Esencia de la naturaleza.

Esencia de la naturaleza.

Vicente Lombardo Toledano

(Fragmento del libro de Vicente Lombardo Toledano ¿Moscú o Pekín? La vía mexicana al socialismo, editado por el Partido Popular Socialista. México, D. F., mayo de 1963. Disponible en Vicente Lombardo Toledano, Obra Histórico-Cronológica. Tomo VI, volumen 11, 1963. CEFPSVLT, 2011.)

La naturaleza es una sola, desde el mundo inorgánico hasta el pensamiento del hombre. Presenta formas múltiples, estados de desarrollo distintos; pero la sustancia de todas las cosas en que se manifiesta, de todos los hechos y fenómenos que la integran, es la misma: la materia, con características cambiantes; pero de igual contenido.
La naturaleza es una sola, desde el mundo inorgánico hasta el pensamiento del hombre. Presenta formas múltiples, estados de desarrollo distintos; pero la sustancia de todas las cosas en que se manifiesta, de todos los hechos y fenómenos que la integran, es la misma: la materia, con características cambiantes; pero de igual contenido.

La naturaleza es una sola, desde el mundo inorgánico hasta el pensamiento del hombre. Presenta formas múltiples, estados de desarrollo distintos; pero la sustancia de todas las cosas en que se manifiesta, de todos los hechos y fenómenos que la integran, es la misma: la materia, con características cambiantes; pero de igual contenido.

La materia es lo único real, la única realidad que existe fuera de la conciencia. Pretender introducir en la búsqueda de la verdad factores diversos por su supuesto origen, equivale a intentar descubrir lo que no existe y a abrir para la razón la puerta de la duda respecto de su capacidad para el conocimiento, el camino de la fantasía o de la intervención de fuerzas sobrenaturales que subordinan al hombre a lo desconocido y lo colocan ante el universo, el mundo y la vida, en la condición de infancia perpetua.

Ante la rica complejidad de la naturaleza, por la variedad de sus manifestaciones, el afán y la necesidad de averiguar su profundo sentido, crearon numerosas ciencias, a la manera de una división del trabajo para el conocimiento de la verdad, en lugar de una sola, de la Ciencia, con mayúscula, que lógicamente corresponde a lo que es indivisible por su propio ser.

Ese artificio dio origen a la teoría de la división de la naturaleza en fenómenos impenetrables entre sí, de hechos aislados los unos de los otros por su contenido, que sólo hallan explicación si se les considera en su individualidad, con un método propio para descubrirla. De este modo, la física tiene su entidad específica, lo mismo que la química, la biología, la sociología, la sicología cada cual con sus leyes particulares, que no corresponden a una ley única que pueda explicar la sustancia indivisible de todo lo que existe.

Es cierto que cada conjunto de hechos posee un carácter inconfundible; pero esto es verdad también respecto de cada hecho dentro de una serie de cosas cualesquiera. Cada caso es único, y en eso estriba la riqueza inconmensurable de la materia. Dividir arbitrariamente los fenómenos para facilitar la investigación es un medio útil; pero convencional y transitorio. Es una operación que no se puede confundir con la naturaleza del objeto del estudio, que rebasa siempre el cuadro limitado de lo artificial.

En la lucha milenaria entablada entre la verdad y el error, la razón se ha hallado siempre a la ofensiva contra la mentira y la ignorancia, y la falsedad en retirada; pero sin ceder sus posiciones. A cada avance del saber, los que postulan la intervención de lo sobrenatural en el seno de la naturaleza, encuentran siempre argumentos para negar la trascendencia de los descubrimientos científicos, a los cuáles sólo otorgan el valor de efectos de la causa que los produce, que es y será, eternamente, según ellos, impenetrable para la razón.

A partir del siglo XVIII, más que en el pasado, el debate entre los idealistas —la conciencia es anterior a la existencia— y los materialistas —la conciencia es resultado de la existencia—, se ha desarrollado con ímpetu, porque el progreso de la ciencia ha ampliado los conocimientos del hombre como nunca. La teoría de la contingencia en las leyes de la naturaleza, que se basa en el carácter irreductible de los fenómenos, ha perdido el significado hipotético que tuvo. La física, limitada por los antiguos al conocimiento del mundo inorgánico, ha contribuido en tal forma a la investigación de la esencia de la naturaleza, especialmente desde el descubrimiento de la energía atómica, que la unidad y la concatenación de los fenómenos en el pequeño cuerpo celeste en que habitamos adquiere una grandiosidad que ni las imaginaciones del pasado concibieron.

La naturaleza es única y está constituida por materia. Por materia aparentemente inerte, porque los cambios que se operan en ella son imperceptibles, lo mismo que por el pensamiento —materia que piensa— no sólo capaz para conocer la realidad, sino también para transformarla. La enorme y maravillosa sinfonía de la naturaleza ha convertido al hombre en un gigante dotado de la facultad de creación consciente, que se transforma cada vez más en el dueño del mundo, y que ha logrado ya salir de la atmósfera que lo aprisiona, para proponerse el conocimiento del cosmos y asegurar el disfrute futuro de su felicidad plena y luminosa.

El modo de la materia

La materia es infinita en sus manifestaciones; pero éstas no se dan para siempre, sino que cambian sin cesar. El modo de la materia es el movimiento.
La materia es infinita en sus manifestaciones; pero éstas no se dan para siempre, sino que cambian sin cesar. El modo de la materia es el movimiento.

La materia es infinita en sus manifestaciones; pero éstas no se dan para siempre, sino que cambian sin cesar. El modo de la materia es el movimiento. No hay materia sin movimiento, ni movimiento sin materia. Este discurrir de la materia es un proceso dialéctico, una evolución que entraña cambios constantes, transformaciones continuas; pero no cuantitativas, como lo afirmaban los materialistas sostenedores del proceso mecánico de las cosas. Los cambios que se operan en el seno de la naturaleza y de todas sus manifestaciones, son cambios cualitativos, pasos de la cantidad a la calidad.

El movimiento de la materia es dialéctico, porque el impulso que lo hace posible se debe a la existencia de fuerzas contrarias, a la oposición de factores que se hallan en perpetuo conflicto, lo mismo en el macrocosmos, en el campo de las grandes magnitudes, que en el microcosmos, en el terreno de las cosas infinitamente pequeñas.

La oposición de los contrarios da lugar a un hecho nuevo, que surge de dos factores opuestos; pero que no es la repetición de ninguno de ellos, sino un hecho distinto que, a su turno, por la contradicción congénita a su ser, da lugar a otro hecho nuevo, en un devenir interminable de cambios cuantitativos a cualitativos.

La unidad esencial de los fenómenos de la naturaleza y el proceso dialéctico de la materia, han hecho posible el conocimiento de las leyes que rigen lo que existe, desde el carácter y la transformación de las galaxias, hasta la evolución de la sociedad humana y sus frutos mayores.

Las leyes naturales

El universo, el mundo y la vida cambian. Se transforman de manera constante; pero no anárquica. La naturaleza y la anarquía son conceptos antitéticos. Todo lo que existe está sujeto a leyes, a normas del ser, a principios inviolables.
El universo, el mundo y la vida cambian. Se transforman de manera constante; pero no anárquica. La naturaleza y la anarquía son conceptos antitéticos. Todo lo que existe está sujeto a leyes, a normas del ser, a principios inviolables.

El universo, el mundo y la vida cambian. Se transforman de manera constante; pero no anárquica. La naturaleza y la anarquía son conceptos antitéticos. Todo lo que existe está sujeto a leyes, a normas del ser, a principios inviolables.

¿Cuáles son las leyes de la naturaleza? ¿Cuántas son? ¿Cómo se han descubierto? ¿Se conocen todas o sólo una parte? Estas y otras interrogaciones no sólo tienen una importancia especulativa, sino práctica también, porque sin el conocimiento de las leyes naturales el hombre no puede utilizarlas para transformar la realidad ni para construir su propia historia.

El conocimiento pasa por diversas etapas. Su base es el dato de los sentidos; pero el hombre no se limita a percibir pasivamente lo que le entregan sus sensaciones. No es un simple receptor, sino un acumulador de sus propias experiencias. El conocimiento que adquiere, por este medio, es importante; pero no el fundamental, porque en él se mezclan cosas de diverso valor, datos fundamentales y superfluos. Es necesario proseguir en el examen de lo conocido por las sensaciones y por la observación de los hechos, para encontrar lo substancial, lo que forma la médula de los fenómenos. El siguiente paso es la generalización de lo esencial en las cosas, la abstracción de lo común en los hechos particulares. Así se llega a la teoría del conocimiento. La verdadera inteligencia humana consiste en saber desentrañar de las cosas concretas la doctrina general de las cosas. Esa es la tarea de las ciencias y, especialmente, el alto valor de la filosofía.

Desechar lo que no es esencial en los hechos, mediante una operación de abstracción, y generalizar lo que es substancial en todos los hechos singulares, conduce al conocimiento de las relaciones internas y de la unidad de los fenómenos.

Los investigadores antiguos daban a la generalización de las particularidades concretas, repetidas en los fenómenos, el carácter de simples instrumentos para el conocimiento, logrados por la vía de la inducción, por el paso de lo particular a lo general, como fruto del razonamiento lógico. No advertían que el pensamiento teórico es el resultado de un proceso complejo que consiste en vincular los datos de la percepción sensible a la actividad práctica del hombre y al examen crítico de esa doble experiencia. Encontrar las relaciones que existen entre los fenómenos como resultado de la práctica, de la observación y de la generalización de lo constante y substancial en las cosas, es descubrir una de las leyes que rigen el proceso de la realidad objetiva, una de las leyes de la naturaleza. Marx las definió como “la conexión interna y necesaria entre las cosas”, y Lenin decía que una ley es “una relación de esencias o entre esencias”, un “fenómeno esencial”.

Las ciencias se ocupan de descubrir los conceptos esenciales correspondientes a los fenómenos particulares que cada una de ellas estudia. La filosofía no está formada así, por generalizaciones de ciertos aspectos del mundo objetivo. Las ideas a las que llega son más generales todavía. Son categorías de lo universal, categorías de la lógica, porque el pensamiento refleja la realidad y expresa los vínculos que existen entre los objetos, estableciendo las ideas generales.

Los pensadores adversarios a la teoría de la unidad esencial de los fenómenos de la naturaleza y de su proceso dialéctico, son enemigos de las generalizaciones científicas y del pensamiento abstracto, porque tienen concepciones místicas del mundo y de la vida humana.

Afirmar que sólo existe lo particular sin lo universal, o que la única realidad es lo universal sin lo particular, es adoptar posiciones falsas. Lo universal y lo particular no son términos opuestos. Lo universal se encuentra en lo singular. Al generalizar lo que es substancial en lo singular, el concepto universal tiene una realidad objetiva. En cierto sentido es más verdadero que el hecho concreto, porque la categoría de la generalización ha captado la esencia de las cosas particulares y no sus aspectos accidentales o de valor secundario.

Mediante el proceso de relación sensorial con el mundo, de acción sobre el medio que lo rodea y de generalización de lo constante en los fenómenos, ha llegado el hombre a saber que existen leyes objetivas, ajenas a él, que rigen todo lo que existe, y que lo que existe se halla en constante desarrollo y movimiento. Esto significa que las leyes naturales no son inmóviles, puesto que se refieren a una realidad cambiante y que, en consecuencia, los conceptos tampoco son permanentes, porque se vinculan y se reemplazan unos a otros, como corresponde a una realidad en transformación continua.

