguien como Vicente Lombardo Toledano? No, por supuesto que no. Algo debió suceder que no se vislumbra hoy en absoluto. La necesidad se vuelve virtud, ya se sabe, pero el paso hacia adelante necesita de una mano que, en política, se traduce en conocimiento y talento. Lo dejó dicho Aristóteles: la ciencia de la polis es el arte de lo posible.

Pues bien, siendo así, ¿qué mal nos ha caído encima? Ninguno de los políticos en activo pasaría un examen ante un jurado popular capaz de darle el aprobado.

El diagnóstico es, pues, claro, pero, ¿tendremos que resignarnos a aceptar que quienes valen no se dediquen a la política? Algo se revuelve en la conciencia ante un fatalismo así, pero la generación de hombres como Vicente Lombardo Toledano no tiene por qué justificarse en términos de azar ni de accidente histórico.

Esencia de la naturaleza.

Esencia de la naturaleza.

Vicente Lombardo Toledano

(Fragmento del libro de Vicente Lombardo Toledano ¿Moscú o Pekín? La vía mexicana al socialismo, editado por el Partido Popular Socialista. México, D. F., mayo de 1963. Disponible en Vicente Lombardo Toledano, Obra Histórico-Cronológica. Tomo VI, volumen 11, 1963. CEFPSVLT, 2011.)

La naturaleza es una sola, desde el mundo inorgánico hasta el pensamiento del hombre. Presenta formas múltiples, estados de desarrollo distintos; pero la sustancia de todas las cosas en que se manifiesta, de todos los hechos y fenómenos que la integran, es la misma: la materia, con características cambiantes; pero de igual contenido.
La naturaleza es una sola, desde el mundo inorgánico hasta el pensamiento del hombre. Presenta formas múltiples, estados de desarrollo distintos; pero la sustancia de todas las cosas en que se manifiesta, de todos los hechos y fenómenos que la integran, es la misma: la materia, con características cambiantes; pero de igual contenido.

La naturaleza es una sola, desde el mundo inorgánico hasta el pensamiento del hombre. Presenta formas múltiples, estados de desarrollo distintos; pero la sustancia de todas las cosas en que se manifiesta, de todos los hechos y fenómenos que la integran, es la misma: la materia, con características cambiantes; pero de igual contenido.

La materia es lo único real, la única realidad que existe fuera de la conciencia. Pretender introducir en la búsqueda de la verdad factores diversos por su supuesto origen, equivale a intentar descubrir lo que no existe y a abrir para la razón la puerta de la duda respecto de su capacidad para el conocimiento, el camino de la fantasía o de la intervención de fuerzas sobrenaturales que subordinan al hombre a lo desconocido y lo colocan ante el universo, el mundo y la vida, en la condición de infancia perpetua.

Ante la rica complejidad de la naturaleza, por la variedad de sus manifestaciones, el afán y la necesidad de averiguar su profundo sentido, crearon numerosas ciencias, a la manera de una división del trabajo para el conocimiento de la verdad, en lugar de una sola, de la Ciencia, con mayúscula, que lógicamente corresponde a lo que es indivisible por su propio ser.

Ese artificio dio origen a la teoría de la división de la naturaleza en fenómenos impenetrables entre sí, de hechos aislados los unos de los otros por su contenido, que sólo hallan explicación si se les considera en su individualidad, con un método propio para descubrirla. De este modo, la física tiene su entidad específica, lo mismo que la química, la biología, la sociología, la sicología cada cual con sus leyes particulares, que no corresponden a una ley única que pueda explicar la sustancia indivisible de todo lo que existe.

Es cierto que cada conjunto de hechos posee un carácter inconfundible; pero esto es verdad también respecto de cada hecho dentro de una serie de cosas cualesquiera. Cada caso es único, y en eso estriba la riqueza inconmensurable de la materia. Dividir arbitrariamente los fenómenos para facilitar la investigación es un medio útil; pero convencional y transitorio. Es una operación que no se puede confundir con la naturaleza del objeto del estudio, que rebasa siempre el cuadro limitado de lo artificial.

En la lucha milenaria entablada entre la verdad y el error, la razón se ha hallado siempre a la ofensiva contra la mentira y la ignorancia, y la falsedad en retirada; pero sin ceder sus posiciones. A cada avance del saber, los que postulan la intervención de lo sobrenatural en el seno de la naturaleza, encuentran siempre argumentos para negar la trascendencia de los descubrimientos científicos, a los cuáles sólo otorgan el valor de efectos de la causa que los produce, que es y será, eternamente, según ellos, impenetrable para la razón.

