Saberes sobre la evolución humana

Por Aura Ponce de León  y Bernardo Yáñez

Para comprender la evolución humana y la historia antigua de nuestra especie, la ciencia examina saberes de muy diverso signo. Se estudian datos geológicos, ambientales, hallazgos fósiles, arqueológicos, hipótesis sobre comportamientos y diversa información adicional con lo cual se hacen interpretaciones para ofrecer estampas de cómo, cuándo y por qué apareció nuestra especie, cuáles son sus características peculiares: conciencia, conducta moral, habilidades tecnológicas, lenguaje, por ejemplo. La manera en que cada interpretación articula estos saberes para presentar ese retrato tiene que ver con formas de razonamiento, prácticas científicas, tradiciones de pensamiento, influencias, énfasis, peso atribuido a las evidencias, intereses científicos e institucionales y muchos otros factores de ámbitos variados.

Cada disciplina va construyendo así aparatos conceptuales, métodos de estudio, modos de aproximación y otros filtros e instrumentos con los que interpreta su objeto de estudio. Conocer el origen e historia de tales instrumentos y saberes nos permite comprender mejor los contextos de discusión en los que se da cada debate o afirmación y con ello comprender mejor el significado de los mismos y su lugar y valor en el océano de información en que vivimos.

Piezas del mes.

En la biblioteca del Centro Lombardo existen numerosos libros relacionados con la conformación del pensamiento y saberes sobre evolución humana. En la Exposición Piezas del Mes de este mes tenemos el gusto de compartir con ustedes una muestra de esa parte del acervo a través de tres libros de la Biblioteca Mexicana de Historia y Filosofía de la Ciencia y la Tecnología.

El lugar de la humanidad en la naturaleza.

El primero de ellos es Debating humankind´s place in nature, 1860-2000: the nature of paleoanthropology, un libro de Richard G. Delisle, investigador de la historia de la ciencia, quien examina el avance del pensamiento sobre evolución humana desde que Thomas H. Huxley se preguntara sobre el lugar del hombre en la naturaleza. Señala: “Este libro argumenta enérgicamente contra cualquier impresión de que el campo de la paleoantropología es un área de investigación del Centro Lombardo no progresiva. Por el contrario, se verá que los paleoantropólogos se las han arreglado para resolver la mayor parte de los problemas primordiales que se han encontrado en la búsqueda por establecer el lugar de la humanidad en la naturaleza. Esto se ha realizado en menos de 150 años” (Delisle, p. 37).

Controversias sobre el registro fósil.

En el segundo texto, The fossil chronicles: how two controversial discoveries changed our view of human evolution, presentamos una reflexión sobre una de las principales fuentes de la constitución del saber dentro de la disciplina: la controversia. En este texto la paleoneuróloga Dean Falk examina el papel que tuvieron dos descubrimientos en ciertos cambios ocurridos dentro de las concepciones disciplinares: el niño de Taung y los restos fósiles de la Isla de Flores, que generaron grandes controversias entre los estudiosos de la evolución humana.

El estudio de los orígenes humanos.

El último texto es Studying human origins: disciplinary history and epistemology, de Raymond Corbey y Wil Roebroeks, quienes estudian aspectos de la historia disciplinar y la epistemología en el estudio de los orígenes humanos. En el Cap. 2 aparece el siguiente comentario del historiador Peter Bowler: “Hay muchos científicos, incluyendo algunos arqueólogos y paleoantropólogos, que desestiman la historia de sus disciplinas como irrelevantes a su trabajo. Como historiador, no necesariamente tengo por qué desafiar esta actitud, estoy interesado en el pasado por sí mismo, porque quiero saber cómo difiere del presente […] Al mismo tiempo, sin embargo, no negaré que algo de la fascinación surge de una convicción de que el pasado influencia el presente. La manera en que hacemos las cosas está modelada en parte por la vida social, cultural y científica del pasado” (P. J. Bowler, en Corbey & Roebroeks, p. 9).

El arte de Roberto Montenegro.

Aguafuerte “La Bruja” – Roberto Montenegro

Presentamos también, del acervo hemerográfico, el aguafuerte La bruja del artista jalisciense Roberto Montenegro. La pieza que exponemos aquí fue publicada en el suplemento número 43 del Órgano de la Confederación Regional Obrera Mexicana. En los primeros años del siglo xx, Montenegro estudió en la Academia de San Carlos en México. Posteriormente, desde 1905 y hasta finales de la segunda década del siglo, vivió y estudió en Madrid, París, México y Mallorca, después de lo cual regresó definitivamente al país. Artista de gran versatilidad, fue pintor, ilustrador, escenógrafo y muralista. Fue también un gran promotor del arte popular. En 1967, un año antes de su muerte, recibió el Premio Nacional de Artes. El Centro Lombardo Toledano colabora con algunas piezas de su acervo hemerográfico en la exposición del Museo del Palacio de Bellas Artes Roberto Montenegro. Expresiones del arte popular mexicano.