 Vicente Lombardo Toledano, pensador marxista y dirigente político de la clase trabajadora.
Vicente Lombardo Toledano, pensador marxista y dirigente político de la clase trabajadora.

De la misma manera que la realidad no es inmóvil, tampoco son inmóviles las ideas que a la realidad se refieren. Así como las leyes que rigen el universo, el mundo y la vida, conciernen a fenómenos en proceso de cambio, cuando los fenómenos se transforman unos en otros las leyes naturales que los rigen se reemplazan por otras nuevas.

Si la realidad cambia y se transforma, y las leyes que generalizan lo esencial en los hechos que se transforman son substituidas por otras, siguiendo el proceso de la realidad, por no entender dialécticamente este significado de las leyes naturales, de las categorías o de los conceptos, se llega de manera inevitable a una posición lógica inadmisible, que consistiría en aceptar ideas, normas, conceptos o leyes eternas para una realidad en perpetuo cambio, que no operarían porque los hechos que les dieron origen han desaparecido, dando lugar a otros que exigen nuevas generalizaciones, nuevos conceptos, nuevas leyes.

Por eso no se pueden enumerar las leyes naturales como si se tratara de principios eternos, sino descubrirlas, conocerlas, saber cuáles carecen de vigencia y cuáles han sido reemplazadas por otras. Lo único constante, lo que no cambia nunca, es la realidad que se encuentra fuera de la conciencia del hombre, el concepto de perpetuidad de la materia que sin cesar se transforma. Esta afirmación es de una importancia extraordinaria cuando se aplica al caso de la sociedad, porque si es cierto que el hombre es fruto del proceso de la naturaleza, uno de los seres vivientes modernos en el desarrollo del mundo, actúa sobre la naturaleza y la cambia. No de acuerdo con su voluntad o sus deseos, como afirman las diversas ramas de la filosofía idealista, sino utilizando las leyes que rigen el proceso de lo que existe, para emplear sus fuerzas manifiestas y ocultas, activas y potenciales, y aumentar y hacer más eficaz la suya.

Lombardo y la maquinación de la derecha contra su trascendente iniciativa.

Lombardo y la maquinación de la derecha contra su trascendente iniciativa.

Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.

1965 fue un año en muchos aspectos definitorio del México por venir. En su lucha, las fuerzas partidarias de la cabal liberación del país respecto del imperialismo tomaron iniciativas trascendentes, entre las que destaca poderosamente la que presentó Vicente Lombardo Toledano ante el Constituyente Permanente, para enriquecer la Constitución con un nuevo capítulo en materia económica. En ella, se trazó el camino para la transformación de la estructura material con el fin de generar la necesaria para desarrollar con vigor las fuerzas productivas nacionales, manteniendo incólume la soberanía de México y avanzando hacia la equidad social. Las fuerzas de la reacción y el entreguismo combatieron esta iniciativa por medio de maniobras tortuosas que llenaron de irregularidades el proceso legislativo.

Las triquiñuelas del PRI y el PAN.

Los diputados de las comisiones dictaminadoras, integrantes del PRI y del PAN, habían rehuido un debate franco,
Los diputados de las comisiones dictaminadoras, integrantes del PRI y del PAN, habían rehuido un debate franco,

En primer término, las comisiones dictaminadoras, integradas por esos partidos, jamás informaron al autor ni a ningún miembro de su fracción parlamentaria sobre la celebración de alguna reunión para examinar la iniciativa, a efecto de discutirla en común o para aclarar aspectos de su contenido. Tiempo después, filtraron a la prensa la versión de que ya tenían un dictamen, en que rechazaban la iniciativa, mismo que llevarían en breve al plenario para su discusión y votación definitiva. Ante esa información, el diputado Lombardo solicitó de manera expresa que siendo el autor de la iniciativa, conforme a la normatividad vigente se le entregara una copia de dicho dictamen con el fin de preparar su impugnación.

Fijaron la fecha del lunes 20 de diciembre de 1965 para el debate en el plenario y, sólo 36 horas antes de que se iniciara la sesión, el sábado  por la noche, los responsables de las comisiones cumplieron con la entrega del documento. Pero le proporcionaron a Lombardo un dictamen falso, distinto del que llevarían a la sesión plenaria. Pudiera argüirse que le entregaron un texto preliminar, porque la comisión todavía no tenía el definitivo. No era el caso. La realidad fue que los políticos que estaban al servicio del imperialismo y la burguesía reaccionaria habían urdido una trampa contra Lombardo,[1] como se aclaró después. Sin embargo, el experimentado dirigente supo sortear la triquiñuela, como veremos enseguida.

Los hechos ocurrieron de la siguiente manera: leído que fue el dictamen en la sesión del 20 de diciembre, contra lo que todos esperaban, ni el diputado Lombardo ni otros de su bancada hablarían para impugnarlo. Lombardo lo expresó así desde su curul: “Simplemente para hacer constar que ningún diputado del Partido Popular Socialista hará uso de la palabra en contra del dictamen”, dijo.

Hubo un primer orador quien, en nombre de las comisiones, quiso “dejar precisado el criterio” que contenía el dictamen. (Qué absurdo; ¿acaso los dictaminadores reconocían que su trabajo fue impreciso?) Tocó esa poco honrosa tarea al diputado Miguel Covián Pérez, del PRI. En la tribuna, dijo que la iniciativa rompía el equilibrio normativo de la Constitución y lesionaba algunos de sus principios básicos; que atacaba a las garantías individuales; que poseía graves contradicciones; que violaba los principios de la soberanía estatal y de la autonomía municipal. Finalmente, declaró que no hacía falta modificar la Constitución, porque su texto vigente ya contenía  los postulados económicos más adecuados para la actual etapa del desarrollo económico del país.

Otro diputado más, llamado José Hernández Díaz pasó a la tribuna, vulnerando en este caso el reglamento, porque se dijo que hablaría en pro del dictamen; pero de acuerdo con las normas, sólo procedía que alguien hablara en pro si antes hubiese intervenido algún orador en contra de dicho dictamen, lo que no ocurrió. Como se advierte, seguían las maniobras contrarias a la legalidad legislativa. Su intervención no vale la pena comentarla; careció de contenido, pero estuvo cargada de adjetivos intencionados para ofender y provocar al autor de la iniciativa.

Y le dieron la palabra a un tercer orador del PRI, continuado de esa manera con la violación al reglamento. Se trató del diputado Enrique Ramírez y Ramírez, un hombre preparado y buen polemista que en otro tiempo había militado en el Partido Comunista Mexicano y, más tarde, en el propio Partido Popular Socialista, donde se había distinguido como un firme seguidor de las ideas de Lombardo. Pero el ahora convertido en priísta dijo que quería manifestar “su extrañeza” por el hecho de que la fracción parlamentaria del PPS no impugnara el dictamen, y que pretendía “exhortar” a sus integrantes a cambiar su actitud. Es justo destacar que en su intervención, Ramírez y Ramírez, usó de un lenguaje pulcro y sin injurias, lo que contrastó con su predecesor y compañero de partido.

Vino la votación en que los diputados del PRI y el PAN aprobaron el dictamen, cuya parte resolutiva declaró: “Único. No es de aprobarse la iniciativa de reformas constitucionales propuestas por los diputados del Partido Popular Socialista para adicionar la Carta Fundamental con un capítulo sobre la economía nacional y derogar el artículo 28 en vigor. Archívese el expediente”.

El cúmulo de irregularidades señaladas dejan a la vista estos elementos de juicio:

Primero: Los diputados de las comisiones dictaminadoras, integrantes del PRI y del PAN, al no convocar al autor de la iniciativa, habían rehuido un debate franco, un cotejo de ideas con Lombardo en el seno de las comisiones, que, de darse, hipotéticamente pudiera haber llevado a la coincidencia en algunos aspectos, o, en caso contrario, a la persuasión por alguno de los interlocutores a la contraparte, sobre la justeza de las posiciones y argumentos. De cualquier manera, esto habría propiciado que hubiera un dictamen más maduro, mejor reflexionado, más propio de un trabajo parlamentario serio. Pero en vez de obrar de esa manera, los diputados del PRI y el PAN habían seguido una conducta clandestina en los trabajos previos, y luego, un comportamiento de hechos consumados.

Segundo: Al evadir la entrega oportuna al autor de la iniciativa, del dictamen que presentarían al pleno, y con ello evitar que lo conociera con tiempo para preparar su respuesta –tiempo con el que ellos sí habían contado de manera abundante, en cambio–, dejaban en evidencia que no tenían  intenciones reales de debatir con franqueza y con honestidad intelectual.

Tercero: Por tanto, la insistencia que mostraron en provocar un “debate” en la plenaria, no respondía a la intención de discutir las bondades o las deficiencias de la iniciativa. ¿Qué pretendían entonces? Acaso montaban un teatro que diera la impresión de que habían derrotado en la “discusión” a Lombardo, quien era una figura respetadísima, casi legendaria, por su sabiduría y experiencia. Tal vez sólo querían crear una imagen que, aunque no se correspondiera con la realidad, pudiera tener un manejo de medios que lo difundiera así; y como resultado crear en la opinión pública un ambiente contrario a la iniciativa. Pero nunca tuvieron la honestidad de dar a conocer los fines de su tortuoso proceder. Lo que queda claro es que se trató de una verdadera emboscada, que benefició al imperialismo y sus servidores internos.

Lombardo contraataca:

 Lombardo ideó una táctica correcta para enfrentar la emboscada
Lombardo ideó una táctica correcta para enfrentar la emboscada

Pero Lombardo ideó una táctica correcta para enfrentar la emboscada. Permitió que se leyera el dictamen, hablaran los diputados ya mencionados y se hiciera la votación.

Y hasta después de ésta pidió la palabra “para hechos”, a sabiendas que se trataba de la única figura del reglamento que le permitía subir a la tribuna en ese momento, cuando el proceso legislativo regular estaba formalmente concluido. Aunque también tenía en claro que con esa modalidad sólo podría hablar durante cinco minutos, a menos que por mayoría de votos, la Asamblea en pleno lo autorizara a extenderse más. Y la verdad es que tenía mucho que decir, por lo que, en modo alguno, podría constreñirse a ese brevísimo lapso.

En efecto, su intervención requeriría más tiempo, puesto que tendría cuatro propósitos: 1) Dejar constancia histórica, en el Diario de los Debates, del cúmulo de arbitrariedades e infracciones al reglamento y a la decencia que presidieron este proceso. 2) Dejar evidencia de la justeza histórica y riqueza ideológica de su iniciativa, contrastándola con una doble pequeñez: la argumental del dictamen y de sus adversarios, y la conductual de los dictaminadores. 3) Evitar una discusión estéril y envenenada, que habría devenido en un exacerbamiento, innecesario e inconveniente, de las tensiones entre diversas fuerzas políticas en el seno de la Cámara de Diputados y fuera de ese cuerpo legislativo. 4) Dar nuevos cauces al debate, al trasladarlo a otros foros de mayor amplitud que permitieran elevar el nivel de la conciencia popular sobre el tema. Por eso fue que declinó intervenir él mismo y acordó con sus compañeros diputados del PPS que tampoco participaran como oradores “en contra” del dictamen.

Subiendo a la tribuna, por tanto, solicitó la ampliación del tiempo límite y ésta le fue concedida por la Asamblea sin dudarlo, puesto que había un gran interés por escuchar al Maestro, dada su capacidad, la importancia del asunto, y a la vista de las extrañas condiciones en las que había transcurrido el proceso.