A partir del siglo XVIII, más que en el pasado, el debate entre los idealistas —la conciencia es anterior a la existencia— y los materialistas —la conciencia es resultado de la existencia—, se ha desarrollado con ímpetu, porque el progreso de la ciencia ha ampliado los conocimientos del hombre como nunca. La teoría de la contingencia en las leyes de la naturaleza, que se basa en el carácter irreductible de los fenómenos, ha perdido el significado hipotético que tuvo. La física, limitada por los antiguos al conocimiento del mundo inorgánico, ha contribuido en tal forma a la investigación de la esencia de la naturaleza, especialmente desde el descubrimiento de la energía atómica, que la unidad y la concatenación de los fenómenos en el pequeño cuerpo celeste en que habitamos adquiere una grandiosidad que ni las imaginaciones del pasado concibieron.

La naturaleza es única y está constituida por materia. Por materia aparentemente inerte, porque los cambios que se operan en ella son imperceptibles, lo mismo que por el pensamiento —materia que piensa— no sólo capaz para conocer la realidad, sino también para transformarla. La enorme y maravillosa sinfonía de la naturaleza ha convertido al hombre en un gigante dotado de la facultad de creación consciente, que se transforma cada vez más en el dueño del mundo, y que ha logrado ya salir de la atmósfera que lo aprisiona, para proponerse el conocimiento del cosmos y asegurar el disfrute futuro de su felicidad plena y luminosa.

El modo de la materia

La materia es infinita en sus manifestaciones; pero éstas no se dan para siempre, sino que cambian sin cesar. El modo de la materia es el movimiento.
La materia es infinita en sus manifestaciones; pero éstas no se dan para siempre, sino que cambian sin cesar. El modo de la materia es el movimiento.

La materia es infinita en sus manifestaciones; pero éstas no se dan para siempre, sino que cambian sin cesar. El modo de la materia es el movimiento. No hay materia sin movimiento, ni movimiento sin materia. Este discurrir de la materia es un proceso dialéctico, una evolución que entraña cambios constantes, transformaciones continuas; pero no cuantitativas, como lo afirmaban los materialistas sostenedores del proceso mecánico de las cosas. Los cambios que se operan en el seno de la naturaleza y de todas sus manifestaciones, son cambios cualitativos, pasos de la cantidad a la calidad.

El movimiento de la materia es dialéctico, porque el impulso que lo hace posible se debe a la existencia de fuerzas contrarias, a la oposición de factores que se hallan en perpetuo conflicto, lo mismo en el macrocosmos, en el campo de las grandes magnitudes, que en el microcosmos, en el terreno de las cosas infinitamente pequeñas.

La oposición de los contrarios da lugar a un hecho nuevo, que surge de dos factores opuestos; pero que no es la repetición de ninguno de ellos, sino un hecho distinto que, a su turno, por la contradicción congénita a su ser, da lugar a otro hecho nuevo, en un devenir interminable de cambios cuantitativos a cualitativos.

La unidad esencial de los fenómenos de la naturaleza y el proceso dialéctico de la materia, han hecho posible el conocimiento de las leyes que rigen lo que existe, desde el carácter y la transformación de las galaxias, hasta la evolución de la sociedad humana y sus frutos mayores.

Las leyes naturales

El universo, el mundo y la vida cambian. Se transforman de manera constante; pero no anárquica. La naturaleza y la anarquía son conceptos antitéticos. Todo lo que existe está sujeto a leyes, a normas del ser, a principios inviolables.
El universo, el mundo y la vida cambian. Se transforman de manera constante; pero no anárquica. La naturaleza y la anarquía son conceptos antitéticos. Todo lo que existe está sujeto a leyes, a normas del ser, a principios inviolables.

El universo, el mundo y la vida cambian. Se transforman de manera constante; pero no anárquica. La naturaleza y la anarquía son conceptos antitéticos. Todo lo que existe está sujeto a leyes, a normas del ser, a principios inviolables.

