¿Qué son las ciencias cognitivas?

¿Qué son las ciencias cognitivas?

Paola Hernández, Juan González, Jonatan García

Qué son las ciencias cognitivas, qué temas estudia, cuál el estado actual de la cuestión en el mundo y, particularmente, en nuestro contexto iberoamericano, son los asuntos que aborda el libro Las Ciencias Cognitivas: una constelación en expansión (2012). Compartimos con ustedes a continuación la Introducción a dicho libro con el propósito de dar una mirada panorámica a algunos de los enigmas que se plantean en las ciencias cognitivas.

Aunque en el mundo hispano todavía mucha gente pregunta perpleja lo que es la cognición o las ciencias cognitivas, también es cierto que dichos términos han empezado a perder su hermetismo exótico al penetrar paulatina pero inexorablemente, desde hace unos diez años, en el sector académico e inclusive en el vocabulario de los ciudadanos instruidos. En años recientes ha habido un crecimiento exponencial de seminarios, talleres, coloquios, congresos, redes de investigación, programas educativos y publicaciones, no sólo en México y España, sino también en otros países hispanohablantes como Costa Rica, Colombia, Chile y Argentina. A pesar de ello, comparándonos con el resto del mundo industrializado, empezando por Estados Unidos, buena parte de Europa occidental y Japón —donde el estudio de la cognición es una realidad institucionalizada desde hace décadas— podemos decir que en Iberoamérica aún estamos en un tímido estado embrionario.

Esta antología de ninguna manera pretende exponer el estado actual de las ciencias cognitivas en Iberoamérica, de hecho, ninguno de los trabajos hace un recuento de cómo se incorporaron las ciencias cognitivas en el mundo iberoamericano, incluso hemos incluido trabajos publicados fuera de esta región que ilustran algunas de las discusiones más fructíferas y controvertidas de la filosofía y las ciencias cognitivas del mundo actual. Lo que este libro sí muestra es un ejercicio de cómo se están haciendo las ciencias cognitivas en esta parte del mundo y cómo estamos dialogando con teóricos de otras regiones.

 Ciencias Cognitivas: una constelación en expansión.
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Las Ciencias Cognitivas:
una constelación en expansión.

La presente obra pretende contribuir al desarrollo de la filosofía y las ciencias cognitivas de dos maneras: 1) a través de la reflexión y de la investigación empírica ancladas principalmente en un contexto hispano, y 2) a través de nuestra inserción en un macro-contexto internacional, que nos invita y obliga a participar en una discusión colectiva y contemporánea en ciencias cognitivas, donde tenemos interlocutores y estándares de primerísimo nivel, que buscan generar conocimiento de punta y de alta calidad en el campo que nos atañe.

Por otro lado, esta obra aspira a ser un buen ejemplo de lo que se puede esperar de una obra colectiva en ciencias cognitivas, a saber, una mirada interdisciplinar sobre problemas o temas ya consagrados en el campo de la cognición. Así, aunque la mayor parte de los artículos de este libro gravitan en torno a la filosofía, también encontramos contribuciones provenientes de las neurociencias, la psicología, la etología y la inteligencia artificial, que son los pilares que constituyen el núcleo duro de las ciencias cognitivas.

Como el lector podrá apreciar, el libro contiene trabajos que muestran cómo el estudio de la cognición actualmente se caracteriza por su alejamiento de posturas como las que planteaban una división disciplinar entre las ciencias empíricas y las teorizaciones de la filosofía, o entre la psicología y las neurociencias, o bien algunas distinciones similares que en el fondo dependían de la idea de que existe una separación entre el mundo externo y objetivo, por un lado, y la mente y el mundo subjetivo por el otro. En este sentido, los artículos que constituyen este libro colectivo difícilmente pueden etiquetarse como trabajos pertenecientes a una disciplina específica, como psicología, neurología, filosofía, etc. Si nos distanciamos de las separaciones disciplinares es posible construir un conocimiento interconectado, constituido no a partir del escrutinio estrecho y acotado de una disciplina particular, sino de un acercamiento a la cognición en tanto fenómeno global.

La imposibilidad de hacer separaciones tajantes entre las distintas disciplinas que componen a las ciencias cognitivas hace patente que los artículos aquí presentados no pueden ser ordenados a partir de una sola lógica. El lector advertirá cómo un trabajo dedicado a un tópico particular se conecta con otros de diversas maneras, ya sea porque comparten un mismo objeto de estudio, o porque comparten los métodos y técnicas para acercarse a objetos de estudio distintos.

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Edouard Machery

Uno de los temas más controvertidos en ciencias cognitivas es aquel dedicado a la arquitectura de la mente. El trabajo de Edouard Machery, con el que iniciamos esta antología, “Modularidad masiva y evolución del cerebro”, es una respuesta a aquellas críticas que, apoyadas en los estudios sobre la evolución del cerebro, intentan socavar la hipótesis de la modularidad masiva. Un representante de estas críticas es Steve Quartz, quien se basó en hallazgos que parecen contradecir la tesis de la modularidad masiva de la cognición humana, por ejemplo, la relación alométrica entre el volumen de la mayoría de las grandes regiones del cerebro (neocórtex, tálamo, etc.) y el volumen del cerebro completo, lo cual llevaría a pensar que la evolución del neocórtex se dio de manera concertada y no en mosaico. El autor refuta el argumento de Quartz y ofrece evidencia alternativa de que la selección natural sí actuó en los sistemas neocorticales por separado. Arguye que, aunque concediéramos que el volumen del neocórtex humano evolucionó de manera concertada, otros aspectos del neocórtex pudieron haber evolucionado en mosaico, lo cual es una condición necesaria para la modularidad masiva.

