Lombardo y la maquinación de la derecha contra su trascendente iniciativa.

Lombardo y la maquinación de la derecha contra su trascendente iniciativa.

Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.

1965 fue un año en muchos aspectos definitorio del México por venir. En su lucha, las fuerzas partidarias de la cabal liberación del país respecto del imperialismo tomaron iniciativas trascendentes, entre las que destaca poderosamente la que presentó Vicente Lombardo Toledano ante el Constituyente Permanente, para enriquecer la Constitución con un nuevo capítulo en materia económica. En ella, se trazó el camino para la transformación de la estructura material con el fin de generar la necesaria para desarrollar con vigor las fuerzas productivas nacionales, manteniendo incólume la soberanía de México y avanzando hacia la equidad social. Las fuerzas de la reacción y el entreguismo combatieron esta iniciativa por medio de maniobras tortuosas que llenaron de irregularidades el proceso legislativo.

Las triquiñuelas del PRI y el PAN.

Los diputados de las comisiones dictaminadoras, integrantes del PRI y del PAN, habían rehuido un debate franco,
Los diputados de las comisiones dictaminadoras, integrantes del PRI y del PAN, habían rehuido un debate franco,

En primer término, las comisiones dictaminadoras, integradas por esos partidos, jamás informaron al autor ni a ningún miembro de su fracción parlamentaria sobre la celebración de alguna reunión para examinar la iniciativa, a efecto de discutirla en común o para aclarar aspectos de su contenido. Tiempo después, filtraron a la prensa la versión de que ya tenían un dictamen, en que rechazaban la iniciativa, mismo que llevarían en breve al plenario para su discusión y votación definitiva. Ante esa información, el diputado Lombardo solicitó de manera expresa que siendo el autor de la iniciativa, conforme a la normatividad vigente se le entregara una copia de dicho dictamen con el fin de preparar su impugnación.

Fijaron la fecha del lunes 20 de diciembre de 1965 para el debate en el plenario y, sólo 36 horas antes de que se iniciara la sesión, el sábado  por la noche, los responsables de las comisiones cumplieron con la entrega del documento. Pero le proporcionaron a Lombardo un dictamen falso, distinto del que llevarían a la sesión plenaria. Pudiera argüirse que le entregaron un texto preliminar, porque la comisión todavía no tenía el definitivo. No era el caso. La realidad fue que los políticos que estaban al servicio del imperialismo y la burguesía reaccionaria habían urdido una trampa contra Lombardo,[1] como se aclaró después. Sin embargo, el experimentado dirigente supo sortear la triquiñuela, como veremos enseguida.

Los hechos ocurrieron de la siguiente manera: leído que fue el dictamen en la sesión del 20 de diciembre, contra lo que todos esperaban, ni el diputado Lombardo ni otros de su bancada hablarían para impugnarlo. Lombardo lo expresó así desde su curul: “Simplemente para hacer constar que ningún diputado del Partido Popular Socialista hará uso de la palabra en contra del dictamen”, dijo.

Hubo un primer orador quien, en nombre de las comisiones, quiso “dejar precisado el criterio” que contenía el dictamen. (Qué absurdo; ¿acaso los dictaminadores reconocían que su trabajo fue impreciso?) Tocó esa poco honrosa tarea al diputado Miguel Covián Pérez, del PRI. En la tribuna, dijo que la iniciativa rompía el equilibrio normativo de la Constitución y lesionaba algunos de sus principios básicos; que atacaba a las garantías individuales; que poseía graves contradicciones; que violaba los principios de la soberanía estatal y de la autonomía municipal. Finalmente, declaró que no hacía falta modificar la Constitución, porque su texto vigente ya contenía  los postulados económicos más adecuados para la actual etapa del desarrollo económico del país.

Otro diputado más, llamado José Hernández Díaz pasó a la tribuna, vulnerando en este caso el reglamento, porque se dijo que hablaría en pro del dictamen; pero de acuerdo con las normas, sólo procedía que alguien hablara en pro si antes hubiese intervenido algún orador en contra de dicho dictamen, lo que no ocurrió. Como se advierte, seguían las maniobras contrarias a la legalidad legislativa. Su intervención no vale la pena comentarla; careció de contenido, pero estuvo cargada de adjetivos intencionados para ofender y provocar al autor de la iniciativa.

