Esencia de la naturaleza.

Portada definitiva

Esencia de la naturaleza.

Vicente Lombardo Toledano

(Fragmento del libro de Vicente Lombardo Toledano ¿Moscú o Pekín? La vía mexicana al socialismo, editado por el Partido Popular Socialista. México, D. F., mayo de 1963. Disponible en Vicente Lombardo Toledano, Obra Histórico-Cronológica. Tomo VI, volumen 11, 1963. CEFPSVLT, 2011.)

La naturaleza es una sola, desde el mundo inorgánico hasta el pensamiento del hombre. Presenta formas múltiples, estados de desarrollo distintos; pero la sustancia de todas las cosas en que se manifiesta, de todos los hechos y fenómenos que la integran, es la misma: la materia, con características cambiantes; pero de igual contenido.
La naturaleza es una sola, desde el mundo inorgánico hasta el pensamiento del hombre. Presenta formas múltiples, estados de desarrollo distintos; pero la sustancia de todas las cosas en que se manifiesta, de todos los hechos y fenómenos que la integran, es la misma: la materia, con características cambiantes; pero de igual contenido.

La naturaleza es una sola, desde el mundo inorgánico hasta el pensamiento del hombre. Presenta formas múltiples, estados de desarrollo distintos; pero la sustancia de todas las cosas en que se manifiesta, de todos los hechos y fenómenos que la integran, es la misma: la materia, con características cambiantes; pero de igual contenido.

La materia es lo único real, la única realidad que existe fuera de la conciencia. Pretender introducir en la búsqueda de la verdad factores diversos por su supuesto origen, equivale a intentar descubrir lo que no existe y a abrir para la razón la puerta de la duda respecto de su capacidad para el conocimiento, el camino de la fantasía o de la intervención de fuerzas sobrenaturales que subordinan al hombre a lo desconocido y lo colocan ante el universo, el mundo y la vida, en la condición de infancia perpetua.

Ante la rica complejidad de la naturaleza, por la variedad de sus manifestaciones, el afán y la necesidad de averiguar su profundo sentido, crearon numerosas ciencias, a la manera de una división del trabajo para el conocimiento de la verdad, en lugar de una sola, de la Ciencia, con mayúscula, que lógicamente corresponde a lo que es indivisible por su propio ser.

Ese artificio dio origen a la teoría de la división de la naturaleza en fenómenos impenetrables entre sí, de hechos aislados los unos de los otros por su contenido, que sólo hallan explicación si se les considera en su individualidad, con un método propio para descubrirla. De este modo, la física tiene su entidad específica, lo mismo que la química, la biología, la sociología, la sicología cada cual con sus leyes particulares, que no corresponden a una ley única que pueda explicar la sustancia indivisible de todo lo que existe.

Es cierto que cada conjunto de hechos posee un carácter inconfundible; pero esto es verdad también respecto de cada hecho dentro de una serie de cosas cualesquiera. Cada caso es único, y en eso estriba la riqueza inconmensurable de la materia. Dividir arbitrariamente los fenómenos para facilitar la investigación es un medio útil; pero convencional y transitorio. Es una operación que no se puede confundir con la naturaleza del objeto del estudio, que rebasa siempre el cuadro limitado de lo artificial.

En la lucha milenaria entablada entre la verdad y el error, la razón se ha hallado siempre a la ofensiva contra la mentira y la ignorancia, y la falsedad en retirada; pero sin ceder sus posiciones. A cada avance del saber, los que postulan la intervención de lo sobrenatural en el seno de la naturaleza, encuentran siempre argumentos para negar la trascendencia de los descubrimientos científicos, a los cuáles sólo otorgan el valor de efectos de la causa que los produce, que es y será, eternamente, según ellos, impenetrable para la razón.

A partir del siglo XVIII, más que en el pasado, el debate entre los idealistas —la conciencia es anterior a la existencia— y los materialistas —la conciencia es resultado de la existencia—, se ha desarrollado con ímpetu, porque el progreso de la ciencia ha ampliado los conocimientos del hombre como nunca. La teoría de la contingencia en las leyes de la naturaleza, que se basa en el carácter irreductible de los fenómenos, ha perdido el significado hipotético que tuvo. La física, limitada por los antiguos al conocimiento del mundo inorgánico, ha contribuido en tal forma a la investigación de la esencia de la naturaleza, especialmente desde el descubrimiento de la energía atómica, que la unidad y la concatenación de los fenómenos en el pequeño cuerpo celeste en que habitamos adquiere una grandiosidad que ni las imaginaciones del pasado concibieron.