Por otro lado, Elisabeth Pacherie parte de explicaciones filosóficas que se han ofrecido para dar cuenta de las acciones compartidas con el objetivo de captar aquello que hace que las acciones conjuntas sean intencionalmente conjuntas. En “Encuadrando la acción conjunta”, la autora discute primero dos de las principales explicaciones de las intenciones compartidas, propuestas por Michael Bratman y Margaret Gilbert. Argumenta que la explicación de Gilbert impone más normatividad a las intenciones compartidas de la que es estrictamente necesaria, y que la explicación de Bratman requiere demasiada sofisticación cognitiva por parte de los agentes. Enseguida, la autora se enfoca en la teoría de la agencia de equipo desarrollada por los economistas, y se concentra en la versión de Michael Bacharach de la teoría de la agencia de equipo, de acuerdo con la cual, la agencia compartida es una cuestión de razonamiento de equipo que depende de la identificación con el grupo, misma que es el resultado de procesos de ‘autoencuadre’. La autora ofrece así el camino hacia una explicación de la intención compartida que esté menos cargada normativamente y que sea menos demandante cognitivamente.

El trabajo “Inteligencia y robótica corporizada”, de Bruno Lara y Jorge Hermosillo, que se inserta en el contexto de la inteligencia artificial, rechaza la cognición como resultado de un procesamiento lineal y unidireccional de información. Dentro de los nuevos paradigmas y escuelas de pensamiento en las ciencias cognitivas, Lara y Hermosillo se adhieren a aquéllas que insisten en que una condición necesaria para la inteligencia es que los agentes se desarrollen dentro de un medio ambiente. Es sólo a través de la interacción sensorio-motriz del agente con su entorno que se desarrollan las capacidades cognitivas que conocemos, nos dicen los autores. Por ello, continúan, ahora los robots o agentes artificiales autónomos se han convertido en una pieza clave para tratar de desentrañar el misterio que encierra la inteligencia natural, y son al mismo tiempo candidatos ideales en la búsqueda de inteligencia artificial. La investigación presentada en este trabajo está enmarcada en lo que ahora se conoce como ‘robótica corporizada’ y consiste en presentar algunos resultados seleccionados de las investigaciones que los autores han hecho para tratar de acercarse a agentes artificiales autónomos con signos de inteligencia y que representan la base de la producción de comportamiento coherente.

Por su parte, el trabajo de Juan C. González, “El amor en los tiempos de las ciencias cognitivas”, se inscribe en una perspectiva decididamente interdisciplinar y contemporánea al abordar un tema de relevancia psicosocial, el amor, que puede ser estudiado empírica y conceptualmente en el marco del ‘giro cognitivo’ que dio la filosofía en la segunda mitad del siglo XX. El autor pretende demostrar cómo el análisis del amor puede beneficiarse con las aportaciones teóricas y empíricas de las ciencias cognitivas y las humanidades, donde la psicología, la ética, la epistemología y la teoría social y de sistemas son especialmente relevantes. Para ello, González adopta una postura a la que llama ‘ecológica’, la cual toma en cuenta la dimensión individual y social del amor, donde éste es considerado como una emoción compleja y, simultáneamente, sensible a la racionalidad, existencialmente satisfactoria, socialmente viable y éticamente aceptable.

Esta publicación incluye un segundo trabajo de Edouard Machery, en donde el autor estudia el uso de las psicopatologías del desarrollo que buscan identificar los componentes de la arquitectura cognitiva típica. Tal uso ha sido duramente criticado, entre otros, por la neuropsicóloga Annette Karmiloff-Smith, quien ha defendido que los hallazgos en los patrones de discapacidad y conservación de capacidades cognitivas en personas con psicopatologías de desarrollo no nos dicen nada acerca de la arquitectura cognitiva típica, crítica que se aplicaría también a aquellos que intentan sustentar la hipótesis de modularidad masiva de la psicología evolucionista con base en psicopatologías del desarrollo. En su escrito, Machery argumenta que, además de ser errónea la reconstrucción de la modularidad masiva de Karmiloff-Smith, las numerosas disociaciones que resultan de psicopatologías del desarrollo sí pueden ser utilizadas para identificar sistemas, lo cual muestra que la arquitectura cognitiva típica es florida, exactamente como postula la hipótesis de modularidad masiva.

Ernst Walter Mayr (1904- 2005)
Ernst Walter Mayr (1904- 2005)

Siguiendo la temática de la arquitectura cognitiva, Paola Hernández Chávez incorpora en su contribución “Evaluando algunos supuestos evolutivos en teorías modulares de la mente”, una distinción entre causas próximas y causas últimas, proveniente de Aristóteles y posteriormente reformulada por otros teóricos como Ernst Mayr. La autora examina versiones de las teorías modulares que conciben a los módulos como productos de la selección natural. Después de ofrecer varias críticas a estas versiones modulares, Hernández muestra cómo ciertos estudios sobre el desarrollo cognitivo son relevantes para entender la arquitectura de la mente. De este modo, Hernández argumenta que aspectos como el desarrollo ontogenético y el medio ambiente deben ser tomados en cuenta para caracterizar una noción de módulo, que es recogida en la propuesta que la autora denomina “hipótesis de plasticidad en la respuesta funcional al medio ambiente debida a la modularización estructural” o resumida como “hipótesis modular de la plasticidad de respuesta al medio ambiente” (HMPRM). Su propuesta puede verse como una explicación fundada en causas próximas, en contraste con las teorías modulares en las que las fuerzas evolutivas juegan el papel de causas últimas.