Invitamos a nuestros queridos amigos y estimados usuarios a acudir a esta magnífica biblioteca. Su acervo puede consultarse en:  http://200.78.223.179:8292/LOMBARDO

Sobre la biblioteca y las exposiciones de Piezas del Mes, hay información aquí:  https://www.centrolombardo.edu.mx/piezas-del-mes-la-biblioteca-del-centro/

área de investigación del Centro Lombardo y Personal Bibliotecario

Texto: A. Ponce de León y B. Yáñez / Diciembre de 2017 – enero de 2018


Delisle, Richard G., 2007, Debating humankind´s place in nature, 1860-2000: the nature of paleoanthropology, with introductory and concluding essays by Milford H. Wolpoff and Bernard Wood, New Jersey: Pearson Prentice Hall, xvi, 447 p.

Falk, Dean, 2011, The fossil chronicles: how two controversial discoveries changed our view of human evolution, Berkeley: University of California Press, xiv, 259 p.

Corbey, Raymond & Wil Roebroeks, 2001, Studying human origins: disciplinary history and epistemology, Amsterdam: Amsterdam University Press, viii, 174 p.

Montenegro, Roberto, 1928, “La bruja” (lámina) agua fuerte del artista Roberto Montenegro. En: Órgano de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), suplemento no. 43, enero 1º, pág. 49.

Procesos de la Tierra y formación de estratos: geología y pensamiento arqueológico

En la formación de la idea de una arqueología del Paleolítico dentro del pensamiento arqueológico influyeron algunas ideas de la ciencia de finales del siglo XVIII. La geología empezaba a delinear una nueva visión sobre la Tierra en los círculos científicos, que incluía la noción de una gran antigüedad tanto de la Tierra como de la vida en ella. En 1785 James Hutton (1726-1797) había expuesto ante la Royal Society of Edinburgh, a la que pertenecía, sus reflexiones sobre las leyes que gobernaban la conformación de la Tierra. La exposición, en dos sesiones, la habían llevado a cabo su amigo Joseph Black y el propio Hutton. El texto fue publicado por la misma Sociedad en 1788, bajo el título de Theory of the Earth or an Investigation of the Laws observable in the Composition, Dissolution and Restoration of land upon the Globe. Este escrito forma parte del libro central de Hutton, del que fueron publicados dos volúmenes en 1795, Theory of the Earth, with Proofs and Illustrations.

Portada de la publicación Transactions of the Royal Society of Edinburgh, en donde Hutton publicó Theory of the Earth; or an investigation of the laws observable in the composition, dissolution, and restoration of land upon the Globe (1788)
Portada de la publicación Transactions of the Royal Society of Edinburgh, en donde Hutton publicó Theory of the Earth or an investigation of the laws observable in the composition, dissolution, and restoration of land upon the Globe (1788)

En este texto Hutton se proponía llegar a una visión general del mecanismo que regulaba la Tierra. En él, se interesó por comprender cuáles características tenía la Tierra que posibilitaban la existencia de la vida y formuló conceptos para explicar ciertos procesos sucedidos en ella. Expuso que para analizar lo que llamaba el sistema de la Tierra, era necesario analizar las fuerzas operantes en ella pues se conocía poco, más allá de su existencia,  sobre fuerzas poderosas tales como la electricidad, el magnetismo y su calor interno. Se sabía de su existencia, pero nada más. También podían percibirse a diario otras fuerzas y condiciones que operaban en la modificación del planeta: el viento, la lluvia, las pendientes. Todas ellas contribuían a deslavar el suelo y llevarlo hacia el mar, a destruir lentamente la roca firme, a formar el suelo sin el cual no sería posible la vida animal y vegetal[1]. Expresó también que, en lo que se refiere a la presencia del ser humano, no se tenían más datos que la historia escrita, la cual era insuficiente porque se remontaba a muy poco tiempo atrás.

Empero, señalaba, en lo que se refería a otros habitantes de la Tierra, especialmente los del mar, se contaba con restos calcificados de animales que habrían vivido, a juzgar por su naturaleza, hacía larguísimo tiempo. Por ello, se propuso juzgar el tiempo pasado a través de las observaciones que él o sus contemporáneos podían hacer directamente sobre el mundo[2]. En sus palabras:

Examinando las cosas presentes tenemos datos con los cuales razonar respecto de lo que ha sido; y de lo que ha sido actualmente tenemos datos para concluir respecto de lo que sucederá en adelante. Por consiguiente, sobre el supuesto de que las operaciones de la naturaleza son regulares y estables, encontramos en las evidencias naturales medios para concluir que cierta porción de tiempo ha transcurrido necesariamente en la producción de esos eventos de los cuales vemos los efectos. …Es así que al encontrar vestigios de animales marinos de cualquier clase en el cuerpo sólido de nuestra tierra, se forma una historia natural de esos animales que incluye una cierta porción de tiempo; y para averiguar esta porción de tiempo debemos otra vez recurrir a las operaciones regulares de este mundo. Debemos así arribar a datos que indican un periodo que ninguna otra especie de cronología es capaz de remontar[3].