¿Cuáles son las leyes de la naturaleza? ¿Cuántas son? ¿Cómo se han descubierto? ¿Se conocen todas o sólo una parte? Estas y otras interrogaciones no sólo tienen una importancia especulativa, sino práctica también, porque sin el conocimiento de las leyes naturales el hombre no puede utilizarlas para transformar la realidad ni para construir su propia historia.

El conocimiento pasa por diversas etapas. Su base es el dato de los sentidos; pero el hombre no se limita a percibir pasivamente lo que le entregan sus sensaciones. No es un simple receptor, sino un acumulador de sus propias experiencias. El conocimiento que adquiere, por este medio, es importante; pero no el fundamental, porque en él se mezclan cosas de diverso valor, datos fundamentales y superfluos. Es necesario proseguir en el examen de lo conocido por las sensaciones y por la observación de los hechos, para encontrar lo substancial, lo que forma la médula de los fenómenos. El siguiente paso es la generalización de lo esencial en las cosas, la abstracción de lo común en los hechos particulares. Así se llega a la teoría del conocimiento. La verdadera inteligencia humana consiste en saber desentrañar de las cosas concretas la doctrina general de las cosas. Esa es la tarea de las ciencias y, especialmente, el alto valor de la filosofía.

Desechar lo que no es esencial en los hechos, mediante una operación de abstracción, y generalizar lo que es substancial en todos los hechos singulares, conduce al conocimiento de las relaciones internas y de la unidad de los fenómenos.

Los investigadores antiguos daban a la generalización de las particularidades concretas, repetidas en los fenómenos, el carácter de simples instrumentos para el conocimiento, logrados por la vía de la inducción, por el paso de lo particular a lo general, como fruto del razonamiento lógico. No advertían que el pensamiento teórico es el resultado de un proceso complejo que consiste en vincular los datos de la percepción sensible a la actividad práctica del hombre y al examen crítico de esa doble experiencia. Encontrar las relaciones que existen entre los fenómenos como resultado de la práctica, de la observación y de la generalización de lo constante y substancial en las cosas, es descubrir una de las leyes que rigen el proceso de la realidad objetiva, una de las leyes de la naturaleza. Marx las definió como “la conexión interna y necesaria entre las cosas”, y Lenin decía que una ley es “una relación de esencias o entre esencias”, un “fenómeno esencial”.

Las ciencias se ocupan de descubrir los conceptos esenciales correspondientes a los fenómenos particulares que cada una de ellas estudia. La filosofía no está formada así, por generalizaciones de ciertos aspectos del mundo objetivo. Las ideas a las que llega son más generales todavía. Son categorías de lo universal, categorías de la lógica, porque el pensamiento refleja la realidad y expresa los vínculos que existen entre los objetos, estableciendo las ideas generales.

Los pensadores adversarios a la teoría de la unidad esencial de los fenómenos de la naturaleza y de su proceso dialéctico, son enemigos de las generalizaciones científicas y del pensamiento abstracto, porque tienen concepciones místicas del mundo y de la vida humana.

Afirmar que sólo existe lo particular sin lo universal, o que la única realidad es lo universal sin lo particular, es adoptar posiciones falsas. Lo universal y lo particular no son términos opuestos. Lo universal se encuentra en lo singular. Al generalizar lo que es substancial en lo singular, el concepto universal tiene una realidad objetiva. En cierto sentido es más verdadero que el hecho concreto, porque la categoría de la generalización ha captado la esencia de las cosas particulares y no sus aspectos accidentales o de valor secundario.

Mediante el proceso de relación sensorial con el mundo, de acción sobre el medio que lo rodea y de generalización de lo constante en los fenómenos, ha llegado el hombre a saber que existen leyes objetivas, ajenas a él, que rigen todo lo que existe, y que lo que existe se halla en constante desarrollo y movimiento. Esto significa que las leyes naturales no son inmóviles, puesto que se refieren a una realidad cambiante y que, en consecuencia, los conceptos tampoco son permanentes, porque se vinculan y se reemplazan unos a otros, como corresponde a una realidad en transformación continua.

 Vicente Lombardo Toledano, pensador marxista y dirigente político de la clase trabajadora.
Vicente Lombardo Toledano, pensador marxista y dirigente político de la clase trabajadora.

De la misma manera que la realidad no es inmóvil, tampoco son inmóviles las ideas que a la realidad se refieren. Así como las leyes que rigen el universo, el mundo y la vida, conciernen a fenómenos en proceso de cambio, cuando los fenómenos se transforman unos en otros las leyes naturales que los rigen se reemplazan por otras nuevas.