Una propuesta que también se interesa en los aspectos evolutivos de la cognición es la teoría dual del procesamiento (TDP). Esta teoría es analizada en el trabajo “Algunas observaciones (de carácter neuroanatómico, filogenético y ontogenético) a la teoría dual de procesamiento”, de Jonatan García Campos. El objetivo del autor es llamar la atención sobre el aporte que distintas áreas de las ciencias cognitivas ofrecen para una reformulación de la TDP. García plantea que algunos supuestos, concernientes sobre todo a la relación entre los dos sistemas de razonamiento (S1 y S2), son controversiales a la luz de consideraciones neuroanatómicas, filogenéticas y ontogenéticas. Una de las ideas que se discuten es que algunos procesos de S2 se llevan a cabo en áreas que parecen más antiguas filogenéticamente hablando, aun cuando S2 se supone que es un sistema moderno. Otra de las ideas que se exploran aquí es cómo los estudios neurocientíficos parecen contradecir las explicaciones ofrecidas por los psicólogos del razonamiento. Cabe destacar que el artículo no pretende abolir la TDP, o defender alguna de sus versiones, sino llevarnos a considerar nuevas vías para mejorar su argumentación y librarla de postulados arbitrarios que sí representan un problema en su formulación.

Además del razonamiento, la toma de decisiones es un tópico recurrente para los psicólogos cognitivos y los neurocientíficos. El trabajo “Tomar la decisión entre ‘disparar’ o ‘no disparar’ activa la corteza prefrontal ventrolateral derecha en un estudio con RMf”, de Alejandra Rosales y colaboradores, es un artículo técnico de neurociencias, cuyo objetivo es presentar la investigación sobre la respuesta de defensa que tuvieron diversos sujetos ante imágenes de amenaza hacia sí mismos y hacia un tercero, junto con su correlato cerebral con imágenes obtenidas por resonancia magnética funcional (RMf). Diecinueve sujetos masculinos decidieron con un botón entre ‘disparar’ o ‘no disparar’ a imágenes proyectadas sobre una pantalla en la “tarea de reactividad emocional” (TREM). Activaciones generalizadas en los dos hemisferios, especialmente en la corteza frontal y el giro fusiforme, se encontraron al considerar ambas decisiones. La comparación entre ‘disparar’ y ‘no disparar’ resultó en activaciones significativas en el giro frontal inferior derecho (BA 45/47) correspondiente a la corteza ventrolateral prefrontal. Los autores concluyen que estos resultados a la vez refuerzan la idea de que el área ventrolateral prefrontal juega un papel importante en el control de la emoción y señalan la relevancia de las tareas que demandan una respuesta explícita y rápida ante imágenes directamente amenazantes y de amenaza a otro.

Siguiendo con el uso de recursos neurocientíficos para el estudio de fenómenos cognitivos particulares, en el artículo “No miramos para ver, miramos para actuar: una aproximación mínimamente representacionalista al estudio de la atención visual”, Jaume Rosselló Mir revisa algunas hipótesis canónicamente representacionalistas de la atención que ha ofrecido el cognitivismo simbólico. Tales modelos de la atención se han centrado en el análisis de los elementos que intervienen en la secuencia que va de lo sensorial a lo motor, sus relaciones causales y sus jerarquías, esquema que es completamente ajeno a lo que sabemos hoy del funcionamiento del cerebro humano. En su lugar, el autor destaca aquellas alternativas al estudio de la atención visual que son mínimamente representacionalistas, no dualistas, y más congruentes con la psicología experimental y las neurociencias.

Por su parte, el artículo “El rol del saber no proposicional en la explicación de la acción”, de Jean-Philippe Jazé, incursiona en el terreno de la fenomenología a través de dos autores poco apreciados por las ciencias cognitivas de corte clásico: Martin Heidegger y Maurice Merleau-Ponty. Jazé presenta una refrescante perspectiva que incorpora aspectos que el cognitivismo clásico ha dejado fuera en su teorización sobre la acción, como son el papel que juega el cuerpo en la percepción, la temporalidad de la acción y las dimensiones emotiva y social. El texto también incluye una breve crítica a las concepciones clásicas del contenido intencional y de la acción como el resultado consciente y deliberado de un proceso de decisión por parte del individuo. La perspectiva que nos muestra Jazé corrige así ciertos ‘olvidos’ y excesos por parte del cartesianismo y del reduccionismo que sigue incidiendo, de una forma u otra, en nuestros análisis filosóficos y científicos de la acción.

Frans de Waal (Países Bajos)
Frans de Waal (Países Bajos)

El trabajo de Alba Pérez Ruiz titulado “El concepto de agresión. Una mirada psicoanalítica”, explora el desarrollo que ha tenido el concepto de agresión en la corriente psicoanalítica conocida como la Escuela Americana, comparándolo con la etología cognitiva impulsada por los trabajos de Frans de Waal. La autora reconoce que si bien explícitamente los representantes de la Escuela Americana buscan apoyar sus posturas con propuestas particulares en biología, existen diferencias importantes entre estos trabajos. Una de estas diferencias, por ejemplo, es aquella que Pérez Ruiz señala entre los fundamentos epistemológicos que se encuentran detrás de la etología y aquellos que se encuentran detrás del psicoanálisis, pues mientras en los primeros hay un deseo por restringir los estudios de la agresión a la descripción de patrones conductuales con relación al ambiente y sus posibles orígenes evolutivos, en los segundos se pretende ir más allá de la descripción de conductas para comprender el funcionamiento mismo del aparato psíquico.

Al igual que sucede en otros tópicos abordados en este libro, en una encrucijada entre diversos tipos de estudios se encuentran aquellos dedicados a la percepción del tiempo. Un análisis naturalizado, sobre todo apoyado en las ciencias cognitivas y de corte fenomenológico, es ofrecido por Melina Gastélum en su trabajo “La percepción del tiempo en la conciencia”. En su contribución, Gastélum defiende que la percepción del tiempo puede verse como un objeto más de la percepción, pero que, sin embargo, es de un tipo especial, pues atraviesa todos los demás sentidos. Esta posición recuerda a la postura de Husserl, según la cual toda actividad mental depende de la temporalidad. Además, el componente fenomenológico no se limita a la postura anterior, sino que con él la autora también intenta dar cuenta de cómo es que los sujetos percibimos de manera distinta el tiempo, dependiendo del contexto del que formemos parte.

