Epistemología naturalizada: una visión panorámica

werner_callebaut_final_sizeWerner Callebaut, Konrad Lorenz Institute for Evolution and Cognition Research, Altenberg, Austria Facultad de Ciencias, Universidad de Hasselt, Bélgica werner.callebaut@kli.ac.at

PaolaPaola Hernández Chávez, Centro de Estudios Filosóficos, Politicos y Sociales Vicente Lombardo Toledano, México hcpaola@gmail.com

 

Resumen:

Portada colorUno de los proyectos centrales en la filosofía contemporánea es la naturalización de la epistemología. Este trabajo tiene como propósito ofrecer una visión general y actualizada del proyecto mencionado. Son tres nuestros objetivos principales: i.) presentar cuáles son los antecedentes (ontológicos y metodológicos) detrás del naturalismo; ii.) identificar las ideas que la mayoría de los naturalistas sostienen; y, iii.) exponer algunas versiones actuales en la naturalización de la epistemología.

1. Introducción. ¡Larga vida al naturalismo!

Ante la crisis ideológica que dejó la depresión del escepticismo y las metas inalcanzables de la tradición analítica, un trabajo re-constructivo se hizo inminente. La epistemología naturalizada asume esa responsabilidad.

En un tiempo en que los fundamentalistas cristianos venden camisetas y tazas de café anunciando la inminente muerte del naturalismo (“Freud está muerto, Marx está muerto, y Darwin no se siente muy bien”), parece meritorio diagnosticar al paciente más cuidadosamente de lo que son capaces de hacer los adeptos del llamado diseño inteligente y otros creacionistas.En este artículo argumentaremos a favor de la conclusión opuesta: Hoy, al menos en el mundo filosófico de habla inglesa, el naturalismo está prosperando más que nunca. De hecho, es justo decir que “hoy en día casi todos quieren ser naturalistas” (Papineau, 1993: 1), si bien tendremos que ponderar esta aseveración más tarde.

Una razón para esta situación es interna a la filosofía, el naturalismo tiende un puente entre dos corrientes filosóficas dominantes: el neopragmatismo, representado por Putnam, Rorty, y seguidores, y; la filosofía analítica a la Quine y Davidson. La epistemología naturalizada tiende dicho puente de maneras interesantes e importantes2. Adicionalmente, la filosofía (sólida) “está íntimamente conectada con las ciencias naturales, puesto que uno de sus roles es integrador” (Sterelny, 2003: 3).

Thought in a hostile worldLos avances recientes en la naturalización que reportaremos en la Sección 4 no están limitados a la filosofía, también incumben a las ciencias naturales y sociales e incluso a las humanidades. Por mencionar sólo un ejemplo, dentro del propio naturalismo evolutivo, tal como es presentado en su libro Thought in a Hostile World: The Evolution of Human Cognition (2003), Sterelny distingue entre dos proyectos integradores, uno interno a las ciencias, el otro (más familiar para los filósofos) externo a ellas. El proyecto interno busca articular “una teoría coherente de agenciamiento humano y la historia evolutiva humana a partir de los fragmentos provistos por las ciencias naturales y sociales” (p. 4). Siguiendo a Godfrey-Smith (2002), Sterenly llama al conjunto de hechos que explican nuestra plasticidad y adaptabilidad conductual los hechos de “cableado-y-conexión” del agenciamiento humano:

Este conjunto incluye hechos sobre nuestra organización interna (los hechos del cableado) y los hechos de cómo esa organización registra, refleja, o sigue circunstancias externas (los hechos de conexión). Pero también incluye la evolución y desarrollo de nuestro cableado y nuestras conexiones con nuestro mundo. (Sterelny, 2003: 4)

El proyecto externo, mismo que presupone al primero, sirve para explorar hasta qué punto nuestra auto-concepción “popular” y las refinadas versiones de ella (de las cuales siguen dependiendo, en gran medida, ciencias sociales como la antropología, la economía o la sociología) pueden ser integradas a una concepción científica de agenciamiento humano3. Manifestaciones similares de “explicaciónes que tienden puentes” pueden ser fácilmente multiplicadas (ver Callebaut et al., 2007; Sterelny, 2007; y sección 3 para ejemplos y referencias).

Pero permítasenos regresar a la filosofía propia de nuestro tiempo. Margolis (2003), un lúcido crítico de los reduccionismos y eliminativismos que habitan (y, de acuerdo con él, mucho descalifican a) la filosofía contemporánea norteamericana, visualiza dos “distintas depresiones”, la última tuvo lugar después de la Segunda Guerra Mundial –el eclipse del pragmatismo clásico y el declive de los “grandes sistemas” de la filosofía analítica de Frege a Carnap. Continúa analizando la carrera del pragmatismo y la filosofía analítica, seguida rápidamente por la recuperación de su paso, y concluye:

Aparte de sus convicciones personales, Quine, Davidson, e inclusive Rorty … definieron la naturalización en términos de la supuesta adecuación de una u otra forma de materialismo junto con su “semántica” extensionalista. No obstante su irregular distribución, estos dos temas han sido los tópicos principales del siglo entero en la filosofía analítica Anglo-Americana. (Margolis, 2003: 7-8)

Contrastando esto con la postura más bien melancólica de Paul Kurtz sólo trece años antes:

Para algunos críticos el naturalismo, como un idealismo filosófico temprano, está convirtiéndose rápidamente en una remembranza de cosas pasadas. Seguramente el naturalismo ha sido una fuerza considerable en la filosofía nortemericana, y su influencia todavía continúa fuerte, a pesar de que sea mucho menos admitido que antes. (Kurtz, 1990: 11-12)

Siendo Kurtz un naturalista, anotó que las historias de la filosofía analítica consistían en la fabricación, lo que consideró como “síntoma de su propio entierro inminente” –aunque resulta que estaba equivocado. También pensó que era más sencillo resumir el movimiento naturalista para entonces que durante su apogeo. Pero, ¡los autores que tratan de mantenerse al corriente de la deslumbrante proliferación de naturalismos en los últimos quince años ya no tienen la ventaja de Kurtz!4

La estructura de este trabajo es la siguiente: Después de situar al naturalismo como un movimiento en filosofía y más allá (sección 1), buscamos evitar las “trampas definicionales” examinando (muy) brevemente los antecedentes del naturalismo filosófico contemporáneo en las tradiciones materialista y escéptico/empiristas, y exponemos un poco más a detalle la controversia sobre la normatividad. Nos acercamos a nuestra caracterización metodológica del naturalismo (Sección 3) construido en base a Giere (2006 a,b) y Maddy (2007). Examinamos entonces algunos proyectos naturalistas que están actualmente en curso (Sección 4).

2. Antecedentes filosóficos y científicos del naturalismo contemporáneo

Maddy (2007: 1) observa que “mientras más y más filósofos se consideran naturalistas, el término ha venido a marcar poco más que una vaga camaradería científica”, y, nosotros añadiríamos, ¡una amistosidad científica que frecuentemente equivale a escaparatismo!5 La queja está lejos de ser nueva. El naturalismo ha tenido una carrera larga en la historia de la filosofía (Kurtz, 1990), así que no debería sorprender a nadie que “el número de doctrinas distinguibles para las cuales la palabra… ha sido un denominador en la historia del pensamiento sea notoria” (Nagel, 1956: 3). Entonces, intentar caracterizar el naturalismo en términos de “principios” (ej. Danto, 1967) o “axiomas clave” (Rosenberg, 1996) parece bastante desesperanzador.

La solución de Maddy (2007: 1) –para acuñar el nuevo término de “segunda filosofía”, suponiendo “que estaré entonces autorizado a estipular lo que yo pretendo que signifique”- suena comprensiva, pero si es emulada llevaría a la proliferación de un nuevo vocabulario que una vez más plantearía un reto clasificatorio no muy diferente de aquel que estamos enfrentando actualmente. La solución “normativa” de Papineau (1993: 1) la cual: primeramente aborda los problemas filosóficos sustanciales, en seguida “cuáles compromisos deben ser mantenidos por los filósofos que aspiran al ‘naturalismo’” y, preocuparse por la terminología después; no nos parece una gran mejoría, si bien podríamos aceptar una variante metodológica más débil de esta estrategia (ver Sección 3). La filosofía y la ciencia son ambas históricamente variables, y si uno acepta la descripción evolutivo-epistomológica de, digamos, Campbell (1988), Giere (1988) o Hull (1988), entonces son evolutivamente variables. De aquí que ambas resistirán por su misma naturaleza –si este término puede ser entendido en una forma no-esencialista- cualquier tentativa de definición explicita, como veremos abajo.

Uno puede escuchar de declarados defensores del naturalismo quejarse de que la epistemología no normativa (ie, la descriptiva) ya no es epistemología. Sus críticas siguen basándose en la triada platónica: creencia, verdad, justificación (normatividad). Ellos declaran que son felizmente naturalistas en tanto puedan conservar, además de la justificación (normatividad), alguno de los dos elementos restantes. Es decir, que además de la normatividad, necesitan recurrir a un concepto filosófico de creencia o bien a alguna idea respecto a la verdad.

Mucho puede ser aprendido al estudiar la historia de las ideas naturalistas en su contexto comenzando con la filosofía natural de los pre-Socráticos y teniendo en mente el cambio moderno de la construcción filosófica aún evidente en, digamos, Descartes y Leibniz, que es una reflexión filosófica sobre la ciencia pre-existente ejemplificada por la concepción “sub-laborable” de Locke, en su papel filosófico en oposición a la mecánica Newtoniana (Callebaut, 2003: 37).

Kurtz 225
Paul Kurtz (1925 – 2012)

Con Kurtz (1990: 12) podemos identificar el materialismo en metafísica y el empirismo/escepticismo en epistemología como las dos fuentes primarias de pensamiento naturalista en la historia de la filosofía. Como cualquier clasificación, ésta tiene sus límites, por ejemplo, no tiene cabida para Aristóteles y Spinoza, considerados generalmente como dos de los naturalistas más grandes que ha habido.

Filósofos materialistas relevantes incluyen al atomista Demócrito, quien anticipó la moderna distinción entre cualidades primarias y secundarias (el color resulta de complejas interacciones entre los átomos de nuestro cuerpo y los átomos de lo que estamos examinando), sus maestros fueron Leucipo, Epicuro y mucho más tarde Lucrecio. Ellos pusieron en la agenda filosófica tópicos tales como el monismo metafísico, azar/necesidad, y libre albedrío, tópicos que todavía nos ocupan hoy. Poco antes del “giro reflexivo”, Thomas Hobbes atribuyó existencia real sólo a los cuerpos en movimiento, y aplicó esta filosofía mecanicista no sólo a la luz sino también al aparato cognitivo humano (los efectos de cuerpos móviles en la consciencia no tienen existencia real). Esto lo llevó a un escepticismo en relación al conocimiento del mundo externo, mismo que no dejó espacio para el Dios ayudador de Descartes y que se extendió a asuntos éticos, religiosos y políticos.

El materialismo biológico de Julien Offray de Lamettrie es todavía hoy presentado ampliamente a los estudiantes, pero, con excepción de algunos computacionalistas, usualmente bajo un destello negativo. El materialismo, determinismo y ateismo propuesto por Paul Henri Thiry d’Holbach en su Système de la nature fue contradicho o refutado muy inadecuadamente en las Réflexions philosophiques sur le Système de la Nature de Georges-Jonathan Holland, mucho en la manera que los creacionistas tardíos fallaron en lidiar con cualquiera de los problemas científicos o filosóficos relevantes hoy en día.

Los precursores materialistas del naturalismo también incluyen prominentemente a “materialistas pre-Fegeianos” alemanes (Maddy) tales como Feuerbach, Büchner, Haeckel, y, desde luego, Marx. Para Ludwig Feuerbach la filosofía tuvo tan poco que ver con el cristianismo como con las matemáticas, una visión que ha venido a ser casi generalmente aceptada. El materialismo extremo del librepensador Ludwig Büchner, quien una vez más invitó a un escepticismo epistemológico, fue recibido con tal oposición que fue obligado a renunciar a su puesto académico. Su muy popular libro Kraft und Stoff: Empirisch-naturphilosophische Studien (1854) anticipó el Welträtsel (1899) de Haeckel como el libro de cabecera de Bildungsbürger; que fue editado 21 veces en cincuenta años y traducido a muchos idiomas. Mencionamos esto para enfatizar que históricamente los debates del naturalismo casi nunca fueron confinados al campo de estudio del filósofo, sino que comprometieron grandes secciones del público, no de forma diferente a cómo ocurre hoy en día con la controversia creacionista en los Estados Unidos de Norteamérica.

Mientras que, para nuestro conocimiento, ningún trabajo en la historia de las ideas se ha centrado en el naturalismo de los autores arriba mencionados, las características naturalistas en la investigación de Marx de la “fisiología interna” del capitalismo se han señalado particular y explícitamente (ver, ej., Little, 1986). El interés intelectual del materialismo (“científico”) ha sido gratamente capturado por Putnam:

La atracción del materialismo yace precisamente en … su reclamo por ser metafísica natural dentro de los límites de la ciencia. Que una doctrina que promete gratificar nuestra ambición (conocer el noumeno) y nuestra precaución (no ser poco científica) deba tener gran atracción es difícilimente algo que deba asombrarnos. (Putnam, 1982: 210)

En el transcurso del siglo XX el uso del término “materialismo” se ha ido por los suelos una vez que “los físicos han aprendido que en el mundo hay más que materia y, en cualquier caso, que la materia no es completamente lo que parecía ser” (Loewer, 2001: 37). Ahora se usa más seguido en filosofía de la mente: “todos los hechos, en particular todos los hechos mentales, se obtienen en virtud de la distribución espaciotemporal y las propiedades de la materia”.

