Los siete samuráis: bushidō, justicia, el valor del grupo, historia y mitología

Imagen de la película Los siete samuráis de Akira Kurosawa

El sentido de la vida en Los siete samuráis, su contexto histórico y el fin de una época

Uno de los principales temas que trata Los siete samuráis es el del sentido de la vida. Sus personajes, se enfrentan a encrucijadas propias de la cotidianidad de finales de la Edad Media japonesa, ofreciendo una visión sobre las razones por las que vivimos y que nos definen como personas. Esta problemática proporciona la oportunidad, a su vez, de narrar los problemas sociales de una de las épocas más convulsas de Japón: el periodo Sengoku.

Este periodo, que duró de 1467 a 1603, llegó a su fin gracias al shōgun Tokugawa Ieyasu, quien acabó con las guerras tribales entre los señores de la guerra, unificando Japón y reestructurando el orden social de los samuráis que, en última instancia, quedaron bajo el mando del shogunato. Hay que tener en cuenta que, además de su talento político y militar, Tokugawa consiguió el apoyo del pueblo llano, que estaba harto de ser víctima de constantes guerras civiles. Así dio comienzo el periodo Edo (1603-1868), que duró unos 250 años bajo el shogunato de los Tokugawa. Este época, es considerada como una de las más florecientes y pacíficas de la historia de Japón, aunque autoritaria.

Los siete samuráis, que se sitúa a finales del siglo XVI, retrata el fin del feudalismo japonés, justificando su ocaso en la violencia y desgobierno imperante. Alejada de la narrativa samurái que acontece en dōjōs, palacios y ambientes sofisticados, la temática de esta película se desarrolla en entornos humildes. Los samuráis protagonistas, son simples rōnin, guerreros, que tras quedar sin señor al perder en alguna batalla, viven como vagabundos buscando a quién servir. Al menos, este es el caso de Kanbei, el líder del grupo, tal y como confiesa en más de una ocasión.

Kanbei observando las tumbas de los samuráis
Kanbei y Shichiroji lamentándose ante las tumbas de sus compañeros.

Otro de los aspectos que en esta película refleja el fin de una época, es el presencia de armas de fuego, introducidas en Japón por los portugueses en 1543, y cuya proliferación, llegados 1560, se dejó notar con fuerza. Esto tuvo como consecuencia el inicio del fin de la guerra basada en el honor, del bushidō; y del declive del camino de la espada, del Kendō y de su antecesor el kenjutsu. De hecho, una cuestión notable de la película es que nunca se ve a quien dispara, mostrando de este modo el lado cruel de la guerra moderna, que sucede a distancia, sin honor, impersonal y fría. Y no es casualidad que uno de los personajes que muere bajo el fuego sea Kyuzu, el maestro de la katana, como una metáfora del fin de la guerra tradicional.

Un momento de la película que puede servir para hacernos entender que Kurosawa retrata el fin de una época, es el propio final. En él, se muestran las cuatro tumbas de los samuráis caídos. Una de ellas es la de Kyuzu, que simboliza el camino de la espada. Otra es la de Kikuchiyo, que representa al campesino que se convierte en samurái ­—algo que en el periodo Edo se hizo imposible ya que se estableció un estricto régimen de clases—. La siguiente tumba es la de Heihachi, que personifica la despreocupación de una clase que gozó de relativa libertad, algo con lo que terminó Tokugawa. El último samurái enterrado es Gorebei, que encarna la astucia del guerrero que comprende sus alternativas y recorre su propio camino, algo que se acabó con el carácter burocrático y estricto del periodo Edo.

El mismo Kanbei, que contempla las tumbas, afirma en esta escena que los perdedores son ellos mismos, y que los vencedores son los campesinos. Es en este momento cuando se podría entender que Kurosawa nos ofrece una metáfora que sirve para justificar el fin de los samuráis, como los causantes de su propio fin —algo que trataré de aclarar a continuación—.