La naturaleza es única y está constituida por materia. Por materia aparentemente inerte, porque los cambios que se operan en ella son imperceptibles, lo mismo que por el pensamiento —materia que piensa— no sólo capaz para conocer la realidad, sino también para transformarla. La enorme y maravillosa sinfonía de la naturaleza ha convertido al hombre en un gigante dotado de la facultad de creación consciente, que se transforma cada vez más en el dueño del mundo, y que ha logrado ya salir de la atmósfera que lo aprisiona, para proponerse el conocimiento del cosmos y asegurar el disfrute futuro de su felicidad plena y luminosa.

El modo de la materia

La materia es infinita en sus manifestaciones; pero éstas no se dan para siempre, sino que cambian sin cesar. El modo de la materia es el movimiento.
La materia es infinita en sus manifestaciones; pero éstas no se dan para siempre, sino que cambian sin cesar. El modo de la materia es el movimiento.

La materia es infinita en sus manifestaciones; pero éstas no se dan para siempre, sino que cambian sin cesar. El modo de la materia es el movimiento. No hay materia sin movimiento, ni movimiento sin materia. Este discurrir de la materia es un proceso dialéctico, una evolución que entraña cambios constantes, transformaciones continuas; pero no cuantitativas, como lo afirmaban los materialistas sostenedores del proceso mecánico de las cosas. Los cambios que se operan en el seno de la naturaleza y de todas sus manifestaciones, son cambios cualitativos, pasos de la cantidad a la calidad.

El movimiento de la materia es dialéctico, porque el impulso que lo hace posible se debe a la existencia de fuerzas contrarias, a la oposición de factores que se hallan en perpetuo conflicto, lo mismo en el macrocosmos, en el campo de las grandes magnitudes, que en el microcosmos, en el terreno de las cosas infinitamente pequeñas.

La oposición de los contrarios da lugar a un hecho nuevo, que surge de dos factores opuestos; pero que no es la repetición de ninguno de ellos, sino un hecho distinto que, a su turno, por la contradicción congénita a su ser, da lugar a otro hecho nuevo, en un devenir interminable de cambios cuantitativos a cualitativos.

La unidad esencial de los fenómenos de la naturaleza y el proceso dialéctico de la materia, han hecho posible el conocimiento de las leyes que rigen lo que existe, desde el carácter y la transformación de las galaxias, hasta la evolución de la sociedad humana y sus frutos mayores.

Las leyes naturales

El universo, el mundo y la vida cambian. Se transforman de manera constante; pero no anárquica. La naturaleza y la anarquía son conceptos antitéticos. Todo lo que existe está sujeto a leyes, a normas del ser, a principios inviolables.
El universo, el mundo y la vida cambian. Se transforman de manera constante; pero no anárquica. La naturaleza y la anarquía son conceptos antitéticos. Todo lo que existe está sujeto a leyes, a normas del ser, a principios inviolables.

El universo, el mundo y la vida cambian. Se transforman de manera constante; pero no anárquica. La naturaleza y la anarquía son conceptos antitéticos. Todo lo que existe está sujeto a leyes, a normas del ser, a principios inviolables.

¿Cuáles son las leyes de la naturaleza? ¿Cuántas son? ¿Cómo se han descubierto? ¿Se conocen todas o sólo una parte? Estas y otras interrogaciones no sólo tienen una importancia especulativa, sino práctica también, porque sin el conocimiento de las leyes naturales el hombre no puede utilizarlas para transformar la realidad ni para construir su propia historia.

El conocimiento pasa por diversas etapas. Su base es el dato de los sentidos; pero el hombre no se limita a percibir pasivamente lo que le entregan sus sensaciones. No es un simple receptor, sino un acumulador de sus propias experiencias. El conocimiento que adquiere, por este medio, es importante; pero no el fundamental, porque en él se mezclan cosas de diverso valor, datos fundamentales y superfluos. Es necesario proseguir en el examen de lo conocido por las sensaciones y por la observación de los hechos, para encontrar lo substancial, lo que forma la médula de los fenómenos. El siguiente paso es la generalización de lo esencial en las cosas, la abstracción de lo común en los hechos particulares. Así se llega a la teoría del conocimiento. La verdadera inteligencia humana consiste en saber desentrañar de las cosas concretas la doctrina general de las cosas. Esa es la tarea de las ciencias y, especialmente, el alto valor de la filosofía.

Desechar lo que no es esencial en los hechos, mediante una operación de abstracción, y generalizar lo que es substancial en todos los hechos singulares, conduce al conocimiento de las relaciones internas y de la unidad de los fenómenos.