David Hume (1711 –  1776)
David Hume (1711 – 1776)

Los escépticos y empiristas que pavimentaron el camino para el naturalismo incluyen a Carneades, el escéptico académico y ateísta que negó que el mundo fuese resultado de algo más que el azar; el nominalista Guillermo de Ockham; el heraldo del “Nuevo Aprendizaje” Francis Bacon; John Locke; y David Hume. Mounce (1999) visualiza a Hume como de decisiva importancia en el cambio del empirismo (“razonamos en base a creencias que están justificadas por la experiencia sensorial”) al naturalismo en el sentido de que “podemos justificar creencias por experiencia sensorial solamente porque ya tenemos creencias, y, consecuentemente, hay más en nuestras creencias que lo que la experiencia sensorial puede explicar o justificar”. Así, anticipando a Kant: “Kant y los naturalistas escoceses [viz., William Hamilton y T.H. Green, dicen los autores] llegaron a soluciones similares independientemente” (p. 131). Mounce sostiene que al comienzo del siglo XIX floreció cierta forma de naturalismo y lamenta la regresión al empirismo por los gustos de John Stuart Mill y Bertrand Russell. Suponemos que él podría haber agregado a Otto Neurath.

Como naturalistas contemporáneos, Campbell (1988) y Kitcher (1992), entre otros, han enfatizado la importancia del componente escéptico del naturalismo para contrarrestar el tentador pero “presuntuoso” reclamo realista de que la ciencia puede llegar a una representación más o menos fiel del mundo, permitiéndonos conocer alguna verdad acerca de él (Psillos 2003: 61).

Naturalismo quineano

Como bien sabemos, Quine no fue el primero en plantear una naturalización, sin embargo, por lo arriesgado de sus aseveraciones y otras circunstancias, su formulación abrió de par en par las puertas de un prolífico debate.

Quine planteó su naturalización de la epistemología como reacción ante la tradición heredada del empirismo lógico y concretamente ante el proyecto fundacionista-reduccionista de Carnap. Gran parte de su artículo “Epistemology Naturalized” está dedicado a mostrar que los proyectos reduccionistas y fundacionistas han fracasado y es sólo al final del artículo cuando plantea su propuesta.

Según Quine6, dado que el proyecto reduccionista-fundacionista fracasó, la tarea del epistemólogo es describir los procesos psicológicos mediante los cuales acomodamos la información que se imprime en nuestros sentidos, así como los procesos por los cuales los sujetos adquieren sus creencias, y cómo la ciencia se desarrolla y aprende. Para ello recomienda utilizar toda la información disponible que proveen las ciencias empricas. Mediante esta naturalización, dice Quine, se indagará la naturaleza de las conexiones causales que hay entre los datos y las creencias.

En 1969 Quine afirmó que la epistemología debía ser naturalizada y reconstruida como un capítulo de la psicología, pues dijo: si la meta de la epistemología es la validación y fundamentación de la ciencia empírica, así como la comprensión de su relación con la observación, podemos hacer uso de la psicología y otras ciencias empíricas para tales propósitos:

Si nosotros queremos simplemente entender el vínculo entre observación y ciencia, estamos bien advertidos de utilizar cualquier información disponible, incluyendo la que provee la ciencia misma cuyo vínculo con la observación es lo que buscamos entender (Quine, 1969 [Sosa & Kim, ed.]: 294).

Quine no encuentra razón por la cual la epistemología deba ser independiente de las ciencias empíricas. Sugiere que la epistemología entra como un capítulo de la psicología y de la ciencia natural en tanto estudia un fenómeno natural, a saber, el sujeto humano:

La epistemología, o algo como eso, cae simplemente en su lugar como un capítulo de la psicología y de ahí de la ciencia natural. Estudia un fenómeno natural, viz., un sujeto humano físico… La relación entre el precario insumo y la torrencial respuesta es una relación que estamos movidos a estudiar por casi las mismas razones que siempre movieron a la epistemología; a saber, para ver cómo la evidencia se relaciona con la teoría, y en qué modos nuestra teoría de la naturaleza trasciende cualquier evidencia disponible (Quine, 1969 [Sosa & Kim, ed.]: 297).

Willard Van Orman Quine (1908 - 2000)
Willard Van Orman Quine (1908 – 2000)

Para Quine, la psicología nos permite entender la estimulación sensorial que nos lleva a la formación de nuestras creencias; ya no es necesario buscar creencias ciertas e indubitables de las cuales partir para construir el conocimiento, sino sólo descubrir y explicar cómo construimos nuestras creencias. En el planteamiento quineano, la epistemología está contenida en la ciencia natural y no se pretende que vaya a ser mejor que la ciencia, que es su objeto. Según Quine, la tarea de la epistemología en adelante consistirá en explicar cómo acomodamos y formamos teorías a partir de los diferentes procesos psicológicos que recibimos del exterior; agrega:

¿Para qué toda esta reconstrucción creativa, todo este querer creer? La estimulación de sus receptores sensoriales es toda la evidencia que cualquiera ha tenido para seguir llegando, finalmente, a su visión del mundo. ¿Por qué no sólo ver cómo esta reconstrucción realmente procede?, ¿Por qué no optar por la psicología? (Quine 1969 [Sosa & Kim, ed.]: 294; traducción nuestra).

Si todo lo que esperamos es una reconstrucción que vincule ciencia a la experiencia en modos explícitos tipo traducción, entonces sería más sensato optar por la psicología. Mejor descubrir cómo la ciencia de hecho se desarrolla y aprende que fabricar una estructura ficticia para un efecto similar. (Quine, 1969 [Sosa & Kim ed.]: 295; traducción nuestra).

Hasta aquí, el planteamiento original de Quine implicaba lo siguiente:

-La Epistemología Tradicional (ET) debe ser reemplazada por la ciencia -La Epistemología debe ser absorbida por la psicología científica -Sólo las cuestiones que puede responder la psicología son relevantes -Reemplazar cómo podemos tener conocimiento por cómo formamos creencias.

-Abandono de la dimensión normativa

Profundizando un poco en el último punto, (ver Callebaut, 1995; Hernández Chávez 2003), la normatividad se ocupa de dar reglas o establecer principios sobre qué creer y qué no creer, también por conceptos tales como racionalidad, irracionalidad, justificación, garantía, etc., así como de evaluar y normar nuestras creencias. Decir que un sujeto S no está justificado en tener una creencia C es equivalente a decir que S no debería tener tal creencia, o que S no sería responsable epistémicamente. Jaegwon Kim defendió que al pedirnos naturalizar la epistemología en realidad Quine nos pedía no sólo renunciar a la solución fundacionista cartesiana y explorar otras dentro del mismo esquema, sino algo más radical:

El nos está pidiendo apartar el esquema completo de la epistemología centrada en la justificación. Eso es lo nuevo en las propuestas de Quine. Quine nos está pidiendo poner en su lugar una ciencia causal nomológica, puramente descriptiva, de la cognición humana (Kim, 1988: 305).

Nótese que nos estamos basando, al igual que Kim, en las afirmaciones de Quine hasta (1970), donde claramente enfatiza y privilegia el carácter descriptivo y factual de su programa:

Si estamos buscando sólo el mecanismo causal de nuestro conocimiento del mundo externo, y no la justificación de ello en términos anteriores a la ciencia… (Quine, 1970: 2).

Aunque Quine no caracterice a la epistemología como normativa o prescriptiva, su intención es inequívoca. La epistemología ya no va a relacionarse con la justificación en el sentido tradicional y sólo estudiará los mecanismos causales mediante los cuales conocemos. Para Quine no hay una “filosofía primera” que sea lógicamente anterior al conocimiento empírico porque no hay métodos extra científicos de valoración fuera de la ciencia:

…Naturalismo: abandono de la meta de una filosofía primera. Ve la ciencia natural como una interrogación a la realidad, falible y corregible pero no respondible por ningún tribunal supra-científico, y no necesitando justificación alguna más allá de la observación y el método hipotético-deductivo… (Quine 1981: 72).

Kim señala que la epistemología no es un asunto descriptivo-factual, sino un intento por validar o reconstruir racionalmente la ciencia. Nos dice Kim (1988: 305) que si el interés de la epistemología es la justificación —esto es, racionalizar nuestras pretensiones de conocimiento— Quine nos está pidiendo renunciar a lo que es “racional” en la reconstrucción racional. El concepto de conocimiento, continúa, es normativo en tanto que cuando decimos que alguien debería mantener o no cierta creencia estamos involucrando juicios de valor y de racionalidad. Quine nos está pidiendo abandonar la normatividad, lo cual es inaceptable, pues si abandonamos la normatividad, abandonamos la justificación, lo único que es propiamente epistemológico dentro de la triada platónica (creencia-verdad-justificación).

En el mismo tesón, Laurence Bonjour reclama:

Quine parece deslizarse ilegítimamente del relativamente incontroversial supuesto de que la meta cartesiana más fuerte no puede alcanzarse para “el conocimiento natural”, al supuesto mucho menos obvio de que la meta más modesta tampoco puede alcanzarse (Bonjour, 1994: 286).

Laurence Bonjour 225
Laurence BonJour (Universidad de Washington)

Kim y Bonjour pueden estar en lo correcto al reclamarle a Quine su abandono de la noción de justificación, aún tradicional, que quedaba de la triada platónica. Sin embargo se equivocan, al igual que un gran número de epistemólogos que hoy en día falsamente se ostentan a sí mismos como naturalizados, al asumir que ése es el único tipo de justificación o normatividad del que disponemos. Y mucho más aún si creen que ése es el tipo de justificación que humanamente podemos alcanzar. Como veremos más adelante, tomarse en serio (a Darwin y con ello) las restricciones evolutivas humanas significa ampliar nuestro horizonte y reconocer que la normatividad que exigen los epistemólogos de poltrona, además de estar muy poco informada empíricamente, es fácticamente imposible.

Pero aún concediendo que Kim y Bonjour tuvieran razón, Quine aclaró:

El naturalismo no repudia la epistemología, sino que la asimila a la psicología empírica. La ciencia en sí misma nos dice que nuestra información del mundo está limitada a las irritaciones de nuestras superficies, y entonces la cuestión epistemológica en turno es una cuestión dentro de la ciencia, la cuestión de cómo los animales humanos pudimos habérnolas arreglado para llegar a la ciencia a partir de tal información limitada. Nuestro epistemólogo científico persigue esta búsqueda y sale con una descripción que tiene bastante que ver con el aprendizaje del lenguaje y la neurología de la percepción… La evolución y la selección natural sin duda figurarán en esta descripción, y será libres de aplicar la física si hay modo (Quine, 1981: 72).

Adicionalmente,

La naturalización de la epistemología no echa por la borda lo normativo y se conforma con la descripción indiscriminada de los procedimientos actuales. Para mí, la epistemología normativa es una ramificación de la ingeniería. Es la tecnología de la búsqueda de la verdad, o, en un término epistemológico más cauto, predicción… … No hay una cuestión aquí de valor último, como en la moral; es un asunto de eficacia para un fin ulterior, verdad o predicción. Lo normativo aquí, como en cualquier lugar en ingeniería, se hace descriptivo cuando se expresa el parámetro terminal (Quine, 1986: 663­65; traducción nuestra).

La segunda edición no contiene este pasaje. Esto hace pensar que Quine no estaba seguro de esta afirmación, especialmente si recordamos las afirmaciones (1970) adicionales que apoyan su posición de (1969):

Si estamos buscando sólo el mecanismo causal de nuestro conocimiento del mundo externo, y no una justificación de ello en términos anteriores a la ciencia… (Quine, 1970: 2; traducción nuestra).

Al mismo tiempo que escribió Quine “Epistemology Naturalized”, co-escribió también The Web of Belief, un trabajo de epistemología normativa donde afirmó:

La historia de los orígenes e intensidades de nuestras creencias, la historia de qué sucede en nuestras cabezas, es una historia muy diferente de la que perseguimos en nuestra búsqueda de evidencia. Donde somos racionales respecto a nuestras creencias, las historias pueden corresponder; en otro lado pueden divergir. La primera historia le corresponde a la psicología. Por otro lado, nuestra preocupación actual es con los fundamentos, con las razones, con las relaciones de evidencia que hay entre las creencias (Quine & Ullian, 1970: #).

En resumen, de acuerdo con Quine nuestras teorías del mundo van más allá de los impactos sensoriales del exterior; el significado de una oración depende de su relación con otros enunciados y no de su forma lógica, y a pesar de que recibamos los mismos impulsos sensoriales podemos acomodarlos de modo diferente. Por ello es completamente falso que la ciencia puede deducirse de las observaciones y que las teorías están determinadas por los datos. Además, dado que para Quine no hay principios a priori de los cuales debamos derivar nuestro conocimiento, él sugiere que deberíamos mejor entender al conocimiento como un proceso en el mundo que se valida a través de principios empíricos, como veremos abajo. A pesar de las críticas de los epistemólogos tradicionales, la epistemología naturalizada es un programa fructífero y enriquecedor; una vez instaurado no hay marcha atrás hacia la filosofía puramente introspectiva y/o analítica. Hoy en día las ciencias particulares trascienden los recursos de los filósofos de poltrona, a saber, la lógica y la introspección.

3. Una caracterización metodológica: supuestos centrales del naturalismo

Los supuestos del naturalismo como una postura metodológica serían los siguientes:

  1. Giro metodológico: Continuidad metodológica y explicativa. Estrecha vinculación entre la epistemología y la ciencia natural:

En usos recientes, una especie de monismo filosófico de acuerdo con el cual lo que existe o sucede es natural en el sentido de ser suceptible de explicación a través de métodos que, aunque paradigmáticamente ejemplificados en las ciencias naturales, son continuos de dominio a dominio de objetos y eventos. De ahí que el naturalismo sea polémicamente definido como negando el punto de vista según el cual [existen] o podrían exisitir cualesquiera entidades o eventos que estén, en principio, más allá del alcance de la explicación científica. (Danto, 1967: 448)

Un naturalismo consistente debe ser entendido en términos de máximas metodológicas más que como doctrinas metafísicas. Hay continuidad metodológica y explicativa. Al no estar dispuestos a apelar a esencias, los naturalistas no pueden intentar solucionar el problema de la demarcación proporcionando una definición que separe ciencia de no-ciencia; lo que cuenta como una explicación científica cambia con el tiempo (ej., acción a distancia, intencionalidad animal, conciencia humana).