Y le dieron la palabra a un tercer orador del PRI, continuado de esa manera con la violación al reglamento. Se trató del diputado Enrique Ramírez y Ramírez, un hombre preparado y buen polemista que en otro tiempo había militado en el Partido Comunista Mexicano y, más tarde, en el propio Partido Popular Socialista, donde se había distinguido como un firme seguidor de las ideas de Lombardo. Pero el ahora convertido en priísta dijo que quería manifestar “su extrañeza” por el hecho de que la fracción parlamentaria del PPS no impugnara el dictamen, y que pretendía “exhortar” a sus integrantes a cambiar su actitud. Es justo destacar que en su intervención, Ramírez y Ramírez, usó de un lenguaje pulcro y sin injurias, lo que contrastó con su predecesor y compañero de partido.

Vino la votación en que los diputados del PRI y el PAN aprobaron el dictamen, cuya parte resolutiva declaró: “Único. No es de aprobarse la iniciativa de reformas constitucionales propuestas por los diputados del Partido Popular Socialista para adicionar la Carta Fundamental con un capítulo sobre la economía nacional y derogar el artículo 28 en vigor. Archívese el expediente”.

El cúmulo de irregularidades señaladas dejan a la vista estos elementos de juicio:

Primero: Los diputados de las comisiones dictaminadoras, integrantes del PRI y del PAN, al no convocar al autor de la iniciativa, habían rehuido un debate franco, un cotejo de ideas con Lombardo en el seno de las comisiones, que, de darse, hipotéticamente pudiera haber llevado a la coincidencia en algunos aspectos, o, en caso contrario, a la persuasión por alguno de los interlocutores a la contraparte, sobre la justeza de las posiciones y argumentos. De cualquier manera, esto habría propiciado que hubiera un dictamen más maduro, mejor reflexionado, más propio de un trabajo parlamentario serio. Pero en vez de obrar de esa manera, los diputados del PRI y el PAN habían seguido una conducta clandestina en los trabajos previos, y luego, un comportamiento de hechos consumados.

Segundo: Al evadir la entrega oportuna al autor de la iniciativa, del dictamen que presentarían al pleno, y con ello evitar que lo conociera con tiempo para preparar su respuesta –tiempo con el que ellos sí habían contado de manera abundante, en cambio–, dejaban en evidencia que no tenían  intenciones reales de debatir con franqueza y con honestidad intelectual.

Tercero: Por tanto, la insistencia que mostraron en provocar un “debate” en la plenaria, no respondía a la intención de discutir las bondades o las deficiencias de la iniciativa. ¿Qué pretendían entonces? Acaso montaban un teatro que diera la impresión de que habían derrotado en la “discusión” a Lombardo, quien era una figura respetadísima, casi legendaria, por su sabiduría y experiencia. Tal vez sólo querían crear una imagen que, aunque no se correspondiera con la realidad, pudiera tener un manejo de medios que lo difundiera así; y como resultado crear en la opinión pública un ambiente contrario a la iniciativa. Pero nunca tuvieron la honestidad de dar a conocer los fines de su tortuoso proceder. Lo que queda claro es que se trató de una verdadera emboscada, que benefició al imperialismo y sus servidores internos.

Lombardo contraataca:

 Lombardo ideó una táctica correcta para enfrentar la emboscada
Lombardo ideó una táctica correcta para enfrentar la emboscada

Pero Lombardo ideó una táctica correcta para enfrentar la emboscada. Permitió que se leyera el dictamen, hablaran los diputados ya mencionados y se hiciera la votación.

Y hasta después de ésta pidió la palabra “para hechos”, a sabiendas que se trataba de la única figura del reglamento que le permitía subir a la tribuna en ese momento, cuando el proceso legislativo regular estaba formalmente concluido. Aunque también tenía en claro que con esa modalidad sólo podría hablar durante cinco minutos, a menos que por mayoría de votos, la Asamblea en pleno lo autorizara a extenderse más. Y la verdad es que tenía mucho que decir, por lo que, en modo alguno, podría constreñirse a ese brevísimo lapso.