“Lo que voy a decir no tiende, como es fácil suponerlo, a cambiar un poco lo ya realizado. Mi intención consiste en dejar constancia en el Diario de los Debates, solamente, de los motivos de nuestro voto contrario al dictamen. Porque el asunto que se refiere a la economía nacional, al curso del desarrollo histórico de nuestro país, interesa no sólo a los diputados sino al pueblo de México. Y mañana otros tendrán que venir a registrar, a estudiar el Diario de los Debates no sólo en esta materia, sino en otras muchas, para conocer las causas de las resoluciones de la representación del pueblo de México”.[2]

Así inició el diputado Lombardo su exposición; luego dio a conocer las infinitas irregularidades que se desencadenaron en el trabajo de las comisiones a cargo del dictamen, y siguió con su argumentación en estos términos:

“¿Por qué no hemos querido participar en el debate? Porque cuando hay la posibilidad, después de la discusión, de que las comisiones dictaminadoras, recogiendo la opinión que se expresa en la Asamblea, retiren alguna de las partes de su opinión y ésta se enmiende, se enriquezca, el debate es útil; pero cuando yo veo que este dictamen está firmado por el presidente del control político[3] de la mayoría de Cámara de Diputados y por uno de los más importantes representativos del Partido (de) Acción Nacional[4], es inútil la discusión, porque con nuestra palabra no vamos a modificar nada absolutamente, ningún término del dictamen.

“Es muy importante discutir para llegar después del cambio de impresiones a conclusiones generales o unánimes de ser posible, pero cuando no se puede llegar a conclusiones, porque éstas están dadas, sin posibilidad de que se modifiquen, el debate resulta absolutamente inútil”.

Rechazó luego la validez del lenguaje cargado de adjetivos, tendiente a descalificar e injuriar, como era el que se usaba en el dictamen, sobre todo en la versión que le fue entregada. En vez de eso, dijo, “hemos tratado de mantener los debates al nivel de ideas, que son las únicas que pueden servirle al pueblo y a la Nación…” Además, dio una lección de urbanidad parlamentaria al declarar:

“Nos merecen profundo respeto los diputados del Partido Revolucionario Institucional… porque el PRI representa una fuerza muy importante en la vida de México. (…) Nos merece respeto el Partido Acción Nacional, aun cuando no compartamos nunca sus ideas. Nos merece igual respeto el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, con el cual compartimos muchas de sus ideas…”

Enseguida contrastó las interpretaciones falsas que de la misma se hicieron en el dictamen y que agrupó en diecisiete puntos concretos, con las propuestas de la iniciativa. Trayendo a la memoria la lamentable frase final del dictamen, “archívese el expediente”, Lombardo manifestó que “aún el pasado no se puede archivar, porque el pasado tiene también instituciones positivas que forman parte del patrimonio del pueblo. Pero lo que es imposible archivar es el porvenir”.

El jefe de la diputación del PRI envió una vez más a la tribuna al diputado Covián a hablar, con tono ofensivo, de las “argucias” y los “subterfugios” de Lombardo. Quedó evidente que llevaba la consigna de provocar la confrontación más aguda que fuera posible. En esas circunstancias, apenas iniciada tan infortunada intervención, la diputación del Partido Popular Socialista, encabezada por Vicente Lombardo Toledano, optó por retirarse del recinto parlamentario[5], dejando sin destinatario visible las despreciables injurias. Poco antes, casi para concluir su discurso, Lombardo había dicho: “A veces las ideas para madurar necesitan mucho tiempo”. Y también había anunciado que llevaría el debate fuera del recinto parlamentario, en búsqueda de esa maduración de su propuesta.

El debate se trasladó fuera del recinto parlamentario.

Lugar sobresaliente  ocupó la serie de tres conferencias que el destacado intelectual y político marxista dictó con el título general de “Las tesis fundamentales de las constituciones de México”, en la Universidad de Guanajuato en 1966
Lugar sobresaliente ocupó la serie de tres conferencias que el destacado intelectual y político marxista dictó con el título general de “Las tesis fundamentales de las constituciones de México”, en la Universidad de Guanajuato en 1966

Fue así que el dirigente, al frente de su partido, inició una etapa de actividades que incluyeron conferencias en las universidades del país; debates en sindicatos y centrales gremiales; pláticas en los ejidos y en las fábricas; artículos periodísticos; mítines en las plazas públicas; reuniones en los barrios; volantes y carteles, y “pintas” en las bardas, en el marco de todas las subsecuentes campañas electorales.

Lugar sobresaliente dentro de esta amplia e intensa movilización nacional ocupó la serie de tres conferencias que el destacado intelectual y político marxista dictó con el título general de “Las tesis fundamentales de las constituciones de México”, en la Universidad de Guanajuato en 1966.[6] En ellas expuso su concepción teórica acerca del Derecho, como disciplina y superestructura de la sociedad, y de la relación dialéctica entre la Constitución y las fuerzas productivas, además de poner de relieve los aspectos más avanzados de las normas constitucionales que el pueblo de México se había dado.

La idea que los reaccionarios y contrarrevolucionarios quisieron enterrar, se fue extendiendo, ganando adeptos entre figuras destacadas, como el ex presidente Lázaro Cárdenas, el constituyente Heriberto Jara y el político nacionalista Javier Rojo Gómez; también entre intelectuales honrados y distinguidos, como Gastón García Cantú. Todos ellos se manifestaron públicamente a favor de la propuesta de Lombardo. Las agrupaciones de trabajadores del campo y la ciudad, por su lado, también empezaron a externar su opinión sobre la justeza de la iniciativa, y lo siguieron haciendo cada vez con mayor firmeza.

[1] Todos estos hechos fueron denunciados por Vicente Lombardo Toledano en su intervención en la sesión plenaria de la Cámara de Diputados del 20 de diciembre de 1965. Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión de la fecha citada. Todas las intervenciones y textos relacionados con esta sesión, que se citan adelante, se pueden consultar en esta misma fuente.

[2] Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, 20 de diciembre de 1965. Las citas subsecuentes podrán ser consultadas en esta misma fuente, salvo indicación expresa en contrario.

[3] El jefe de control político de la mayoría era el nombre públicamente reconocido, en aquella época, del coordinador del grupo parlamentario del PRI, porque su función, más que coordinar, era, en efecto, controlar políticamente a los diputados de su partido, asegurarse de que acatarían con disciplina las decisiones políticas que se tomaban de manera centralizada, por lo general sin consultarles sus opiniones. En ese momento, esta función la desempeñaba el diputado Alfonso Martínez Domínguez.

[4] Se refiere al diputado Adolfo Christlieb Ibarrola, coordinador del grupo parlamentario del PAN.

[5] La salida del recinto de un grupo parlamentario, que en esa ocasión causó casi una conmoción, luego se habría de volver una práctica habitual, ya sea como un recurso de protesta airada o para afectar el quórum.

[6] Fueron publicadas íntegramente en Vicente Lombardo Toledano, Escritos acerca de las constituciones…, op. cit.

Un capítulo en la Constitución sobre la economía nacional.[1]

Un capítulo en la Constitución sobre la economía nacional.[1]

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo. [2]

Vicente Lombardo Toledano presentó una iniciativa para adicionar un nuevo capítulo a la Constitución, sobre la economía nacional, el 5 de octubre de 1965 en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Fue una propuesta de gran importancia, y que hoy cobra mayor vigencia, como veremos adelante.

Balance de Lombardo sobre la economía nacional, a 25 años de concluido el gobierno de Cárdenas.

"Luego del arranque vigoroso de la etapa cardenista, “el desarrollo ha continuado en marcha ascendente..." Lombardo.
“Luego del arranque vigoroso de la etapa cardenista, “el desarrollo ha continuado en marcha ascendente…” Lombardo.

Al hacer el balance sobre el desenvolvimiento de la economía nacional en una intervención relacionada con su iniciativa, Lombardo consideró que luego del vigoroso arranque registrado en el sexenio de Lázaro Cárdenas, durante los siguientes 25 años, de 1940 a 1965, el proceso económico de México se fue dando de manera accidentada y contradictoria en muchos aspectos. El desarrollo de la economía fue anárquico, sin un orden que respondiera de manera integral a los intereses nacionales. Había avances, a veces notables, en unas ramas, pero otras se rezagaban. En medio de todo eso, lo más negativo fue que los capitales extranjeros se habían ido apoderando de los renglones más dinámicos de la economía que para entonces preferían, a diferencia de los primeros tiempos en los que su  principal opción habían sido las industrias básicas y extractivas.

No obstante ese carácter caótico, a jucio de Lombardo la economía nacional, en términos generales, había “continuado en marcha ascendente” por el camino que conducía a la independencia económica nacional como lo expresó en la Cámara de Diputados”[3] Es cierto que, durante todo ese lapso, la lucha entre los partidarios de la intervención directa del Estado en la economía, y sus enemigos, fue intensa, hecho que se reflejó en las contradicciones descritas. En ese contexto, sin embargo, hubo actos de gran relevancia en el sentido del más alto interés nacional, como la nacionalización de la industria eléctrica, realizada por Adolfo López Mateos, y otros que, sin ser tan notables, también abonaron en el mismo camino.

Dos fuerzas en pugna: el Estado y los capitalistas particulares.

Trascendente iniciativa para adicionar la Constitución con un  capítulo sobre la economía nacional
Trascendente iniciativa para adicionar la Constitución con un capítulo sobre la economía nacional

Ahora bien, en la medida en que el Estado nacionalizaba alguna industria medular o creaba alguna institución responsable de una rama fundamental  de la economía, con esa acción daba grandes impulsos al desarrollo nacional por la vía correcta y se producían verdaderos saltos en el sentido del progreso[4]; pero esto no caminaba así de manera permanente sino, como se dijo, con altibajos porque, como lo explicó Lombardo, había “dos fuerzas con finalidades distintas –la del Estado y la de los empresarios particulares- que se disputan el predominio sobre la economía nacional”.  Sin embargo, a pesar de los tropiezos, estancamientos y retrocesos, el intervencionismo estatal surgido de la Revolución Mexicana iba en ascenso en términos absolutos y relativos, para bien de la Nación:

“A partir de 1939, la inversión pública ha venido aumentando de modo constante hasta 1961 en que representó ya la mitad de la inversión nacional bruta. En el sexenio 1959-1964 creció en forma acelerada, pasando de 6 mil 500 millones en 1939, a 18 mil 700 millones en 1964.

“La inversión privada, por contraste, después de crecer a una tasa anual de 5.8% en el periodo 1946-1952, se contrajo en el quinquenio 1959-1963, correspondiente a la administración del presidente Adolfo López Mateos, pues aumentó sólo a una tasa anual de 4.5%.

“En ese periodo de retracción de la inversión privada, el ritmo de desarrollo económico se mantuvo gracias a la inversión pública…”

La economía nacional alcanzó un equibrio, aunque era precario.

La creciente intervención del Estado llegó a equilibrar su presencia en la economía nacional con respecto a los capitales privados; pero es un equilibrio inestable
La creciente intervención del Estado llegó a equilibrar su presencia en la economía nacional con respecto a los capitales privados; pero es un equilibrio inestable…

Como resultado del ascenso acumulado de la participación estatal en la economía, para el año de 1965 se llegó a una situación singular, extraña para las economías capitalistas sean de los países de alto desarrollo o de los dependientes: la magnitud económica del sector estatal casi se emparejó con la de los capitalistas privados:

“Puede estimarse, en términos generales, que las inversiones del sector público representan el 45% del total, mientras que las del privado representan el 55%. Es decir, hemos llegado a un equilibrio entre las dos tendencias que concurren al desarrollo económico”.