  1. No existe una primacía ontológica ni independencia de alguna de las anteriores, es decir, la metodología no es independiente de la ciencia ni a la inversa.
  2. La evidencia de las ciencias particulares son recursos necesarios para las cuestiones epistemológicas. (Revisamos esto en la sección 4)
  3. Rechazo a las filosofías puramente especulativas e introspectivas. La epistemología naturalizada es una estrategia más que postura filosófica que ha dejado atrás los ideales de conocimiento cierto, infinito, infalible, indubitable (no toma en serio al escéptico) y a priori (entendido como conocimiento inmodificable e independiente de la experiencia). En contra del razonamiento a priori:

Vemos entonces que el racionalismo y el empirismo contienen tanto tesis verdaderas como falsas. Si bien la razón y la experiencia son necesarias, ninguna es suficiente por sí misma. Kant comprendió esta situación y construyó una síntesis del racionalismo y del empirismo. Desafortunadamente, combinó las mitades malas de ambas. De hecho Kant puso juntos el apriorismo del racionalismo y el fenomenalismo del empirismo (recordar que Kant sostuvo que el entendimiento impone sus leyes a la naturaleza, pero que sólo puede conocer la apariencia, no la realidad). En cierta forma se unió a Cristian Wolff y David Hume. Deseando revolucionar la epistemología, Kant efectuó una genuina contrarevolución.

Hemos intentado combinar lo que tomamos lo que son las mitades sanas de las dos grandes tradiciones epistemológicas, estas son el análisis conceptual, la teorización, la prueba, y la discusión, junto con la observación, la medida, el experimento, y la praxis. (Bunge, 1983: 255).

  1. Prioridad naturalista. Giere caracterizó el naturalismo como “la posición de que a todo aspecto del mundo se le puede dar una explicación naturalista” (2006b: 53). La disponiblidad de una explicación naturalista de un fenómeno reconocido vuelve innecesaria cualquier explicación no naturalista,

Cuando es enfrentado a un fenómeno aparentemente insuperable, el naturalista apoya la investigación que prevee producir una explicación científica natural. El naturalista espera que esta búsqueda sea eventualmente exitosa. Esta postura puede ser justificada, hasta el punto en que necesite ser justificada totalmente, apeleando simplemente a éxitos pasados. Hemos explicado la vida, ¿por qué no la conciencia? (Giere, 2007: 12)

En otras palabras, reemplaza los ideales tradicionales con estándares “naturalizados”, esto es, que no van más allá de las circunstancias y limitaciones distintivamente humanas (tenemos un aparato cognitivo restringido filogenética y ontogenéticamente; que si no sistemáticamente al menos sí usualmente tenemos errores de razonamiento; que la forma y funcionamiento de nuestro cerebro depende de muchos factores medioambientales, etc. Por eso consideran que la epistemología es tan falible como la ciencia.

  1. Relacionado con lo anterior, supone una racionalidad acotada. El estatus del conocimiento no puede estar más allá de nuestras restricciones naturales. El naturalismo se toma en serio nuestras restricciones evolutivas respecto a nuestra capacidad de razonamiento, es decir, el hecho de que tenemos restricciones filogenéticas y ontogenéticas, en la siguiente sección ahondaremos al respecto, por el momento:

Si … la mente humana estuviese totalmente construida por módulos, entonces uno podría esperar que hubiera severas limitantes en la estructura y complejidad de las clases de pensamiento que podemos pensar. Para algunos, al menos, estos sistemas modulares tendrían el carácter de dominio específico, manejando solamente una gama dada de conceptos propios. Y de seguro debería haber límites en el flujo de información a través de una arquitectura modular, ya que uno podría esperar que mientras que algunos módulos proveerían sus salidas como insumo para algunos otros, no todo módulo estaría ligado con todos los demás. En ese caso, debería haber algunas combinaciones de contenido que pudiéramos encontrar difíciles o imposibles de contemplar. (Carruthers, 2004: 307)8

  1. El naturalismo se conforma con explicaciones causal-mecanicistas:

Como tesis ontológica, el mecanicismo es vago y de duración indefinida en comparación con el holismo o el reduccionismo. El holismo postula la existencia de un número de niveles de un todo no analizable. El reduccionismo está comprometido con la visión de que toda causa es de una variedad dentro-fuera, o abajo-arriba. El mecanicismo reemplaza estos definidos compromisos ontológicos con el agnosticismo. Puede, en forma a posteriori, describir mecanismos en la naturaleza, por ejemplo, la selección natural como un mecanismo de cambio evolutivo. Pero no puede dar una lista exhaustiva de dichos mecanismos, y tampoco puede dar una caracterización completa de justo qué cuenta como un mecanismo. Esta vaguedad y duración indefinida es, …, una virtud del mecanicismo. (Brandon, 1996: 192-193)9

Como bien ejemplifica el proyecto de Laudan que veremos adelante, el naturalismo se conforma con explicaciones instrumentales, medio-fines, que puedan especificarse de acuerdo a metas asequibles.

  1. Proyectos actuales de naturalización en la filosofía y las ciencias

La caracterización anterior no es exhaustiva. La mejor manera de entender el naturalismo es remitiéndonos a los proyectos concretos de naturalización. Hay un vasto número de proyectos naturalizados, muy generalmente, a partir de una ciencia particular. Mencionaremos brevemente algunos de ellos.

Neurofilosofía

Este tipo de posiciones han sido defendidas por Paul y Patricia Churchland, en lo que denominamos “extremismo neuro-filosófico”. Puede entenderse fácilmente en qué consiste si recordamos la propuesta original de Quine y su intención por reemplazar la epistemología con la ‘psicología’, y sustituimos esta última con ‘neurociencia’. En resumen, arguye lo siguiente:

  • Las preguntas filosóficas concernientes al conocimiento deben ser dirigidas por el estudio empírico del cerebro.
  • Brain-Wise (Churchland 2002), uno de sus libros mas importantes, intenta mostrar que los descubrimientos de la ciencia cognitiva y la neurociencia dan “progreso donde el progreso era considerado imposible”, en los “grandes problemas” de la filosofía.
  • Los grandes problemas de la filosofía son: la naturaleza del ser, la relación entre libre albedrío y determinismo, la conciencia, y la justificación del conocimiento.
  • Patricia Churchland se pregunta: ¿por qué la epistemología tradicional “no­empírica” aún existe?
  • Sostiene que los problemas tradicionales de la filosofía se desvanecen una vez que tomamos en consideración los hechos científicos de la neurociencia.

Respecto a este tipo de aproximaciones, sólo vale la pena mencionar que la neurofilosofía a la Churchland confunde las cuestiones de “cómo” es que tenemos conocimiento con “donde” (en qué lugar del cerebro) percibimos. Richard Restak, gran neurólogo difusor de la neurociencia, ha expresado respecto a estos enfoques que el estudio del cerebro no debe ser reduccionista, una vez que no hay modo en que se le pueda decir a un humanista: “Ahora voy a decirte qué neuroquímico está detrás del amor, qué tipo particular de neutrotransmisión está ocurriendo dentro del cerebro que causa que te guste más un souflé de chocolate que un pay de manzana” (Restak: 1985, p. 93). El estudio del cerebro no es así. Asevera que aquellos que tratan de sugerir eso están utilizando la ciencia de manera manipuladora.

Epistemología evolucionista

La epistemología evolucionista (EE) es un tipo de epistemología naturalizada que adopta el modelo explicativo de evolución por selección natural como mecanismo principal para dar cuenta del conocimiento, sus orígenes, desarrollo y funcionamiento, entendiéndolo de manera muy general: desde la adquisición del mismo en forma de creencia perceptiva hasta productos tan complejos como las teorías científicas.

La epistemología evolucionista comienza dando por sentado que nuestro sistema de conocimiento es un producto lento, contingente, finito y falible de la historia evolutiva. Conjeturan que nuestras capacidades cognitivas más básicas pudieron haber sido fijadas en nosotros como resultado de la selección natural, y que en tanto estamos dotados con ciertas reglas inductivas y procedimentales, estas mismas reglas han podido ser utilizadas para generar éxito predictivo y ventajas selectivas en general. Los epistemólogos seleccionistas también han dejado atrás el ideal de conocimiento cierto, infalible, y fundamental debido a que se toman en serio el hecho de que los seres humanos y otros organismos cognoscentes somos miembros de linajes evolutivos con aparatos cognitivos restringidos filogenética y ontogenéticamente. Para ellos:

Charles Darwin (1809 – 1882)
Charles Darwin (1809 – 1882)

Tomar a Darwin seriamente en epistemología significa al menos que reconsideremos qué significa ser humano y (sujeto) cognoscente a la luz de toda la evidencia que sugiere que no somos los observadores privilegiados de un universo divinamente creado como una vez pensamos (Bradie, 1994: 471).

Según defienden los epistemólogos evolutivos, cuando se dejan atrás los afanes infalibilistas y se hace patente que las capacidades para conocer y creer involucran consideraciones evolutivas, no hay razones para negar que el conocimiento como una actividad natural debe estudiarse y analizarse con herramientas como la teoría de la selección natural y las ciencias neuro-cognitivas. Michael Bradie ha propuesto (1986, 1994) que hay dos programas interrelacionados pero distintos que entran en la categoría de epistemología evolucionista. El primero de ellos, la “Epistemología Evolucionista de Mecanismos” (EEM) intenta describir las características de los mecanismos cognitivos en animales y humanos. Aplica la teoría de la evolución biológica a esos rasgos que son los substratos biológicos de la actividad cognitiva como: el cerebro, el sistema sensorial, el sistema motor, etc. Intenta proveer una descripción evolucionista del desarrollo de las estructuras cognitivas enfocándose en la herencia de tales mecanismos. La finalidad de este tipo de programa es explicar nuestras capacidades para conocer desde una perspectiva biológica. El segundo programa, “Epistemología Evolucionista de Teorías” (EET) intenta describir la evolución de las ideas, las teorías científicas y la cultura en general utilizando modelos y metáforas de la biología de la evolución, pues consideran que el desarrollo y crecimiento del conocimiento humano es el problema central de la epistemología. La EE es bastante adecuada para explicar la adaptación y éxito de nuestras facultades cognitivas, sin embargo, es difícil superar la superficialidad e inviabilidad de las analogías entre la evolución de las especies y la evolución del conocimiento, así como sus aplicaciones a temas epistémicos.

Naturalismo normativo

Una de las demandas más fuertes que tiene ante sí la epistemología naturalizada es ofrecer una descripción plausible de la epistemología que preserve y explique el carácter normativo de nuestras prácticas epistémicas. El naturalismo normativo de Larry Laudan es una propuesta que recuperó las virtudes del proyecto inicial de naturalización de la epistemología a la vez que buscó dar cuenta de la normatividad en ámbitos tan complejos como el teórico-científico. Ante las preguntas ¿cuál es la fuente del poder prescriptivo de la epistemología?, ¿de dónde adquiere derecho a prescribir? Laudan dirá que la epistemología no tiene un derecho intrínseco a prescribir ni una fuente superior o a priori que le dé autoridad. Sugiere que más bien la normatividad o el papel prescriptivo de la epistemología se auto legitima en reglas heurísticas que han sido exitosas en el pasado. Defiende que la epistemología es esencialmente descriptiva y sólo hipotéticamente normativa. Lo normativo se encuentra en la razón instrumental, en la búsqueda de los medios adecuados para alcanzar ciertos fines. Pero cuáles métodos nos lleven a nuestras metas es un asunto empírico que dependerá de cómo es el mundo.

Laudan declara que su “meta-metodología naturalista” no necesita ni intuiciones pre-analíticas, ni información acerca de las elecciones de la élite científica, ni conocer las sutilezas de la terminología metodológica, ni suposiciones a priori de qué es y que no és una disciplina científica. Lo que sí necesita y en abundancia son los datos de qué estrategias de investigación tienden a promover qué metas cognitivas (Laudan, 1987: 28). Laudan no promete demostraciones metodológicas a priori ni incorregibles, y es conciente de que hace a la metodología tan epistémicamente precaria como la misma ciencia (Laudan, 1987: 29). Y eso es todo lo que humanamente podemos pretender.

5. Consideraciones finales

En tiempos recientes la naturalización a partir de ciencias particulares ha brindado una inmensa cantidad de información que ha obligado a confrontar y desechar las viejas ideas que sobre el conocimiento se tenían. Tan abrumadoramente ha ganado terreno la evidencia científica sobre la especulación filosófica que se encuentra en debate cómo debe ser y hasta dónde debe llegar la naturalización.

Usualmente se menciona que el naturalismo no es más que un positivismo disfrazado, aquellos epistemólogos que aspiran a ser científicos. El supuesto anterior depende de una concepción particular de la epistemología y de la ciencia. Sin embargo, el naturalismo hoy en día parte del hecho de que tanto la epistemología como la ciencia tienen puntos de partida e interrogantes distintas, por lo cual la cuestión crucial no es si vamos a alejarnos de la epistemología y acercarnos cada vez más a la ciencia, sino cómo se establece la relación entre ambas.

Ya sea que adoptemos una perspectiva naturalizada o una no naturalizada, evolucionista o no, favorezcamos la explicación causal o la justificación y la normatividad, no podemos cerrarnos a los resultados que ponen en evidencia nuestras limitaciones cognitivas por un lado, y los inmensos recursos empíricos que arrojan luz sobre las grandes interrogantes del conocimiento humano.

El naturalismo más prominente es aquel en el cual el epistemólogo desde su idiosincracia considera y analiza los hechos de la ciencia para responder sus propias interrogantes. Recíprocamente, es aquel donde el científico desde su formación analiza los supuestos e implicaciones filosóficas sin tratar de deshacerse de sus convicciones científicas. Ese es naturalismo real y fructífero.

Es en el sentido anteror que tiene eco la afirmación de Sterelny (2003:3) –que vimos en la sección 1- respecto a que la filosofía sólida está íntimamente conectada con las ciencias naturales en tanto que uno de sus papeles es integrativo.

Agradecimientos

Raúl Gutiérrez; Jorge Martínez Contreras; José Sanmartín Esplugues; Manuel Gándara Vázquez; Jonatan García Campos; Susana Ramírez Vizcaya, Mario García Magos, Violeta Aréchiga Córdoba.