Por último, en “La imaginación musical desde una aproximación corporeizada”, Ximena González Grandón defiende que la imaginación musical debe ser entendida como una actividad ideomotora y sensorimotora que re-presenta uno o varios sonidos al emular o simular subjetivamente una experiencia de tal o tales sonidos. En dicho trabajo, la autora se aleja de la postura tradicional de la ciencias cognitivas, en las cuales se hace una distinción entre el mundo externo y la mente como entidades claramente independientes. En su lugar, González Grandón explora proyectos enactivos en ciencias cognitivas aplicándolos a la imaginación, la cual es entendida como el re-presentarse en posibles acontecimientos con distintos grados de complejidad por medio de la interacción con el medio ambiente. Estos proyectos, como la autora lo señala, se fundan en una visión corporeizada de la mente, la propuesta enactiva de Francisco Varela y las herramientas de las neurociencias cognitivas, la fenomenología y la psicología cognitiva.

Una vez que hemos presentado las ideas centrales de los trabajos aquí vertidos, deseamos insistir en que para responder a los grandes problemas en torno a la cognición es necesario echar mano de una gran cantidad de información pertinente, de aquella que nos ofrecen las ciencias computacionales, las neurociencias, las teorías de los sistemas complejos, la filosofía, la fenomenología, la psicología, la biología, entre muchas otras áreas de conocimiento que nos permitan explicar los fenómenos cognitivos de una manera integral y heterogénea.

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Las revoluciones antiimperialistas; su carácter nacional y clasista.- La Revolución Mexicana.[1]

Las revoluciones antiimperialistas; su carácter nacional y clasista.- La Revolución Mexicana.[1]

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.[2]

Como vimos en el fragmento anterior, el objetivo de destruir las relaciones de producción, esclavistas y feudales y sustituirlas por otras, superiores, venía quedando pendiente. La revolución por la independencia, encabezada por Hidalgo y Morelos, que como Lombardo lo analiza desde el punto de vista marxista, fue sobre todo, una guerra de clases antiesclavista y antifeudal, logró independizar políticamente a México, pero no alcanzó sus objetivos más trascendentes, de transformación profunda, económica y social. Por eso, porque el desarrollo de las fuerzas productivas no se correspondía con el arcaico modo de producción, estalló la lucha casi de inmediato, de nueva cuenta, y tomó la forma de un conflicto entre liberales y conservadores, y que no tuvo las causas superficiales que le han esgrimido los historiadores no marxistas. Triunfaron los liberales. Se formularon las Leyes de Reforma, que abrieron paso al posible destrabamiento de las fuerzas productiva, pero poco después, al instaurarse la dictadura de Porfirio Díaz, se truncó otra vez el proceso revolucionario que se venía desplegando. Así llegó el pueblo mexicano a los umbrales del siglo XX y a los momentos en que aparecía en el mundo el fenómeno del imperialismo, dentro de un modo de producción complejo, semiesclavista, semifeudal, con fuertes supervivencias del modo comunal de producción.

...luego del surgimiento del imperialismo de manera inevitable tendrían que aparecer las luchas antiimperialistas, de liberación nacional...
…luego del surgimiento del imperialismo de manera inevitable tendrían que aparecer las luchas antiimperialistas, de liberación nacional…

Porque, en efecto, el imperialismo, por cuanto se refiere al definitivo reemplazo del capitalismo de libre cambio en Europa, como Lenin lo escribió, ocurrió “… precisamente a principios del siglo XX”. El genio de la Revolución de Octubre citó enseguida la crisis económica de 1900-1903, como el momento en que “los cárteles se convierten en una de las bases de toda la vida económica”, con lo cual “el capitalismo se ha transformado en imperialismo.”[3] Ahora bien, recién rebasada la primera mitad del siglo XIX, y con más fuerza en su último tercio, los capitales imperialistas de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, sobre todo, ya se habían lanzado a capturar los mercados de los países cuyo rezago en el desarrollo de sus fuerzas productivas los convirtió en presas fáciles para sus propósitos de despojo.

Siendo ambos, capitalistas, es antimarxista pretender equiparar a los países imperialistas con los dependientes.

Lo cierto es que desde la aparición del fenómeno del imperialismo hasta nuestros días, el mundo capitalista se divide en dos: un conjunto de potencias capitalistas –a las que en lenguaje común, se les llama países “capitalistas desarrollados”– y otro conjunto, mucho mayor por su número y población, de países también capitalistas, pero subordinados. Aunque ambos son capitalistas, las formas en que se expresa el capitalismo en unos y otros contiene diferencias abismales que se reflejan en las relaciones de producción, en la conformación de las clases sociales y en múltiples aspectos estructurales y sobre-estructurales, por lo es criticable, por antimarxista y subjetivista, pretender equipararlos cuando se examinan los objetivos inmediatos y mediatos de la lucha revolucionaria, así como la estrategia y la táctica.

La Revolución Mexicana, la primera revolución antiimperialista, de liberación nacional en el mundo...
La Revolución Mexicana, la primera revolución antiimperialista, de liberación nacional en el mundo…

Por las contradicciones que se generan entre ambos conjuntos de países, y las relaciones clasistas que entrañan, se puede afirmar que luego del surgimiento del imperialismo de manera inevitable tendrían que aparecer las luchas de liberación nacional –luchas esencialmente antiimperialistas– por parte de los pueblos sometidos, de las cuales la Revolución Mexicana de 1910 fue la primera en el mundo.