Esta especie de empate entre dos corrientes que apuntaban en sentidos opuestos generó una situación de lucha intensa entre los actores sociales y políticos partidarios de una y otra y, al mismo tiempo, creó una situación de inestabilidad que no podría prolongarse largamente. En palabras de Lombardo:

“…todo equilibrio es, por su propia naturaleza, transitorio. En el campo de la economía, habiendo dos tendencias, el equilibrio tiene que romperse a favor de cualquiera de ellas; pero lo que es imposible es que esta paridad precaria pueda constituir la marcha normal de la Nación”.

¿Cómo romper el equilibrio inestable a favor del pueblo?

Había que modificar la Constitución para dejar atrás la fase del intervencionismo estatal espontáneo y entrar al consciente y planificado...
Había que modificar la Constitución para dejar atrás la fase del intervencionismo estatal espontáneo y entrar al consciente y planificado…

Para Vicente Lombardo Toledano y, consecuentemente, para su partido, quedaba claro que era necesario incidir en la ruptura de ese equilibrio precario. ¿Cómo hacerlo para que la contradicción se resolviera a favor de los intereses de las grandes mayorías de nuestro pueblo, se preguntó el autor de la iniciativa en comento? “No hay más que un solo camino: el de las reformas fundamentales a la estructura económica”, respondió. Sería necesario dar cauce  a la intervención del Estado en la economía en la Carta Magna. Había que precisar allí, en la norma máxima, sus fines y sus alcances, y establecer también cuáles serían los ámbitos de la inversión privada. De esta manera se dejaría atrás la fase del intervencionismo estatal espontáneo que había predominado desde 1917, para entrar a una nueva etapa, la del desarrollo consciente y planificado por el Estado nacional. De acuerdo con la iniciativa, el momento  -1965- era el adecuado para tomar esa medida, porque las condiciones habían madurado, como lo dijo Lombardo:

“Nuestra patria se halla ante dos perspectivas: la de consolidar y ampliar el camino que ha construido la Revolución, con el apoyo constante y el sacrificio del pueblo, que se caracteriza por el acrecentamiento del poder económico del Estado, teniendo como bases la nacionalización de los recursos naturales y de las industrias y servicios que pueden condicionar las demás actividades productivas, comerciales y financieras; y la perspectiva de entregarle a la iniciativa privada el desarrollo económico, con el consiguiente peligro de que sea suplantada por  capital extranjero”.[5].

En su exposición de motivos, se habló del carácter innovador de la Constitución de 1917, que rebasó los marcos estrechos del liberalismo, al que hasta entonces se habían constreñido las constituciones del mundo moderno. Se calificó a la Carta de Querétaro, como “el estatuto político más avanzado de todos los países del mundo cuando se promulgó”, y se señaló asimismo que “las adiciones positivas que se han hecho a su texto le han dado todavía más vigor”.

En su contenido avanzado se establece “un conjunto de instituciones que forman verdaderos cuerpos de doctrina sobre cuestiones fundamentales”, se dijo en la iniciativa. Es el caso de la tesis sobre las riquezas del territorio nacional y la Reforma Agraria (artículo 27); la relativa a los derechos de la clase obrera (artículo 123); la tesis sobre la educación (artículo 3º), y la tesis sobre los derechos políticos (inicialmente, artículo 54, con posterioridad también el 41)

Una nueva tesis en la Constitución, sobre la economía nacional.

Era necesario dotar a la Constitución de una quinta tesis de semejante trascendencia, la tesis sobre la economía nacional, dijo Lombardo. En este aspecto, la Carta vigente mantenía el mismo contenido que la de 1857 y, por tanto, era anacrónica. La intervención del Estado en la economía se había venido dando, por fortuna para los intereses soberanos de la Nación y para beneficio del pueblo. Ese proceso había sacado al país del atraso feudal y semiesclavista y había desarrollado sus fuerzas productivas. Además, había impedido que el país se convirtiera en una colonia, con nombre de “Nación soberana”. Los instrumentos jurídicos concretos de este proceso nacional de desarrollo, sin embargo, estaban desfasados. Más allá del mandato básico del artículo 27, sumamente valioso, todo lo demás radicana en en múltiples “decretos y acuerdos del Poder Ejecutivo sobre créditos, inversiones de capital, organización de la producción, del comercio y de los servicios…”, tantos y tan dispersos que generaban situaciones incongruentes y confusas, y se hacía difícil su conocimiento para la población.

Se dotaría a la Revolución Mexicana de un nuevo y poderoso impulso para el desarrollo y la liberación nacional
Se dotaría a la Revolución Mexicana de un nuevo y poderoso impulso para el desarrollo y la liberación nacional

“La nueva tesis debe ser un capítulo de la Constitución que contenga la doctrina sobre el carácter y la finalidad de la economía nacional. Porque sólo las normas constitucionales, que no se modifican por decretos de fácil expedición, pueden servir de sustento seguro para el desarrollo progresivo del país y porque esa tesis puede convertir en preceptos obligatorios los compromisos que han contraído ante el pueblo nuestros gobernantes, dándole a la Revolución Mexicana un nuevo y gran impulso, ya que terminarían las discusiones sobre los objetivos concretos e inmediatos, y tanto los funcionarios responsables de la Administración Pública, como los particulares, tendrían un camino despejado para encauzar su actividad sin temor a la orientación del gobierno cada vez que ocurre el cambio de Presidente de la República”.

La iniciativa contiene una fundamentación también de carácter histórico. En su texto se hace una síntesis del desarrollo de México durante el siglo XIX y, en particular, durante el porfiriato. Con ella, se dejan a la vista las razones por las cuales nuestro pueblo, con la Revolución Mexicana, se propuso retomar su lucha secular por tres grandes objetivos: elevar de manera sistemática y sustancial su nivel de vida, convertirse en el arquitecto de su destino y lograr la independencia plena de la Nación. Luego se refiere a la etapa constructiva de la Revolución. Describe como fue que los gobiernos de la época se decidieron a abandonar la doctrina de la no intervención del Estado en la economía y a tomar a su cargo las principales tareas para hacer posible el progreso de México. Ya existía el instrumento jurídico esencial, que estaba establecido en el artículo 27 de la Constitución, pero nada más:

De la Revolución Mexicana surgió un Estado que tenía entre sus funciones principales la de luchar por la emancipación nacional respecto del imperialismo y promover el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales...
De la Revolución Mexicana surgió un Estado que tenía entre sus funciones principales la de luchar por la emancipación nacional respecto del imperialismo y promover el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales…

“Al principio no hubo un plan que viera el futuro etapa por etapa. Ante cada problema insoluto, ante cada caso concreto, intervino el gobierno, y de esa manera se fue perfilando el programa de la nacionalización de las actividades económicas y de los servicios”.

Ese proceso, aun con sus limitaciones, venía a ser el “resultado de la experiencia histórica del pueblo y la necesidad imperiosa de hacer progresar al país con independencia del extranjero”. Fueron múltiples medidas concretas dictadas por el Poder Público que contribuyeron a darle al Estado “la autoridad y la fuerza económica de la que hoy disfruta, para hacer frente a las demandas crecientes del pueblo, a los apremios nacionales y a las presiones provenientes del exterior”. Las empresas e instituciones del sector estatal de la economía eran tan importantes para México, se dice en la iniciativa, que “sin ellas no habría llegado a la etapa en que hoy se encuentra, de país en franco desarrollo, a pesar de sus grandes problemas sociales insolutos…” Para 1963, se precisa el dato, las empresas que constituían el sector estatal “… eran en total 429. De ellas se dedicaban 162 a la producción de bienes y servicios para el mercado; 48 pertenecientes al Estado y 114 de participación estatal mayoritaria, abarcando la industria extractiva, la industria eléctrica, la industria de transformación, las comunicaciones y transportes, el desarrollo regional y local, el fomento cultural y la investigación, los servicios sociales y otras actividades”.

En esas condiciones se había llegado al momento de la decisión con respecto al camino a seguir.

“Contra la ruta que México eligió, se levantan los partidarios de la llamada ‘libre empresa’, afirmando que la prosperidad alcanzada por las naciones más desarrolladas, se debe al esfuerzo de sus hombres de negocios, nunca interferido por el poder público, y nos aconsejan que imitemos su ejemplo… Pero parten de la ocultación de un hecho fundamental: la evolución histórica de México es diferente a la de Estados Unidos y las naciones altamente industrializadas de otros continentes, a tal grado que sin la Revolución… nuestro país sería hoy una colonia del extranjero con el título de Nación soberana”.

En la iniciativa se propuso una definición de los propósitos del desarrollo económico de México:

“El desarrollo económico tiene por objeto aumentar las fuerzas productivas del país, utilizando los recursos naturales y humanos de que dispone, para elevar de una manera sistemática el nivel de vida del pueblo, incrementar el capital nacional, garantizar la independencia económica de la Nación y distribuir de manera equitativa la riqueza pública”.

Además, la iniciativa contiene una amplia gama de proposiciones, tesis y postulados importantes en materia económica. Así, por ejemplo, define a la propiedad como una función social y la subordina en todas sus manifestaciones a la planificación del desarrollo:

“Siendo la propiedad una función social, todas las actividades económicas, lo mismo las del Estado que las de los particulares, se sujetarán a un plan general de desarrollo, que señalará los objetivos que deben alcanzarse, tomando en consideración exclusivamente los intereses de la Nación”.

Acerca de la prioridad y equilibrio del mercado interior, en la Constitución quedaría sentado que la producción debería orientarse “a cubrir las demandas interiores del país”, equilibrando la de artículos destinados al consumo popular con la fabricación de maquinaria e instrumentos reproductivos”.

Sobre las atribuciones exclusivas del Estado, se añadirían a las que ya recogía el artículo 28 como ramas de la economía exclusivas del mismo, otras de gran importancia, como la siderurgia, los transportes marítimos y aéreos, entre otros. Sobre el inventario de las riquezas naturales, se señalaría como atribución del Estado, la de formularlo. Además, tendría que explorar el territorio nacional de manera constante con el fin de incrementar las reservas.

Una iniciativa trascendente, rica en su contenido.

Acerca de cuáles empresas privadas y bajo qué condiciones podrían recibir ayuda del Estado, la iniciativa propone:

“Las industrias propiedad de los nacionales recibirán la ayuda del Estado para su ampliación y mejoramiento, cuando sus productos se ajusten a las normas de calidad y precio que fije el gobierno federal. Pero no se otorgarán privilegios, dispensa o rebaja de impuestos o medidas de protección arancelaria a las industrias de ensamble o envase, ni a las que no puedan competir en el mercado internacional por su atraso técnico, la calidad o los precios de producción”.

También establece la obligación del Estado de crear una serie de organismos descentralizados encargados de: explotar las reservas minerales, las riquezas forestales y los recursos marítimos; beneficiar minerales y metales; industrializar maderas; producir las materias primas que demanden las empresas que pertenezcan a la Nación, los productos químico farmacéuticos que requieran los servicios asistenciales, de seguridad y los seguros sociales, y todo lo que sea necesario para elevar el nivel de vida de la población.

Acerca de la distribución de las mercancías y para combatir los múltiples vicios que en este renglón de la actividad económica se manifiestan, provocando un extraordinario encarecimiento de la vida, la iniciativa declara:

“Es atribución del Estado regular el mercado interior. Aligerar el aparato de distribución para facilitar la incorporación de las personas dedicadas al comercio en las actividades productivas, y vincular los centros de producción a los de consumo. Estimulará las operaciones mercantiles, impidiendo las alcabalas y las restricciones al tránsito de mercancías dentro del territorio nacional. Dictará medidas para garantizar el precio justo que debe corresponder a los artículos destinados a la alimentación, al vestido y al cuidado de la salud, en beneficio exclusivo de sus productores, castigando las ocultaciones fraudulentas y prohibiendo los incentivos engañosos que traten de alterar los precios. Creará los organismos indispensables para adquirir las mercancías que deban ser almacenadas a fin de evitar fluctuaciones con perjuicio del interés público, y para que puedan distribuirse con prontitud y equidad”.