NOTAS AL PIE

1 Nótese que algunos filósofos serios –usando argumentos a los cuales volveremos- han alcanzado un veredicto similar al de los creacionistas. Ej., Friedman (1997: 5) llamó naturalismo filosófico a “una tendencia de pensamiento que ha sido extremadamente extendida dentro de la filosofía Anglo-Americana durante los últimos veinte años o algo así –pero que ahora, si no estoy equivocado, ha alcanzado el fin de su vida útil” (traducción nuestra). Moser y Yandel (2000) nombraron a su contribución al lector como el (que también contiene un capítulo del creasionista William Demski) “adios al naturalismo filosófico”.

2 De hecho, algunas veces se refieren a Quine mismo (por ej., Rosenberg, 1996: 2) como un “pragmático” (contrastándolo Pihlström y Koskinen 2001), una indicación de que el largo y mutuo intercambio entre el pragmatismo y la filosofía analítica a través de los canales del naturalismo ha reformado profundamente a ambos movimientos. Ver Kurtz (1990), Kim (2003), y en particular el habilidoso análisis de Margolis (2003). Para una defensa de la idea de que “los cincuenta años enteros del fin de siglo y una porción del veintiuno deberían estar ocupados primordialmente por el trabajo de no más de cuatro hombres”, Quine, Davidson, Rorty, y Putnam, ver Margolis (2003: ix-xi).

3 Ver Elster (1983) para una lúcida descripción de las interrelaciones entre explicación causal (compartida por todas las ciencias), explicación funcional (característica de la biología y, en menor medida, de las ciencias sociales), y las explicaciones intencionales en las que tipicamente confían las ciencias sociales y la historiografía. Gintis (2006) argumenta que el actor racional o el modelo “creencias, preferencias y constreñimientos”, como él prefiere llamarlo, es un “principio organizador básico” no sólo en teoría económica, sino también en biología, aunque los biólogos lo usen con diversas connotaciones; Gintis critica mucho a la teoría psicológica por rechazar este modelo como poco realista. Ver Callebaut (1998; 2007) para una defensa de la ‘racionalidad acotada’ como requisito de una concepción científica de agenciamiento humano (o animal, o artificial) en contra de la explicación optimizadora de Gintis y otros.

4 Sukopp (2006), en un gran sondeo, es un intento reciente pero permenece incompleto. Ver también Callebaut (1993, 2003, 2007), Kim (2003), Callebaut et al. 2007) y Maddy (2007).

5 Esto puede ser determinado simplemente revisando la proporción de referencias científicas a filosóficas en la literatura presuntamente ‘naturalizada’. En epistemología ‘naturalizada’, en particular, muchos filósofos han adoptado la palabra pero no la postura, sus ‘argumentos’ siguen siendo en gran parte muy apriorísiticos en el sentido de que asumen (usualmente de forma implícita) ‘los hechos de la ciencia’ sin hacer diferencia alguna para con ellos.

6 Para Quine (1969), una vez que abandonamos los dos dogmas empiristas, —a saber, la idea de que existe una distinción entre verdades analíticas y verdades sintéticas (las analíticas basadas en significados independientemente de asuntos de hecho, y la sintéticas basadas en hechos), y el dogma reduccionista de que cada enunciado significativo es equivalente a alguna construcción lógica de términos que refieren a la experiencia inmediata— la herramienta que nos queda es el estudio de la estimulación de los perceptores sensoriales.

7 Sobre esta interpretación ver también: W. V. Quine (1990a), pp. 19-21).

8 Para una visión menos “masivamente modular”, ver: Callebaut & Rasskin-Gutman (2007), cap. 1.

9 Ver también: Callebaut & Rasskin-Gutman (2007).

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Lombardo en el debate sobre la economía de México.

Lombardo en el debate sobre la economía de México.

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.

¿Existe un camino mexicano en materia económica? ¿Un camino que sea el fruto de nuestra propia experiencia, de nuestro recorrido histórico? ¿Una vía que a la vez que corresponda al modo de producción dominante en nuestro país en la etapa actual, nos permita desarrollar nuestras fuerzas productivas y sentar bases para el ulterior avance hacia modos de producción superiores? En caso de existir, ¿en qué consiste esa senda? ¿Cómo se le definiría?

Intervenir en la economía de un modo directo, función medular del Estado mexicano surgido de la Revolución.

Es función medular del Estado mexicano la de intervenir de un modo directo en la economía, con el fn de desarrollar las fuerzas productivas nacionales con independencia...
Es función medular del Estado mexicano la de intervenir de un modo directo en la economía, con el fn de desarrollar las fuerzas productivas nacionales con independencia…

Según una corriente del pensamiento económico, de la que Vicente Lombardo Toledano es el exponente principal, sí existe ese camino, y radica en considerar como función medular del Estado mexicano la de intervenir de un modo directo en la economía, precisamente con el objetivo de desarrollar las fuerzas productivas nacionales con independencia del exterior. Quienes la forman, sustentan que en los países que llegaron tarde a la industrialización capitalista, como el nuestro y los demás de América Latina, la única perspectiva de desplegar la economía de la nación de manera cierta y consistente se da cuando el Estado interviene de modo directo como agente económico, no para anular al mercado sino para actuar en él de modo activo: en calidad de productor o empresario en las ramas estratégicas y prioritarias de la economía. Los partidarios de esta concepción sostienen además que si el Estado abandona esta función, la alternativa, que sería la de abrir las ramas más importantes de la economía al capital extranjero, en la época actual, que es la del imperialismo, pondría en peligro la viabilidad de la nación; es decir, la posibilidad de que México siga siendo un país independiente y soberano, y pueda serlo cada vez de manera más completa. Por eso, esta corriente declara que las privatizaciones dañan profundamente al país y, por tanto, las combate.

No se trata de que los partidarios de esta corriente estuvieran proponiendo que el Estado mexicano tal como existía en el siglo XX –y ni siquiera como existe hoy– asumiera o asuma la función económica propia de un Estado socialista. Pero tampoco se trata de que pretenda operar como un estado capitalista clásico, pues no lo es. Antes del arribo de los neoliberales, hace tres décadas, teníamos un Estado capitalista con particularidades que lo diferenciaban del capitalismo de libre concurrencia –que estuvo vigente en numerosos países del mundo antes de que surgiera el dominio de los monopolios y el capital financiero– y lo distinguían también del capitalismo imperialista, que existe en los países dominantes en el mundo contemporáneo. Porque el que aquí se dio ha sido y es –ahora todavía más– un capitalismo deformado y subordinado al capital imperialista. Y porque de la Revolución Mexicana, que fue un movimiento antiimperialista, de sus fuerzas más avanzadas, surgió un Estado que tenía entre sus funciones principales, de manera consecuente, la de luchar por la emancipación nacional respecto del imperialismo y promover el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales.

Un Estado que impulsa la independencia de la economía nacional es distinto de uno capitalista clásico.

...las privatizaciones dañan profundamente al país y lo vuelven cada vez más dependiente...
…las privatizaciones dañan profundamente al país y lo vuelven cada vez más dependiente…

Las diferencias esenciales del que referimos, con respecto del Estado capitalista clásico y uno socialista, son concluyentes: En un Estado capitalista clásico, la propiedad privada es un principio supremo e intocable, y el Estado tiene la función de protegerla por encima de todo, y, por tanto, proteger a los capitalistas como clase social; el Estado está fundamentalmente a su servicio. En un Estado socialista, por su parte, la propiedad privada de los medios de producción y cambio no existe, sino la propiedad socialista, y el Estado está al servicio del proletariado. Ahora, por lo que se refiere a un Estado surgido de una revolución antimperialista, como el nuestro, sí existe la propiedad privada, se le respeta y hasta se fomenta; pero no toda la propiedad privada ni por encima de todo, sino sólo la que cumpla ciertas funciones útiles para el proyecto general de desarrollar nuestras fuerzas productivas propias y avanzar hacia la independencia económica nacional. Se trata, por tanto, de una propiedad privada que está condicionada.

En segundo lugar, en el capitalismo clásico la fuerza de trabajo es una mercancía que los propietarios de los medios de producción y cambio compran y, con ello, se apropian del plusproducto que los trabajadores generan; es decir, lo que rige al sistema es la explotación del hombre por el hombre. En el socialismo, en cambio, la distribución del producto social se ejerce de acuerdo a la fórmula “a cada quién según su trabajo”, que significa que cada miembro de la sociedad debe recibir el equivalente del valor de lo que con su trabajo aporta a la propia sociedad. En el caso del Estado mexicano surgido de nuestra revolución de inicios del siglo XX, por su parte, regían las fórmulas de distribución y apropiación que son propias del capitalismo, pero atenuadas por el Estado, al que se dio la función de intervenir económica, social y jurídicamente de manera unilateral a favor de la clase trabajadora con el fin de moderar la tendencia explotadora del capitalismo. Por mandato constitucional, no podría ser un Estado que se proclamara neutral entre las clases sociales y en los hechos sirviera a la clase explotadora, como actúan los Estados dentro del sistema capitalista clásico.

En tercer lugar, en el capitalismo clásico la economía no se planifica, sino que se rige por las llamadas leyes del mercado bajo el principio supremo de dejar hacer, dejar pasar. El Estado debe abstenerse de intervenir en la economía. En tanto que en los otros dos, el Estado socialista y el surgido de la Revolución Mexicana, la economía debe ser planificada por el Estado, aunque no de manera idéntica, en uno y otro. En el socialismo, la planificación es integral y debe abarcar todos los renglones, quizá con la excepción de los que tienen un carácter marginal. Y en un Estado como el nuestro, la planificación traza lineamientos generales válidos y obligatorios para todos, pero al sector estatal de la economía le fija mecanismos rígidos, y al capital privado, flexibles.

El debate sobre la economía nacional, ¿Estado o mercado?

De la Revolución Mexicana surgió un Estado que tenía entre sus funciones principales la de luchar por la emancipación nacional respecto del imperialismo y promover el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales...
De la Revolución Mexicana surgió un Estado que tenía entre sus funciones principales la de luchar por la emancipación nacional respecto del imperialismo y promover el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales…

Pero frente a ésta concepción sobre el camino para el desarrollo económico de México, sus opositores sostienen, como un principio de carácter general, la tesis de que la responsabilidad fundamental en el campo de la economía corresponde al mercado, como ocurría en los tiempos idos del capitalismo de libre cambio. Aducen que el Estado no debe participar en la economía, o debe hacerlo lo menos que sea posible –conceden– subordinándose en todos los casos a los intereses y directrices del mercado. Dicen que lo deseable es que sus funciones se reduzcan a establecer las normas y a vigilar su cumplimiento desde afuera. Añaden que si el Estado va más allá de esos límites, entorpece y pervierte a las leyes del mercado, y que esto trae a la postre funestos resultados. Estas cuestiones las consideran válidas para todos los Estados del mundo contemporáneo, sin distinción de grados de desarrollo de sus fuerzas productivas, condición de posible dependencia o independencia y soberanía económica o de cualquier otra índole. Insistiendo en sus opiniones, descalifican a los partidarios de la intervención del Estado en la economía; declaran que sus argumentos están superados y que el libre mercado ya emergió vencedor, en nuestros días. Lombardo los denunció:

Contra la ruta que México eligió, se levantan los partidarios de la llamada ‘libre empresa’, afirmando que la prosperidad alcanzada por las naciones más desarrolladas, se debe al esfuerzo de sus hombres de negocios, nunca interferido por el poder público, y nos aconsejan que imitemos su ejemplo… Pero parten de la ocultación de un hecho fundamental: la evolución histórica de México es diferente a la de Estados Unidos y las naciones altamente industrializadas de otros continentes, a tal grado que sin la Revolución… nuestro país sería hoy una colonia del extranjero con el título de Nación soberana”.[1]

Los hechos, en efecto, desmienten la pretensión de los propagandistas del que han llamado “libre mercado”. No existe país tercermundista alguno que ese camino pueda ser presentado como ejemplo que avale el éxito de ese tipo de economía. Ninguno que, sin intervención estatal, haya conseguido o esté logrando resultados en los aspectos medulares, como éstos:

  1. Un crecimiento significativo y sostenido, sin caídas. (Eficacia económica)
  2. El fortalecimiento de su mercado interno. (Desarrollo sin dependencia)
  3. Un creciente bienestar de la población en su conjunto. (Democracia social)
  4. Una distribución equitativa del producto. (Democracia económica)
  5. La edificación de una economía nacional. (Desarrollo con independencia)

Los regímenes de intervencionismo estatal han aportado mejores resultados en todos estos aspectos. México no es la excepción. Está comprobado que el Estado neoliberal no ha logrado equipararse al que le antecedió en México en ninguno de los indicadores señalados, ni ha alcanzado sus logros.[2]

[1] Vicente Lombardo Toledano. “Iniciativa para adicionar la Constitución…”, op. cit. Los subsecuentes datos y citas textuales corresponden a la misma fuente, a menos que se cite específicamente una distinta.

[2] Por ejemplo, Armando Labra Manjarrez publicó un estudio comparativo de los resultados económicos y sociales de cuatro sexenios muy representativos de una y otra concepción en materia económica, libre mercado e intervención del Estado. Por un lado, los doce años de Luis Echeverría y José López Portillo; por otro, los doce correspondientes a Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari. De acuerdo con este estudio, en tanto el Producto Interno Bruto (PIB) creció a un promedio anual del 6.2%, en el periodo Echeverría-López Portillo, en la fase De la Madrid-Salinas apenas alcanzó el 1.6% anual promedio. Más notable todavía es el contraste en el caso del PIB per cápita que pasó, de un crecimiento anual del 3.2%, a una disminución del 0.3%. El salario mínimo, que es un indicador básico, por lo que se refiere al bienestar de la población, “registró un decrecimiento anual de 1% entre 1971 y 1982 y de casi 7% entre 1983 y 1994, significando una caída acumulada de poco más de 80% en los doce años… (de los partidarios del libre mercado) De tal forma, el poder adquisitivo del salario hoy es menos de la mitad del existente a principios de los ochentas”, dice el autor citado. Y aporta un dato más: el tipo de  cambio  (peso  por  dólar)  pasó  de 20.9 a 1,873.6 (viejos pesos) Armando Labra Manjarrez. “¿Apostar de nuevo al neoliberalismo? Análisis de los últimos cuatro sexenios”. Ensayo publicado en la revista Macroeconomía, marzo 16 de 1995, año 2, No. 20, pp. 14-18.