Al momento en que Inglaterra y Estados Unidos, entre los primeros, alcanzaron la etapa de la exportación de capitales, México quedó como receptor y víctima, por tanto, del saqueo imperialista. La base económica de nuestra dependencia fue el rezago de nuestras fuerzas productivas acumulado durante los trescientos años de coloniaje, desde que la invasión española sojuzgó a los pueblos indígenas y, con ello, impidió que el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas siguiera el curso descubierto por Marx. En vez de eso, desde fuera y por la fuerza les impuso un doble modo de producción esclavista y feudal, sujeto además a múltiples trabas para su ulterior desarrollo. Luego, en los inicios del último tercio del siglo XIX, cuando los liberales, encabezados por Juárez, recién emergieron victoriosos sobre los conservadores, abrieron los cauces para el desenvolvimiento económico, con las Leyes de Reforma. Pero la irrupción de los capitales imperialistas lo impidió, como lo analiza el Maestro Lombardo:

La irrupción externa impidió que el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas siguiera el curso descubierto por Marx...
La irrupción externa impidió que el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas siguiera el curso descubierto por Marx…

“Cuando finalmente el liberalismo triunfa, se desarrollan las fuerzas productivas, aumenta la producción económica, las relaciones de producción comienzan a cambiar, los pueblos se liberan de la esclavitud, el feudalismo servil empieza a encontrar modalidades que atenúan la explotación humana, el Estado tiene más posibilidades de desarrollo. Pero aparece un personaje en nuestro drama histórico.

“Ese personaje que no nos ha soltado desde entonces, y qué daños irreparables nos ha creado, nos ha producido. Este personaje es la inversión de los capitales extranjeros y su intervención en la vida interna de nuestro país, influyendo en su vida política y también en sus vínculos internacionales”[4]

Desde el punto de vista marxista, la Revolución Mexicana no podría tener un carácter socialista.

Por el momento histórico en que se produce, por los rasgos del modo de producción que predominaba en México y por las clases sociales que conformaban su sociedad, la Revolución Mexicana no podía tener un carácter socialista...
Por el momento histórico en que se produce, por los rasgos del modo de producción que predominaba en México y por las clases sociales que conformaban su sociedad, la Revolución Mexicana no podía tener un carácter socialista…

Por el momento histórico en que se produce, y por los peculiares rasgos del modo de producción que predominaba en México y las clases sociales que conformaban su sociedad, como lo examina Lombardo, con riguroso apego al pensamiento marxista, Revolución Mexicana no podía tener un carácter socialista:

“Era evidente que la Revolución de 1910… no podía llegar al socialismo en aquél tiempo; no existía la clase obrera, no existía inclusive la burguesía nacional como una fuerza determinante; no existían las condiciones materiales objetivas ni subjetivas para un movimiento de esta trascendencia.”[5]

Pretender, a posteriori, que lo hubiese sido si tal o cual facción hubiese superado a otra, o si hubiesen sucedido tales o cuales hechos concretos u otros hubiesen dejado de ocurrir, como a veces especulan algunas personas, significa incurrir en el subjetivismo, que es absurdo por cuanto prescinde de realidad; además, implica, ignorar un principio fundamental del marxismo, según el cual

“ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua”[6]

Ya que es imposible que las fuerzas productivas del modo capitalista desarrollen todo su potencial cuando ni siquiera ha surgido este sistema como dominante respecto de otros modos de producción previos, precapitalistas, en una sociedad en concreto.

La Revolución Mexicana fue consecuencia... de la intervención del imperialismo extranjero en la vida doméstica de México ...
La Revolución Mexicana fue consecuencia… de la intervención del imperialismo extranjero en la vida doméstica de México …

En efecto, el desarrollo de las fuerzas productivas, en nuestro caso –como ya hemos visto–, no era el de una sociedad capitalista, cuyas contradicciones internas, al agudizarse, abran la puerta a la transición revolucionaria al socialismo, sino de una sociedad esclavista y simultáneamente feudal, esto es, precapitalista. Sus contradicciones internas tenían ese carácter, y lo necesario para destrabar las fuerzas productivas era demoler esas relaciones sociales, esclavistas y feudales. Consecuentemente, nuestra revolución se planteó la destrucción del latifundio, llevar adelante una profunda Reforma Agraria y lograr la industrialización del país, destrabando de esa manera las fuerzas productivas. La revolución tuvo un carácter democrático-burgués, pero en nuestro caso había contradicciones de origen externo, además de las internas, que no existieron en el caso de la Revolución Francesa, ni las otras revoluciones democrático burguesas previas, las contradicciones que se dan entre el imperialismo y el país receptor de sus capitales, es decir, el país dependiente, saqueado por aquél. Se trató de un ingrediente nuevo, distinto de los que engendraron las revoluciones burguesas clásicas.

El imperialismo, obstáculo gigantesco para el desarrollo de las fuerzas productivas de los países dependientes.

El despojo que se realiza por medio de las inversiones extranjeras y el envío al exterior de las utilidades, junto con muchas otras riquezas naturales de la nación, viene a ser, en los tiempos del imperialismo, un obstáculo gigantesco para el desarrollo de las fuerzas productivas propias. Por eso, hacía falta una revolución de carácter antiimperialista, de liberación nacional, como denominó Lombardo a la nuestra, estallada en 1910 y culminada jurídicamente en 1917.[7] Por eso el ideólogo marxista la definió con precisión como “una revolución democrático-burguesa y antiimperialista”. Este último rasgo la distingue de las revoluciones democrático burguesas, como la Revolución Francesa, que se produjeron antes de la aparición del imperialismo sobre la faz de la Tierra, porque la nuestra tenía que fijarse también el objetivo de liberar al país de la dependencia respecto del imperialismo, y lograr que México fuera para los mexicanos. Lombardo Toledano lo dice así:

“La Revolución Mexicana fue una revolución demo­crática, antifeudal, y antiimperialista. Técnicamente calificada, fue una revolución democrático-burguesa; pero a diferencia de las revoluciones de ese género realizadas en Europa y en la América del Norte durante los siglos XVIII y XIX, la nuestra se produjo en un país semicolonial, al lado de la potencia capitalista más grande de la historia y en el periodo del imperialismo, cuya primera gran contienda entre sus integrantes fue la guerra mundial de 1914-1918, por un nuevo reparto de los países atrasados de Asia y África, y de zonas de influencia en los diversos con­tinentes de la Tierra.”[8]