Sobre las características del comercio exterior, expresa:

“Habrá un plan integral para desarrollar el comercio exterior, bajo la vigilancia estricta del gobierno federal y con todos los países, sin distinción alguna, prefiriendo las que ofrezcan ventajas para la Nación, evitando la salida exhaustiva de las materias primas no renovables, que pertenecen al patrimonio nacional, y para vender preferentemente excedentes de la producción industrial. No se acordarán subsidios a la exportación en perjuicio de los precios que deben regir el mercado interno, ni exenciones a la importación cuando se trate de productos no esenciales para el desarrollo económico. Se gravarán, en beneficio del pueblo, las importaciones de productos suntuarios, innecesarios o superfluos”.

Sobre la celebración de acuerdos y alianzas multinacionales, declara que el Estado deberá promoverlos, con la aprobación del Senado, para defender en común nuestras exportaciones, realizar importaciones y fomentar entre ellos sus relaciones económicas y mercantiles.

Sobre las características de la política y las instituciones bancarias, crediticias y financieras, señala:

“El crédito del país estará sujeto al plan de desarrollo económico. Las instituciones bancarias y financieras privadas, deberán canalizar sus operaciones hacia los objetivos que en el plan se señalen, dando preferencia a las actividades agrícolas, a las industriales y, de manera general, a las productivas”.

También se ocupa de definir las funciones y el criterio para la jerarquización de las inversiones del sector público, en sus aspectos social y económico, así como las áreas en las que podrían participar las inversiones privadas nacionales y las de capital extranjero, así como sus limitaciones.

Propone asimismo condiciones específicas a las que se debe sujetar la adquisición de créditos en el exterior con el fin de evitar el sobre endeudamiento y la concreción de compromisos que pongan en riesgo la soberanía de la Nación.

Acerca de la sanción que debe aplicarse a quienes realicen prácticas monopólicas y especulativas encaminadas a encarecer la vida o a violar las disposiciones legales relativas a los porcentajes para la aceptación de capitales extranjeros, propone la expropiación de sus bienes y su incorporación a las empresas del Estado que realicen actividades semejantes.

Sobre la reforma fiscal a fondo, cuyas características fundamentales se elevarían a rango constitucional y serían: tendencia hacia la desaparición de los impuestos indirectos, por su carácter injusto y regresivo[6]. Tendencia, igualmente, hacia la desaparición de los impuestos directos sobre productos del trabajo, es decir, los que gravan los salarios. Avanzar hacia el establecimiento de “un impuesto único basado en el principio de la aportación creciente de acuerdo con el monto y la rentabilidad del capital invertido. Establecer límites a las utilidades de las empresas, dependiendo de las ramas de actividad a la que se dediquen y su grado de interés para el desarrollo nacional”.

Con respecto de los salarios, propone establecer en la Constitución el principio de la escala móvil, como manera de compensar el aumento en el costo de la vida y evitar el deterioro de la capacidad adquisitiva de los trabajadores. Además, también en el ámbito de la defensa del poder adquisitivo del pueblo, señala que la ley debe fijar el monto de los alquileres de viviendas; que la ley debe, asimismo, fijar los precios de los artículos de primera necesidad; que la ley determinará los bienes que constituyan el patrimonio de la familia, con las características y finalidades que señala la fracción XXVIII del artículo 123. Y se ocupa, finalmente del tema de la coordinación fiscal entre la federación, los estados y los municipios. Al respecto, deja sentada la necesidad de un régimen único y adecuadamente coordinado.

La iniciativa referida cobra hoy mayor vigencia que nunca, a la vista de la grave crisis económica, política y social en que se encuentra México, como resultado de haber seguido el camino contrario al que propuso Vicente Lombardo Toledano, y que, en cambio, se viene aplicando con notorio éxito en la mayor parte de América Latina, iniciativa que, en su expresión más sintética, se resume en la fórmula: nacionalizar es descolonizar.

Otra iniciativa vinculada a la anterior, sobre la planeación de la economía nacional.

En el mismo periodo de sesiones de la XLVI Legislatura en que presentó la iniciativa para un nuevo capítulo en la Constitución en materia económica, el grupo parlamentario del Partido Popular Socialista presentó también una iniciativa de Ley de Planeación Económica Nacional, que vendría a ser complementaria de la primera. En su exposición de motivos se habla de los problemas que enfrenta la economía del país y que deben atacarse:

“Los problemas más importantes que confronta el desarrollo actual de México, hacen ya inaplazable la creación de un organismo encargado de la programación del proceso económico en escala nacional. Entre ellos señalamos los siguientes. La fuerte desigualdad que persiste en la distribución del ingreso nacional, manteniendo un mercado interno raquítico que no puede absorber incrementos substanciales de la población, la cual tarde o temprano frenará su desarrollo y el de toda la economía. El desequilibrio permanente de nuestra balanza comercial con el exterior, compensado sólo por el turismo, los créditos y las inversiones extranjeras, factores que pueden reducirse con cualquier cambio en la política de los países que los proporcionan, y que al lado de sus aspectos útiles tienen muchos negativos. El atraso tecnológico y la baja productividad del sector agropecuario, que mantiene al 50% de la población en niveles de subconsumo, agravados constantemente por el acelerado crecimiento demográfico. Los problemas de carácter institucional y social, como son los subsidios e impuestos; el crónico déficit nutritivo de la población; la situación deficitaria en habitaciones y servicios de agua y drenaje; el analfabetismo; la escasez de trabajadores capacitados, etcétera, son obstáculos que es necesario eliminar para consolidar el proceso del desarrollo”. [7]

También se dice que la planeación permitiría prever, ordenar y articular las diversas actividades para evitar efectos anárquicos, duplicidades de esfuerzos y dispendios; permitiría impulsar el desarrollo integral por regiones, zonas o cuencas hidrográficas, y obtener el máximo rendimiento de los recursos de todo tipo incluidos los naturales. Se añade que la planeación es el mejor medio para disminuir los efectos de las crisis y los recesos económicos, porque pueden preverse y tomarse las medidas oportunas.

Además, en la concepción del PPS, la planeación sería un ejercicio democrático amplio y, a la vez, científica y tecnológicamente sustentado, porque:

“Teniendo en cuenta que los programas de desarrollo económico nacional deben contar con el respaldo de la mayoría de la población, es indispensable que el organismo encargado de su elaboración cuente con la participación y el consejo de todos los sectores, realizando sus trabajos sobre bases tecnológicas firmes, estudiadas por grupos de especialistas y por representantes de las diferentes actividades del proceso económico del país”.[8]

Vicente Lombardo Toledano y su partido lucharon asimismo para impulsar el desarrollo científico del país, en el frente parlamentario entre otras palestras. De acuerdo con sus ideas, al Estado le correspondía asumir la tarea de impulsar el desenvolvimiento de la ciencia y la técnica, que a su vez habrían de repercutir de manera importante en el ulterior desarrollo económico de la nación. Así lo planteó en diversas ocasiones en el Congreso de la Unión, entre otras en la ya citada iniciativa para adicionar a la Constitución un nuevo capítulo en materia económica, pero además en una proposición para crear la Academia de Ciencias de México, presentada en diciembre de 1966.

Ésta habría de ser el núcleo y centro director y coordinador de los esfuerzos de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional, las universidades de provincia y todo el conjunto de entidades que tienen centros de investigación científica, de exploración y explotación de las riquezas de nuestro territorio, de estudios sociológicos, económicos e históricos, de conocimiento de las características de nuestra población, de preparación de cuadros de la ciencia, la técnica y la producción.

Habría de ser la institución que condujera el plan general que evitara la repetición y el desperdicio de esfuerzos y recursos.

“México está pasando por una etapa de transición entre su largo pasado de país dependiente y su futuro, que esperamos sea inmediato, de país suficiente desde el punto de vista económico. Pero si no redobla sus esfuerzos en todos los órdenes de su vida colectiva, la distancia que lo separa de los países más adelantados será más larga, porque éstos disponen de medios de todo tipo, de los que el nuestro carece, para acelerar todavía más su evolución histórica. Si las grandes naciones marchan bajo el apremio de muchas presiones y exigencias, México vive con angustia por el número y la magnitud de las suyas, que lo obligan a superar los índices de su crecimiento natural en un periodo breve”.[9]

[1] Decimocuarto fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y su influencia en la vida política de México”, en proceso de edición por el Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[3] Intervención del diputado Vicente Lombardo Toledano. Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, 20 de diciembre de 1965. Todos los datos y citas textuales que siguen en este artículo corresponden a la misma fuente, excepto en los casos en que de manera específica se señale una distinta.

[4] El proceso de intervención del Estado en la economía se dio por tres vías, según lo explica Juan Campos Vega: “expropiando, como en el caso del petróleo; creando instituciones y empresas, como en el caso de la Comisión Federal de Electricidad, y comprando acciones, como en el caso de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. Juan Campos Vega, El desarrollo económico de México. México, Escuela Superior de Economía del I.P.N. 1998. p.16 (Tesis para obtener el título de licenciado en economía)

[5] Vicente Lombardo Toledano. Iniciativa para adicionar una nuevo capítulo sobre la economía, a la Constitución”, presentada el 5 de octubre de 1965 en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, 5 de octubre de 1965.  Disponible en CEFPSVLT, Escritos sobre las constituciones de México. Los subsecuentes datos y citas textuales corresponden a la misma fuente, con excepción de aquéllos en que específicamente se cite una distinta.

[6] Son los impuestos que gravan el consumo, como el Impuesto al Valor Agregado, IVA.

[7]Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, 14 de diciembre de 1965. También se le puede consultar en Iniciativas parlamentarias…, op. cit. Tomo I, pp. 155-162.

[8] Ibidem.

[9] Proposición del grupo parlamentario del PPS para crear la Academia de Ciencias de México. Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, 13 de diciembre de 1966.

La nacionalización de la industria eléctrica.

La nacionalización de la industria eléctrica.[1]

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo. [2]

"... el punto de arranque del desarrollo contemporáneo de México"
“… el punto de arranque del desarrollo contemporáneo de México”

Las intervenciones del Estado en la economía, en México, como lo explica Lombardo, empezaron a darse de modo circunstancial, caso por caso, resolviendo los problemas concretos que se iban presentando. Los primeros pasos, desde la Constitución de 1917 hasta los primeros años de la década de los treintas, fueron esporádicos y vacilantes. Pero el periodo de 1934 a 1940 –el de Lázaro Cárdenas– se caracterizó por un impulso decidido a ese camino, razón por la que Lombardo lo califica como “el punto de arranque del desarrollo contemporáneo de México”.[3]

La expropiación y nacionalización de la industria petrolera fue uno de los grandes hitos en el camino de la intervención directa del Estado mexicano en la economía, y se considera asimismo como un acto emblemático del gobierno de Cárdenas, y lo fue, sin duda.

La nacionalización de la Industria Eléctrica fue otro hecho de gran significación dentro del proceso de creciente intervención del Estado en la economía que tiende a lograr su plena autonomía política y asegurar, por tanto, su viabilidad como nación independiente y soberana, además de  sentar las bases para el desarrollo de su economía.

El Partido Popular y la nacionalización de la industria eléctrica.