Si la realidad cambia y se transforma, y las leyes que generalizan lo esencial en los hechos que se transforman son substituidas por otras, siguiendo el proceso de la realidad, por no entender dialécticamente este significado de las leyes naturales, de las categorías o de los conceptos, se llega de manera inevitable a una posición lógica inadmisible, que consistiría en aceptar ideas, normas, conceptos o leyes eternas para una realidad en perpetuo cambio, que no operarían porque los hechos que les dieron origen han desaparecido, dando lugar a otros que exigen nuevas generalizaciones, nuevos conceptos, nuevas leyes.

Por eso no se pueden enumerar las leyes naturales como si se tratara de principios eternos, sino descubrirlas, conocerlas, saber cuáles carecen de vigencia y cuáles han sido reemplazadas por otras. Lo único constante, lo que no cambia nunca, es la realidad que se encuentra fuera de la conciencia del hombre, el concepto de perpetuidad de la materia que sin cesar se transforma. Esta afirmación es de una importancia extraordinaria cuando se aplica al caso de la sociedad, porque si es cierto que el hombre es fruto del proceso de la naturaleza, uno de los seres vivientes modernos en el desarrollo del mundo, actúa sobre la naturaleza y la cambia. No de acuerdo con su voluntad o sus deseos, como afirman las diversas ramas de la filosofía idealista, sino utilizando las leyes que rigen el proceso de lo que existe, para emplear sus fuerzas manifiestas y ocultas, activas y potenciales, y aumentar y hacer más eficaz la suya.

Media hora con el conspirador (Entrevista a Vicente Lombardo Toledano)

MEDIA HORA CON EL CONSPIRADOR

(Entrevista a Vicente Lombardo Toledano)

Por Gonzalo Beltrán

Estoy aquí frente al hombre de los cincuenta trajes idénticos a sí mismos, aquellos trajes mandados a luir expresamente de las bocamangas para dar una impresión de pobreza implacable y diamantina. Enfrente del vergonzante propietario de no sé cuántos rascacielos en ésta y otras metrópolis latinoamericanas. Cara a cara del diabólico agente moscovita, a sueldo de la tentacular Internacional Comunista –susto de beatas y congoja de sacristanes–. Ante el ominoso conspirador impenitente que tantas y tan terribles diabluras ha fraguado sobre la diversa y poliforme fisonomía de la superficie y los volúmenes patrios. Delante del mister Jekill autóctono, autor inverosímil, pero cierto, de la erupción del Paricutín, el terremoto de Colima, las suicidas rachas primaverales –tan caras a nuestros camaradas reporteros–, el alud de barro de Tlalpujahua, la incineración de Cazadero, el desbordamiento del Papaloapan y hasta de los entomicidios del pre-atómico Goyito Cárdenas.

Vicente Lombardo Toledano y Gonzalo Beltrán
VLT y Gonzalo Beltrán

A la hora de la cita –las nueve de la mañana– en la Universidad Obrera. Creí que el maestro no había llegado aún. Pero no, allí estaba, como siempre, puntual y responsable.

Porque Lombardo, a pesar de la importancia internacional que ha logrado su personalidad brillante, su actividad sin límite, su talento extraordinario, no se ha hecho presuntuoso, no ha olvidado las viejas y sencillas costumbres que lo caracterizan, los hábitos de trabajador infatigable, entre los que cuentan el de levantarse con el día. A pocos como él podría dárseles para su escudo, el bello lema que parafraseamos. “Jamás la aurora me encontró dormido”.

Maestro –le dije– se me ha hecho el encargo de escribir varios reportajes sobre la industria del petróleo en México, basados en una serie de entrevistas que tendré con directores, obreros, técnicos y administradores de la rama. Como es lógico suponer, los puntos de vista de unos serán diferentes a los de otros, dado el ángulo profesional desde el cual mire cada quien el problema. Deseo, pues, obtener la opinión de usted, en forma general, con el objeto de que me sea fácil el trabajo. Por consiguiente, quiero hacer una serie de preguntas.

– ¡Hágalas, compañero!

– Primera pregunta: ¿En qué difieren, a juicio de usted, los propósitos, los fines de la industria petrolera mexicana, antes y después de la expropiación?