Y cuando habla de sus múltiples y complejas causas, el pensador y dirigente de la clase trabajadora y el pueblo explica:

“La Revolución iniciada en 1910 fue consecuencia del régimen económico establecido por la monarquía española desde el siglo XVI, y modificado sólo en sus aspectos secundarios, durante noventa años del México independiente. Fue consecuencia también de la supervivencia de las formas esclavistas y feudales de la vida social. Y fue consecuencia, así mismo, de la intervención del imperialismo extranjero en la vida doméstica de México a partir de la segunda mitad del siglo XIX.”[9]

...es natural que la Revolución Mexicana tuviera un carácter profundamente transformador de la realidad, tanto como podía serlo en aquel momento histórico concreto del mundo y de México y de acuerdo con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas de nuestra sociedad...
…es natural que la Revolución Mexicana tuviera un carácter profundamente transformador de la realidad, tanto como podía serlo en aquel momento histórico concreto del mundo y de México y de acuerdo con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas de nuestra sociedad…

Habiendo sido, como se dijo, una revolución antiesclavista y antifeudal, y al mismo tiempo una revolución antiimperialista, de liberación nacional, es natural que la Revolución Mexicana tuviera un carácter profundamente transformador de la realidad, tanto como podía serlo en aquel momento histórico concreto del mundo y de México y de acuerdo con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas de nuestra sociedad.

Criticarla, desde una perspectiva aparentemente marxista, como hacen algunos autores desde el ámbito de la academia, o algunos actores de la lucha política, acusándola de no haber sido una verdadera revolución por no haber tenido el carácter de socialista, significa ignorar el A, B, C del materialismo histórico, es decir, las ideas básicas del marxismo sobre el desarrollo de los modos de producción y su estrecha relación con la base económica de la sociedad; de las transiciones entre unas y otras etapas de la historia y de las luchas revolucionarias de las clases oprimidas como motor de la historia.

Pensador riguroso, hizo importantes aportes a la concepción marxista del desarrollo de la historia...
Pensador riguroso, hizo importantes aportes a la concepción marxista del desarrollo de la historia…

Porque a partir de la aparición y expansión del imperialismo, la lucha de clases tuvo una forma más de expresión, antes desconocida: la lucha de la clase trabajadora de los países penetrados por el capital imperialista –lucha que en este caso no debe librar sola, sino con múltiples aliados de otras clases y capas de la sociedad– contra esos capitalistas externos, en su calidad de propietarios de medios de producción y cambio –y por tanto directamente explotadores de los trabajadores—pero también en su calidad de saqueadores de la nación en su conjunto. Por esta razón, Lombardo planteó certeramente en la Mesa Redonda de los Marxistas Mexicanos, como ya dijimos, que, en nuestro caso, “la Revolución, además de ser una Revolución que conviene al proletariado, es una Revolución que conviene al resto de la nación mexicana”.[10]

Considero pertinente enfatizar que para múltiples sectores de la población, que son víctimas del imperialismo, la lucha contra éste solamente entraña una lucha nacional por la liberación; pero para los trabajadores es eso mismo y, además, una forma muy aguda de la lucha de clases, puesto que los capitales imperialistas son doblemente explotadores de todos aquellos que viven de su trabajo personal. E implica una forma especialmente compleja de relación entre la clase trabajadora y la burguesía nacional, porque una franja de ésta tiende a aliarse con el capital imperialista y, por tanto, es enemiga frontal de la clase trabajadora, pero otra franja, victimada por el imperialismo, tiende a confrontarlo –aunque lo haga con debilidad y vacilaciones—, y no por eso deja de explotar a los trabajadores. La clase trabajadora debe combatir a esta franja de la burguesía, en tanto que es su enemiga de clase, pero al mismo tiempo, debe formar alianzas transitorias con ella para enfrentar al imperialismo que toma la calidad de enemigo común de ambas clases sociales, y a la vez, de principal enemigo de los trabajadores.

Esta complejidad de la lucha de clases en los países penetrados por los capitales imperialistas resulta de difícil comprensión para quienes apenas se asoman a los aspectos más elementales y generales de la ideología de la clase obrera; y a quienes conciben lo revolucionario con la repetición de citas, de manera suelta, fuera de contexto, y la copia al carbón de las acciones concretas que la clase trabajadora emprendió en la Rusia de los zares o en otras partes, cuya realidad era diferente. A eso obedecen muchas de las divergencias entre Lombardo y el lombardismo, por una parte, y sus críticos y fustigadores “de izquierda”, por la otra.

 

 

[1] Séptimo fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”. Próximamente aparecerá publicada por el Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[3] V. I. Lenin. “El imperialismo, fase superior del capitalismo.” Obras Escogidas, Progreso, Moscú. 1961. Disponible en  http://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe3/lenin-obras-1-3.pdf.

[4] Vicente Lombardo Toledano. “Las tesis fundamentales de las constituciones de México”. Serie de conferencias que dictó en la Universidad de Guanajuato, en el año de 1966. Disponible en Escritos acerca de las Constituciones de México Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales VLT, 2 tomos.

[5] Vicente Lombardo Toledano. “La línea estratégica del PPS: no ponerse al margen ni aislarse de la vida nacional. Discurso pronunciado en la cena de año nuevo del PPS, el 7 de enero de 1967, publicada por la revista Política fechada el 1 de enero del mismo año. Pág. XXXIII.

[6] Karl Marx, Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm

[7] Vicente Lombardo Toledano, “La Revolución Mexicana cumple su destino de liberación nacional”, El Popular, 17 de julio de 1938.  Disponible en CEFPSVLT, OHC, 1938.