Aspectos principales del sentido de la vida en Los siete samuráis

La supervivencia: Frente a propuestas audiovisuales contemporáneas en las que la supervivencia se aborda desde el egoísmo, la crueldad, la arrogancia y la pérdida de valores, lo que hace tan majestuosa a esta película es cómo la supervivencia se trata desde la humildad, desde el honor y la fraternidad. Es así cómo el sentido de la vida se entremezcla con una interpretación personal del bushidō, para hablarnos del bien, ofreciendo una crítica clave sobre el deber del samurái, del guerrero, en la defensa del pueblo. Es conveniente entender que la propia palabra samurái significa “el que sirve”, en este caso a un señor. Pero, como este señor debía a su vez garantizar la seguridad y bienestar del pueblo, podría decirse que, sirviendo a su señor, el samurái estaba en último extremo sirviendo al pueblo. Al menos esta era la lógica feudal vigente, que obviamente y en muchos de los casos, era negligente.

En esta película, los campesinos no tienen señor que los defienda, y es por esta razón que deciden contratar a varios samuráis para enfrentar a los bandidos que amenazan con saquear sus cosechas. La llegada de Kambei y sus compañeros, aunque es recibida con temor, supondrá la unión del pueblo y los samuráis ante la amenaza de los forajidos, adoptando una visión conjunta ante el problema, y sacrificando intereses personales por el bien del grupo. La bondad del altruismo frente al egoísmo, y la importancia del bien del grupo frente al protagonismo personal, son temas trasversales de la película. En cualquier caso, destacan las lecciones que Kanbei intenta que Kikuchiyo[2] entienda, en especial cuando éste abandona su puesto para emular a Kyuzu[3], quien con anterioridad se había adentrado en el bosque, matando a varios bandidos y arrebatándoles un mosquete:

—No hay nada heroico en el egoísmo que busca la gloria. La guerra no se pelea estando solo.

kikuchiyo sosteniendo al bebé huérfano.

Acto seguido y como premonición, muere Yohei, el campesino que se había quedado a cargo del puesto abandonando por Kikuchiyo, con quien además mantenía una amistad.

El ciclo de la vida: A este respecto, creo que la escena más relevante es la que recoge la muerte un anciano y su familia, dejando huérfano a un bebé. Aunque el contenido de esta escena también guarda relación con el punto anterior, la complejidad de la secuencia a nivel simbólico supera los meros aspectos de la supervivencia para adentrarse en la problemática del ciclo de la vida, no sólo a través de la tragedia que nos relata —la vida y la muerte—, sino por la presencia en ella de elementos como el fuego, el agua y la tierra. Incluso se podría llegar a interpretar que el aire está representado por el último suspiro que da la madre.

Del mismo modo, también adquiere un valor simbólico el espacio escénico: un río que discurre junto a un molino que arde. En sí, se podría entender el molino como un elemento técnico que garantiza una vida mejor, que muele el grano que es germen de vida, pero también es el hogar del anciano del pueblo, símbolo del saber popular y la tradición.

El molino arde, pero el río sigue discurriendo. Una tradición, una época, termina, pero la vida, como el río, sigue. Y lo hará de una forma curiosa: volviendo sobre sí misma, como enroscándose en un ciclo. Las palabras de Kikuchiyo, cuando se hace cargo del bebé, son muy claras a este respecto:

—este niño… soy yo—

Kikuchiyo y el bebé comparten las mismas circunstancias de nacimiento.

Finalmente, hay muchos otros elementos propios del ciclo de la vida representados en la película. Entre ellos destacan la propia existencia de los campesinos y los samuráis, la siembra y la cosecha del mijo y del arroz, el clima y las estaciones, las generaciones representadas, el amor, el aprendizaje, la madurez, el hambre y la abundancia; y, en resumen, la lucha por la vida con todas sus consecuencias.

El saber: Un valor muy interesante de la película es cómo se trata el camino del conocimiento, en el que el maestro cobra especial relevancia. En Los siete samuráis, el maestro está inicial y principalmente representado por Kanbei; luego, por el anciano y, de manera indirecta, por Kyuzu.