Exitosas huelgas de electricistas y obreros agrícolas en 1936

Exitosas huelgas de electricistas y obreros agrícolas en 1936

Juan Campos Vega

Durante el año de 1936, el sindicato de trabajadores electricistas que forma parte de la CTM y los obreros agrícolas de La Laguna que también son integrantes de la confederación van a la huelga con la finalidad de mejorar sus condiciones de trabajo, sus salarios y prestaciones.

HUELGA DEL SINDICATO MEXICANO DE ELECTRICISTAS

La huelga contra la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz (Mexican Light and Power Company), realizada por el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), se debió a la negativa de la empresa extranjera de mejorar las condiciones económicas y sociales de los trabajadores.

El contrato colectivo de 1934, vencía el 30 de abril de 1936; después de dos prórrogas, de un mes cada una, y habiendo escuchado el 11 de junio la única propuesta empresarial, que inicia con una explicación que pretende dar “la imagen de una empresa agobiada por su falta de recursos para solventar las demandas de sus trabajadores”, para posteriormente realizar propuestas que no satisfacen al movimiento huelguístico.

Después de valorar la propuesta empresarial y reiterar la necesidad de llegar a un arreglo entre las partes “la asamblea autorizó que Breña Alvírez y Pavón Flores se entrevistaran con el presidente Cárdenas para informarle la situación y la inminencia de la huelga. En todos sus términos [el Presidente] apoyó lo realizado por el SME y solicitaba el mayor esfuerzo para evitar la huelga [1]”.

SME1

Las demandas centrales del pliego de peticiones entregado por el sindicato a las compañías de electricidad, el 24 de junio, incluía dos aspectos esenciales:

1o. Ordenar, reglamentar y hacer más claras y precisas las disposiciones del Contrato Colectivo de 1934, que la experiencia de dos años había mostrado que daban origen a dificultades provenientes de una interpretación diversa, con el fin de eliminar dichas dificultades y hacer más fácil y expedita la aplicación del Contrato.

2o. Eliminar estipulaciones que establecían injustas diferencias entre los trabajadores, las cuales el sindicato se vio obligado a aceptar en 1934 y elevar ciertos derechos, prerrogativas y beneficios económicos nuestros, para ponerlos más en consonancia con los avances hechos últimamente en materia de contratación colectiva, o para que sirviera de precedente a otros trabajadores [2].

A los aspectos anteriores se sumaban otras demandas de menor jerarquía que en conjunto representaban las demandas más sentidas por los trabajadores electricistas.

El 15 de julio, el sindicato envía un telegrama al presidente Cárdenas, para comunicarle el estallido de la huelga por la intransigencia de las empresas; ese mismo día se intentó llegar a un acuerdo entre empresas y sindicato, en la que estuvo presente el secretario particular del Presidente, pero también fue infructuosa, por lo que el 16 de julio estalló la huelga.

Para llevar al éxito el movimiento huelguístico, que dura diez días, y que afecta los intereses de la clase obrera y de toda la población de la capital del país y de regiones industriales importantes de entidades cercanas al Distrito Federal, la CTM presta su apoyo solidario, material y moral a la huelga, y realiza “una amplia y sistemática labor de divulgación de los antecedentes, las finalidades y el alcance del acto realizado por los trabajadores de la industria eléctrica [3]”, que contribuye a lograr el apoyo de las masas trabajadoras y de algunos sectores de la burguesía nacional, cuyos intereses se oponen a esa empresa perteneciente a un poderoso monopolio extranjero.

Trabajadores del SME resguardando la subestación Taxqueña
Trabajadores del SME resguardando la subestación Taxqueña

El objetivo de la labor propagandística realizada por la confederación, consiste en contrarrestar la información dolosa y malintencionada de la prensa mercantil, que intenta desvirtuar las acciones del sindicato y de sus agremiados ante la población del país. En este marco, es necesario resaltar la importancia del acto celebrado en el teatro Rex, convocado por el comité nacional de la CTM, y en el que Lombardo, en su carácter de secretario general de la confederación, explica las características del conflicto y contesta a las preguntas que le fueron formuladas por la concurrencia: sobre todo extranjeros residentes en la Ciudad de México, la mayor parte de ellos estadounidenses.

A diferencia de lo sucedido con la huelga ferrocarrilera que es declarada inexistente, las autoridades reconocen la legitimidad de la huelga de los electricistas, y después, el éxito del movimiento es completo, en el boletín de prensa del 25 de julio de 1936, que el SME redacta para la ocasión, establece que “Salvo unos cuantos puntos del contrato colectivo de trabajo que quedaron pendientes, los cuales deberán ser resueltos por acuerdo directo entre las partes en un plazo que vencerá el día último del corriente mes, el sindicato obtuvo la aceptación íntegra de su pliego petitorio [4]”.

En la redacción del boletín se evidencia el distanciamiento del SME respecto de la dirección de la CTM, ya que no se dirige a la confederación en su conjunto ni menciona a su comité ejecutivo nacional, sino solamente anuncia “a las organizaciones de trabajadores miembros de la CTM, a aquellas fuera de la CTM, que le prestaron su apoyo y solidaridad [5]” el éxito obtenido, mientras que a otras organizaciones sí las menciona como colectividades, y al referirse al Presidente de la República le otorga todo el mérito para la solución del conflicto.

Al mencionar la intervención del general Lázaro Cárdenas, el SME explica que al apoyar la solicitud el sindicato de intervenir para suprimir intermediarios y realizar arreglos directos con la empresa, permitió solucionar rápido el conflicto y lograr la victoria, por lo que, “El Sindicato Mexicano de Electricistas reitera una vez más la confianza que ha puesto en el señor Presidente, cuyo apego a la ley ha puesto una vez más de manifiesto, que los trabajadores tienen en él un amigo sincero y leal que hace respetar sus derechos constitucionales [6]”.

HUELGA DE OBREROS AGRÍCOLAS DE LA LAGUNA

En junio de 1935, Lombardo publica un artículo en el que analiza las características de La Laguna —la región agrícola más homogénea y más rica del país—, reproduce estadísticas socioeconómicas recientes de su actividad, y explica cómo se encuentra la división territorial de los municipios y estados en donde se encuentra ubicada la comarca lagunera, lo que la sujeta a la autoridad de ocho ayuntamientos pertenecientes a dos estados, por lo que “el tratamiento fiscal, económico, social y político, es diverso en cada municipio de la región [7]”; para concluir su análisis, propone una serie de medidas tendientes a ampliar la superficie de los cultivos, aumentar los salarios, y elevar las condiciones de vida de los que habitan en la región; entre las propuestas destacan: dividir las haciendas, prohibir la participación de las sociedades por acciones y de las empresas de extranjeros en la explotación de la tierra, dotar de ejidos a las comunidades agrarias, y establecer un solo contrato colectivo que regule las relaciones entre los dueños de los ranchos y los obreros agrícolas, así como un conjunto de medidas técnicas [8].

comarca_lagunera

Ante la propuesta de la CTM de establecer un “contrato colectivo único, que implicaba aumento de salarios y servicios sociales que nunca tomaron en cuenta los patrones [9]”.

La respuesta de la mayoría de los dueños de las haciendas —mayoritariamente extranjeros y antiguos jefes militares— fue de cerrada oposición a que se aplicara la legislación agraria, y a que se firmara un contrato colectivo de trabajo para nivelar los salarios y las prestaciones de los trabajadores. Inclusive amenazan con abandonar las haciendas y dejan de cumplir con lo establecido en los contratos colectivos existentes.

Lo anterior provoca una serie de huelgas para exigir el cumplimiento de lo establecido en los contratos vigentes, y el 16 de agosto de 1936, los obreros agrícolas de La Laguna se lanzan a la huelga general debido a la violación sistemática de sus contratos de trabajo, el despido arbitrario de trabajadores y los bajos salarios que devengan.

Por decisión expresa de los trabajadores de La Laguna —debido a un acuerdo con el Presidente de la República que garantiza los intereses de los campesinos—, la huelga se levanta para que se aplique, a partir del 15 de septiembre, la Ley Agraria. Estas medidas crean las condiciones para que se pongan en práctica las propuestas del Plan de la CTM, que establece por primera vez el sistema colectivo de trabajo agrícola, y que consiste en los aspectos siguientes: “a) Dirección agrícola centralizada en la región lagunera; b) Administración ejidal centralizada; c) Producción colectiva; d) Servicios colectivos de toda índole; e) Autonomía política de la región [10]”.

El Plan de la CTM para los ejidos de la comarca lagunera, serviría después para organizar el trabajo colectivo en los ejidos de otras regiones del país.

El año de 1936 fue exitoso para los trabajadores, se gana el movimiento huelguístico de los electricistas, que es de gran trascendencia para las luchas obreras, y otro en el campo, que se sienta precedentes importante en materia agraria, no sólo respecto a la tenencia de la tierra, sino también a los métodos de trabajo, al sistema de producción, al reparto de los ingresos y, en general, a la organización productiva, de prestación de servicios públicos, y de participación de los campesinos en los asuntos públicos de la región lagunera.

[1] Víctor M. Sánchez Sánchez, “Síntesis histórica del Sindicato Mexicano de Electricistas”, revista Lux año LVII, núm. 338, México, D. F., diciembre de 1984, p. 58.

[2] Idem.

[3] Confederación de Trabajadores de México, “Huelga de los trabajadores electricistas”, CTM 1936-1941, p. 105.

[4] Véase, “Boletín para la prensa del sindicato de electricistas”, en Confederación de Trabajadores de México, CTM 1936-1941, pp. 115-116, y en Víctor M. Sánchez Sánchez, “Síntesis histórica del Sindicato Mexicano de Electricistas”, revista Lux año LVII, núm. 338, México, D. F., diciembre de 1984, p. 60.

[5] Idem.

[6] Idem.

[7] VLT, “La comarca de La Laguna en cifras”, en Confederación de Trabajadores de México, CTM 1936-1941, p. 121.

[8] Ibid., p. 123.

[9] Confederación de Trabajadores de México, “El reparto de la región de La Laguna”, en CTM 36-41, p. 118.

[10] Véanse Confederación de Trabajadores de México, “Plan de la CTM”, pp.145-149, y “Segundo Consejo Nacional de la CTM. Informe del Comité Nacional”, p. 212, en CTM 1936-1941.

Mirada deíctica y contacto ocular. Función social de la mirada en los primates.

Mirada deíctica y contacto ocular. Aspectos relevantes para la función social de la mirada en los primates.

Bernardo Yáñez

rhesusAlgunos estudios experimentales sobre reconocimiento facial en monos han revelado la importancia que tienen los ojos para algunas especies. Keating y Keating (1982)[1] estudiaron los movimientos oculares de dos monos Rhesus mientras se les presentaban diferentes rostros de primates (monos Rhesus, chimpancés y humanos). Los resultados mostraron que los sujetos tienen una clara tendencia a mirar a los ojos y la región facial que los circunda comparada con la nariz y la boca. En otro estudio, Nahm et al. (1997)[2], apuntan que los ojos y la boca son los principales atributos que captan la atención de los sujetos. A partir de estos estudios podemos concluir que para los primates los ojos son estructuras morfológicas relevantes en las interacciones sociales.

Los primates cuentan con excelentes habilidades para discriminar si una mirada es dirigida hacia él o si la mirada de otro individuo se dirige a otro punto. Esto tiene que ver con que la mirada sostenida en algunas especies de primates representa una afrenta o agresión. Sobre todo en los primates del viejo mundo –los cercopitecos- se puede observar como el contacto ocular generalmente es evitado. Thomsen (1974)[3] describió el comportamiento ocular de algunas especies de primates no humanos. Midió la frecuencia media del contacto ocular dirigido por los animales a un humano que mantenía la mirada sostenida hacia ellos. La observación más interesante –a mi juicio- fue que el tiempo de contacto ocular tuvo diferentes significados dependiendo de su duración; un contacto visual frecuente sugirió que el individuo estaba inspeccionando la dirección de la mirada del experimentador; mientras que mantener el contacto ocular por un periodo prolongado significó frecuentemente un gesto de amenaza o de afiliación. Una interpretación es que la mirada puede tener diferentes usos sociales dependiendo del contexto y la modalidad en que se presente. Otro resultado interesante fue que el contacto visual no tuvo la misma relevancia para los monos jóvenes que para los adultos; de lo cual se desprende que se trata de un comportamiento aprendido socialmente (en otro momento analizaremos esta misma conducta pero desde una perspectiva ontogenética). Otro estudio realizado por Linnankoski y colaboradores (1993)[4] encontró que cuando las hembras mostraban sus cuartos traseros a algún macho en particular éste se masturbaba y eyaculaba, pero solamente cuando se establecía contacto ocular entre el macho y la hembra. Otras señales visuales u olfativas, como la inspección de la región perineal, no fueron tan efectivas como el contacto ocular que desencadenaba la eyaculación. Nuevamente la mirada y algunas de sus diferentes funciones sociales.

Juan Carlos Gómez. Universidad de St. Andrews
Juan Carlos Gómez. Universidad de St. Andrews

A partir de lo anterior se establece que el comportamiento visual  es un componente importante de las interacciones sociales de los primates. Para ahondar en ello, me centraré en un tipo de comportamiento visual que parece tener una relevancia particular en la interpretación de estados mentales: mirar a los ojos de los demás. Existen dos modalidades básicas en las que se pueden mirar los ojos de los demás: la primera, monitorear la mirada o la mirada deíctica, que consiste en mirar los ojos de un individuo que está viendo hacia otro lado; la segunda, la mirada compartida o contacto ocular, en la cual se requiere de dos individuos mirándose a los ojos mutuamente (Gómez, 1991)[5]. Ambos patrones suelen combinarse secuencialmente dando lugar a la conducta llamada “alternancia de la mirada”; en la cual, un individuo observa alternativamente un objeto o evento y los ojos de otro individuo para de esta manera establecer lo que se denomina la “atención conjunta”.