Nacionalizar la Industria Eléctrica fue una propuesta que enarboló el Partido Popular, fundado y dirigido por Lombardo...
Nacionalizar la Industria Eléctrica fue una propuesta que enarboló el Partido Popular, fundado y dirigido por Lombardo…

La nacionalición de la Industria Eléctrica fue una propuesta que el Partido Popular, fundado y dirigido por Lombardo, enarboló antes que otras organizaciones, y por la que luchó con intensidad y dedicación, sobre todo en el ámbito de las ideas y los razonamientos. Formó parte de todas sus plataformas electorales desde 1952[4] hasta su consecución, y fue  uno de los temas que Lombardo desarrolló con amplitud durante su campaña como candidato presidencial, en 1952[5], además de constituir uno de los planteamientos más tenaces del partido en su conjunto, no sólo en esa campaña electoral, sino que también en la siguiente, de 1955, y luego, en su Plataforma Electoral de 1958, a la que denominó Tesis sobre México, de la autoría de Vicente Lombardo Toledano, en la que se razonó lo siguiente:

“La experiencia demuestra que las inversiones extranjeras en la producción de energía eléctrica han constituido un monopolio de ese servicio público –el fundamental para la vida de cualquier país- y no han contribuido a nuestro desarrollo económico, ni a la satisfacción de las necesidades crecientes de alumbrado y fuerza motriz de nuestras poblaciones, ni al abaratamiento del precio del servicio; como la estadística internacional lo prueba en el caso de toda clase de monopolios, sólo han perseguido las mayores ganancias y retrasar la construcción de las industrias fundamentales…”[6]

La insistencia de este partido puso el tema en el debate nacional. Personalidades de diversos ámbitos y organizaciones sociales fueron haciendo suya la demanda, que ganó amplia popularidad, frente a los grandes problemas y desventajas que ofrecía el servicio en manos privadas y, sobre todo, del capital extranjero, como estaba.

López Mateos y la nacionalización.

Ell 27 de septiembre de 1960, la nación mexicana tomó posesión de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, antes denominada Mexican Light and Power Company. En un acto multitudinario realizado en esa fecha en el Zócalo de la Ciudad de México, el presidente Adolfo López Mateos...
Ell 27 de septiembre de 1960, la nación mexicana tomó posesión de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, antes denominada Mexican Light and Power Company. En un acto multitudinario realizado en esa fecha en el Zócalo de la Ciudad de México, el presidente Adolfo López Mateos…

Finalmente, el 27 de septiembre de 1960, la nación mexicana tomó posesión de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, antes denominada Mexican Light and Power Company. En un acto multitudinario realizado en esa fecha en el Zócalo de la Ciudad de México, el presidente Adolfo López Mateos expresó:

“Al tomar posesión la Nación mexicana de la Compañía de Luz, se consuma un largo esfuerzo desarrollado por el pueblo de México para tener en sus manos la energía eléctrica que en el país se produce por manos de mexicanos. La nacionalización de la energía eléctrica es una meta alcanzada por el pueblo en el camino de la Revolución. Siempre hemos sostenido que alcanzar una meta debe ser punto de partida para más importantes realizaciones, y ahora invitamos al pueblo de México a que, en posesión de su energía eléctrica, acreciente su industrialización para llevar a los hogares de todos, los beneficios de la energía eléctrica y los de la industrialización… (…)

“Y en esta ocasión en que se cumple una etapa más, podemos afirmar: México es cada día más soberano, cada día más libre, cada día más independiente, por el esfuerzo de ustedes, por el esfuerzo de todos los mexicanos.

¡Adelante… México es nuestro!” [7]

En su segundo Informe de Gobierno, el 1 de septiembre, López Mateos había dicho al Congreso de la Unión...
En su segundo Informe de Gobierno, el 1 de septiembre, López Mateos había dicho al Congreso de la Unión…

Semanas atrás, en su segundo Informe de Gobierno, el 1 de septiembre, López Mateos había dicho al Congreso de la Unión:

“Este año, 1960, tiene para los mexicanos triple significado conmemorativo: hace 150 años el país inició la lucha por hacerse independiente y por definir, para seguirlos con lealtad y firmeza, los trazos fundamentales de su destino; hace 100, el pueblo afrontó, en la Reforma, la empresa de formar una comunidad de hombres libres incorporada a la historia del mundo moderno; y hace 50, comenzamos la transformación más honda de nuestra sociedad en su sistema político, cultural y económico, para crear formas de vida acordes con la dignidad y el destino del pueblo mexicano, y con una clara visión de los grandes problemas que la humanidad ha venido confrontando en ese siglo…

“A pesar de quienes, en ocasiones, hayan intentado deformar el sentido de la historia de México, entre sus diversas etapas se advierte la secuencia que le da carácter y unidad. Los propósitos perseguidos en un capítulo, se prolongan vivos en el siguiente, y todos son expresión armónica del desarrollo de un pueblo que ha reiterado siempre su lealtad a sí mismo…

Enrique Krause: El sexenio de López Mateos. México, Editorial Clío, Libros y Videos, S.A., de C.V. 1999. 95 p. Ils., fots. (“México, Siglo XX”), p. 69.
Enrique Krause: El sexenio de López Mateos. México, Editorial Clío, Libros y Videos, S.A., de C.V. 1999. 95 p. Ils., fots. (“México, Siglo XX”), p. 69.

“…La Revolución plasmó los conceptos del pueblo mexicano sobre las relaciones de posesión y propiedad. Poseer o disfrutar de la propiedad de bienes debe constituir una función social que beneficie a todos, y que no tienda a estéril acumulación que origina el dispendio de los recursos o la explotación del hombre. La propiedad privada, social o nacional, debe cumplir su finalidad productiva mediante el trabajo, ofreciendo a todos los mexicanos las mismas oportunidades para participar en el patrimonio común… (…)

“…Al mexicanizar definitivamente la industria eléctrica del país, lo hicimos sin lesionar derechos ni interés legítimo alguno, y empleando procedimientos acordes con nuestro desarrollo general. En cada época los mexicanos hemos empleado los procedimientos y medios adecuados; debemos considerar, cuando ellos se aplican con buen éxito, que ha sido el país mismo el que ha transformado su capacidad creadora y su estructura económico-social…

“…Tenemos que seguir el camino que nos marca la Revolución Mexicana, sorteando la incertidumbre que domina al mundo; poner al día el cuadro de medios y procedimientos, y ajustar al país institucional e históricamente, para que pueda encauzar mejor su vida durante los próximos cincuenta años. Esa tarea ni la renunciaremos ni la abandonaremos cualesquiera que sean las presiones contrarias interiores o exteriores, pues México debe seguir siendo fiel al destino que su propia Revolución le señala y rechazar todo lo que contradiga su idiosincrasia, limite su crecimiento, o reduzca sus propósitos de ser soberano e independiente”.[8]

La nacionalización en el Senado.

Enrique Krause: El sexenio de López Mateos. México, Editorial Clío, Libros y Videos, S.A., de C.V. 1999. 95 p. Ils., fots. (“México, Siglo XX”), p. 70.
Enrique Krause: El sexenio de López Mateos. México, Editorial Clío, Libros y Videos, S.A., de C.V. 1999. 95 p. Ils., fots. (“México, Siglo XX”), p. 70.

Poco después, en la sesión ordinaria de la Cámara de Senadores celebrada el martes 25 de octubre de 1960, se dio lectura a una iniciativa del Ejecutivo para adicionar el párrafo sexto del artículo 27 constitucional. La exposición de motivos decía lo siguiente:

“…Es propósito de mi gobierno cumplir plenamente los postulados de la Revolución Mexicana procurando que el desenvolvimiento y progreso nacionales resulten armónicos en sus beneficios para todos los habitantes de la República.

“Para ello se hace necesario aprovechar adecuadamente los recursos naturales de que dispone la Nación y todos los elementos básicos que requiere su integración económica. Las crecientes demandas de energía eléctrica en la agricultura, en la industria, en las comunicaciones y transportes, así como en las diversas actividades económicas de la población urbana y rural nos imponen la tarea indeclinable de atenderlas de acuerdo con el ritmo de su crecimiento.

Banner comentario de apoyo“La prestación del servicio público de abastecimiento de energía eléctrica, comprendiendo la generación, transformación y distribución, expresé en mi informe, así como las demás operaciones o actividades industriales o comerciales de que la misma puede ser objeto requieren, como en el caso del petróleo y de los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos, ser realizados directamente por el Estado, a través de los órganos competentes, ya que México ha sostenido tradicionalmente la tesis de que los recursos naturales y las fuentes de energía básicas, han de estar al servicio de la colectividad y de la elevación de los niveles de vida del pueblo mexicano.

“Para garantizar la efectiva realización de este propósito de que la generación, transformación, distribución y abastecimiento de energía eléctrica debe sustentarse en razones de beneficio social y no en motivos de interés particular, presento ante ustedes la siguiente iniciativa de ley que adiciona el párrafo sexto del artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”.

La adición diría textualmente:

“Corresponde exclusivamente a la Nación generar, transformar, distribuir y abastecer energía eléctrica que tenga por objeto la prestación de servicio público. En esta materia no se otorgarán concesiones a los particulares y la Nación aprovechará los bienes y recursos naturales que se requieran para dichos fines”.[9]

El Senado aprobó la iniciativa presidencial por votación unánime y turnó la minuta a su colegisladora. En la sesión ordinaria de la Cámara de Diputados del 15 de noviembre, se dio segunda lectura al dictamen, emitido por las Comisiones Unidas de la Industria Eléctrica y de Estudios Legislativos y se puso a discusión. El grupo parlamentario del PAN, que nunca ocultó su carácter proimperialista, se expresó en contra, con virulencia:

“…En el aspecto político debemos decir, porque es cosa muy bien sabida, y es cosa que el pueblo de México ha vivido, que no ha habido tal nacionalización de la industria eléctrica. El acarreo de gentes pagadas, las publicaciones y los cartelones dándole el aspecto de una nacionalización más o menos como la petrolera, ha sido un aspecto totalmente falaz…

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“…En los momentos en que hablo, el gobierno de México es un gigante empresario con más de 48 mil millones de pesos de empresas que son manejadas por compadres y por gente políticamente asignada, no por su capacidad ni por su honradez, sino porque sencillamente son políticos recomendados. De tal suerte que todos nosotros hemos visto, con la dura y cruel experiencia del pasado, que hasta los momentos en que hablamos, todas las empresas que maneja el gobierno de México han sido verdaderamente adversas al interés popular y han servido única y exclusivamente para que se enriquezcan sus administradores.

“Antes estaba el gobierno de México frente a las empresas manejadas por la iniciativa privada. El gobierno de México estaba como juez y podía, inclusive, intervenir en el problema de servir (sic) y en el de tarifas. Hoy ha desaparecido totalmente ese juez. Ya el gobierno se ha convertido en empresario. Quiero saber ¿a dónde el público usuario va a recurrir en sus quejas relacionadas también con servicios? A nadie

“…Muy brevemente, señores, creo y he pensado que es mi obligación hacer ver que no ha habido tal nacionalización. Si la invocan, precisamente a raíz de la compra de los bienes de la Mexican Light Power, también debo hacer constar que por lo que respecta a la operación misma, ha sido una operación infame para el gobierno de México y para la Nación.

“Todo eso que se ha gastado en propaganda lo pagarán los diputados (sic) tarde o temprano, y lo han de pagar los usuarios en sus tarifas…

“…Es así, señores diputados, que he aducido breves e importantes razones de índole económica y de índole social, por lo que creo que esta nueva facultad al Ejecutivo federal es una carta abierta, es un cheque firmado en blanco, en el cual nuevamente se pone la suerte del pueblo usuario de México en lo que respecta a servicios públicos enteramente en manos de políticos que administrarán al estilo de Jaime J. Merino, y si no encuentran uno así, ya lo traerán de afuera, apropiado y adecuado para la administración de estos servicios públicos.