En todos los casos, además, se respeta la tradición japonesa, que está presente en la acción, como veremos seguidamente.

Respecto al camino de la espada, es muy recomendable la lectura de Musashi (1945), novela escrita por Eiji Yoshikawa[4], basada en el famoso samurái Miyamoto Musashi, quien fundó el arte de la espada conocido como Hyōhō Niten Ichi-ryū o Niten-ryū, y que escribió El libro de los cinco anillos (1645), sobre tácticas, estrategias y filosofía, que se sigue estudiando hoy en día[5].

En esta novela, se narra la vida de Miyamoto Musashi, conocido de joven como Shinmen Takezō. Musashi, que quedó huérfano a la edad de siete años, ya mostraba un carácter violento desde su niñez. Por esta razón, fue acogido por un tío suyo, sacerdote, que lo inició en las artes del guerrero. Pronto se vio involucrado en diversos duelos, matando a su primer oponente a la edad de 13 años, y decidió iniciar un peregrinaje para perfeccionar sus habilidades a través de numerosos combates, tanto en luchas individuales como en batallas.

Durante todo este periodo de su vida, Musashi se mantuvo aislado socialmente. Nunca se sometió a la voluntad de un señor ni del emperador, a pesar de la promesa de toda clase de prebendas. Vivió como un vagabundo y se dedicó exclusivamente a la búsqueda de la iluminación a través del Camino de la Espada, combate tras combate y aprendiendo de la propia naturaleza. En cualquier caso y a pesar de su aislamiento, Miyamoto conoció a grandes maestros que lo ayudaron a convertirse en uno de los mejores samuráis —probablemente el mejor— de la historia de Japón.

Se dice que nunca se peinó, tomó un baño, se casó, construyó una casa ni crió ningún hijo. (Musashi, M. 2017; p. 6)

Es fácil encontrar similitudes entre la vida de Musashi y los diversos samuráis del filme de Kurosawa. Musashi se parece a Kikuchiyu en su arrogancia, que nace de la ignorancia propia de la juventud. Musashi comparte con Kanbei el saber adquirido a través de la experiencia. Katsushirō nos permite comprender el camino que emprendían los jóvenes, como Musashi-Takezō, que deseaban no sólo instruirse en la técnica de la katana, sino encontrar un modelo del que aprender los valores del kendō y el bushidō. Aunque muchos de ellos no salían de su propio dōjō, era habitual que muchos peregrinaran en busca de enseñanzas de otras escuelas y maestros. Por último, cabe señalar que la escena de Kyuzu practicando con la katana bajo la lluvia, era algo propio del camino de la espada. El propio Musashi desarrolló gran parte de su técnica observando la naturaleza, entrenando en los bosques y bajo los elementos. Por esta razón, la escena de Kyuzu, que puede parecer mostrar una excentricidad del espadachín o una manera de escapar del estrés del momento, en realidad representa un aspecto fundamental de la cultura japonesa y del arte de la espada. Hay que entender que la filosofía en torno al samurái estaba muy influenciada por el sintoísmo y el budismo zen, que se refieren de manera constante a la naturaleza, a su equilibrio, a la vida y la muerte, y a la energía que subyace en todo ser vivo (ki o chi)[6]. Esto es algo que también se encuentra en el Taoísmo, y que es fuente de conocimiento para el Kung Fu y el Tai Chi.

Imagen del anciano Gisaku
El anciano Gisaku.