Hutton no aventuró una medida exacta del tiempo que calculaba, pero defendió a lo largo de su texto la noción de que los procesos que habían dado forma a la superficie terrestre habrían sido semejantes en tiempo y en magnitud, a los que en ese momento se podían observar. Se trataba en su mayoría de procesos continuos, constantes, prácticamente imperceptibles; algunos de destrucción y otros de formación química o física de los estratos, formas y superficies terrestres. Sólo ocasionalmente podría admitirse, señalaba, la ocurrencia de fenómenos de tipo catastrófico. De hecho expuso la idea de que el tiempo de existencia de la Tierra era indefinido pues cada nueva formación o modelación de la superficie terrestre debía tener un antecedente, no podía haber surgido de la nada:

Es decir, el mundo que habitamos está compuesto de materiales, no de la tierra que fue predecesora inmediata de la actual, sino de la tierra que, a partir de la actual, consideramos la tercera […] Aquí están tres distintos periodos sucesivos de existencia y cada uno es, en nuestra medida del tiempo, una cosa de duración indefinida[4].

Las ideas de Hutton fueron conocidas como plutonismo, por la importancia que daba a la fuerza que provenía del calor interno de la Tierra[5]. También se identificaron como parte del pensamiento uniformitarista, pues abogaba por la búsqueda de causas uniformes en la modificación terrestre, semejantes a las presentes[6] [7].

Las teorías con las cuales Hutton estaba estableciendo controversia eran varias. Por un lado, estaba la idea de que el diluvio universal había sido la fuerza que diera forma a la superficie terrestre, defendida, entre otros, por Burnet, Woodward y Whiston. Los diluvistas se basaban en el relato bíblico y sus ideas prevalecieron durante los siglos XVII y XVIII y fueron continuadas por los llamados geólogos bíblicos durante la primera mitad del XIX[8]. A la idea de que el diluvio transportó materiales que luego, al retirarse las aguas, se depositaron modificando la estructura original de la Tierra, Hutton oponía la idea de procesos más simples, cotidianos, de arrastre y erosión, por viento o agua, así como procesos de cambio en la Tierra producidos por el calor interno que ésta generaba. Otra teoría con la cual Hutton debatía era el neptunismo, sostenido por Werner en la segunda mitad del siglo XVIII. Werner argüía que originalmente la Tierra era un océano y sus rocas se formaron por precipitación, idea que guardaba algunas semejanzas con la diluvista.

Con el debate de Hutton se sentaron las bases para la ulterior aceptación de la antigüedad de la Tierra y para la incorporación de la estratigrafía como dato relevante en la interpretación de los procesos naturales de la superficie terrestre.

Cuvier, Smith y otros investigadores.

William Smith, geólogo y estratígrafo inglés.
William Smith, geólogo y estratígrafo inglés.

Diversos investigadores vislumbraron durante esta época la importancia de los fósiles como indicadores de cambios a lo largo del tiempo en las capas estratigráficas. A este grupo pertenecieron, entre otros, el naturalista francés Georges Cuvier y el agrimensor inglés William Smith[9]. Cuvier tuvo enorme influencia en el mantenimiento de una visión catastrofista de la formación de los estratos terrestres, catastrofismo al cual se oponía la propuesta uniformitarista de Hutton[10], empero, sus observaciones sobre la formación de estratos tuvieron gran importancia en el estudio de la formación de las capas de la tierra. A William Smith, por su parte, se le reconoce un importante papel precursor en la consolidación de la estratigrafía como disciplina de la geología. Silverberg señala:

En 1791, Smith observó que las rocas estaban dispuestas en capas definidas o estratos. Cada estrato tenía su propio aspecto distintivo y sus propios fósiles especiales, que nunca aparecían en otros niveles. Los estratos de aspecto similar, en muy distantes zonas, tenían fósiles semejantes. De manera que un determinado fósil podía ser la clave de la identidad de un estrato.

Fue el principio del conocimiento de la estructura de la tierra. Cuanto más profundo era el estrato, éste era más antiguo y más viejos eran los fósiles que contenía. Se desarrolló una especie de cronología relativa. Fue posible determinar que un fósil dado era más antiguo o más reciente que otro… aunque nadie tenía ninguna idea real de cuál era la edad real de uno y otro, en años[11].

Como otros, también el texto de Hutton hubo de esperar algunos años para ser situado en algún lugar de relevancia en el pensamiento científico, que en realidad le correspondía. Esto sucedió unos treinta años después, cuando Charles Lyell volvió al tema en sus Principles of Geology, que comentaremos en otra ocasión.

