El estudio del Paleolítico. Periodizaciones, clasificaciones y nomenclaturas

Decía el poeta Miguel Guardia que la belleza de las obras del hombre le había quitado la manera de aprender otro oficio. Esa frase refleja seguramente parte del pensamiento y sentimiento de quienes se ocupan de estudiar la historia de la humanidad a través de sus huellas materiales: arqueólogos, paleoantropólogos, prehistoriadores, historiadores del arte.

Una de las formas en que las ciencias y las humanidades han abordado el estudio de la historia humana ha sido a través de su división en periodos temporales. Con ello se ha organizado la información, se le ha relacionado con el tiempo y el espacio, y se han podido así entrever algunos de los innumerables capítulos que hay por contar, desde los referidos a los más grandes logros de la ciencia y la tecnología modernas, hasta los de sus humildes inicios, los tiempos paleolíticos. En lo que sigue, revisaremos algunos de los momentos en que se construyeron las principales periodizaciones del pasado humano más remoto que hoy utilizamos.

Edward_Burnett_TylorLa segunda mitad del siglo XIX fue una época de gran efervescencia en cuanto al estudio antropológico; obras muy influyentes que configuraron las diversas disciplinas antropológicas se publicaron en ese entonces: en 1871, Edward Tylor, a quien se considera padre de la antropología británica, publicó Primitive Culture[1] y en 1881 Anthropology: an Introduction to the Study of Man and Civilization[2], proponiendo en estas obras que habría tres etapas identificables en el desarrollo de la humanidad: el salvajismo, la barbarie y la civilización[3]. Lewis Morgan, su homólogo norteamericano, publicó en 1877 su Ancient Society[4] en donde también investigó los posibles estadios por los que había pasado la humanidad, sus formas de organización social y su gran antigüedad.

En lo que se refiere a la arqueología, en 1865 Sir John Lubbock, vecino y amigo de Darwin, publicó Pre-historic Times[5]. En este libro delineó contenidos para el área de estudio que llamó Arqueología Prehistórica, señalando que su campo de estudio habría de abarcar cuatro periodos de la historia antigua de la humanidad: dos correspondientes a la Edad de Piedra, que nombró Paleolítico y Neolítico, y dos a la Edad de los metales: la Edad de Bronce y la Edad de Hierro. Con ello dio nombre a cierta información que diversos arqueólogos, tanto ingleses como franceses, habían ya observado al estudiar los utensilios antiguos: en la manufactura de los útiles de la Edad de Piedra podían diferenciarse grosso modo dos tecnologías: una, más antigua, que señalaba un tiempo en que la piedra era trabajada más burdamente, quizá simplemente golpeada con un percutor de forma tosca; otra, presumiblemente posterior, que mostraba un trabajo más sofisticado que incluía una imposición de forma más definitiva y un trabajo técnico más complejo, incluyendo por ejemplo el pulido, entre otras técnicas. Por eso llamó Lubbock a estas dos etapas Paleolítico (o Arqueolítico), es decir, Antigua Edad de Piedra, y Neolítico, esto es, Nueva Edad de la Piedra[6].

Con el mayor avance tecnológico de la humanidad, aparecieron y se desarrollaron ampliamente nuevas técnicas y conceptos para la investigación de los vestigios materiales de la antigüedad humana, tales como el estudio de su ubicación espacial, tanto estratigráfica como en planta, de la naturaleza y procedencia de su materia prima y de las características funcionales y morfológicas de los útiles. La clasificación tipológica y la excavación cuidadosa comenzaron a ser marcas distintivas de la disciplina.

Daniel[7] señala cómo, por una suerte de inercia producida por la meticulosidad que se dio durante el último cuarto del siglo XIX y el primero del XX, la ciencia que recién había nacido para dar cuenta del pasado humano, tomó una ruta de sofisticación técnica que la despojó de su vocación original —la búsqueda del entendimiento sobre el pasado humano— y la transformó, por largo tiempo, en un elaborado cuerpo de clasificaciones y nomenclaturas. Muchas de las publicaciones de fines del siglo XIX tenían como objeto mostrar tipologías y ordenamientos de material. Este enfoque ganó gran influencia entre los practicantes de la disciplina, se mantuvo por largo tiempo y aún tiene muchas reminiscencias y ecos.

Gabriel de Mortillet (1821-1898)
Gabriel de Mortillet (1821-1898)

Una obra de esta etapa, de relevancia en la conformación de las clasificaciones de la arqueología prehistórica, la constituyen los diversos escritos de Gabriel de Mortillet. De Mortillet fue un estudioso francés que analizó y clasificó, desde 1865, los útiles e instrumentos que aparecían en la Dordoña y en el valle de la Somme[8].