La última figura que representa el saber en Los siete samuráis es el anciano del pueblo. En el Japón mediaval, como en muchas otras culturas del pasado, y también en culturas indígenas actuales, el anciano o el consejo de ancianos solía regir la vida rural. Aquí, el anciano, Gisaku, que no es otra cosa que un campesino sin formación intelectual, es sabio gracias al paso de los años, sin negar sus capacidades innatas. Su sabiduría práctica se evidencia ya en la primera escena del filme, cuando aconseja contratar samuráis basándose en su experiencia del pasado. Es interesante que Gisaku muera al final de la película consumido por el fuego. Podría verse en ello una metáfora del cambio cultural y político que sufrió Japón con la llegada del periodo Edo, que desarrolló un gobierno que acabó con la relativa independencia de los feudos. En esta época, Tokugawa exigió a los samuráis ponerse al servicio del shogunato para desarrollar, principalmente, trabajos administrativos, obligando a todo samurái que no tuviera categoría aristocrática a abandonar las armas. Y aunque los campesinos, paradójicamente, lograron cierta autonomía, también fueron sometidos a un fuerte control burocrático. De hecho, aunque en el periodo Edo se produjo un gran crecimiento económico, cultural y artístico, también se impuso un estricto control social.

Bushidō y la reflexión de Kurosawa en Los siete samuráis

Retrato de Minamoto no Yoritomo (1193–1199). Atribuido a Fujiwara Takanobu.

El desarrollo del bushidō está íntimamente ligado a la existencia de los samuráis. En un principio los samuráis eran simples guerreros sin un estatus noble, al servicio de los clanes y del emperador. Este tipo de guerreros, que ya existían durante el periodo Asuka (538-710) y Nara (710-794), adquirieron especial protagonismo en el periodo Heian (794-1185), cuando tras varias rebeliones y batallas entre clanes, lograron vencer a la aristocracia a la que habían servido con anterioridad. Entonces, Minamoto no Yoritomo se convirtió en Sei’i-taishōgunshōgun (general o comandante de los ejércitos al servicio del emperador), y constituyó a los samuráis como clase, dando inicio al periodo Kamakura (1185-1333). Fue entonces cuando parece que el bushidō emergió con fuerza, como un sistema de creencias necesario para controlar a los samuráis, un código que garantizara la existencia de cierta moral y lealtad entre esta clase de guerreros y sus señores[7].

El término “bushido” (武士道?) se traduce habitualmente como “el camino del guerrero”, y su definición fue variando a lo largo del tiempo, influido por el Budismo, el Confucianismo, el Zen y el Shintoísmo, hasta convertirse en el código que conocemos hoy. Del budismo, el bushidō adopta una concepción estoica de la existencia con la aceptación de la muerte como realidad ineludible. Del confucianismo asume las virtudes de la lealtad y de la compasión que están a la base de la superioridad moral. Del Zen, la búsqueda de la perfección. Y, finalmente, el shintoísmo otorgó al bushidō los valores éticos de afinidad y amor por todas las cosas vivas, y una profunda enseñanza de la lealtad hacia el señor.

El bushidō pone énfasis en siete principios: el 義 Gi: Justicia basada en las decisiones correctas, el 勇 Yu: Coraje, el 仁 Jin: Benevolencia, el 礼 Rei: Respeto, cortesía, el 誠 Makoto: Honestidad, sinceridad absoluta, el 名誉「名譽」Meiyo: Honor, y el 忠義 Chuugi: Lealtad[8].

La última adaptación del bushidō tuvo lugar en el periodo Meiji (1868-1912), cuando el emperador deseaba ofrecer una visión amable de Japón a Occidente. Tal adaptación resultó un tanto paradójica, pues fue en esa misma época cuando se abolió la clase samurái y se dio fin al shogunato.

Kurosawa, Los siete samuráis y el bushidō

Teniendo en cuenta el significado de la palabra samurái (el que sirve), y los siete principios del bushidō, parece que Kurosawa intenta hacer un alegato sobre la verdadera virtud del guerrero, como alguien que se pone a servicio del pueblo, en vez de buscar el favor de la clase poderosa.