La mirada compartida en sus diferentes versiones –monitoreo de la mirada y contacto ocular- han sido estudiadas exhaustivamente en la comunicación no verbal; ya que se consideran un componente fundamental de las interacciones sociales. Además, el contacto ocular se ha identificado como un patrón comportamental en el desarrollo de las incipientes interacciones sociales de los infantes humanos. Así, la manera en que los niños comienzan a formar parte de la vida social de los adultos es por medio de sus interacciones cara-a-cara fundamentadas en el contacto ocular. Bretherton y Bates (1979)[6] han definido el contacto ocular como un criterio de comunicación intencional de los infantes hacia los adultos. Incluso algunos etólogos alegan que el contacto ocular juega un papel crucial en ciertas interacciones sociales de los chimpancés como la reconciliación o resolución de conflictos. En cualquier caso, el análisis del seguimiento de la mirada y el contacto ocular pueden dar luz del desarrollo y evolución de las complejas interacciones sociales de los primates humanos y no humanos.

Gorilla-gorilla
Gorilla-gorilla

Goméz (idem) realizó un experimento para tratar de profundizar en estas cuestiones. La situación fue la siguiente: se presentó un gorila en una habitación con la puerta cerrada por un pasador que se encontraba fuera del alcance del animal; dentro de la habitación había un experimentador –que registraba el comportamiento del animal– y una caja. Hay tres posibles soluciones:

  1. Desplazar o arrastrar la caja para treparla y así alcanzar el seguro de la puerta y poder abrirla. No hay interacción con el experimentador.
  2. Utilizar al experimentador como un objeto; es decir, arrastrarlo o desplazarlo en una posición cercana a la puerta donde puede trepar encima de éste y así abrir el seguro de la puerta. Nótese que formalmente no hay interacción social con el experimentador.
  3. Alternar secuencialmente el contacto ocular con el monitoreo de la mirada del investigador. Es decir, mirar hacia los ojos del experimentador y posteriormente observar hacia la dirección donde está el seguro de la puerta; al tiempo de tomar la mano del investigador. En ningún momento hace uso de su fuerza para modificar la posición del experimentador. Simplemente por medio de esta alternancia en el comportamiento visual se establece una comunicación interindividual. Evidentemente hay una interacción social entre el experimentador y el animal.

Algunos apuntes interesantes del autor en relación al comportamiento observado nos permite hacer una interpretación de la función social de la mirada en primates (olvidémonos de la primera solución donde no hay interaccion). En la segunda posible solución el humano juega el papel gramatical de objeto para la acción de “mover” que es llevada a cabo por el animal; mientras que en la tercera juega (el experimentador) el papel de sujeto de la acción de movimiento. Nos dice Gómez: “la diferencia gramatical aparente en estas descripciones refleja la diferencia psicológica subyacente a ambos comportamientos” (idem). La tercera posible solución es una solicitud, es decir, un comportamiento comunicativo dirigido a otro organismo (en este caso el experimentador). En este aspecto, la esencia de los comportamientos comunicativos es que las acciones de los actores se adaptan al receptor como sujeto. Es decir, “toman en cuenta y explotan las propiedades subjetivas de otros organismos y no únicamente las propiedades físicas (objetivas) que comparte con los objetos” (idem). Esto es, precisamente, lo que se observa que hace el gorila que resuelve la situación con la tercera posible solución.

De lo anterior se puede concluir que los gorilas utilizan el comportamiento visual combinando la mirada deíctica, el contacto ocular y la atención conjunta para interactuar socialmente con otros individuos; es decir, para comunicarse intencionalmente y socialmente. O sea que la mirada, al menos entre los primates, no se reduce a la posibilidad de observar sino que también funciona como un medio de interacción social. En los seres humanos este hecho es evidente y es llevado hasta sus últimas consecuencias en las complejas relaciones sociales humanas.

Referencias

[1] Keating, C.F. y E.G. Keating (1982) “Visual scan patterns of rhesus monkeys viewing faces”. Perception, 11, pp. 211-219.

[2] Nahm, F. et al. (1997) “How do monkeys look at faces?” Journal of Cognitive Neuroscience, 9, 5, pp. 611-623.

[3] Thomsen, C. (1974) “Eye contact by non-human primates toward a human observer” Animal Behaviour, 22, pp. 144-149.

[4] Linnankoski, I. M. Gronroos y A. Pertovaara. (1993) “Eye contact as a trigger of male sexual arousal in stumped-tale macaques (Maccaca arctoides)”. Folia Primatologica, 60, pp. 181-184.

[5] Gomez J.C. (1991) “Visual behavior as a window for reading the mind of others in primates”. En Whiten A (ed), Natural Theories of Mind. Oxford: Basil Blackwell.

[6] Bretherton, I., y Bates, E. (1979). “The emergence of intentional communication”. En: I. Uzgiris (Ed.), New directions for child development (pp. 81-100). San Francisco: Jossey-Bass.

El Primer Congreso de Universitarios Mexicanos

El Primer Congreso de Universitarios Mexicanos*

Por Emilio García Bonilla

A mediados de 1933 la Universidad Nacional Autónoma y la Confederación Nacional de Estudiantes emitieron la convocatoria al Congreso de Universitarios Mexicanos atendiendo la propuesta del IX Congreso Nacional estudiantil que se celebró en Toluca en 1932. El comité organizador quedó presidido por el rector Roberto Medellín, siendo representada la Universidad Nacional por Julio Jiménez Rueda y Vicente Lombardo Toledano, y los estudiantes por Luís Martínez Mezquida y Manuel Boneta. El Congreso tocaría cuatro rubros generales: a) Cuestiones administrativas y docentes, b) Orientación técnica, c) Relaciones escolares, y d) La importancia social de la universidad en el mundo actual. Las universidades estatales enviarían a sus respectivos representantes como delegados y lo mismo harían las federaciones estudiantiles locales, quedando a consideración de los organizadores la invitación de colaboradores con derecho a voz, pero no a voto.[1]

Entre las consideraciones que justificaban la realización del congreso se decía: “Que ha llegado el momento de que los centros de cultura de la República hagan una labor de acercamiento espiritual entre todos sus componentes para dar una orientación a la enseñanza universitaria que esté más en consonancia con el momento actual que vivimos”, por lo que entre los temas que se tratarían estaba el “estudio de la posición ideológica de la universidad frente a los problemas del momento”, además de la “uniformidad de los planes de estudio y programas de las facultades y escuelas”.[2]

Anfiteatro Simón Bolívar. Foto de Rodrigo Vázquez
Anfiteatro Simón Bolívar. Foto de Rodrigo Vázquez

El Primer Congreso de Universitarios Mexicanos se inauguró el 7 de septiembre en el Anfiteatro Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria con la presencia del general Abelardo Rodríguez, quien fue distinguido como presidente honorario por el comité organizador que además designó a Narciso Bassols, secretario de Educación Pública y a Antonio Caso, ex rector de la Universidad Nacional, como miembros honorarios. Fueron acreditadas delegaciones de 21 entidades del país. Se anunció que el acto inaugural consistiría en una alocución de Guillermo G. Ibarra, presidente de la Confederación Nacional de Estudiantes, “y dos discursos, uno a cargo del rector de la Universidad de Guadalajara, doctor Enrique Díaz de León, representando a las delegaciones de los estados, y otro del señor rector de la Universidad de México, químico Roberto Medellín”, quedando a cargo de la Facultad de Música, la parte artística del programa.[3]

La inauguración del congreso había servido, según se dijo en La Prensa, “para iniciar una fluencia de conceptos” a fin de reconsiderar la imagen pública de la universidad a partir de su función en la sociedad, porque incluso era vista con desconfianza por funcionarios del gobierno, generando en la población cierta “hostilidad como enderezada a una clase de privilegio”. Al respecto, el rector Medellín consideró que “la universidad debe ser el organismo superior de orientación en la posición ideológica que la revolución debe asumir”,[4] para que dejara de ser vista como “semillero de espíritus retrógrados y fábrica de profesionales que se mantienen ajenos a los dolores y a las angustias del pueblo, encasillados en su egoísmo y su conveniencia”.[5]

Llamaron la atención desde un inicio las discusiones dentro de la segunda comisión del congreso, encargada de resolver la orientación ideológica que se le daría a la educación superior en nuestro país. Esa comisión quedó presidida por Vicente Lombardo Toledano, integrándola además Luís Sánchez Pontón, Genaro Ángeles y por Jalisco el doctor Ramón Córdoba, profesor Alberto Terán y pedagogo Saúl Rodiles, quienes defendieron una posición que los llevó, según el diario El Jalisciense a aprobar “los lineamientos principales, que fijan normas completamente izquierdistas para los métodos, programas, doctrinas y textos que se aprueben para el futuro de la vida de nuestras universidades.”[6] La segunda comisión también abordó el tema de la creación de bachilleratos especiales en concordancia con las escuelas y facultades universitarias, avanzando además en la uniformidad de los estudios preparatorios en el país con el establecimiento de normas generales en ese rubro.[7]

Enrique Díaz de León. Rector de la Universidad de Guadalajara
Enrique Díaz de León. Rector de la Universidad de Guadalajara

Los acuerdos tomados en las comisiones serían presentados en la sesión plenaria para que, en su caso, fueran aprobadas por la totalidad de los delegados del congreso, aunque se pronosticaron debates muy interesantes debido a las opiniones divididas, especialmente ante el dilema de considerar a la universidad mexicana sólo como un laboratorio de alta cultura o si debía “tomar parte en la revolución social que conmueve nuestro tiempo”.[8]

Al respecto, el rector de la Universidad de Guadalajara, Enrique Díaz de León, ya había declarado que “la universidad debe ser izquierdista, haciendo para ello una selección rigurosa de catedráticos y trazando una ideología que responda a esa aspiración”.[9] Esto fue considerado como una “amenaza imposicionista” que tenía como propósito, según la prensa reaccionaria, “la propaganda de un radicalismo comunista, copiado, como siempre, del bolchevique ruso, a fin de estimular el proceso revolucionario, agitando a las multitudes desde las cátedras universitarias”, lo que incluso se consideraba subversivo porque “si bien es verdad que en México el Estado se inclina hacia el socialismo, siempre ha desechado los extremos comunistas, persiguiéndolos, en ocasiones como delictuosos”.[10] Para el autor de la nota, iba a ser necesario reformar el artículo tercero constitucional para permitir que la universidad tuviera una orientación ideológica, pues esta iba en contra del laicismo, entendido como “neutralidad”.[11]

La comisión presidida por Lombardo Toledano presentó sus conclusiones, adoptando la ponencia presentada a nombre de la Universidad Nacional en la que se destacaba que:

“Las universidades y los institutos de carácter universitario del país, tienen el deber de orientar el pensamiento de la nación mexicana,” siendo la orientación de sus cátedras e investigaciones tendiente “a la sustitución del régimen capitalista por un sistema que socialice los instrumentos y los medios de la producción económica”. En este sentido, se determinó que “la historia se enseñará como la evolución de las instituciones sociales, dando preferencia al hecho económico como factor de la sociedad moderna, y la ética como una valoración de la vida que señale como norma de la conducta individual el esfuerzo constante dirigido hacia el advenimiento de una sociedad sin clases, basada en posibilidades económicas y culturales semejantes para todos los hombres”.[12]

Asimismo se dijo que las instituciones de educación superior contribuirían “al estudio de nuestro régimen de gobierno; con el propósito de iniciar ante el Estado la organización de sistemas, de instituciones o de procedimientos que mejoren las condiciones económicas y culturales de las masas, hasta la consecución de un régimen apoyado en la justicia social”. Además, se consideró importante que “para lograr la formación de verdaderos investigadores y de técnicos de capacidad superior, deberá proveerse en forma vitalicia a las necesidades económicas de los elementos de cualidades de excepción, para que estos dediquen desde que sean estudiantes, con tranquilidad de espíritu y con entusiasmo, sus energías a la investigación científica”.[13]

En una sesión plenaria con el carácter de permanente que se celebró el 13 de septiembre, fueron presentadas las ponencias y conclusiones de las comisiones primera, segunda y tercera, quedando aprobadas “las conclusiones relacionadas con la uniformidad de los planes de estudio y programas de las facultades y escuelas, los reglamentos de ingreso a las facultades y escuelas universitarias, así como la ponencia de la Universidad Nacional Autónoma sobre la posición ideológica de la universidad frente a los problemas del momento”.[14] Sin embargo, esta última fue objeto de un acre debate al día siguiente, antes de ser clausurado el congreso debido a que Antonio Caso envió una nota al rector Medellín diciendo estar en desacuerdo con la postura de los integrantes de la segunda comisión, por lo que fue invitado a exponer sus juicios al respecto.[15]

En el siguiente artículo abordaré el debate entre Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano dentro del Congreso de Universitarios Mexicanos y sus repercusiones en la prensa.

* Fragmento de la investigación “El conflicto universitario de 1933 en la prensa mexicana” presentada como ponencia en el VIII Coloquio La prensa como fuente para el análisis en las ciencias sociales realizado en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca en noviembre de 2013.

[1] “Convocatoria para el Congreso de Universitarios Mexicanos”, en Revista Universidad de México, Tomo VI, No. 31 y 32, Mayo-Junio de 1933. Información Oficial, pp.: 125-126. Archivo Histórico de la UNAM.

[2] Idem.

[3] “Inaugurará hoy el señor Presidente el Congreso Universitario Mexicano. Veintiuna delegaciones asistirán a esa asamblea, en la que estarán representadas las universidades del país”, en Excélsior, 7 de septiembre de 1933, Archivo Histórico de la UNAM, Colección: Memoria Universitaria, Sección: Publicaciones Periódicas, Sub-sección: Noticias Universitarias, en adelante AHUNAM.

[4] La Prensa, 8 de septiembre de 1933, en AHUNAM.

[5] Excélsior, 9 de septiembre de 1933. Citado por Héctor Ramírez Cuellar en Lombardo. Un Hombre de México, México, El Nacional, 1992, p. 54.

[6] “Los trabajos desarrollados ayer por el primer Congreso de las Universidades del país”, El Jalisciense, 9 de septiembre de 1933, en AHUNAM.

[7] “Se trata de unificar la enseñanza universitaria”, El Universal, 10 de septiembre de 1933, en AHUNAM.