En sus publicaciones fue describiendo los distintos tipos de utensilios que se encontraban en estas regiones, logrando identificar ciertas agrupaciones homogéneas que podían considerarse conjuntos culturales y que fue nombrando con relación a los lugares en que se encontraban más típicamente. Así, en 1883 define, siguiendo la idea del Paleolítico de Lubbock, cuatro fases paleolíticas para Francia: el chelense, el musteriense, el solutrense y el magdaleniense, en honor a las localidades de Chelles, Le Moustier, Solutré y La Madeleine[9]. De Mortillet amplía el número de sus fases en trabajos posteriores, incluyendo el acheulense por Saint Acheul y el auriñaciense por Aurignac. Muchas de sus denominaciones se utilizan aún hoy, aunque se han reformulado de distintas maneras. Así, por ejemplo, podemos encontrar periodizaciones de la prehistoria europea que van del acheulense al musteriense, al chatelperroniense, al auriñaciense, al gravetiense, al solutrense, hasta llegar al magdaleniense, época casi final del Paleolítico superior, caracterizada por ejemplo por su extraordinaria pintura rupestre o arte parietal.

Este tipo de clasificaciones se elaboraron en diversos países abarcando tanto el Paleolítico como el Neolítico. Fue creándose un conocimiento erudito y especializado de las distintas tipologías definidas regionalmente. En el perfeccionamiento de las técnicas de clasificación puede mencionarse como otra figura importante a A. H. Lane-Fox, mejor conocido como el general Pitt-Rivers, quien centró su análisis en el desarrollo tecnológico y la evolución de los artefactos. Como militar que era, Pitt-Rivers había desarrollado interés por coleccionar y estudiar armas antiguas y modernas. Había observado en sus colecciones cierta regularidad en la aparición y consolidación de las mejoras y consideró que un análisis taxonómico, semejante al que él hacía con el armamento, podía aplicarse a cualesquiera otros artefactos para estudiar su evolución y, consecuentemente, la evolución de la humanidad[10]; partía de las formas más simples a las más complejas. Pitt-Rivers es más conocido por su contribución al diseño y perfeccionamiento de métodos de excavación, pero también fue de gran importancia su contribución en la clasificación y el análisis del material, incluyendo sus hipótesis sobre la temporalidad del mismo.

Es así que este periodo de fines del siglo XIX se caracterizó por la construcción de nuevas visiones sobre las posibles etapas por las que había pasado la humanidad y por un énfasis particular en la clasificación y taxonomía de los bienes arqueológicos. La idea del pasado remoto humano estaba muy influenciada por la búsqueda de estadios o periodos históricos por los que supuestamente habrían pasado todos los grupos humanos, idea que ha sido refutada posteriormente desde muchos ángulos.

Sólo después de algunas décadas la arqueología en su conjunto volvió a orientar su propósito a su vocación primera: la búsqueda de la comprensión de una totalidad mayor, ya fuese el desarrollo general del ser humano o el desarrollo específico de las distintas sociedades. Esto sucedió sobre todo a partir de la importante obra de Vere Gordon Childe, que se revisará en otro momento.

Aura Ponce de León, Agosto de 2014.


Notas.

[1] Tylor, E. B. (1871/1889), Primitive Culture. Researches into the Development of Mythology, Philosophy, Religion, Language, Art and Custom, Nueva York, Henry Holt and Co.

[2] Tylor, E. B. (1881), Anthropology: an Introduction to the Study of Man and Civilization, New York, D. Appleton and Co.

[3] Tylor, 1871/89, op. cit., pp. 28-35; 1881, op. cit., p. 25.

[4] Morgan, L. H. (1877), Ancient Society or Researches in the Lines of Human Progress from Savagery, Through Barbarism to Civilization, New York, Henry Holt and Co., V-VI.

[5] Lubbock, J. (1865), Pre-historic Times, as Illustrated by Ancient Remains, and the Manners and Customs of Modern Savages, Londres y Edinburgo, Williams and Norgate.

[6] Lubbock, ibíd., 2-3, 60.

[7] Daniel, G. (1968), El concepto de prehistoria, Barcelona, Labor [original: 1960, The idea of prehistory, Londres, Watts & Co.], pp. 61-75.

[8] Mortillet, G. de (1866), “Note Sur la Classification des haches en Pierre”, en: Bulletin de la Societé d’Anthropologie de Paris, Tome Premier, IIe Série, Paris, Librairie Victor Masson et fils, pp. 211-214.

[9] Mortillet, G. de (1883/1885), Le préhistorique, Antiquité de l’homme, Paris, C. Reinwald, caps. II, IX, XIV, XVII.

[10] Palerm, A. (1977), Historia de la etnología: Tylor y los profesionales británicos, México, CIS-INAH, Ediciones de la Casa Chata, No. 5, pp. 51-59.


* Parte de este texto proviene del libro Arqueología cognitiva presapiens, 2005, CEFPSVLT, pp.39-42.

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