En mi opinión, Kurosawa hace una valoración positiva en esta película de los guerreros que defienden al débil por encima de quienes lo sacrifican. Algo pertinente después de la Segunda Guerra Mundial[9], cuando muchos soldados japoneses fueron sacrificados por defender el ideario del bushidō. Este se sabía extendido ampliamente en el ejército, siendo asumido y defendido por los mandos, que pertenecían mayoritariamente a la aristocracia, y que encontraron en este código una interpretación exacerbada del camino del guerrero. Hay que tener en cuenta, además, que en la Segunda Guerra Mundial no sólo se sacrificó al ejército, sino también al propio pueblo.

Kikuchiyo llevando los pertrechos samuráis a Kambei. Encabeza el grupo Yohei.

Resulta interesante observar que, en Los siete samuráis, los bandidos portan la vestimenta propia de un ejército, y que los dos jefes de la banda, visten armaduras que normalmente se reservaban para los mandos samuráis. Este importante detalle de la película no es un error, sino que sirve para entender algo que sucedió en Japón durante las innumerables guerras civiles que sangraron el país antes de la llegada del periodo Edo. Cuando los diferentes señores se enfrentaban, con sus respectivos ejércitos de samuráis, el bando que perdía, se veía obligado a abandonar sus tierras y llevar una vida fugitiva. Esto era algo usual. Y era una de las razones que llevaba a los campesinos a perseguir y aniquilar a los perdedores de las batallas, por pillaje y en venganza por los sufrimientos de la guerra; y, en cierto sentido, como medida de precaución. Esto último puede servir para entender la indignación de Kanbei y el resto de samuráis cuando Kikuchiyu lleva los pertrechos de los samuráis que ocultaban los campesinos. Es aquí cuando Kanbei, ante la estupefacción de Kikuchiyu dice:

—Alguien que jamás haya sido perseguido no lo puede entender.

Lo bien cierto es que en la versión traducida al castellano no se acaba de comprender el alcance de estas palabras. En la versión inglesa se entiende un poco mejor. Aquí, Shichiroji le dice a Kikuchiyu que esas armaduras son de samuráis perdedores, y Kanbei matiza:

—Samuráis perdedores, cazados por lanzas de bambú—

De esta manera, se profundiza en la tragedia de los samuráis perdedores, que eran cazados por los campesinos. Algo que también aparece, por cierto, en las narraciones sobre las experiencias del propio Musashi.

Pero la escena no acaba aquí. Tras las palabras de Kanbei, Kikuchiyu reacciona con rabia y les echa en cara, a él y a los demás, el que los campesinos sean así por culpa de los samuráis. Y no parece faltarle la razón si tenemos en cuenta la acción de la película y el contexto histórico. Hay que comprender que los campesinos tenían razones para odiar a los samuráis, pues estos tenían total impunidad para actuar sobre las clases más bajas. Lo habitual era que no hubiera consecuencias de ningún tipo si un samurái abusaba e incluso asesinaba a un campesino. Su palabra era más que suficiente, algo que por otra parte también sucedía en la Europa medieval. Es aquí, en mi opinión, donde Kurosawa confronta la idea de un bushidō de carácter moral y popular frente a un bushidō de carácter egoísta y aristocrático.

Akira Kurosawa (1910-1998).

El sentido de la vida del samurái, lo que justificaba su existencia, era cumplir los preceptos del bushidō. Eso es cierto. Sin embargo, este código establece disposiciones como la lealtad y el honor, que podían servir para anestesiar otros mandatos como la justicia basada en las decisiones correctas y la benevolencia. Pero esto, también podía funcionar en sentido contrario. Así que, en el fondo, el bushidō no dejaba de encerrar ciertas contradicciones. En este sentido, los samuráis del filme podían haberse negado a ayudar a lo campesinos para perseguir mayores ambiciones, justificándose en el propio código. Por tanto, no es un simple código lo que les empuja a tomar las decisiones que determinan su futuro, sino, en mayor o menor grado, su propio sentido moral.