[8] “La Universidad debe tener injerencia en la Revolución Social”, Excélsior, y Nota en La Nación, Veracruz, 11 de septiembre de 1933, en AHUNAM.

[9] Idem.

[10] “Al margen del Congreso de Universitarios”, Excélsior, 12 de septiembre de 1933, en AHUNAM.

[11] Idem.

[12] “Posición ideológica de la Universidad y programa de labores”, Excélsior, 13 de septiembre de 1933, en AHUNAM.

[13] Idem.

[14] “Clausura del Congreso de los Universitarios”, El Universal, 14 de septiembre de 1933, en AHUNAM.

[15] VLT, “Prólogo” [1963], Idealismo vs Materialismo Dialéctico. Polémica Caso-Lombardo, México, Universidad Obrera de México, 2010, p. 22.

El debate entre los marxistas y el partido necesario para los fines inmediatos de la clase trabajadora en México.[1]

El debate entre los marxistas y el partido necesario para los fines inmediatos de la clase trabajadora en México.[1]

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.[2]

El Partido Popular, surgido a la vida pública en 1948, tuvo como un antecedente concreto el análisis riguroso de la realidad de México, de acuerdo con el método marxista, que se realizó un año antes, en la Mesa redonda de los marxistas mexicanos, donde se consideró necesaria su creación como instrumento idóneo para la lucha de la clase trabajadora por sus objetivos inmediatos.

En la Mesa Redonda de los marxistas mexicanos se consideró necesario organizar el Partido Popular.
En la Mesa Redonda de los marxistas mexicanos se consideró necesario organizar el Partido Popular.

Como vimos antes, en la citada Mesa redonda, al plantear los objetivos inmediatos de la transformación de México, Lombardo dijo que: 1) La Revolución Mexicana de 1910 no se había propuesto como objetivo inmediato el socialismo, para lo cual indudablemente no existían las premisas necesarias en una sociedad pre-capitalista como era la nuestra, y ni siquiera se daban cuando se realizaba este debate, en 1947. 2) Las fuerzas más avanzadas de la sociedad, por tanto, habían aspirado a destruir la estructura semifeudal y esclavista y desarrollar las fuerzas productivas de la nación, objetivo que seguía siendo vigente para el proletariado, y que además compartían otras fuerzas que, para el momento, se podrían calificar como progresistas. 3) La Revolución además se había propuesto como objetivo medular la emancipación de la nación respecto del imperialismo, que de igual manera se mantenía vigente. 4) Otro propósito fue el establecimiento de un régimen democrático popular, por el cual también había que seguir luchando. Así resumió los objetivos que, de acuerdo con un riguroso análisis marxista, correspondían al desarrollo que habían alcanzado las fuerzas productivas del país en 1910 y que no habían variado cualitativamente 37 años después; objetivos que, en la lucha por alcanzarlos, podían sentar las bases para nuevas transformaciones revolucionarias, rumbo a la sociedad sin propiedad privada de los medios de producción y cambio, la sociedad socialista.

Además, como también vimos antes, otros fines más concretos, planteados por Lombardo en la Mesa redonda de los marxistas mexicanos, serían industrializar al país para romper el desequilibrio que existía entre el desarrollo agrícola y el industrial, y como la fórmula principal para desarrollar las fuerzas productivas. Para el mismo fin habría que orientar el crédito público y privado a propósitos reproductivos y no a finalidades especulativas, como de manera indebida se venía haciendo hasta entonces, incluso en tiempos de un gobierno tan progresista como el de Lázaro Cárdenas. Los objetivos y el programa del proletariado y las fuerzas progresistas de México, ya señalados, se podrían resumir de manera apretada en tres puntos: a) la emancipación económica del país; b) la elevación del nivel de vida del pueblo, y c) la obtención de mejores condiciones democráticas, que vendrían a ser los puntos programáticos fundamentales que enarboló el Partido Popular.

Otros rasgos que debería tener el partido.

Agruparía a las amplias masas de obreros, campesinos, intelectuales y sectores medios de la población, a miles y miles de hombres y mujeres
Agruparía a las amplias masas de obreros, campesinos, intelectuales y sectores medios de la población, a miles y miles de hombres y mujeres

¿Qué otros rasgos deberían caracterizar al partido propuesto en la Mesa redonda y surgido de sus debates? Dado que la clase obrera debería ser la que dirigiera la Revolución Mexicana en lo sucesivo, y ya no capa alguna de la burguesía, porque, como lo precisó Lombardo, se trata de una clase social débil e inconsistente frente al enemigo principal, el imperialismo –aun la que pudiera considerarse como progresista–, y porque, como también lo fundamentó el teórico marxista, sin la dirección del proletariado, los objetivos señalados no podrían alcanzarse, el partido no podría depender del Estado, ni directa ni indirectamente; tendría que ser plenamente independiente del gobierno.

Asumiéndose completamente independiente del gobierno, que se calificaba como un gobierno revolucionario, ¿cómo debería ser la relación del partido con el poder público? Tomando en cuenta que tanto el gobierno como el nuevo partido popular, sin depender ninguno del otro, coincidían sin embargo en postular el programa de la Revolución Mexicana, el partido habría de colaborar con aquél en el desarrollo de dicho programa; sometería los actos del gobierno a examen crítico de manera constructiva; pública y enérgicamente señalaría los errores en que incurrieran el Presidente de la República, los diversos funcionarios o el gobierno en su conjunto, y denunciaría las desviaciones en que incurrieran respecto al citado programa, así como su incumplimiento. El gobierno, por su parte, debería apoyarse en esa fuerza popular organizada y “dar pasos decisivos sin temor a la presión de las fuerzas contrarias ante la debilidad hasta hoy crónica de las fuerzas políticas y sociales del sector revolucionario.”[3]

Por otra parte, puesto que sus objetivos implicaban una transformación profunda de la estructura económica y las superestructuras de México, y dado que tales propósitos sólo podrían alcanzarse por medio de una amplia alianza de fuerzas, ajena a todo sectarismo, tendría que ser un gran frente revolucionario y debería estar integrado no solamente por la clase obrera, sino también por la clase campesina, los ejidatarios, los auténticos pequeños propietarios agrícolas, los peones y aparceros, la clase media: maestros, pequeños comerciantes, profesionistas, intelectuales y burócratas. Su dirección debería ser rigurosamente representativa, formada por exponentes de las clases sociales integradas al partido, en proporción a sus fuerzas.

El programa del partido tendría que corresponder rigurosamente a sus objetivos. De acuerdo con la concepción de Lombardo, en el ámbito nacional, tendría que

“luchar por la emancipación de la nación, por el desarrollo económico del país, por la revolución industrial de México, por la elevación del nivel de vida del pueblo, por el perfeccionamiento de las instituciones democráticas”.

Y por cuanto al panorama internacional, lucharía

“por la conservación de la paz, por la exterminación del fascismo, por la independencia de los países coloniales, por la emancipación de los países semicoloniales, por la política de la Buena Vecindad y por la unidad de la América Latina”.[4]

Además, el partido de nuevo tipo debería nacer de abajo hacia arriba, y no de arriba hacia abajo, como casi todos los que se habían formado en México en los últimos tiempos. Se afiliarían los hombres y mujeres que aceptaran su programa, directa y espontáneamente, no en masa ni obligados o inducidos por autoridades o dirigentes. Los miembros del partido, manejarían directa y democráticamente los órganos del partido en los municipios, los estados y en el plano nacional.

No sería un partido cuya actividad se concretara a los procesos electorales, sino que atendería tareas permanentes, como la educación sistemática y constante del proletariado y de las grandes masas del pueblo. “Formará los nuevos cuadros que requiere este período histórico de la vida de México, y estimulará y promoverá de un modo constante a los nuevos elementos en formación, en cualquier lugar en donde se hallen, en las comunidades agrarias, en los pequeños poblados, en las ciudades, en los centros de cultura.”[5]

El nuevo partido, en las condiciones de 1947, debería ser uno que agrupara a las amplias masas de obreros, campesinos, intelectuales y sectores medios de la población, a miles y miles de hombres y mujeres, “porque frente a los grandes problemas que México tiene que resolver en este período histórico, postular la autosuficiencia del proletariado sería un sectarismo ridículo.” No podría ser un partido marxista “porque ya existe el Partido Comunista Mexicano, y crear otro semejante equivaldría, aunque se diga lo contrario, y aunque se quisiera lo contrario, a inaugurar una lucha infecunda entre partidos marxistas, que podría tener graves repercusiones en la vida política general.[6]

En la Mesa redonda de los marxistas mexicanos se registró un consenso en torno a las proposiciones de Lombardo, puesto que en su seno, aunque hubo discrepancias y apreciaciones diversas sobre los variados que se examinaron –y también coincidencias que dieron pie a futuras acciones conjuntas– no hubo expresión alguna de rechazo al documento central, “Objetivos y táctica de lucha del proletariado y del sector revolucionario de México en la actual etapa de la evolución histórica del país”, presentado por Lombardo, que incluyó la proposición de forjar en Partido Popular con las características señaladas.[7]

[1] Octavo fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”, recién concluida, y que próximamente será publicada por el Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[3] Mesa redonda de los marxistas mexicanos, CEFPSVLT, México. 1982. Pág. 69.

[4] Ibidem

[5] Ibidem.

[6] Ibidem.

[7] En los debates participaron: Jorge Fernández Anaya, Dionicio Encina, Blas Manrique y Carlos Sánchez Cárdenas, del Partido Comunista Mexicano; Valentín Campa, Manuel Meza Andraca y Hernán Laborde, de Acción Socialista Unificada; Jesús Miranda, Luis Torres, Leopoldo Méndez y José Revueltas, del Grupo “El Insurgente”; David Alfaro Siqueiros, de la Sociedad Francisco Javier Mina –que solicitó participar en la mesa redonda cuando se había instalado y fue aceptada–; Miguel Mejía Fernández, Rodolfo Dorantes y Enrique Ramírez y Ramírez, de la Universidad Obrera; Víctor Manuel Villaseñor, Rafael Carrillo, Narciso Bassols y Juan Manuel Elizondo, como invitados, a título personal, cada uno por separado, y Vicente Lombardo Toledano, el convocante y ponente central.

Los inicios de la arqueología del Paleolítico

Archæology forms, in fact, the link
between geology and history.
John Lubbock, Pre-Historic Times, 1865.

Primeros pasos.

Capas Estratigráficas. Garganta de Olduvai, Tanzania.
Capas Estratigráficas. Garganta de Olduvai, Tanzania.

La configuración de la arqueología como una disciplina científica, dotada de un objeto de investigación, de técnicas de recolección de información y de principios metodológicos con los cuales relacionar datos empíricos con conclusiones se llevó a cabo, al igual que en otras disciplinas de las humanidades, durante la segunda mitad del siglo XIX. La arqueología recibió especial impulso gracias a los desarrollos teóricos de la geología que va de fines del siglo XVIII a mediados del XIX, en particular de la estratigrafía, y posteriormente a partir de 1859, gracias a la revolución conceptual que en biología supuso la aparición de El origen de las especies.

Durante los setenta o cien años anteriores al histórico texto de Darwin, se habían registrado hallazgos aquí y allá, que habían ido contribuyendo a la formación del cuerpo de ideas e información que ulteriormente daría fundamentos a esta disciplina, aunque la aceptación de muchos de estos conceptos tuvo que esperar a su vez a la admisión de la gran antigüedad humana, que sólo cristalizó, o fue relativamente aceptada, en esa segunda mitad del siglo XIX.

El supuesto básico de la arqueología es que el pasado humano puede conocerse a través de sus huellas materiales. O, más modestamente, que ciertos aspectos del pasado humano pueden conocerse de tal manera. Esta clase de indagación se remonta a épocas muy antiguas: hace más de 2500 años ya había personajes que se interesaban por comprender el origen y significado de los vestigios de gran antigüedad que por diversas situaciones llegaban a sus manos. Por ejemplo, se sabe que Nabónides, último rey de Babilonia (gobernó entre 556 y 539 a.C.), encontró restos de una dinastía ancestral a él, probablemente del rey Hammurabi, quien gobernó entre 1792 y 1750 a.C. y los mandó a desmontar con el objeto de investigar más acerca de ellos y averiguar qué tenían que decir[1].

Este espíritu indagador está emparentado con el de diversos estudiosos de la historia que desde los antiguos griegos hasta el presente han reconstruido por diversas vías la historia humana. La diferencia entre unos y otros estriba en que los primeros se han inclinado por interpretarla a partir de los objetos, restos materiales de diverso tipo y contextos, mientras que los segundos ha privilegiado los relatos, ya sean orales o escritos.

Así pues, por muchos siglos han existido en las diversas culturas los estudiosos y coleccionistas de antigüedades, así como los narradores de historias antiguas. Ambos, pero principalmente los primeros, son antecesores de los modernos arqueólogos.

Los anticuarios y los coleccionistas de la Europa que va del siglo XVI a mediados del siglo XVIII, habían desarrollado un gusto y un conocimiento por los objetos de la antigüedad clásica que llegaban a ellos y con los cuales comerciaban. Un grupo de ellos fundó en 1707[2] la Sociedad de Anticuarios de Londres (The Society of Antiquaries of London), e inició en 1770 la edición de la revista Archaeologia, en la cual se publicaron artículos relacionados con colecciones y hallazgos de objetos antiguos. El estudio que realizaba esta Sociedad, así como sus publicaciones, se orientaban al análisis y discusión de aquellos objetos y colecciones que suministraban información acerca de las grandes culturas de la antigüedad reconocidas entonces: Grecia, Roma, Egipto, Persia, Babilonia. Se abordaban también, aunque en menor grado, otros temas de interés, reflejando así la diversidad de inquietudes de los estudiosos del pasado humano. Pero el énfasis principal de ésta época estaba en la investigación de la antigüedad clásica. La etapa más antigua de la humanidad, que hoy llamamos Paleolítico, apenas se vislumbraba.

John Frere.

John Lubbock (1834 - 1913)
John Lubbock (1834 – 1913)

Con la palabra Paleolítico —con sus fases inferior, medio y superior— se designa al periodo más largo de la historia humana, que abarca desde los orígenes de la humanidad hasta la aparición de la agricultura. En otro artículo hemos señalado cómo John Lubbock definió este periodo como el más antiguo de la humanidad, la Antigua Edad de la Piedra o Edad de la Piedra Antigua.