“Me pronuncio contra el dictamen porque creo, señores, sinceramente que esta nueva facultad daña, y daña positivamente a los intereses del usuario, de los tributarios y en general del pueblo de México…”[10]

El debate sobre la nacionalización en la Cámara de Diputados.

El dictamen fue defendido por cinco diputados del PRI con argumentos contrapuestos a los que los funcionarios de ese mismo partido han venido manejando, sobre todo en la discusión de la reforma energética de 2013 que fue promovida por el gobierno de Enrique Peña Nieto y apoyada vehementemente por el PAN.

El PPS no tenía representación en esa, XLIV Legislatura, pero su Secretario General, Vicente Lombardo Toledano, escribió un artículo de prensa que vale la pena citar in extenso:

“La nacionalización de la industria eléctrica, realizada por el Presidente de la República, licenciado Adolfo López Mateos, tiene una importancia extraordinaria para el futuro desarrollo económico independiente de nuestro país."
“La nacionalización de la industria eléctrica, realizada por el Presidente de la República, licenciado Adolfo López Mateos, tiene una importancia extraordinaria para el futuro desarrollo económico independiente de nuestro país.”

“La nacionalización de la industria eléctrica, realizada por el Presidente de la República, licenciado Adolfo López Mateos, tiene una importancia extraordinaria para el futuro desarrollo económico independiente de nuestro país.

“Hace tiempo que alrededor de la industria eléctrica se había formado un verdadero frente nacional de todos los sectores democráticos, exigiendo la terminación de la época de las concesiones a las empresas extranjeras y a las compañías privadas mexicanas, para hacer de esa industria clave del proceso económico, una actividad exclusiva el Estado. Porque tanto nuestra propia experiencia cuanto la internacional habían llevado a la opinión pública a esa conclusión, sobre todo a partir de la ampliación del mercado interior, a consecuencia de la reforma agraria, que hacía posible el progreso industrial de México.

“Comprendiendo claramente la importancia de que la Nación controlara en el futuro, de un modo absoluto, la energía eléctrica, el presidente Lázaro Cárdenas creó la Comisión Federal de Electricidad, en  virtud de la ley del 7 de agosto de 1937; y después formuló la ley de la industria eléctrica, aprobada el 31 de diciembre de 1938, que estableció bases patrióticas para el desarrollo de la industria eléctrica. Esas normas fueron anuladas, desgraciadamente, por una serie de reglamentos y decretos en favor de las empresas extranjeras, controladas por los dos más grandes monopolios imperialistas. Desde entonces el Estado entró en competencia con éstos, en lugar de reducir su influencia; pero en condiciones desventajosas porque los reglamentos mencionados permitieron la inflación del capital de la Electric Bond and Share y de la Mexican Light and Power Company; el uso exclusivo de sus líneas de transmisión dentro de sus respectivas zonas, que abarcaban prácticamente todo el territorio del país, y la reanudación de las concesiones con las cuales funcionaba, próximas a caducar por el vencimiento de los plazos señalados por su vigencia. Apoyados en esta serie de privilegios excepcionales, los dos monopolios no sólo consolidaron su situación, sino que la producción de energía eléctrica de las plantas del Estado se convirtió en complemento de la suya, a tal punto que la revendían y hacían más lucrativo el negocio con créditos del extranjero para los cuales el gobierno mexicano se constituía en fiador.

“La historia de la industria eléctrica en México fue un capítulo obscuro de la triste historia de las inversiones extranjeras, especialmente de las norteamericanas y británicas, que llegaron a nuestro país en la segunda mitad del siglo pasado con el espíritu de los grandes aventureros que han saqueado las riquezas naturales de los países débiles en los diversos continentes de la Tierra, explotando su mano de obra barata, impidiendo su independencia económica e interviniendo en los problemas de su vida política…

“La Revolución Mexicana, en su contenido profundo, además de una revolución democrática y antifeudal, fue y sigue siendo un movimiento nacionalista tendiente a recobrar para el patrimonio de la Nación las riquezas naturales de nuestro territorio y utilizarlas para la liberación de nuestro país respecto del imperialismo. Esa finalidad es la que explica los aciertos de los gobiernos del último medio siglo, lo mismo que sus aspectos negativos, porque liberar, emancipar a nuestro país o luchar por su desarrollo económico independiente, significa el retiro de los capitales extranjeros de las industrias y los servicios fundamentales. Servir a México o servir a los intereses de afuera, ese ha sido y será  por muchos años todavía, el dilema de la administración pública. Al nacionalizar el presidente López Mateos la energía eléctrica, el imperialismo ha perdido uno de sus más importantes instrumentos de control sobre nuestro proceso histórico.

“Lo que importa ahora es sanear el pasivo de la Mexican Light and Power Company, para que nuestro pueblo no pague sino lo que realmente debe. Coordinar, por lo pronto, y unificar inmediatamente después, la producción de energía eléctrica. Multiplicarla a un ritmo acelerado para poder ampliar las fuerzas productivas, sobrepasando el crecimiento demográfico. Estimular el desarrollo de todas las ramas de la industria básica hasta llegar a la fabricación de maquinaria, y llevar los servicios de luz y fuerza a todos los poblados de la República. Porque el desarrollo industrial de un país se puede medir por el consumo de energía. En 1954, las veinte Repúblicas latinoamericanas consumían el 3.7 por ciento de la producción de energía total del mundo. De esta suma insignificante, México consumía el 16.7 por ciento. El consumo de electricidad por habitante en la América Latina era de 219 kilowatts-hora, contra 3354 en los Estados Unidos. Las causas de este tremendo atraso son muchas; pero la principal es la de que al apoderarse de la industria eléctrica y del petróleo, los monopolios extranjeros, principalmente los norteamericanos, a lo largo de la América Latina han tenido en sus manos la regulación del desarrollo económico, retrasándolo para evitar la independencia económica nacional o estimulándolo sólo en aquellas ramas de la producción o de los servicios controlados por otros monopolios extranjeros. La fuerza que controla la energía eléctrica en un país, tiene en su poder, en buena proporción, el desarrollo material, social y político de ese país. Sin electricidad no se puede industrializar ninguna región del mundo. Tampoco se puede pasar de un estadio histórico a otro superior. Sin fuerza eléctrica abundante y puesta al servicio de los intereses colectivos, no se puede pasar de la estructura semifeudal a la etapa capitalista. Tampoco se puede pasar del periodo capitalista al socialismo…”[11]

[1] Decimotercer fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y su influencia en la vida política de México, en proceso de edición por el Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[3] Intervención del diputado Vicente Lombardo Toledano. Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, 20 de diciembre de 1965.

[4] Plataforma electoral mínima de los partidos independientes de México. México, 1952. Capítulo III.- “Desarrollo de la economía nacional”, punto 18: “La nacionalización de la industria eléctrica y de las minas de carbón”. (Mimeo) p. 18. (En la campaña electoral de 1952, el Partido Popular participó en alianza con el Partido Comunista Mexicano, postulando ambos la candidatura de Vicente Lombardo Toledano a la Presidencia de la República)

[5] Vicente Lombardo Toledano. Campaña presidencial de 1952, en dos volúmenes. CEFPSVLT. 1997.

[6] Fue publicada íntegramente en los diarios Excélsior, El Universal y Novedades, del 30 de septiembre de 1957.

[7] Diario Excélsior, 28 de septiembre de 1960. También puede consultarse en Los presidentes de México ante la Nación, 1821-1984. Informes, manifiestos y documentos de 1821 a 1984. Segunda edición por la LII Legislatura de la Cámara de Diputados. México, 1985. Tomo V, p. 833.

[8] Los presidentes de México ante la Nación…, op cit. Tomo IV, pp. 1097-1098.

[9] Diario de los Debates del Senado de la República, 25 de octubre de 1960.

[10] El orador del PAN fue el diputado Eduardo José Molina Castillo. Por el PRI intervinieron los diputados Francisco Pérez Ríos, José Guillermo Salas Armendáriz, Manuel Yánez Ruiz, Adolfo Gándara Barona y José García Castillo. Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, 15 de noviembre de 1960.

[11] Revista Siempre!, número 381, 12 de octubre de 1960.

Keynes, sus ideas contrarias a las del intervencionismo mexicano.

Keynes, sus ideas contrarias a las del intervencionismo mexicano.

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.

Numerosos economistas y politólogos han confundido la intervención del Estado en la economía que surgió de la Revolución Mexicana –y de la que Lombardo llegara a ser su principal teórico— con la que diseñara el economista británico John Maynard Keynes, y su “estado regulador y benefactor”. Proliferan los artículos y libros que dicen equivocadamente que la política económica de Cárdenas y sus nacionalizaciones, y las que siguieron, por muchos gobiernos mexicanos más, fue la aplicación del keynesianismo en México y constituyó una simple copia de lo que hicieron los países capitalistas desarrollados en los tiempos de Roosevelt y otros gobernantes; y hay textos que hasta afirman que se trató de una imposición externa, decidida por esas mismas potencias.

Es un error generalizado atribuir a Keynes la intervención del Estado en la economía que se aplicó en México.
Es un error generalizado atribuir a Keynes (en la imagen) la intervención del Estado en la economía que se aplicó en México.

Es un error generalizado, pero inaceptable; no fue ni lo uno ni lo otro. No pudo serlo por dos razones: primera, porque la intervención del Estado en la economía en México surgió dos décadas antes de que aparecieran los primeros trabajos de Keynes sobre este tema, y segunda, porque el contenido de la primera fue distinto; más todavía, sus fines fueron opuestos, a los del intervencionismo ideado por el autor británico, como veremos más adelante.

Keynes apenas se ocupó del tema veinte años después que el Constituyente mexicano.

En efecto, como se puede comprobar, Keynes empezó a publicar sobre este asunto hasta mediados de la década de los treintas, en tanto que la base jurídica del intervencionismo mexicano quedó asentada en nuestra Constitución desde 1917.[1] De hecho, el citado economista originalmente fue partidario del liberalismo económico, y contrario, por tanto, a la intervención del Estado en la economía, y fue apenas en 1922 cuando inició su ruptura con esa línea de pensamiento, con su libro Una revisión del tratado de Versalles, rompimiento que se formalizaría con la publicación de El fin del laissez-faire, en 1926. Pero despertó el interés del mundo académico hasta 1930, cuando se publicó su Tratado del dinero.

Adam Smith, fundador de la economía clásica, junto con David Ricardo.
Adam Smith, fundador de la economía clásica, junto con David Ricardo.

Un año antes se había iniciado la traumática crisis del capitalismo mundial de 1929, que demostró en la práctica la inviabilidad histórica del régimen capitalista inspirado en las teorías del libre mercado de Adam Smith y David Ricardo[2]. Fue por entonces cuando surgió el interés de Keynes por formular una teoría económica general diferente de las concepciones de esos autores, que eran las dominantes, esfuerzo que culminó en 1936, con la publicación de su Teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero, su obra principal[3].