[8] Vicente Lombardo Toledano,  Carta a la juventud sobre la Revolución Mexicana, su origen, desarrollo y Consecuencias, 1960, pág. 20. Disponible en CEFPSVLT, OHC, 1960.

[9] Ibidem.

[10] Vicente Lombardo Toledano. Mesa redonda de los marxistas mexicanos. CEFPSVLT, México. 1982, pág. 58.

Controvertida elección del primer comité nacional de la CTM

Controvertida elección del primer comité nacional de la CTM

Por Juan Campos Vega

Cuando se realiza la elección para integrar el primer comité ejecutivo nacional de la CTM, a pesar de que en él están representadas las principales corrientes que actúan en el movimiento sindical mexicano de ese momento, se hace evidente que las diferencias ideológicas, políticas, de estrategia y táctica, y de carácter organizativo no han desaparecido del todo.

Como consta en el Diario de los Debates del Congreso, en la cuarta y última sesión, presidida por Rodolfo Piña Soria, se procede a elegir al comité nacional. Previamente, la presidencia reitera que como se ha dicho antes “ni las organizaciones ni los camaradas en particular tienen interés personal” en este aspecto; sin embargo, afloran los intereses de grupo.

Grabado de Alberto Beltrán
Grabado de Alberto Beltrán

La votación se realiza por cada una de las secretarías y no por planilla. Para la elección de secretario general, se presentan dos candidaturas: la de Alfredo Navarrete, de la extinta Cámara Nacional del Trabajo (CNT), y la de Vicente Lombardo de la extinta Confederación General de Obreros y Campesinos de México (CGOCM). Resulta electo Vicente Lombardo. Para la secretaría de trabajo y conflictos se postulan Juan Gutiérrez, del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM), y Agustín Guzmán, del Sindicato Industrial de Mineros y Metalúrgicos de la República Mexicana (SIMMRM). Se elige a Juan Gutiérrez.

Cuando se procede a elegir al encargado de la secretaría de organización, propaganda y acuerdos, se presentan cuatro candidaturas: Fidel Velázquez, de la extinta CGOCM; Gustavo Ortiz Hernán, del Sindicato Industrial de Trabajadores de Artes Gráficas (SITAG); Miguel A. Velasco, de la extinta Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM), y Francisco Breña, del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Breña y Ortiz retiran sus candidaturas. Los sindicatos de electricistas, ferrocarrileros, mineros, tranviarios, petroleros, maestros, artes gráficas, y la extinta CNT, votan por Velasco, y los sindicatos de la extinta CGOCM, por Velázquez. El presidente de la mesa declara que la mayoría apoya a Velasco, en la tribuna estallan las protestas de los partidarios de Velázquez, que amenazan con retirarse de la asamblea. Blas Chumacero, de la CGOCM, afirma que no admiten que el CNDP se convierta en el “gran elector”, y denuncia que los opositores a Velázquez tienen fines muy discutibles; Después de las acaloradas discusiones, Valentín Campa, de la CSUM, retira la candidatura de Velasco; Breña dice que no puede hacerlo porque la CSUM no lo propuso. El presidente informa que se va a preparar la estadística para la votación nominal y que, entre tanto, se discutirán las otras candidaturas.

Para la secretaría de finanzas se postulan Carlos Samaniego y Agustín Guzmán, secretario del interior y secretario general, respectivamente, del sindicato minero; Guzmán retira su candidatura, en consecuencia, es electo Carlos Samaniego. Para elegir al secretario de acción campesina se pide a los delegados campesinos que lo designen, después de varias intervenciones se presenta candidatura única, la de Pedro Morales, quien es electo con carácter provisional —hasta que se reúna el congreso campesino—. Para la secretaría de estudios técnicos el candidato único es Francisco Zamora, y también son candidatos únicos los integrantes de la comisión de asuntos internacionales: Alejandro Carrillo, Rodolfo Piña, David Vilchis y Víctor Manuel Villaseñor, todos son elegidos.

A continuación, Valentín Campa informa que tanto la CGOCM como la CSUM están de acuerdo en que Velasco ocupe la cartera de educación, y Velázquez la de organización y propaganda. Estallan de nuevo gritos y protestas, y en medio del desorden, la presidencia procede a tomar la votación que apoya la propuesta de Campa, con lo que queda plenamente integrado el primer comité nacional de la CTM [1].

La controversia generada en la elección del primer comité nacional, abordada con deshonestidad, ha originado mentiras y calumnias flagrantes relativas a la historia del sindicalismo clasista mexicano.

Valentín Campa, en sus memorias,publicadas en 1978 y corregidas y aumentadas en 1985, afirma que a propuesta de Fernando Amilpa se conformó una planilla para la elección del comité nacional, proposición que los integrantes de la CSUM aceptaron con muchas reservas, pero después, “rápidamente nos pusimos de acuerdo en la planilla, excepto en quien quedaba en la secretaría de organización y quién en la de educación y propaganda [2]”; también asevera que Velázquez, Amilpa y Lombardo “hicieron circular una planilla en la que cambiaban a Pedro Morales […] por uno del grupo de Blas Chumacero [3]”; que después de que Lombardo, aparentando mucho interés en el problema, les propuso que se volviera a la planilla original para evitar la división “Llegamos a la conclusión de aceptar la planilla original del Comité de Defensa Proletaria, después de haberles dado una lección muy fuerte a Fidel Velázquez y Amilpa y al propio Lombardo, que, evidentemente, había sido su cómplice [4]”.

Miguel Ángel Velasco, también de la CSUM, dice que nadie podrá desmentirlo, porque se apoya en la versión taquigráfica de los debates del congreso, asegura “que el Partido Comunista no pidió a nadie, en ningún momento ni a nuestros amigos más cercanos en el movimiento sindical, la inclusión de alguno de sus miembros en el comité nacional de la CTM [5]”. Pero, como consta en esa misma versión de los debates, tampoco la rechazaron, como sí lo hicieron Breña Alvírez y Ortiz Hernán.

