MARIANO OTERO

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MARIANO OTERO

Por Emilio García Bonilla

Este Centro de Estudios rinde homenaje a Mariano Otero Mestas en el año del Bicentenario de su Natalicio. Formó parte de la brillante generación de liberales mexicanos de mediados del siglo XIX. “Fue un hombre eminente que dentro de los liberales moderados hizo aportaciones muy valiosas a la estructura jurídica y política de México”.[1] Promotor del federalismo, defensor de los derechos fundamentales y creador del juicio de amparo junto con Manuel Crescencio Rejón.

Nació en Guadalajara, Jalisco, el 5 de febrero de 1817, y murió prematuramente, a los 33 años de edad, el 31 de mayo de 1850 víctima de cólera. Sus restos descansan en la Rotonda de los Jalicienses Ilustres. En reconocimiento a su obra, la Suprema Corte de Justicia de la Nación honra la memoria de Mariano Otero con esculturas y murales en el vestíbulo principal del edificio que la alberga.

Estudió en el Instituto del Estado de Jalisco donde a los 18 años se tituló como abogado. Su formación intelectual abarcó el derecho natural, político y civil, economía política, estadística e historia, abrevando de las ideas de Rousseau, Alexis de Tocqueville, Bartolomé de las Casas, Humboldt, José María Luís Mora, entre otros. Desde muy joven se destacó como orador, jurista e ideólogo liberal en una época de constantes revueltas militares e inestabilidad política.

Durante su segundo mandato, el presidente Anastasio Bustamante, empodera al alto clero y al ejército creándose el Supremo Poder Conservador, lo que provoca la revuelta del general Mariano Paredes que llevó una vez más al poder al inefable Antonio López de Santa Anna. En 1841, Otero incursionó en la política al ser designado delegado de Jalisco a la Junta de Representantes de los Departamentos, y al año siguiente fue electo diputado constituyente para el congreso que buscaría abrogar la Constitución centralista de 1836, tal como lo disponían las Bases de Tacubaya.

Mariano Otero participó activamente en los debates del constituyente planteando que se incluyera en la Constitución el término “república federal”, la libertad para practicar cultos diferentes a la religión católica, permitir la enseñanza particular y la libertad de imprenta, proponiendo elaborar un catálogo de “derechos individuales” que tendrían que ser inviolables. Su participación política la respaldó con la publicación de su Ensayo sobre el verdadero estado de la cuestión social y política que se agita en la República Mexicana (1842), en el cual planteó la necesidad de que se despojara al ejecutivo del control del ejército y se alejara al clero de la política, ejerciendo el poder la clase media, para “evitar lo malo de lo alto y de lo bajo”.

Sin embargo, Santa Anna pidió reiteradamente que la nueva constitución no fuera federalista, censurando además los escritos contrarios a su gobierno. Finalmente abandonó la presidencia retirándose a su hacienda; Nicolás Bravo asumió el cargo, disolviendo el congreso constituyente. Otero fue hecho preso junto con Mariano Riva Palacio, Manuel Gómez Pedraza, Juan Álvarez y José María Lafragua, acusados de conspirar contra la paz de la República.

Una vez puesto en libertad por una amnistía declarada por el propio Santa Anna, Mariano Otero ideó la defensa de los derechos y garantías de los ciudadanos ante la autoridad, lo que daría lugar a la formulación del juicio de amparo, figura ya existente en la Constitución Yucateca de 1841 y establecida por el jurista Manuel Crescencio Rejón.

Después de ocupar el cargo de alcalde de la Ciudad de México, Mariano Otero volvió a ser electo diputado constituyente en 1847, en plena guerra de intervención estadounidense, participando en la redacción del Acta de Reformas que restauró la Constitución de 1824, como una manera de conciliar a las facciones políticas en medio de la agresión militar. El acta modificó sobre todo los artículos referentes al Poder Judicial: en el artículo 25 se encuentran las ideas de Otero acerca del amparo, se otorga a los tribunales de la federación competencia para proteger a cualquier ciudadano en el ejercicio y conservación de sus derechos constitucionales contra todo ataque de los poderes legislativo y ejecutivo federales o estatales. En su voto particular presentado el 5 de abril de 1847, Otero señaló:

No he vacilado en proponer al Congreso que eleve a grande altura al Poder Judicial de la Federación, dándole el derecho de proteger a todos los habitantes de la República en el goce de los derechos que les aseguren la Constitución y las leyes constitucionales, contra todos los atentados del Ejecutivo o del Legislativo, ya de los Estados o de la Unión.

Ante la ocupación de la Ciudad de México por el invasor norteamericano, Otero se pronunció por seguir resistiendo mediante guerrillas para obtener mejores condiciones al negociar la paz. Ante la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, votó en contra de su aprobación junto a otros tres diputados, argumentando que los territorios que se perdían no eran materia de disputa al comenzar la guerra, evidenciándose que era una guerra de despojo, por lo que propuso al congreso se negara a reconocer cualquier acuerdo que implicara cualquier enajenación del territorio nacional.

Siendo presidente de la República José Joaquín de Herrera, le correspondió a Mariano Otero el cargo de ministro de Relaciones Interiores y Exteriores. Como tal, fue responsable de la entrega de la aduana de Veracruz en manos de los invasores estadounidenses, negoció con Inglaterra el pago de la deuda contraída durante el período de guerra, se encargó de reubicar a las familias de mexicanos que residían en los territorios arrebatados por los Estados Unidos, así como de proyectar la colonización de las tierras del norte del país con migrantes europeos para preservar la integridad territorial de la nación mutilada.

Otero fue autor de un proyecto de régimen penitenciario para el Distrito y territorios federales, basado en la regeneración y corrección del delincuente mediante el trabajo en talleres de artes y oficios, y no a través del castigo. En 1848 logró que se estableciera una Junta Directiva de Cárceles. Al renunciar al Ministerio de Relaciones Interiores y Exteriores, Otero se incorporó a la mencionada junta desde donde promovió la modernización del sistema penitenciario de la Ciudad de México.

En 1849 fue electo Senador de la República, presentando un proyecto de Ley de Garantías Individuales: libertad, seguridad, propiedad e igualdad, que fue el antecedente inmediato del capítulo primero de la Constitución de 1857.

De forma paralela a su actividad política, Mariano Otero fue cofundador del periódico El Siglo Diez y Nueve, en el que colaboró durante más de ocho años como redactor y articulista. Fue también vicepresidente del Ateneo de México. Su obra escrita comprendió estudios sobre temas sociales, políticos y jurídicos.

Su trayectoria política, aunque breve, fue intensa y fructífera. Su legado ha trascendido el tiempo permaneciendo en la legislación vigente. Su contribución principal, el juicio de amparo, quedó incorporado en la Constitución de 1857 de la que pasó a la actual promulgada en 1917 en sus artículos 103 y 107. Es una figura jurídica única en el mundo que ha sido adoptada por la legislación de otros países creando figuras similares, como la tutela constitucional.

Mariano Otero estuvo casado con Andrea Arce con quien procreó a siete hijos. Su descendencia fue numerosa, una de sus nietas, Rosa María Otero y Gama, fue esposa y compañera de vida de Vicente Lombardo Toledano, madre de sus tres hijas: Rosa María, Adriana y Marcela.

[1] Vicente Lombardo Toledano, “Al fin: Justicia a Miguel Otero Arce”, artículo publicado en Siempre!, núm. 586, 16 de septiembre de 1964.

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