– El petróleo, antes de la expropiación, servía los intereses del extranjero y no los de México. Como usted comprobará personalmente, las principales, casi todas las refinerías, estaban situadas a la orilla del mar y los canales de salida del petróleo y sus derivados corrían en dirección a los puertos marítimos. Esto revela lo que era una realidad patente: nuestra riqueza aceitífera y sus subproductos eran embarcados con rumbo al exterior, desentendiéndose las compañías, concesionarias o propietarias, de los intereses nacionales. Esta circunstancia nos hacía depender de los productos refinados del petróleo de los Estados Unidos, como ocurre con otras materias primas que salen de nuestro territorio para volver después, transformadas. Con la expropiación, comenzó a realizarse un programa completamente diferente que consiste en servir, en primer lugar, a México.

– Tengo la fortuna de conocer a Lombardo, y muy de cerca, desde que yo era un adolescente. Entonces, mi maestro, no había tomado de manera categórica un camino determinado, preciso. Mucho antes de su famosa consigna: “¡El camino está a la izquierda!” expresada en el histórico discurso en el Cine Mundial y con la que galvanizó a la clase obrera y la juventud mexicana, el maestro Lombardo, en la magia de la cátedra o en el paréntesis ocasional de la conversación, siempre tenía emergente, ansiosa, eruptiva, presta a brotar, una o dos palabras que le salían de la sangre: “México”, “Nuestro país”, “Las gentes nuestras”, “La Patria”, pero insurgían sin mancha chauvinista, patriotera.

Han pasado los años –más de los veinte consabidos– y ese amor profundo, de veta, adentrado y acendrado en la entraña, se ha hecho más cuajado y conmovido, en la medida en que el tiempo y la experiencia han puesto en Vicente Lombardo Toledano mayores motivos, mayor conocimiento para comprender, para amar al país; en la medida en que los enemigos de México nacidos en México, viviendo de México, pero vendidos o inclinados a intereses que están contrapuestos al interés de México, lo acusan de traidor.

No tendría nada de sorprendente ese cariño a la patria en un pueblo cuyos componentes, pese a sus miserias superlativas, han sabido amar el áspero suelo nativo y defenderlo, lo mismo en los años 29, 49, 47 y 62 del siglo pasado, como en el 14 del que corre, y que lo ha expresado con dignidad o con belleza, bien en la voz de sus gobernantes, como Juárez, bien en la de sus poetas como López Velarde.

"El petróleo, antes de la expropiación, servía los intereses del extranjero y no los de México"
“El petróleo, antes de la expropiación, servía los intereses del extranjero y no los de México”

Pero la veneración de Lombardo –el internacionalista, el buscador de modernas anfictionías de pueblos, el creador de la CTAL, el que se ha ganado el remoquete de “Continentalísimo”– tiene la hondura del que posee la fe verdadera en su patria, del que conoce los materiales, la mano de obra y los aliados necesarios para hacer una gran nación y del que, teniendo coraje y decisión, se ha puesto a construirla minuto a minuto, sin importarle las calumnias, los chistes burdos, los calificativos injuriosos, la resistencia pasiva de los indiferentes, el apartamiento de los cobardes, la impaciencia de los sectarios y el resquemor de los envidiosos.

– ¿Cómo se puede servir concretamente en la industria del petróleo a México?

– Refinando cada día más materia prima y sus derivados hasta lograr meter en proceso el ciento por ciento de la riqueza aceitífera extraída.

– Pero, ¿cree usted, de veras, que nuestra incipiente industria nacional pudiera absorber una producción de tamaña importancia…?

– No lo creo. Lo aseguro. En la medida en que se aumente el número y la capacidad productiva de las refinerías, en que éstas se sitúen en los principales centros, y se instalen nuevos depósitos y almacenes que hagan llegar combustibles, lubricantes, parafinas y asfaltos a todos los puntos más importantes del suelo patrio, se irá industrializando más y más nuestro México y, concomitantemente el consumo de los refinados será mayor.

– ¿Quiere usted decir con esto, que el desenvolvimiento de la industria petrolera es condición determinante, decisiva, para la erección de la industria nacional?

– No. No se puede hablar de la industrialización de México sino teniendo en manos de la Nación las industrias esenciales; independientes de los centros de producción en manos de particulares, relativas a esta misma industria, el Estado debe crear sus propias fábricas y plantas para superar la producción privada.

– ¿Quiere usted precisar a qué ramas se refiere, categóricamente, cuando habla de industrias esenciales?