Me gustaría matizar que este punto, al igual que el artículo en general, se refiere a Los siete samuráis, no a toda la cinematografía de Kurosawa. En otras películas de samuráis del autor no vamos a encontrar esta reflexión de un modo tan evidente, puede incluso estar inexistente. Así que sería equivocado atribuirle a Kurosawa una ideología sobre el bushidō teniendo en cuenta sólo este filme.

El valor del grupo en Los siete samuráis

Otro de los aspectos fundamentales de la película, respecto al sentido de la vida, es el que se refiere a las relaciones personales y a la colaboración en grupo de campesinos y samuráis.

El valor de la amistad

En esta película, se retrata de una manera prodigiosa el valor de la amistad. Aquí destaca la vieja relación entre Kanbei y Shichiroji, o las nuevas amistades que se establecen, como cuando Gorobei le dice a Kanbei que se une a él no por la naturaleza de la misión sino por la simpatía que despierta su amistad. Otra amistad significativa es la que se fragua entre Kikuchiyo y Yohei, o la que surge por la simpatía que Gorebei siente hacia Heihachi. O la hermosa amistad —quiero creer—, no exenta de comprensión y compasión, que surge entre Kikuchiyu y el resto de samuráis. En otro orden de cosas figura la devoción que Katsushirō siente hacia Kanbei y Kyuzu. Y por último, es necesario mencionar el amor representado por Katsushiro y Shino, el amor propio de la juventud, inmaduro y díscolo, enfrentado a los miedos de un padre que afronta la situación imponiendo su autoridad con violencia.

La unión hace la fuerza

El filme de Kurosawa encierra otros valores dignos de resaltarse, en particular: la necesidad de unirse para alcanzar eficazmente un objetivo. Los campesinos y los samuráis deben unirse para vencer a los bandidos. Cada uno de ellos ha de hacerlo en la medida de sus posibilidades; pero, sobre todo, con ánimo fraterno.

—Ésta es la naturaleza de la guerra: Protegiendo a otros, te salvas a ti mismo. Si sólo piensas en ti mismo, te destruyes a ti mismo

Esto es lo que dice Kanbei Shimada en la película cuando, para hacer frente a los bandidos, decide abandonar a su suerte dos granjas y un molino situadas a las afueras del pueblo. Aunque para ser justos, hay que decir que los campesinos afectados no aceptan con alegría la decisión de Kanbei, y que intentan revelarse. Sin embargo, este episodio que muestra una reacción dentro de lo que cabría esperarse, es la excepción. En la película, todos colaborarán, lucharán y se sacrificarán por los demás. Y eso es lo que les permite vencer a un grupo de bandidos preparados para la guerra. Es más, durante las batallas, tanto samuráis como campesinos sangran y mueren unos junto a los otros, como iguales. Y al final, tanto campesinos como samuráis comparten todo lo que tienen.

El protagonismo del grupo

Imagen del manuscrito de la Odisea de Homero.

A modo de conclusión, Los siete samuráis redefine el mito del héroe en el tratamiento del grupo: el protagonismo no corresponde a un individuo, sino a un grupo integrado por distintos individuos que interactúan para generar un cuerpo consistente capaz de superarse a sí mismo. El todo, en suma, es más que las partes que lo integran.

No es que no existan ejemplos de este tipo de tratamiento en la mitología. Lo que sucede es que predomina la narrativa en la que el camino del héroe se hace en solitario. Es más, aunque el protagonismo del grupo ya aparece en un relato tan antiguo como La Odisea (siglo VIII a. C.), en realidad, este grupo pivota en torno a Ulises, cuyo camino es el principal —los demás son sus acompañantes—. En Los siete samuráis, sin embargo, no se podría decir, en absoluto, que la película trate sobre Kanbei, aunque evidentemente sea el líder indiscutido. Ésa es la diferencia con Ulises.