De los geólogos de finales del siglo XVIII y principios del XIX la arqueología recibió algunas concepciones importantes. De Hutton, su primer acercamiento a la idea de una gran antigüedad de la vida en la Tierra y su visión de los procesos que transforman el registro geológico como una serie de procesos continuos, uniformes, sucedidos lentamente a lo largo de miles de años. De Cuvier, naturalista, y de Smith y otros estratígrafos, la idea de que a través del estudio de la sucesión de capas en la tierra y su asociación con distintos tipos de fósiles, podrían determinarse los distintos periodos transcurridos en la historia de la vida.

 Aura Ponce de León, noviembre de 2014.


 

Referencias.

Behrensmeyer, A. K., Kidwell, S. M., y Gastaldo, R. A. (2000), “Taphonomy and paleobiology”, en: Deep Time. Paleobiology’s Perspective, Erwin, D. H. y Wing, S. L., eds., Special volume for the 25th Anniversary of the journal Paleobiology, USA, The Paleontological Society, pp. 103-147.

Hutton, J. (1795), Theory of the Earth. With Proofs and Illustrations. V. I., Edinburgh, Messrs Cadell, Junior and Davies, London; and William Creech, Edinburgh.

Pelayo, F. (1991), Las teorías geológicas y paleontológicas durante el siglo XIX, Madrid, Akal [Historia de la ciencia y de la técnica, No. 40].

Silverberg, R. (1964), El hombre antes de Adán, México, Diana [original: Before Adam, Macrae Smith Company].


 

Notas.

[1] Hutton, 1795: 2-17.

[2] Íbid: 18-20.

[3] Íbid: 19-20.

[4] Íbid: 199-200.

[5] Pelayo, 1991: 11-13 (muy interesante texto sobre las ideas geológicas y paleontológicas del siglo XIX).

[6] Íbidem.

[7] Por su análisis de los distintos fenómenos que modificaban la tierra, Hutton podría ser reconocido como un precursor de la moderna tafonomía, disciplina a la que recurren la arqueología y la paleoantropología para analizar los procesos de configuración del registro arqueológico y paleontológico. Behrensmeyer, Kidwell y Gastaldo (2000: 103), señalan que la tafonomía “fue definida primero por Efremov en 1940 [Efremov, J. A., 1940, “Taphonomy: new branch of paleontology”, Pan american Geologist 74: 81-93] como «el estudio de la transición (en todos sus detalles) de los restos animales de la biosfera a la litosfera»”. También señalan que Behrensmeyer y Kidwell [1985, “Taphonomy’s contributions to paleobiology”, Paleobiology 11: 105-119] caracterizaron a esta disciplina como «el estudio de procesos de preservación y cómo éstos afectan la información en el registro fósil». A mi entender, la tafonomía es un campo general de investigación orientado a entender los procesos por los cuales se forman los registros arqueológico, geológico y paleontológico desde una perspectiva multi y transdisciplinar. Se recurre para ello a muchas subespecialidades de la química, la biología, la geología, la física y otras ciencias.

[8] Pelayo, 1991: 10-11.

[9] Íbid: 14-15

[10] Íbid: 20-22

[11] Silverberg, 1965: 25-26

 


Parte de este texto proviene del libro Arqueología cognitiva presapiens, de la autora, 2005, México, CEFPSVLT.

 

Primatología y antropología en el estudio de la evolución humana

Irven DeVore / 1934 –2014.
In memoriam.

El martes 23 de septiembre de 2014 falleció Irven DeVore, etólogo, antropólogo, gran investigador de la conducta primate, por ejemplo de babuinos y humanos. Profesor de la Universidad de Harvard, de celebrada capacidad docente y conferencista, fue también curador del área de primatología del Peabody Museum of Archaeology and Ethnology de la misma universidad.

Niños del Kalahari
Niños del Kalahari

Irven DeVore fue uno de los pioneros en la investigación de la conducta primate a partir de métodos y perspectivas de la antropología y también lo fue en la realización de trabajos etnográficos con fines comparativos para entender la evolución humana, a través de un proyecto de investigación de largo plazo entre los !Kung San del desierto del Kalahari, uno de los últimos grupos de cazadores recolectores del mundo. Fue motivado y auspiciado en sus trabajos iniciales por su mentor, Sherwood L. Washburn, a quien puede señalarse como uno de los padres de la antropología física moderna; a ellos se deben algunas de las principales líneas de investigación que hoy en día se siguen en el estudio de la evolución humana. En lo que sigue, se describirá brevemente el contexto en el que nacieron esos estudios.