En efecto, su intervención requeriría más tiempo, puesto que tendría cuatro propósitos: 1) Dejar constancia histórica, en el Diario de los Debates, del cúmulo de arbitrariedades e infracciones al reglamento y a la decencia que presidieron este proceso. 2) Dejar evidencia de la justeza histórica y riqueza ideológica de su iniciativa, contrastándola con una doble pequeñez: la argumental del dictamen y de sus adversarios, y la conductual de los dictaminadores. 3) Evitar una discusión estéril y envenenada, que habría devenido en un exacerbamiento, innecesario e inconveniente, de las tensiones entre diversas fuerzas políticas en el seno de la Cámara de Diputados y fuera de ese cuerpo legislativo. 4) Dar nuevos cauces al debate, al trasladarlo a otros foros de mayor amplitud que permitieran elevar el nivel de la conciencia popular sobre el tema. Por eso fue que declinó intervenir él mismo y acordó con sus compañeros diputados del PPS que tampoco participaran como oradores “en contra” del dictamen.

Subiendo a la tribuna, por tanto, solicitó la ampliación del tiempo límite y ésta le fue concedida por la Asamblea sin dudarlo, puesto que había un gran interés por escuchar al Maestro, dada su capacidad, la importancia del asunto, y a la vista de las extrañas condiciones en las que había transcurrido el proceso.

“Lo que voy a decir no tiende, como es fácil suponerlo, a cambiar un poco lo ya realizado. Mi intención consiste en dejar constancia en el Diario de los Debates, solamente, de los motivos de nuestro voto contrario al dictamen. Porque el asunto que se refiere a la economía nacional, al curso del desarrollo histórico de nuestro país, interesa no sólo a los diputados sino al pueblo de México. Y mañana otros tendrán que venir a registrar, a estudiar el Diario de los Debates no sólo en esta materia, sino en otras muchas, para conocer las causas de las resoluciones de la representación del pueblo de México”.[2]

Así inició el diputado Lombardo su exposición; luego dio a conocer las infinitas irregularidades que se desencadenaron en el trabajo de las comisiones a cargo del dictamen, y siguió con su argumentación en estos términos:

“¿Por qué no hemos querido participar en el debate? Porque cuando hay la posibilidad, después de la discusión, de que las comisiones dictaminadoras, recogiendo la opinión que se expresa en la Asamblea, retiren alguna de las partes de su opinión y ésta se enmiende, se enriquezca, el debate es útil; pero cuando yo veo que este dictamen está firmado por el presidente del control político[3] de la mayoría de Cámara de Diputados y por uno de los más importantes representativos del Partido (de) Acción Nacional[4], es inútil la discusión, porque con nuestra palabra no vamos a modificar nada absolutamente, ningún término del dictamen.

“Es muy importante discutir para llegar después del cambio de impresiones a conclusiones generales o unánimes de ser posible, pero cuando no se puede llegar a conclusiones, porque éstas están dadas, sin posibilidad de que se modifiquen, el debate resulta absolutamente inútil”.

Rechazó luego la validez del lenguaje cargado de adjetivos, tendiente a descalificar e injuriar, como era el que se usaba en el dictamen, sobre todo en la versión que le fue entregada. En vez de eso, dijo, “hemos tratado de mantener los debates al nivel de ideas, que son las únicas que pueden servirle al pueblo y a la Nación…” Además, dio una lección de urbanidad parlamentaria al declarar:

“Nos merecen profundo respeto los diputados del Partido Revolucionario Institucional… porque el PRI representa una fuerza muy importante en la vida de México. (…) Nos merece respeto el Partido Acción Nacional, aun cuando no compartamos nunca sus ideas. Nos merece igual respeto el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, con el cual compartimos muchas de sus ideas…”

Enseguida contrastó las interpretaciones falsas que de la misma se hicieron en el dictamen y que agrupó en diecisiete puntos concretos, con las propuestas de la iniciativa. Trayendo a la memoria la lamentable frase final del dictamen, “archívese el expediente”, Lombardo manifestó que “aún el pasado no se puede archivar, porque el pasado tiene también instituciones positivas que forman parte del patrimonio del pueblo. Pero lo que es imposible archivar es el porvenir”.