Diferente es el tratamiento que se da al tema en el informe que el secretario general del Partido Comunista Mexicano (PCM), Hernán Laborde, presenta al pleno de su comité central, de junio de 1937; después de reconocer que la CTM es heterogénea y que las inevitables discrepancias debían ser tratadas por su partido con cuidado, e inclusive que debían hacerse concesiones para mantener la unidad y reforzar el prestigio y la autoridad del PCM, enlista múltiples errores cometidos, particularmente en la participación de miembros de su partido en la constitución y primer año de vida de la CTM. Laborde desmiente lo dicho por Campa respecto de la elección del secretario de organización y propaganda de la CTM en el congreso constituyente, dice:

En reunión previa de dirigentes nos habíamos comprometido a sostener para ese puesto la candidatura de Fidel Velázquez y habíamos aceptado la secretaría de educación y problemas culturales, que debía ocupar Miguel Velasco. Ya en el congreso, a la hora de la elección, Miguel Velasco resultaba electo secretario de organización y propaganda por una inmensa mayoría, teniendo sólo en contra [1217 organizaciones] las delegaciones de la antigua CGOCM. Fue una magnifica demostración de la popularidad y el prestigio de los comunistas. Pero fue un error que tuvimos que rectificar, retirando la candidatura de Velasco (después de hecha la votación) ante la amenaza de los dirigentes de la CGOCM de abandonar el congreso [6].

Carlos Sánchez Cárdenas, otro dirigente comunista de esa época —con una versión ligeramente diferente en cuanto al número de secretarías que se les otorgarían—, explica que: “se convino que a la sindical unitaria se le darían dos secretarías del comité nacional… y se adquirió el compromiso de dejar la secretaría de organización para que la ocupara Fidel Velázquez [7]”; después argumenta, con razón, que: “Cuando dos fuerzas se unen, no dejan a la decisión espontánea de una asamblea, que se decida por mayoría de votos quien va a dirigir a la agrupación unida, porque en ese caso la agrupación mayoritaria quedaría como fuerza única de dirección [8]”.

Grabado de José Chávez Morado
Grabado de José Chávez Morado

A pesar de que son públicos los documentos que demuestran la falsedad de las mentiras y calumnias, difundidas por quienes generan el incidente que irresponsablemente pone en riego la constitución de la CTM, décadas después, todavía hay quien difunde sus propias conclusiones a partir de esa mentira, a las que añade las de su propia creación, afirma que: “Fidel Velázquez fue el candidato de los lombardistas y Miguel Velasco el de los comunistas y los democráticos [9]”, y que “Ante la presión de los lombardistas, la CSUM retiró la candidatura de Miguel Velasco (causando todavía más desorden) en nombre de la unión [10]”.

Al igual que en el caso anterior, hay otros “investigadores” del movimiento sindical del país que repiten esas y otras falsedades, sin molestarse en confirmar la veracidad de las versiones desvergonzadas de quienes fueron los verdaderos responsables de generar un innecesario enfrentamiento cuando se construía la unidad de los trabajadores.

Hay que considerar que las conductas de tales “historiadores” del movimiento sindical mexicano y latinoamericano, están dirigidas no sólo contra Lombardo, sino que van más allá; se trata de un ataque sistemático, que no es exclusivo de los escritores que se ponen al servicio del imperialismo y la derecha, sino también de aquellos que provienen de sectores reformistas, anarquistas e izquierdistas que se suman a la campaña de desprestigio contra la línea político-sindical que, apegada a los principios del marxismo leninismo, orienta las luchas de la CTM en su primeros años de existencia.

Como establece el propio Lombardo, el fondo de la cuestión no es solamente el interés de desprestigiar a las personas, sino a las causas a las cuales éstas sirven, “Porque no son los personajes los que están expuestos a la traición, son causas a las cuales sirven los personajes. Es muy cómodo hablar mal de los personajes cuando adentro se habla mal de la causa a la que los personajes se han entregado. Muy sencillo el camino [11]”.

Ese “sencillo camino”, sustentado por el sectarismo y el oportunismo de quienes lo utilizan, continuó  minando, en forma sistemática, la unidad de la CTM.

[1] Véanse: CTM 1936-1941, t. 1. ed. facsimilar, CEFPSVLT, 2011, pp. 57-60; 50 años de lucha obrera, t. 1, ICAP/PRI, 1986, pp. 97-105; Miguel Ángel Velasco, Del magonismo a la fundación de la CTM, apuntes de un militante del movimiento obrero, Ediciones de Cultura Popular, pp. 55-63.

[2] Valentín Campa, Mi testimonio. Memorias de un comunista mexicano, 2ª. ed. corr. y aum., México, 1985, p. 116.

[3] Ibid., p. 117.

[4] Ibid., p. 118.

[5] Miguel Ángel Velasco, Del magonismo a… op. cit., p. 55.

[6] Hernán Laborde, La política de unidad a toda costa, México, Acere, 1980, p. 45.

[7] Rosario Arroyo y Ma. Eugenia de Lara, entrevista a Carlos Sánchez Cárdenas, 11 de octubre de 1978, tomado de Ma. Eugenia de Lara Rangel, Capítulo 1 “De la dispersión a la unificación del movimiento obrero. La fundación de la CTM. 1933-1936”, en Javier Aguilar García (ed.), La historia de la CTM 1936-1990: el movimiento obrero y el Estado mexicano, vol. 1, México, UNAM, 1990.

[8] Idem.

[9] Francie R. Chassen de López, Lombardo Toledano y el movimiento obrero mexicano (1917/1940), México, Extemporáneos, 1977, p. 193.

[10] Ibid., pp. 193-194.

[11] VLT, “La revolución no se hizo para todos”, Lombardo Toledano en el parlamento mexicano, vol. II, LV Legislatura de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, México, 1992, p. 287.

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