Ernst Mayr señala que la síntesis moderna de la biología, que podría ubicarse entre 1936 y 1950 fue, más que una revolución del conocimiento, la fusión de distintas disciplinas que hasta ese momento se encontraban dispersas, para el establecimiento de un campo. Áreas de la biología que hasta 1936 se habían desarrollado de manera independiente, sobre todo la genética, la sistemática y la paleontología, establecieron un diálogo y un intercambio de información y conocimientos que condujo a sus principales exponentes a la incorporación a sus análisis de conocimientos desarrollados en las otras disciplinas. Mayr describe que hacia 1920 la comunicación entre estos especialistas, cuando se realizaban reuniones, era mínima o inexistente, puesto que prácticamente no compartían enfoques. Se trataba de campos tan separados de conocimiento como si pertenecieran a disciplinas completamente distintas. Sin embargo en pocos años, a partir de que algunos de los científicos naturalistas, principalmente taxónomos y paleontólogos, se adentraran en las complejidades de la genética, se efectuó una unificación. Entre los logros fundamentales que Mayr refiere estuvieron: a) el descarte de teorías que competían con la selección natural, como el neolamarckismo, la ortogénesis y las teorías saltacionistas; b) el reconocimiento de la distinción entre genotipo y fenotipo, c) la incorporación del pensamiento geográfico a la síntesis, con lo que se abordaron los problemas de diversificación de especies, el concepto biológico de especie y la especiación en la macroevolución, d) la incorporación del pensamiento poblacional a la genética, y e) la introducción de un enfoque holístico para la comprensión de la evolución. La evolución para los naturalistas de la síntesis, señala Mayr, consistía en un conjunto de procesos de los que había que estudiar muchos aspectos: genes, órganos, relaciones, conductas, entre otros, y ello en distintos niveles, por ejemplo en el nivel individual y el poblacional. Era este el panorama que la biología en su conjunto presentaba a los científicos a mediados del siglo pasado. [1]

En 1951 Sherwood L. Washburn, entonces profesor de la Universidad de Chicago, publicó un interesante texto en el que reflexionó sobre la antropología física como un caso particular del estudio de la evolución. En “The New Physical Anthropology” mostró que el objeto de estudio de la antropología física era, en ese momento, la comparación de lo que podrían considerarse productos o resultados de la evolución y no, como quizá debería y podría ser, el análisis de los procesos ocurridos. Así, la antropología física se dedicaba a describir, tomar medidas, hacer estadísticas, clasificar. Tomaba como objetos de estudio temas considerados vigentes en ese tiempo, tales como las razas, el crecimiento, los criminales, los tipos constitucionales. Tal orientación de la antropología física, concluía Washburn, debía cambiar: el objeto de estudio debía ser la búsqueda de la comprensión de los mecanismos del cambio evolutivo. ¿Cuáles habían sido, por ejemplo, los procesos de selección que tuvieron como resultado a la especie humana? Se sabe, señalaba, que la modificación de las frecuencias genéticas “resulta en evolución […] pero la selección del fenotipo, la adaptación de los animales a su ambiente, es la causa primaria de alteración en sus frecuencias genéticas” [2]. Por tanto, llegaba a la conclusión de que lo que había que estudiar eran aquellos elementos que podría conjeturarse que se habían seleccionado.

Propuso entonces que para comprender el cuerpo humano como conjunto habían de considerarse los tres “complejos funcionales” [3] de que se componía, que probablemente habían evolucionado de forma separada: a) el cráneo y el cerebro, b) el tórax y los brazos, y c) la pelvis y las piernas. Para entender la evolución de cada complejo funcional había que empezar por identificarlo y describir sus variaciones posibles y tratar de descubrir cuál era el soporte genético de estas variaciones. Para sopesar debidamente el valor de la información que nos proporcionan los fósiles, había que comparar esos hallazgos con lo que sabemos de primates vivos, entre los que se encuentran grandes diferencias incluso al interior de la especie. Un fósil puede con facilidad conducir a confusiones, pensaba, pues en muchas ocasiones no es claro si se trata de un macho y una hembra de una misma especie, o dos miembros de distintas especies, o miembros de distintos rangos de edad dentro de una misma especie. Puesto que estas confusiones pueden encontrarse en el estudio de primates vivos, con mayor razón era posible el error cuando se trataba con fósiles [4], que podemos considerar muestras incompletas de piezas no necesariamente diagnósticas.

Washburn proponía, pues, utilizar distintos conjuntos de información, provenientes de distintas disciplinas y de distintas metodologías de análisis para producir hipótesis o conjeturas sobre los caminos que había tomado la evolución humana. Señalaba: “El cambio es esencialmente de énfasis. Si la Antropología Física tradicional era 80 por ciento mediciones y 20 por ciento se dedicaba a la herencia, al proceso, a la anatomía, entonces en la nueva Antropología física las proporciones deben ser aproximadamente las contrarias”. [5]

El estudio de los primates.