El jefe de la diputación del PRI envió una vez más a la tribuna al diputado Covián a hablar, con tono ofensivo, de las “argucias” y los “subterfugios” de Lombardo. Quedó evidente que llevaba la consigna de provocar la confrontación más aguda que fuera posible. En esas circunstancias, apenas iniciada tan infortunada intervención, la diputación del Partido Popular Socialista, encabezada por Vicente Lombardo Toledano, optó por retirarse del recinto parlamentario[5], dejando sin destinatario visible las despreciables injurias. Poco antes, casi para concluir su discurso, Lombardo había dicho: “A veces las ideas para madurar necesitan mucho tiempo”. Y también había anunciado que llevaría el debate fuera del recinto parlamentario, en búsqueda de esa maduración de su propuesta.

El debate se trasladó fuera del recinto parlamentario.

Lugar sobresaliente  ocupó la serie de tres conferencias que el destacado intelectual y político marxista dictó con el título general de “Las tesis fundamentales de las constituciones de México”, en la Universidad de Guanajuato en 1966
Lugar sobresaliente ocupó la serie de tres conferencias que el destacado intelectual y político marxista dictó con el título general de “Las tesis fundamentales de las constituciones de México”, en la Universidad de Guanajuato en 1966

Fue así que el dirigente, al frente de su partido, inició una etapa de actividades que incluyeron conferencias en las universidades del país; debates en sindicatos y centrales gremiales; pláticas en los ejidos y en las fábricas; artículos periodísticos; mítines en las plazas públicas; reuniones en los barrios; volantes y carteles, y “pintas” en las bardas, en el marco de todas las subsecuentes campañas electorales.

Lugar sobresaliente dentro de esta amplia e intensa movilización nacional ocupó la serie de tres conferencias que el destacado intelectual y político marxista dictó con el título general de “Las tesis fundamentales de las constituciones de México”, en la Universidad de Guanajuato en 1966.[6] En ellas expuso su concepción teórica acerca del Derecho, como disciplina y superestructura de la sociedad, y de la relación dialéctica entre la Constitución y las fuerzas productivas, además de poner de relieve los aspectos más avanzados de las normas constitucionales que el pueblo de México se había dado.

La idea que los reaccionarios y contrarrevolucionarios quisieron enterrar, se fue extendiendo, ganando adeptos entre figuras destacadas, como el ex presidente Lázaro Cárdenas, el constituyente Heriberto Jara y el político nacionalista Javier Rojo Gómez; también entre intelectuales honrados y distinguidos, como Gastón García Cantú. Todos ellos se manifestaron públicamente a favor de la propuesta de Lombardo. Las agrupaciones de trabajadores del campo y la ciudad, por su lado, también empezaron a externar su opinión sobre la justeza de la iniciativa, y lo siguieron haciendo cada vez con mayor firmeza.

[1] Todos estos hechos fueron denunciados por Vicente Lombardo Toledano en su intervención en la sesión plenaria de la Cámara de Diputados del 20 de diciembre de 1965. Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión de la fecha citada. Todas las intervenciones y textos relacionados con esta sesión, que se citan adelante, se pueden consultar en esta misma fuente.

[2] Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, 20 de diciembre de 1965. Las citas subsecuentes podrán ser consultadas en esta misma fuente, salvo indicación expresa en contrario.

[3] El jefe de control político de la mayoría era el nombre públicamente reconocido, en aquella época, del coordinador del grupo parlamentario del PRI, porque su función, más que coordinar, era, en efecto, controlar políticamente a los diputados de su partido, asegurarse de que acatarían con disciplina las decisiones políticas que se tomaban de manera centralizada, por lo general sin consultarles sus opiniones. En ese momento, esta función la desempeñaba el diputado Alfonso Martínez Domínguez.

[4] Se refiere al diputado Adolfo Christlieb Ibarrola, coordinador del grupo parlamentario del PAN.

[5] La salida del recinto de un grupo parlamentario, que en esa ocasión causó casi una conmoción, luego se habría de volver una práctica habitual, ya sea como un recurso de protesta airada o para afectar el quórum.

[6] Fueron publicadas íntegramente en Vicente Lombardo Toledano, Escritos acerca de las constituciones…, op. cit.

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