Así, Los siete samuráis redefine el camino del héroe para mostrar no el triunfo de la individualidad, sino del grupo, sumándose así a producciones como: El Señor de los Anillos (2001-2003), Los Goonies (1985), Los siete magníficos (1960) (remake destacable de Los siete samuráis), Los vengadores (2012-2018), La Guerra de las Galaxias (1977-2017) y Harry Potter (2001-2011)[10][4]. No son muchas las películas que reparten el protagonismo entre sus personajes, y sin embargo, estas películas suelen tener una gran repercusión en el público. Quizás esto sea así porque vivimos conectados a los demás. Y, aunque tengamos nuestras preferencias, éstas se dan dentro de un grupo. Es posible que ésa sea la razón de que nos sintamos identificados con este tipo de historias.

Por último, y en relación a lo dicho, es importante señalar que la conexión de los personajes en Los siete samuráis se desarrolla en un ambiente de humildad, de fraternidad, de aceptación, de sacrificio, de esfuerzo, de justicia y de honor. ¿No es de esto de lo que trata precisamente el bushidō? Al menos, parece una buena manera de darle sentido a la vida.

Si te interesa saber más, puedes escuchar el podcast “Los siete samuráis: Análisis histórico, antropológico y cultural”, realizado para ¡Qué significa esta película?, seleccionando aquí.

Bibliografía y recursos audiovisuales:

Campbell, J. (1959). El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. México: Fondo de Cultura Económica.

Ikegami, E. (2012). La domesticación del samurái: el individualismo honorífico y la construcción del Japón moderno. México; Barcelona: Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales; Anthropos.

Musashi, M. (1945). El libro de los cinco anillos. Colombia. Cuba: Digitado por Henry Binerfa Castellanos Camaguey. Recuperado el 14 de enero de 2017 de https://karateyalgomas.files.wordpress.com/2014/07/ellibrodelos5anillos.pdf 

Sanmartín Cava, L. M., Sanmartín-Cava, J. F., Plá, Á., y Villegas, A. (2017). El Señor de los Anillos: análisis antropológico, político y mitológico. ¡Qué significa esta película? España / México: Vertiente Crítica. Recuperado el 20 de mayo de 2017 de https://www.ivoox.com/senor-anillos-analisis-antropologico-politico-audios-mp3_rf_18485472_1.html

Yamamoto, T. (2005). Bushido: El camino del samurai. Editorial Paidotribo.

NOTAS:

[1] La introducción presenta a todos los personajes protagonistas, incluyendo a Shino, la campesina de la que se enamorará Katsushirō, el joven al que le falta todavía experiencia para ser, en el sentido estricto del término, un samurái.

[2] Kikuchiyo es un joven de origen campesino que quiere convertirse en un verdadero samurái. Tiene un carácter iracundo y se mezcla a menudo en trances divertidos.

[3] Kyuzu es un samurái maestro habilidoso en el arte de matar con la espada que sólo persigue perfeccionar su estilo de combate.

[4] Cfr. asimismo el manga Vagabond (1998-actualidad) realizado por Takehiko Inoue, basado en esta misma novela.

[5] Es el análogo japonés del texto chino de Sun-Tzu titulado El arte de la guerra.

[6] Cfr. en este mismo blog la entrada de Jacinto Choza Elaboración de la noción de espíritu. La noción china de Qi (https://proyectoscio.ucv.es/actualidad/la-revelacion-originaria-la-religion-de-la-edad-de-los-metales-iii/).

[7] De todos modos, es posible que existieran antecedentes de este código ya desde el periodo Heian e incluso antes.

[8] En cualquier caso y según parece, el bushidō asumido por los samuráis cuando los señores dominaban Japón, no era tan honorable como el que normalmente se retrata en el cine.

[9] Hay que recordar que esta película se estrena en 1954, 9 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial.

[10] Todas estas películas mantienen un protagonismo repartido en mayor o menor grado, entre las que destaca El Señor de los Anillos, no sólo porque el protagonismo está diluido, sino porque incluso su propio protagonista falla, y la victoria se consigue gracias al grupo: a Sam y a todos los demás. A este respecto, se puede escuchar este podcast: El Señor de los Anillos: análisis antropológico, político y mitológico

 


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