En “The Analysis of Primate Evolution with Particular Reference to the Origin of Man” [6], Washburn amplía su crítica a los enfoques tradicionales –“la tradición descriptiva”, le llamaba. Si el problema era cómo había de estudiarse la evolución humana, entonces había que estudiar la evolución primate. El campo de la paleontología humana estaba sumergido en un estado de confusión y de grandes discrepancias. Había una abundancia artificial de especies propuestas a partir de pocas piezas fósiles y no se proponían vínculos entre estos especímenes y una explicación evolutiva general en su conjunto. El trabajo estaba orientado a describir los datos que se suponía eran relevantes, por ejemplo capacidad craneal, sexo, parte del organismo al que pertenecía, probable pertenencia a una especie, entre otros datos, sin enmarcarlos en una interpretación general de los procesos evolutivos. Predominaba la anatomía comparativa, de la que no necesariamente podían obtenerse conclusiones confiables, y la tipología de los restos fósiles.

Entender al humano como miembro del orden Primates implicaba tratar de identificar cuáles fueron los principales procesos adaptativos que condujeron a su aparición a partir de la aparición del orden. Para Washburn, en los grandes grupos taxonómicos de los primates podían identificarse esas radiaciones. La primera, que separó al orden de otros mamíferos, fue la adquisición de una capacidad de asimiento en las extremidades, principalmente en los miembros anteriores. Esta radiación está representada por los lemures que, pese a ser tan distantes filogenéticamente del hombre pertenecen al orden pues conservan esta especialización. La siguiente fue un desplazamiento de la dominancia del sentido del olfato al sentido de la vista, representada taxonómicamente por los monos. Humanos, antropoides y monos, compartimos esa dominancia de sentido. La tercera fue una adaptación a la locomoción braquiadora, representada por los simios, y presente tanto en ellos como en el hombre, si bien subutilizada, aunque debe señalarse que algunos monos también poseen este rasgo, y, por último, el bipedismo o bipedalismo, una adaptación homínida y prácticamente humana si se considera en su forma más acabada. Ya dentro del linaje humano otros rasgos específicamente nuestros, como el gran cerebro, fueron favorecidos por la selección natural. [7]

Así pues, la idea de acudir a datos provenientes del orden Primates para comprender la hominización fue fortaleciéndose.

A finales de los años cincuenta Washburn gestionó fondos para la investigación de primates en libertad e invitó a sus alumnos Irven DeVore y Phillys Jay, a iniciar trabajos de investigación. Así, DeVore inicia un trabajo pionero con babuinos en el Parque Nacional de Amboseli en Kenya y Phillys Jay (posteriormente Phyllis Jay Dolhinow) se orienta a trabajar langures en la India. Como resultado de este trabajo, DeVore estableció rutas novedosas para estudiar la conducta primate que se han continuado por largo tiempo. Documentó audiovisual y fotográficamente su trabajo, de lo cual surgió un filme premiado, Baboon Behaviour, en1963. Él y Washburn escribieron “The Social Life of Baboons” (1961), un artículo que impulsó muchas investigaciones y al que siguieron muchas otras publicaciones. En este artículo propusieron el que llegó a conocerse como el “modelo babuino” de la evolución humana –el inicio de la aparición de numerosos modelos. Ya desde ese estudio se conceptualizan diversos fenómenos que aún hoy en día se utilizan de forma amplia en la primatología, por ejemplo el papel del grupo como protector, el establecimiento de grupos masculinos, la dominancia, los lazos sociales, todo ello en una perspectiva evolutiva, es decir, ponderando el valor adaptativo de cada conducta. En otro artículo abordaremos los interesantes estudios que DeVore, junto con Richard Lee, impulsaron entre los !Kung San del Kalahari.

Aura Ponce de León, octubre de 2014.


Notas.

[1] Mayr, 1992: 142-149.

[2] Washburn, 1951a.

[3] El concepto de “complejos funcionales” debe haber sido tomado por Washburn de W. Le Gros Clark, quien lo utilizó en sus estudios sobre fósiles humanos. Le Gros Clark fue su profesor en un curso que tomó en Inglaterra durante su etapa de doctorado que fue de gran influencia en su formación.

[4] Washburn, 1951a.

[5] Íbidem, p. 303).

[6] 1951b.

[7] (Washburn, 1951b, 1963.


Referencias.

Howell, C. (s/f) Sherwood Larned Washburn, Biographical Memoirs, National Academy of Sciencies, USA.

Mayr, E. (1992) Una larga controversia. Darwin y el darwinismo, Barcelona, Crítica [original: One Long Argument. Charles Darwin and the Genesis of Modern Evolutionary Thought, Cambridge, Mass., Harvard University Press].

Washburn, S. L. (1951a) “The New Physical Anthropology”, en: Transactions of the New York Academy of Sciences, Series II, Vol. 13, No. 7, pp. 298-304, mayo.