– ¡Cómo no! Me refiero a las del Petróleo, la Electricidad, la Química pesada, la del Hierro y el Acero, y la de los Ferrocarriles. Si estas industrias estuvieran o pudieran estar alguna vez más en manos de extranjeros, jamás podría hablarse de la industrialización de México.

– Hay quienes aseguran, maestro, que las industrias –como la del petróleo– que están bajo la dirección del Estado adolecen de graves defectos perjudiciales a la economía del país. En el caso de la del petróleo se han presentado conflictos que, a mi entender, dan consistencia a tales argumentos.

Lombardo Toledano y Lázaro Cárdenas
Lombardo Toledano y Lázaro Cárdenas

– Esos conflictos acusan solamente que se necesita un verdadero plan para la industria petrolera, hecho mancomunadamente por el Estado y los obreros, y al cual deben sujetarse todos sin excepción. Si no existe ese plan, será muy difícil establecer un trabajo eficaz.

Por otra parte, el programa del gobierno mexicano de servir a los intereses de México en primer término, a pesar de que ya hace varios años de la expropiación, todavía tiene enemigos, y una vez terminada la guerra tiene más adversarios que antes. Se trata de que el petróleo vuelva a manos extranjeras o a manos de mexicanos al servicio de intereses extraños al país.

Los argumentos para lograr este propósito son demasiado conocidos: “que el gobierno es mal administrador”, “que los obreros, cuando sirven al Estado, no cumplen su deber”, etc., etc. Tales argumentos no se pueden ya presentar seriamente en ninguna parte del mundo, sobre todo, después de la elocuente experiencia de la guerra. Durante esta se transformó el Estado en productor gigantesco. Los obreros trabajaron con eficacia y dieron rendimientos espontáneos de tal manera que asombró hasta a los propios simpatizantes de la causa obrera.

. . .

En estos momentos llega un compañero nuestro, chaparrito, joven; en el habla, el acento madrileño clavao.

– Ná, licenciao, que me caso y quiero que sea usté el testigo…

– ¡Cómo no, compañero Mayo! ¿Española o mexicana?

– Mexicana, como tié que ser.

– ¿Cuándo va ser eso?

– Pasao mañana.

– Pues iré, muchas gracias. Mayo apunte aquí la dirección…

– Qué va licenciado… No… Yo estaré aquí por usté.

Esta es otra de las características del monstruoso líder, del sempiterno enemigo de todas las instituciones habidas y por haber: cordial, afectuoso sin afectación, pleno de ternura interior. Con una vida personal límpida, impecable, que ya quisieran para mostrarla como suya todos esos simuladores del cristianismo que lo insultan cotidianamente.

. . .

– Conque decíamos, Compañero Beltrán…

– Hablaba usted sobre las industrias en manos del Estado…

– ¡Ah, sí! Es mentira que el Estado y los obreros no cumplan en las organizaciones económicas estatales. Lo que acontece es que hay hombres que fallan personalmente, pero no es culpa del sistema.

– Lombardo quedó un breve momento en silencio. Tal vez, como en la mía, pasaba por su mente la prolongada teoría de incomprensivos, mixtificadores, traidorzuelos, conculcadores, ingratos, venales y ambiciosos que habían obstaculizado la marcha del movimiento obrero desde los tiempos de la CROM hasta los de la CTM.

– Por otra parte –prosiguió Lombardo tras la pausa– hablar de que las empresas del Estado deben volver a manos de particulares en esta época, cuando en Europa se va rápidamente hacia la nacionalización de actividades económicas fundamentales, no sólo es anacrónico, ¡es ridículo! Hay empresas que por el servicio social que prestan no pueden realizare NUNCA en manos de particulares, cuyos recursos, por grandes que se supongan, son limitados y cuando su única preocupación es el lucro.

Para muestra, basta un botón: Ahí tiene usted el caso de las empresas de irrigación que no organizan, que no pueden organizar los particulares sino siempre el Estado.

– Han sido ya muchas las audiencias pedidas. Sé la cantidad de atenciones que requieren los compañeros que vienen de la provincia en busca de Lombardo y los susceptibles que son cuando no se les atiende en un tiempo razonable y me apresuro a despedirme del maestro…

 

Publicado en la revista Futuro, abril de 1946: pp. 38-39.

Negritas en el original.

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