El nivel alfa-moral. En el principio era Darwin.

El nivel alfa-moral. En el principio era Darwin.

Por Camilo José Cela

De Genes, Dioses y Tiranos
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Al someter a análisis los diferentes niveles que pueden detectarse en el fenómeno del comportamiento moral, decía antes que los filósofos más reacios a aceptar cualquier tipo de determinación biológica no tienen, hoy por hoy, mas remedio que conceder al menos que la existencia de impulsos éticos en el ser humano es algo susceptible de ser explicado en términos de la genética evolutiva. En ocasiones a regañadientes, porque los buenos propósitos del empirismo clásico han sido ignorados por lo general por todos aquellos que se han aferrado al dualismo tajante establecido a través de la distinción entre ciencia y filosofía.

De hecho, el desinterés de los filósofos (perdón, de algunos de los filósofos) por la biología y la psicología ha ido aumentando precisamente a medida que las respuestas obtenidas desde esos campos respecto a las preguntas acerca de la naturaleza humana han ido proyectando una mayor luz sobre nuestro comportamiento. Parece como si la sentencia de Wittgenstein, animando a callar sobre aquello de lo que no se puede hablar, tuviera que tomarse en el sentido exactamente contrario. El salto que ha supuesto para la biología la aparición del darwinismo como cuerpo teórico no ha podido menos que aproximar los criterios e introducir a la larga un consenso, en ocasiones tan solo implícito, acerca de los fundamentos del comportamiento moral. Ese tipo de consenso podría ilustrarse con la frase de un autor tan declaradamente hostil a aceptar instrucciones científicas en estos terrenos, que titula el capítulo del que se extraen sus palabras bien claramente: “Ethics without biology”. Dice allí Thomas Nagel: “La biología puede decirnos algo sobre los inicios perceptivos y motivacionales de la ética, pero en su estado presente tiene escasa relación con el proceso de pensamiento mediante el cual se trascienden estos puntos de partida”.

Ludwig Wittgenstein (1889 -1951)
Ludwig Wittgenstein (1889 -1951)

Algo es algo. Parece, pues, que podríamos dar por paradigmáticamente aceptada la idea de la determinación biológica del nivel alfa-moral, y pasar a discutir la segunda parte del párrafo de Nagel. Pero me gustaría antes proponer algunas ideas acerca de la manera como aparece en el terreno de la biología semejante tesis (dentro de la teoría de la ética que construye Charles Darwin en su época madura) y de qué forma es heredera del pensamiento empirista que se remonta hasta Hume y Smith.

El alcance filosófico de la obra darwinista en general puede ilustrarse mediante un lugar común: la quiebra del optimismo racionalista a lo largo del siglo XIX por medio de la obra de las grandes figuras del nuevo irracionalismo. Y en lo que se refiere a la vinculación en que acaba por encontrarse el criterio racional respecto de la naturaleza, es Darwin el gran responsable. Nietzsche aplaude con júbilo (y no poca ironía) el sentido de esa idea, al margen de que puedan ser Schopenhauer o Paul Ree quienes inspiren sus palabras: “¿Como vino la razón al mundo? —se lee en Morgenrothe. De una manera racional, como debía ser: por virtud del azar. Habrá que adivinar este azar como un enigma”. La solución del enigma, en Darwin, adquiere, según una interpretación generalizada que no voy a discutir, la forma de una dependencia causal.

Sin embargo, sería arriesgado liquidar así, sin más, lo que se refiere a las concretas relaciones entre naturaleza y moral en los postulados éticos darwinistas. Por mucho que Darwin continúe sosteniendo el origen biológico de todo lo que se refiere al ámbito de la moralidad (el contenido de los cuatro niveles que antes señalaba yo), en ningún modo

puede mantenerse su figura como paladín de la jerarquía irracionalista. Voy a intentar explicar cómo se realiza el desarrollo de la teoría ética darwinista en virtud de las siguientes tesis:

  1. Darwin construye una teoría de la ética relacionada con la de los autores de la escuela del moral sense. En ella se mantiene una explícita distinción entre los niveles alfa y beta-moral, entre motivo y criterio. Aún así acaban por aparecer ciertos vínculos.
  2. La vinculación entre los dos niveles se realiza en sentido exactamente contrario al de las propuestas actuales de biologización de la ética, es decir, con dependencia del nivel alfa- moral respecto de los demás.
  3. La jerarquía racionalista puede sostenerse desde la posición de Darwin gracias a interpretaciones lamarckianas del proceso de la herencia genética.
  4. El sentido del racionalismo darwinista viene anticipado por aquellos autores (Hume y Adam Smith) que han efectuado la inversión de la teoría clásica del moral sense.

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En el capítulo III del Descent of Man Darwin se propone de forma declarada el demostrar que no hay diferencia esencial alguna entre las facultades del nombre y las del resto de los mamíferos superiores. Estos cuentan con facultades simples —memoria, atención, asociación de ideas e imaginación, todas ellas detalladamente analizadas y explicadas por Darwin— y, en consecuencia, gozan también de racionalidad en un sentido amplio, puesto que las características que nosotros asociamos a la racionalidad humana —como la abstracción y la conciencia de sí mismo— no son sino una combinación de las facultades simples compartidas. Es el capítulo siguiente, el IV, el que contendrá el cuerpo central de la teoría ética darwinista, que se construye como una especulación acerca de las similitudes y diferencias que mantienen los hombres y aquellos animales que cuentan también con una vida gregaria. El formar grupos es, en unos y otros, algo natural, y el hecho de la asociación puede explicarse a través de la existencia de los instintos sociales. Pero en la vida en comunidad del hombre aparece un fenómeno nuevo: el sentido moral (moral sense); algo capaz de cambiar de raíz ciertos aspectos de la conducta social, introduciendo rasgos diferenciales. Algo, por último, que se relaciona con un elemento instintivo existente en el hombre y capaz de fundamentar en principio la conducta ética: la simpatía.

El contexto en el que Darwin construye su propia teoría acerca del moral sense incluye, pues, la admisión del presupuesto dualista kantiano. Eso significaría la posibilidad de atender tan solo a los aspectos alfa-morales, desentendiéndose de los criterios éticos, e incidir así en una de las grandes polémicas del momento: la de la existencia o no de un sentido moral innato capaz de fundamentar las acciones humanas.

Alexander Bain (1818-1903)
Alexander Bain (1818-1903)

Sin embargo, y pese al talante general que cabría atribuir a la obra de un naturalista, Darwin va a proponer tesis fuertes en lo que se refiere tanto al criterio beta-moral como a las normas de moralidad empírica gamma-morales, e incluso a cuestiones relativas al fin último que, desde la perspectiva que utilizo, se consideran delta-morales. Semejante amalgama se encuentra ya indicada en el análisis del mecanismo de la simpatía que realiza Alexander Bain (Mental and Moral Sciences, 1868) en quien dice apoyarse Darwin a la hora de hablar del moral sense. Bain entiende que el contacto simpático es capaz de moldear los sentimientos y puntos de vista de los otros, de tal forma que los credos, sentimientos y opiniones ganan una fuerza capaz de justificar su uniformidad y conservadurismo. Será Darwin quien proporcione un modelo integrado del proceso y de su sentido filogenético.

Fragmento del capítulo segundo del libro De genes, dioses y tiranos. Las bases biológicas de la moralidad. Ediciones del CEFPSVLT, México, D. F., 2011.

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