(1951b) “The Analysis of Primate Evolution with Particular Reference to the Origin of Man”, en: Strum, S. C., Lindburg, D. G. y Hamburg, D. (eds) (1999) The New Physical Anthropology. Science, Humanism, and Critical Reflection, New Jersey, Prentice Hall, pp. 7-17, [original: (1951) The Cold Spring Harbor Symposia on Quantitative Biology, 15: 67-78].

(1963) “Behavior and Human Evolution”, en: Strum, S. C., Lindburg, D. G. y Hamburg, D. (eds) (1999) The New Physical Anthropology. Science, Humanism, and Critical Reflection, New Jersey, Prentice Hall pp. 261-269, [original: Washburn, S. L., (ed.) (1963), Classification and Human Evolution, New York, Wenner Gren, Viking Fund Publications in Anthropology, pp. 190-203].

(1973) “The promise of primatology”, en: American Journal of Physical Anthropology, Vol. 38, no. 2, marzo, pp. 177-182.

(1983) “Evolution of a Teacher”, en: Annual Review of Anthropology 12, pp. 1-24.


Parte de la información de este texto proviene del artículo “El aporte de Sherwood L. Washburn al pensamiento paleoantropológico moderno”, de la autora, publicado en: El saber filosófico. Sociedad y ciencia, Vol. II, 2007, Martínez Contreras J. & A. Ponce de León, coords., México, Siglo XXI Editores – Asociación Filosófica de México, A.C., pp. 473-480.

  • Imagen de “Niños del Kalahari”, por Sara Atkins albergada en wikipedia.
  • Imagen de babuinos, Aura Ponce de León, 2005.

Los inicios de la arqueología del Paleolítico

Archæology forms, in fact, the link
between geology and history.
John Lubbock, Pre-Historic Times, 1865.

Primeros pasos.

Capas Estratigráficas. Garganta de Olduvai, Tanzania.
Capas Estratigráficas. Garganta de Olduvai, Tanzania.

La configuración de la arqueología como una disciplina científica, dotada de un objeto de investigación, de técnicas de recolección de información y de principios metodológicos con los cuales relacionar datos empíricos con conclusiones se llevó a cabo, al igual que en otras disciplinas de las humanidades, durante la segunda mitad del siglo XIX. La arqueología recibió especial impulso gracias a los desarrollos teóricos de la geología que va de fines del siglo XVIII a mediados del XIX, en particular de la estratigrafía, y posteriormente a partir de 1859, gracias a la revolución conceptual que en biología supuso la aparición de El origen de las especies.

Durante los setenta o cien años anteriores al histórico texto de Darwin, se habían registrado hallazgos aquí y allá, que habían ido contribuyendo a la formación del cuerpo de ideas e información que ulteriormente daría fundamentos a esta disciplina, aunque la aceptación de muchos de estos conceptos tuvo que esperar a su vez a la admisión de la gran antigüedad humana, que sólo cristalizó, o fue relativamente aceptada, en esa segunda mitad del siglo XIX.

El supuesto básico de la arqueología es que el pasado humano puede conocerse a través de sus huellas materiales. O, más modestamente, que ciertos aspectos del pasado humano pueden conocerse de tal manera. Esta clase de indagación se remonta a épocas muy antiguas: hace más de 2500 años ya había personajes que se interesaban por comprender el origen y significado de los vestigios de gran antigüedad que por diversas situaciones llegaban a sus manos. Por ejemplo, se sabe que Nabónides, último rey de Babilonia (gobernó entre 556 y 539 a.C.), encontró restos de una dinastía ancestral a él, probablemente del rey Hammurabi, quien gobernó entre 1792 y 1750 a.C. y los mandó a desmontar con el objeto de investigar más acerca de ellos y averiguar qué tenían que decir[1].

Este espíritu indagador está emparentado con el de diversos estudiosos de la historia que desde los antiguos griegos hasta el presente han reconstruido por diversas vías la historia humana. La diferencia entre unos y otros estriba en que los primeros se han inclinado por interpretarla a partir de los objetos, restos materiales de diverso tipo y contextos, mientras que los segundos ha privilegiado los relatos, ya sean orales o escritos.

Así pues, por muchos siglos han existido en las diversas culturas los estudiosos y coleccionistas de antigüedades, así como los narradores de historias antiguas. Ambos, pero principalmente los primeros, son antecesores de los modernos arqueólogos.

Los anticuarios y los coleccionistas de la Europa que va del siglo XVI a mediados del siglo XVIII, habían desarrollado un gusto y un conocimiento por los objetos de la antigüedad clásica que llegaban a ellos y con los cuales comerciaban. Un grupo de ellos fundó en 1707[2] la Sociedad de Anticuarios de Londres (The Society of Antiquaries of London), e inició en 1770 la edición de la revista Archaeologia, en la cual se publicaron artículos relacionados con colecciones y hallazgos de objetos antiguos. El estudio que realizaba esta Sociedad, así como sus publicaciones, se orientaban al análisis y discusión de aquellos objetos y colecciones que suministraban información acerca de las grandes culturas de la antigüedad reconocidas entonces: Grecia, Roma, Egipto, Persia, Babilonia. Se abordaban también, aunque en menor grado, otros temas de interés, reflejando así la diversidad de inquietudes de los estudiosos del pasado humano. Pero el énfasis principal de ésta época estaba en la investigación de la antigüedad clásica. La etapa más antigua de la humanidad, que hoy llamamos Paleolítico, apenas se vislumbraba.