Los investigadores antiguos daban a la generalización de las particularidades concretas, repetidas en los fenómenos, el carácter de simples instrumentos para el conocimiento, logrados por la vía de la inducción, por el paso de lo particular a lo general, como fruto del razonamiento lógico. No advertían que el pensamiento teórico es el resultado de un proceso complejo que consiste en vincular los datos de la percepción sensible a la actividad práctica del hombre y al examen crítico de esa doble experiencia. Encontrar las relaciones que existen entre los fenómenos como resultado de la práctica, de la observación y de la generalización de lo constante y substancial en las cosas, es descubrir una de las leyes que rigen el proceso de la realidad objetiva, una de las leyes de la naturaleza. Marx las definió como “la conexión interna y necesaria entre las cosas”, y Lenin decía que una ley es “una relación de esencias o entre esencias”, un “fenómeno esencial”.

Las ciencias se ocupan de descubrir los conceptos esenciales correspondientes a los fenómenos particulares que cada una de ellas estudia. La filosofía no está formada así, por generalizaciones de ciertos aspectos del mundo objetivo. Las ideas a las que llega son más generales todavía. Son categorías de lo universal, categorías de la lógica, porque el pensamiento refleja la realidad y expresa los vínculos que existen entre los objetos, estableciendo las ideas generales.

Los pensadores adversarios a la teoría de la unidad esencial de los fenómenos de la naturaleza y de su proceso dialéctico, son enemigos de las generalizaciones científicas y del pensamiento abstracto, porque tienen concepciones místicas del mundo y de la vida humana.

Afirmar que sólo existe lo particular sin lo universal, o que la única realidad es lo universal sin lo particular, es adoptar posiciones falsas. Lo universal y lo particular no son términos opuestos. Lo universal se encuentra en lo singular. Al generalizar lo que es substancial en lo singular, el concepto universal tiene una realidad objetiva. En cierto sentido es más verdadero que el hecho concreto, porque la categoría de la generalización ha captado la esencia de las cosas particulares y no sus aspectos accidentales o de valor secundario.

Mediante el proceso de relación sensorial con el mundo, de acción sobre el medio que lo rodea y de generalización de lo constante en los fenómenos, ha llegado el hombre a saber que existen leyes objetivas, ajenas a él, que rigen todo lo que existe, y que lo que existe se halla en constante desarrollo y movimiento. Esto significa que las leyes naturales no son inmóviles, puesto que se refieren a una realidad cambiante y que, en consecuencia, los conceptos tampoco son permanentes, porque se vinculan y se reemplazan unos a otros, como corresponde a una realidad en transformación continua.

 Vicente Lombardo Toledano, pensador marxista y dirigente político de la clase trabajadora.
Vicente Lombardo Toledano, pensador marxista y dirigente político de la clase trabajadora.

De la misma manera que la realidad no es inmóvil, tampoco son inmóviles las ideas que a la realidad se refieren. Así como las leyes que rigen el universo, el mundo y la vida, conciernen a fenómenos en proceso de cambio, cuando los fenómenos se transforman unos en otros las leyes naturales que los rigen se reemplazan por otras nuevas.

Si la realidad cambia y se transforma, y las leyes que generalizan lo esencial en los hechos que se transforman son substituidas por otras, siguiendo el proceso de la realidad, por no entender dialécticamente este significado de las leyes naturales, de las categorías o de los conceptos, se llega de manera inevitable a una posición lógica inadmisible, que consistiría en aceptar ideas, normas, conceptos o leyes eternas para una realidad en perpetuo cambio, que no operarían porque los hechos que les dieron origen han desaparecido, dando lugar a otros que exigen nuevas generalizaciones, nuevos conceptos, nuevas leyes.

Por eso no se pueden enumerar las leyes naturales como si se tratara de principios eternos, sino descubrirlas, conocerlas, saber cuáles carecen de vigencia y cuáles han sido reemplazadas por otras. Lo único constante, lo que no cambia nunca, es la realidad que se encuentra fuera de la conciencia del hombre, el concepto de perpetuidad de la materia que sin cesar se transforma. Esta afirmación es de una importancia extraordinaria cuando se aplica al caso de la sociedad, porque si es cierto que el hombre es fruto del proceso de la naturaleza, uno de los seres vivientes modernos en el desarrollo del mundo, actúa sobre la naturaleza y la cambia. No de acuerdo con su voluntad o sus deseos, como afirman las diversas ramas de la filosofía idealista, sino utilizando las leyes que rigen el proceso de lo que existe, para emplear sus fuerzas manifiestas y ocultas, activas y potenciales, y aumentar y hacer más eficaz la suya.

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