Sobre metáforas y paradojas en la ciencia

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Reflexionar o analizar el significado que pueden tener o el papel que pueden jugar las metáforas en la elaboración del discurso científico puede ser importante por lo menos por tres razones:

• Porque pueden servir para comprobar si éstas son un instrumento metodológico pertinente en la descripción de algo (es decir, si tienen poder epistémico).
• Porque pueden servir para dar significado a la explicación de algo (es decir si éstas tienen poder explicativo)
• Porque pueden servir para saber si no se trata realmente de un recurso sustitutivo de la explicación y particularmente de la justificación metodológica de una teoría científica determinada.

Dicho en otros términos, porque pueden servir para saber si las metáforas son realmente un instrumento metodológico o un obstáculo epistemológico para entender algo.

Desde la antigüedad es una constante encontrar la presencia de comparaciones imaginadas en el discurso científico (y filosófico), es decir, de metáforas y analogías. Pero, ¿cómo descifrar el significado de esas comparaciones imaginadas en el discurso científico? He ahí la cuestión.

¿Se trata de conceptos metafísicos?
¿Son figuras de la retórica?
O al fin de cuentas, usarlas, ¿arroja algún beneficio?

Y digo esto porque es un hecho que afectan la capacidad de raciocinio, ya se trate de la claridad en el lenguaje, la “objetividad” en el conocimiento o la capacidad de poder diferenciar entre verdad e imaginación.
Umberto Eco en su obra “Semiótica y Filosofía del Lenguaje” (1988) dice:

“Si uno escucha por metáfora todo lo que ha sido predicado sobre ella en el curso de los siglos, tratar sobre la metáfora significa tratar también (y la lista no es exhaustiva) de los símbolos, de los ideogramas, de los modelos, de los arquetipos, de los sueños, de los deseos, de los delirios, de los ritos, de los mitos, de la magia, de la creatividad, de los paradigmas, de los íconos, de las representaciones, así como, evidentemente, del lenguaje, del signo, del significado y del sentido”

¿La metáfora podría ser entonces, la manera idónea de ver de modo inteligible las semejanzas?

¿O de percibir, visto desde otro ángulo, lo que está en juego en los fundamentos del conocimiento?

Yo en particular me inclino a pensar que la importancia de la metáfora, entendida desde luego como comparación imaginada, reside en el papel que juega en el fundamento de todo conocimiento. Importancia tal vez tan grande como el papel que juegan las paradojas cuando tratamos de discernir cómo se produce el conocimiento científico.

Etienne Klein en su obra “Conversaciones con la Esfinge” (1994) dice a propósito de las paradojas lo siguiente:

“La ciencia se apoya, no hay que olvidarlo, en el carácter abierto de la aventura que permite la puesta en cuestión de sus propias estructuras de pensamiento. Las paradojas son parte integrante de su método. Entonces no hay que ver en ellas como si se trataran de simples accidentes en el camino que con mayor atención o de cuidado se pudiera sistemáticamente evitarlas. La paradoja está consubstancialmente ligada a la ciencia y a lo que la fundamenta. Es ésta la que dialectiza la razón ortodoxa, liberándola de los hábitos de pensamiento… Lejos de ser monstruos estorbosos que hay que eliminar o de disimular, las paradojas son en realidad el combustible del progreso científico. La verdad en ciencia es casi siempre una paradoja superada o un error rectificado”.

Yo creo, pues, que en la ciencia las metáforas juegas un papel tan importante como el de las paradojas, porque sin ellas las paradojas serían menos visibles, es decir, las metáforas ayudan a encontrarlas, son una especie de cristal para mirarlas.

Sin embargo, hay que tener mucho cuidado con ellas porque suelen ser engañosas y en muchos casos hasta destructivas para el avance del conocimiento científico.

A mí en particular me han ayudado a buscar y a encontrar las respuestas dadas por diferentes autores a problemas importantes en mi campo de estudio, la biología evolutiva, y en particular en el análisis de teorías que tratan de explicar el problema fundamental de esta ciencia, el de cómo conciliar dos ideas: la idea de orden y la idea de evolución, o de la unidad y diversidad del mundo viviente, o de la continuidad y cambio de la vida, que no es otra cosa que el problema, viejo problema, de cómo conciliar la idea de estabilidad de las leyes de la naturaleza (mayor postulado de la llamada objetividad científica) con la idea de la evolución o cualidad de cambiar del mundo.

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