John Frere.

John Lubbock (1834 - 1913)
John Lubbock (1834 – 1913)

Con la palabra Paleolítico —con sus fases inferior, medio y superior— se designa al periodo más largo de la historia humana, que abarca desde los orígenes de la humanidad hasta la aparición de la agricultura. En otro artículo hemos señalado cómo John Lubbock definió este periodo como el más antiguo de la humanidad, la Antigua Edad de la Piedra o Edad de la Piedra Antigua.

La rama de la arqueología que se especializó ulteriormente en el Paleolítico, reconoce como uno de los momentos fundacionales de su historia la publicación que se hizo, en 1800, de la carta que el inglés John Frere (1740-1802) envió el 22 de junio de 1797 al Rev. John Brand, secretario de la Sociedad[3].

El escrito fue titulado “Account of Flint Weapons Discovered at Hoxne in Suffolk[4]. En su carta, Frere exponía al reverendo Brand el hallazgo de una serie de armas en el condado de Suffolk y sostenía la idea de que, con base en los datos de que disponía, la evidencia sugería que tales armas habían sido fabricadas en épocas muy remotas. Especulaba incluso que tales épocas rebasarían los periodos históricos reconocidos, remontándolas a una época “más allá del mundo actual”. Su idea se fundamentaba en la posición estratigráfica de los materiales que describió: se habían encontrado en estratos muy antiguos, con evidencias de cambios geológicos importantes.

Frere había obtenido información de que en el mismo lugar se habían encontrado vestigios semejantes, pero asociados a restos de fauna desconocida, lo que confirmaba sus especulaciones.

La carta contenía una serie de ideas germinales que posteriormente resultaron fundamentales para la arqueología, especialmente el énfasis en la descripción de la posición estratigráfica de los restos, la percepción de esta clase de restos líticos como elementos culturales y la relevancia otorgada a su asociación con fauna de otra época.

Recuérdese que Frere vivía en una época en la que prevalecía en muchos sectores la idea lanzada desde más de un siglo antes, en 1650, por el arzobispo Ussher: el ser humano había aparecido en la tierra 4004 años a.C. El clérigo había llegado a este dato a través de un análisis detallado de las genealogías del Antiguo y el Nuevo Testamento y su idea estaba ampliamente extendida y ejercía influencia en grandes sectores de la población.

Frere, no obstante, se atrevió a aventurar en su misiva la idea de que podría haber existido una época anterior a ésta, en la que otros hombres habrían poblado la tierra y elaborado útiles. Señala: “La situación en la cual estas armas fueron encontradas puede tentarnos a referirlas a un periodo en verdad muy remoto, incluso más allá del mundo actual”[5]. Consideró como relevante para su análisis tanto la posición estratigráfica como el contexto en que se encontraban los restos, esto último principalmente a través de las asociaciones de fauna que podía establecer y de las características geomorfológicas que configuraban el sitio.

Su exposición, desafortunadamente, no recibió apoyo. El texto, escrito en 1797 y publicado en 1800, no tuvo mayor repercusión. Fue reconocido como texto precursor sólo sesenta años después, cuando los estudiosos ingleses Joseph Prestwich y John Evans se vieron incentivados por la publicación de El origen de las especies y su consecuente debate y decidieron revisar las pruebas que Frere, en Inglaterra, así como Boucher de Perthes, en Francia, habían expuesto años atrás sobre la asociación de instrumentos líticos con fauna extinta. En otro artículo comentaremos la carta de Frere.

Aura Ponce de León, septiembre de 2014.


Notas.

[1] Schnapp, A (1997), “Orígenes de la Arqueología”, ponencia presentada en el Simposio sobre arqueología Europea realizado en el Museo Nacional de Antropología de México, D.F., en diciembre de 1997.

[2] Como lo indica la propia sociedad: http://www.sal.org.uk/about-us/ (texto consultado en 2014), su Royal Charter es de 1751.

[3] Frere, 1800, en el volumen XIII de la revista Archaeologia, The Society of Antiquaries of London.

[4] Frere, 1800.

[5] (Frere, 1800).


Parte de este texto proviene del libro Arqueología cognitiva presapiens, 2005, CEFPSVLT.

  • Imagen de John Lubbock albergada en wikipedia.
  • Imagen de Capas estratigráficas: Garganta de Olduvai, Tanzania, Aura Ponce de León.
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