La rama de la arqueología que se especializó ulteriormente en el Paleolítico, reconoce como uno de los momentos fundacionales de su historia la publicación que se hizo, en 1800, de la carta que el inglés John Frere (1740-1802) envió el 22 de junio de 1797 al Rev. John Brand, secretario de la Sociedad[3].

El escrito fue titulado “Account of Flint Weapons Discovered at Hoxne in Suffolk[4]. En su carta, Frere exponía al reverendo Brand el hallazgo de una serie de armas en el condado de Suffolk y sostenía la idea de que, con base en los datos de que disponía, la evidencia sugería que tales armas habían sido fabricadas en épocas muy remotas. Especulaba incluso que tales épocas rebasarían los periodos históricos reconocidos, remontándolas a una época “más allá del mundo actual”. Su idea se fundamentaba en la posición estratigráfica de los materiales que describió: se habían encontrado en estratos muy antiguos, con evidencias de cambios geológicos importantes.

Frere había obtenido información de que en el mismo lugar se habían encontrado vestigios semejantes, pero asociados a restos de fauna desconocida, lo que confirmaba sus especulaciones.

La carta contenía una serie de ideas germinales que posteriormente resultaron fundamentales para la arqueología, especialmente el énfasis en la descripción de la posición estratigráfica de los restos, la percepción de esta clase de restos líticos como elementos culturales y la relevancia otorgada a su asociación con fauna de otra época.

Recuérdese que Frere vivía en una época en la que prevalecía en muchos sectores la idea lanzada desde más de un siglo antes, en 1650, por el arzobispo Ussher: el ser humano había aparecido en la tierra 4004 años a.C. El clérigo había llegado a este dato a través de un análisis detallado de las genealogías del Antiguo y el Nuevo Testamento y su idea estaba ampliamente extendida y ejercía influencia en grandes sectores de la población.

Frere, no obstante, se atrevió a aventurar en su misiva la idea de que podría haber existido una época anterior a ésta, en la que otros hombres habrían poblado la tierra y elaborado útiles. Señala: “La situación en la cual estas armas fueron encontradas puede tentarnos a referirlas a un periodo en verdad muy remoto, incluso más allá del mundo actual”[5]. Consideró como relevante para su análisis tanto la posición estratigráfica como el contexto en que se encontraban los restos, esto último principalmente a través de las asociaciones de fauna que podía establecer y de las características geomorfológicas que configuraban el sitio.

Su exposición, desafortunadamente, no recibió apoyo. El texto, escrito en 1797 y publicado en 1800, no tuvo mayor repercusión. Fue reconocido como texto precursor sólo sesenta años después, cuando los estudiosos ingleses Joseph Prestwich y John Evans se vieron incentivados por la publicación de El origen de las especies y su consecuente debate y decidieron revisar las pruebas que Frere, en Inglaterra, así como Boucher de Perthes, en Francia, habían expuesto años atrás sobre la asociación de instrumentos líticos con fauna extinta. En otro artículo comentaremos la carta de Frere.

Aura Ponce de León, septiembre de 2014.


Notas.

[1] Schnapp, A (1997), “Orígenes de la Arqueología”, ponencia presentada en el Simposio sobre arqueología Europea realizado en el Museo Nacional de Antropología de México, D.F., en diciembre de 1997.

[2] Como lo indica la propia sociedad: http://www.sal.org.uk/about-us/ (texto consultado en 2014), su Royal Charter es de 1751.

[3] Frere, 1800, en el volumen XIII de la revista Archaeologia, The Society of Antiquaries of London.

[4] Frere, 1800.

[5] (Frere, 1800).


Parte de este texto proviene del libro Arqueología cognitiva presapiens, 2005, CEFPSVLT.

  • Imagen de John Lubbock albergada en wikipedia.
  • Imagen de Capas estratigráficas: Garganta de Olduvai, Tanzania, Aura Ponce de León.

La huelga de ferrocarrileros y la nacionalización de la empresa

La huelga de ferrocarrileros y la nacionalización de la empresa

Por Juan Campos Vega

Poco se han estudiado, mucho menos valorado, las consecuencias que para el movimiento sindical mexicano, así como para la defensa de sus agremiados y de los intereses nacionales y populares, tuvieron las acciones y luchas realizadas por la Confederación de Trabajadores de México (CTM), en los primeros años de existencia de esa central sindical.

Huelgas como las de los sindicatos de ferrocarrileros, electricistas y petroleros, por citar solamente las tres más importantes, y la de los trabajadores agrícolas de las haciendas de La Laguna, marcaron en forma trascendente al movimiento sindical y campesino de México. De ellas se derivan importantes consecuencias jurídicas y prácticas que por haberse abandonado, han llevado al movimiento social y sindical del país a la situación deplorable en la que todavía se encuentra.

Huelga de ferrocarrileros

La huelga es el arma de lucha más importante para que los sindicatos consigan los objetivos que se proponen; en 1936, primer año de existencia de la CTM, las huelgas continuaron incrementándose, alcanzaron la cifra de 659.

Las huelgas pueden realizarse por motivos económicos y laborales, o sea, por demandas inmediatas; pero también pueden tener finalidades más importantes que no siempre se hacen evidentes cuando se inicia el movimiento reivindicatorio de los trabajadores.

Las principales huelgas realizadas por la CTM, en sus dos primeros años de existencia, tienen la peculiaridad de tener esa doble finalidad: conseguir que se eleven las condiciones laborales y de vida de sus afiliados, a la vez que se acompañan de movimientos novedosos en la vida sindical del país que les ayuda a obtener victorias que rebasan lo estrictamente económico, para conseguir resultados de carácter político que benefician al pueblo y a la nación.

A finales de abril de 1936, en la etapa preparatoria de la huelga de trabajadores ferrocarrileros, interviene Lombardo en un mitin para argumentar, en su carácter de secretario general de la CTM, acerca de seis temas: qué es el salario; cuáles sistemas de salario existen; cuál es el sistema de salario de la empresa ferrocarrilera; que implica el sistema de salario de la empresa desde el punto de vista económico, social y jurídico; cómo se puede solucionar el conflicto, y qué valor real tiene el pago del séptimo día, que la empresa no quiere asumir. Finaliza su intervención comprometiéndose ante los trabajadores ferrocarrileros, en nombre del comité nacional, afirmando que si “la empresa se niega a aceptar nuestros puntos de vista, ustedes ya han resuelto la conducta; nosotros, como soldados y como representantes, no tenemos más que cumplir [1]”.

STFRM_1933_b

El 18 de mayo, estalla la huelga, y la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje la declara inexistente. Dos días después, el comité nacional de la CTM protesta ante ese atropello y denuncia, con base en el informe que le rinde el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana, que la junta de conciliación redactó y mandó imprimir el laudo antes de que estallara la huelga, y no citó a las partes para escuchar sus puntos de vista y valorar las pruebas que éstas pudieran presentar.

Debido a esa violación flagrante de la ley, en su protesta, el comité nacional de la CTM, establece que con la misma sinceridad con la que “ha aplaudido y prestado su apoyo a todos los actos del poder público que tiendan a beneficiar al proletariado y a libertar a la nación de los enemigos de su autonomía, censura hoy el primer grave atropello que el gobierno comete en contra de los derechos sociales de la clase trabajadora [2]”.

El primer consejo nacional de la CTM, efectuado en los primeros días de junio, escucha el informe de Juan Gutiérrez, secretario de trabajo y conflictos  de la confederación, y secretario general del sindicato de ferrocarrileros, relativo a la huelga llevada a cabo contra la empresa Ferrocarriles Nacionales de México; expone ante el consejo nacional el origen y las causas del movimiento, las condiciones de los trabajadores por el pago del séptimo día —la empresa sólo paga veintiséis de los treinta días de trabajo—; agradece en nombre del sindicato la ayuda que la confederación le presta, y demanda que cualquier decisión que se tome contra el injusto laudo que ignora las demandas de los trabajadores [3], no solamente se realice pensando en los trabajadores ferrocarrileros, sino en todo el movimiento obrero de México [4].

La decisión del consejo nacional se sintetiza en cuatro acuerdos, que incluyen realizar el día 18 de junio un paro nacional de una hora —media hora durante la mañana y media hora por la tarde— de todos los sindicatos adheridos a la CTM, para protestar contra el laudo de la junta de conciliación y exigir respeto al derecho de huelga establecido en la Constitución; invitar a todos los trabajadores del país, sin distinción alguna, a que secunden el paro, porque no sólo es un atropello contra el sindicato ferrocarrilero, sino una amenaza contra el proletariado en su conjunto, y contrario a los intereses de todos los sectores del pueblo de México, porque cada vez que los trabajadores enfrentan a empresas donde hay presencia de capital extranjero, se quebrantan o niegan los derechos de los trabajadores, lo que convierte estas prácticas nocivas en un peligro para la nación, por la intervención del exterior en asuntos exclusivos de la administración pública del país. La huelga se realiza con éxito y es “la primera huelga de ‘brazos caídos’ que registra la historia de las luchas sociales de México [5]”.

Nacionalización de los ferrocarriles

En el Segundo Consejo Nacional de la CTM, de octubre de 1936, Lombardo somete a la consideración de la asamblea una ponencia sobre la iniciativa presidencial que propone la creación de una ley de expropiación que se debate en esos días en el Congreso, así como la necesidad de la que la confederación exprese sus puntos de vista a los diputados. El consejo aprueba ambos puntos por unanimidad, y el día 21 suspende sus sesiones para dar cumplimiento al acuerdo. Un mes después, el 25 de noviembre, se aprueba la ley [6].

El 23 de junio de 1937, el presidente de la República, general Lázaro Cárdenas, expide un decreto que expropia los ferrocarriles; en dicho documento se expresan, en los primeros tres considerandos, los planteamientos siguientes:

General Lázaro Cárdenas
General Lázaro Cárdenas

a) La estabilidad política interna y la defensa exterior en gran parte dependen de la eficacia de las líneas férreas; b) La negociación denominada Ferrocarriles Nacionales de México, S. A., que controla las líneas más importantes de la red ferroviaria, está organizada como una empresa de tipo capitalista, es decir, con propósitos predominantemente lucrativos… viene operando en forma que no corresponde a su naturaleza, y sí se han venido creando y arraigando vicios y deficiencias en el manejo del sistema, que son ya endémicos y que han retrasado el ritmo del progreso técnico de las líneas, con perjuicio para la economía del país y para cada uno de los usuarios del servicio; c) No debe descuidarse por más tiempo asunto tan trascendental para la vida y el desarrollo del país y que es preciso adoptar medidas para su pronta solución, a efecto de… procurar que a la brevedad posible se integre el sistema ferroviario de la República, mediante la construcción de las vías que con mayor urgencia reclama el anhelo nacional de progreso [7].

Acerca del decreto de nacionalización de los ferrocarriles, el comité nacional de la CTM expresa su satisfacción por tal determinación:

Consideramos la nacionalización de los ferrocarriles como un paso más del fortalecimiento de su política revolucionaria en beneficio del pueblo mexicano, constituyendo además una positiva actitud antimperialista. Teniendo confianza en que se intensificará esa actitud en el futuro reivindicando para la nación mexicana las fuentes de producción económica que le pertenecen y que son indispensables para el logro de su independencia económica. Expresamos a usted, asimismo, nuestra petición en el sentido de que se respeten las conquistas adquiridas y los derechos de los trabajadores ferrocarrileros [8]”.

El sindicato ferrocarrilero declara que la determinación tomada por el Poder Ejecutivo de la nación: “Merece la aprobación de todos los sectores revolucionarios del país, y… es el momento propicio para realizar el programa revolucionario de su gobierno, que, de acuerdo con el Plan Sexenal tiende a socializar todas las actividades de producción económica como el único medio de ir logrando la transformación del sistema capitalista imperante [9]”.

El presidente Cárdenas precisa que los trabajadores se encargarán de la administración de la empresa expropiada, pero que “No se trata de entregar la propiedad de las líneas a los trabajadores, sino que éstas serán del patrimonio nacional concedidas en administración a sus servidores [10]”.

[1] “Discurso pronunciado por el C. Lic. Vicente Lombardo Toledano en el mitin ferrocarrilero que tuvo lugar en el local de Ponciano Arriaga 20, la noche del 22 de abril de 1936”, en Confederación de Trabajadores de México, CTM 1936-1941, pp. 93-100.

[2] Confederación de Trabajadores de México, “La huelga de los ferrocarrileros fue sofocada. Protesta de la CTM”, en CTM 1936-1941, pp. 101-102.

[3] Véase: “Puntos fundamentales del pliego de peticiones del sindicato de trabajadores ferrocarrileros de la R. M., presentado a la empresa de los Ferrocarriles Nacionales de México”, en Confederación de Trabajadores de México, CTM 1936-1941, p. 101. El pliego petitorio de 16 puntos, incluye, además del pago del séptimo día, aumentos salariales, seguridad en el empleo, y otra prestaciones similares.

[4] Véanse: Confederación de Trabajadores de México, “Huelga de los trabajadores Ferrocarrileros” p. 90, y “Primer Consejo Nacional de la Confederación de Trabajadores de México” pp. 179-194, en CTM 1936-1941.

[5] Confederación de Trabajadores de México, “El Primer Consejo Nacional de la CTM frente al conflicto”, en CTM 1936-1941, pp. 91-92.

[6] Confederación de Trabajadores de México, “Circular de información de la CTM a sus organizaciones filiales”, en CTM 1936-1941, p. 228.

[7] “Acuerdo que expropia, por causa de utilidad pública, los bienes pertenecientes a la empresa Ferrocarriles Nacionales de México, s. a.”, en Confederación de Trabajadores de México, CTM 1936-1941, p. 274.

[8] Confederación de Trabajadores de México, “Declaraciones de la CTM, referentes a la nacionalización de los ff. cc.”,en CTM 1936-1941, p. 276.

[9] “Declaraciones del stfrmsobre la nacionalización de los ferrocarriles”, ibid.

[10] Ibid., p. 277.

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