Fue también el momento en que Keynes pasó a ser un economista con influencia notable en el mundo político del capitalismo desarrollado, y se convirtió en el teórico de la reforma que condujo al llamado Estado regulador -que no debería dejar la economía en manos de las fuerzas ciegas del mercado, so pena de que desembocara en crisis, como la de 1929; y que llevó asimismo al llamado Estado de bienestar, que debe redistribuir entre las masas trabajadoras parte de la riqueza generada –aligerando así sea levemente el fenómeno de la concentración- con el fin de fortalecer el mercado interno. Ambas formas de Estado, por cierto, hoy enterradas por el neoliberalismo económico en boga. Pero el hecho es que para ese momento, la Constitución mexicana estaba por cumplir veinte años de existencia, de manera que ni remotamente pudo inspirarse en las ideas keynesianas, ni copiar nada de ellas, como se ha divulgado erróneamente.

El Estado keynesiano intervendría en la economía en favor del capitalismo imperialista.

Junto con Adam Smith, los principales teóricos de la economía de libre mercado, contra las limitaciones del feudalismo.
Junto con Adam Smith, los principales teóricos de la economía de libre mercado, contra las limitaciones del feudalismo.

Pero lo más importante a precisar es que ambas concepciones, la nuestra y la de Keynes, fueron contrarias en su orientación y objetivos finales. En primer término, el teórico británico propuso la intervención del Estado en la economía como una fórmula anticrisis. Para él, la intervención del Estado sería en calidad de regulador o árbitro entre los monopolios y consorcios que para entonces ya dominaban la economía mundial, con el fin de evitar que la lucha sin cuartel acabara dañándolos a todos. Es en este sentido que se habla en el lenguaje keynesiano de un Estado regulador. Keynes consideró necesaria la intervención del Estado asimismo para financiar y subsidiar con dinero público las ramas de la economía menos rentables, y para rescatar las grandes empresas privadas en quiebra, sanearlas y devolverlas a los propietarios privados tan pronto hubieran recobrado su alta rentabilidad. Como se puede deducir, Keynes se ocupaba de los problemas que afectaban a los Estados de capitalismo desarrollado –Estados imperialistas– y les buscaba soluciones para mantenerlos saludables. Fue, por tanto, un economista al servicio del capitalismo en su etapa imperialista.

Persiguiendo objetivos estrictamente favorables a los monopolios, el Estado expropiaría ciertas empresas o ramas de la economía. Pero en ningún caso las nacionalizaría, en el sentido que Lombardo da a ese término, es decir, no las pondría al servicio de los intereses de toda la Nación, sino que, con esos actos, lo que buscaría el Estado sería beneficiar de manera particular a los dueños del gran capital. A esos rasgos característicos del keynesianismo obedece el hecho de que, en el lenguaje de la economía política marxista se le denomine capitalismo monopolista de Estado, puesto que se trata de una modalidad del capitalismo que conjunta a los monopolios y al Estado, asignando a éste, con todos sus recursos, la función de ejercer una función mediadora y reguladora al servicio de aquéllos.

Aplicó la doctrina de Keynes sobre el Estado regulador y benefactor.
Franklin D Roosevelt aplicó la doctrina de Keynes sobre el Estado regulador y benefactor.

En el ámbito de lo social, la reforma keynesiana condujo al llamado Estado de bienestar (Welfare State) que debe reconocer ciertos derechos e introducir ciertas prestaciones sociales. Con ello, se intenta redistribuir entre las masas trabajadoras una parte proporcionalmente pequeña de la riqueza generada en la sociedad, con objeto de aligerar el proceso de concentración del producto en pocas manos, pero no combatirlo ni intentar desaparecer esa tendencia que ha de seguir su marcha implacable, aunque ha de hacerlo a un ritmo ligeramente más lento.

Los países capitalistas de alto desarrollo o imperialistas, para los cuales pensó Keynes su reforma, obtienen dos ventajas al redistribuir la riqueza social de manera leve: por una parte, fortalecen su mercado interno, con lo cual alejan las crisis económicas del sistema capitalista, aunque no las eliminan; y por otra, evitan que las contradicciones sociales alcancen altos grados de agudización dentro de sus fronteras, y les generen problemas de inestabilidad y lucha a los que ahora se denomina ingobernabilidad. Al mismo tiempo, con el objeto de compensar lo que con las reformas keynesianas dejaron de percibir como ganancias rápidas dentro de sus poderosos países, los propietarios del capital imperialista intensificaron la explotación de los países dependientes sometiéndolos a formas más intensas de saqueo de sus recursos y expoliación de su fuerza de trabajo.

Más explotación y menos salarios significaron también una mayor agudización de las contradicciones sociales dentro de la periferia del sistema capitalista mundial, a cambio de la relativa estabilidad que lograron dentro de las potencias dominantes, su casa; transfirieron de esta manera a los países tercermundistas, convertidos en sus neocolonias, toda la carga de la inestabilidad social y política. Por eso, durante décadas, contrastó la relativa paz y tranquilidad interna de que gozaron las países imperialistas fronteras adentro, con las crisis y sacudidas casi permanentes que golpearon a los países dependientes, situación que empieza a cambiar apenas en nuestros días, cuando la crisis del sistema capitalista en su conjunto se ha profundizado y alcanza tales niveles de agudización que las potencias ya no pueden seguir aplicando el keynesianismo con su “Estado de bienestar” ni siquiera fronteras adentro.

La de Cárdenas, en cambio, fue una política antiimperialista, surgida de la Revolución Mexicana.
La de Lázaro Cárdenas (en la imagen), en cambio, fue una política antiimperialista, surgida de la Revolución Mexicana.

De Keynes se puede decir, en síntesis, que no fue un teórico que haya renovado al capitalismo en el sentido de eliminar sus contradicciones y, por ende, extirpar sus crisis, como quizá haya sido su aspiración y como se le quiso presentar. Tampoco fue alguien que cambiara al capitalismo en general por uno más humano en beneficio de los pueblos, de todos los países y de todas las clases sociales, como también han dicho sus panegiristas. Nada de eso. Keynes sólo aportó salidas temporales -ahora ya agotadas, por cierto-, a los problemas que enfrentaban las potencias del capitalismo central en plena fase imperialista; y como un subproducto, estimuló el surgimiento de ciertos beneficios menores para la clase trabajadora de dentro de esas potencias; sus fórmulas, sin embargo, afectaron los intereses de los países dependientes y, en particular, a su clase trabajadora.

La intervención del Estado en la economía, surgida en México, conduce a la independencia respecto del imperialismo.

Como se puede observar, las diferencias con respecto del Estado mexicano surgido de la Revolución, y de su intervencionismo económico, son ostensibles. En nuestro caso, no se trató de sacar las castañas del fuego al imperialismo, sino que al revés, los constituyentes de 1916-1917 iniciaron caminos novedosos que podrían conducir –y condujeron, de hecho, mientras fueron aplicados– hacia la emancipación económica de México. En tanto que el capitalismo monopolista de Estado keynesiano fortaleció al imperialismo, el capitalismo de Estado ajeno y opuesto al keynesianismo, en países dependientes como México, tendía a debilitarlo, a reducir su ámbito físico en el orbe y, por tanto, su poderío económico. A este respecto, siguiendo el pensamiento de Lombardo, el Partido Popular Socialista hizo este planteamiento:

El principal teórico de la intervención del Estado en la economía, con carácter antiimperialista.
Lombardo Toledano, el principal teórico de la intervención del Estado en la economía, con carácter aniimperialista.

“El capitalismo, en el escenario del mundo, hace tiempo liquidó la libre competencia y generó los monopolios; el Estado burgués dejó de ser un Estado liberal para pasar a la función monopolista de Estado. La evolución del capitalismo en México no puede sustraerse a ese proceso general, pero el origen antiimperialista del Estado mexicano caracteriza el proceso de un modo radicalmente distinto. El capitalismo de Estado se da en México como principio del desarrollo económico; en cambio, el capitalismo monopolista de Estado es la última etapa del imperialismo. El uno es punto de partida, el otro es punto de llegada a su fase final. En México, el monopolio estatal surge como la respuesta progresista a la necesidad de romper todas las trabas semifeudales y de la intervención extranjera, con el propósito de abrir cauces al desenvolvimiento de las fuerzas productivas en contrapeso a la preeminencia del capital monopolista extranjero que detiene y deforma el crecimiento normal de nuestra economía. El capitalismo monopolista de Estado yanqui frena el desarrollo de nuestras fuerzas productivas; el capitalismo de Estado en México las impulsa”.[4]

Por su parte, Vicente Lombardo Toledano precisó que:

“El capitalismo de Estado en los países imperialistas no significa… otra cosa que la liquidación de los estorbos a los grandes consorcios para que éstos mantengan su hegemonía en la vida económica, social y política de sus respectivas naciones y, también, para favorecer su política hacia el exterior. Pero en los países como el nuestro, en los países semicoloniales o subdesarrollados, como se les

Cárdenas y Lombardo en la obra de los artistas del Taller de Gráfica Popular, edición del Centro Lombardo.
Cárdenas y Lombardo en la obra de los artistas del Taller de Gráfica Popular, edición del Centro Lombardo.

llama ahora, el capitalismo de Estado representa una de las formas de la resistencia nacional, de los intereses nacionales contra el imperialismo”.[5]

Y en efecto, el Estado surgido de la Revolución empezó a intervenir en el desarrollo económico y a tomar a su cargo las principales tareas para hacer posible el progreso de México.

[1] Los primeros ensayos sobre economía de John Maynard Keynes fueron escritos poco tiempo después de que el Constituyente de Querétaro había terminado su obra, pero por entonces Keynes todavía era partidario del liberalismo económico y enemigo, por tanto, de la intervención del Estado en la economía. Además, sus primeros trabajos fueron sobre cuestiones ajenas a la que nos ocupa. En 1919 publicó Las consecuencias económicas de la paz, libro en que opina que las sanciones económicas impuestas a Alemania luego de su derrota en la Primera Guerra Mundial no impedirían el resurgimiento del militarismo en ese país, propósito que las motivó. En 1921 publicó otro libro también con tema distinto, bajo el título de Tratado sobre probabilidades.

[2] Adam Smith (1723-1790) y David Ricardo (1772-1823), fueron dos economistas ingleses considerados como los fundadores de la economía clásica. Se trató de los principales teóricos de la libertad de comercio contra las limitaciones del feudalismo.

[3] La Teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero de Keynes fue publicada en México por el Fondo de Cultura Económica en 1938.

[4] Tesis de la VIII Asamblea Nacional del Partido Popular Socialista. Editorial Combatiente, pp. 24-25.

[5] Vicente Lombardo Toledano. “El Estado en México, sus actuales funciones y responsabilidad histórica”, en Escritos acerca de las Constituciones de México. Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales VLT, tomo I, p. 32.

Origen y causas de la intervención del Estado mexicano en la economía.

Origen y causas de la intervención del Estado mexicano en la economía.

Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.

Al examinar la evolución de la economía nacional durante el siglo XX, a la luz de la metodología marxista, Vicente Lombardo Toledano analizó también su desenvolvimiento previo, durante el siglo XIX, y sus antecedentes enraizados en el régimen colonial. Sintetizó sus observaciones en estos términos:

"El régimen económico de la Nueva España fue el de una colonia que trabajaba para la metrópoli a la que estaba sujeta."
“El régimen económico de la Nueva España fue el de una colonia que trabajaba para la metrópoli a la que estaba sujeta.”

“El régimen económico de la Nueva España fue el de una colonia que trabajaba para la metrópoli a la que estaba sujeta. Al consumarse la independencia de la Nación, se planteó a las fuerzas políticas del México naciente el gran problema de construir el camino que debía seguirse para liquidar la miseria y el atraso en que había vivido el país y señalar sus metas inmediatas.

“Las dos corrientes de opinión –la liberal y la conservadora- coincidían en afirmar que siendo la agricultura un sistema desarticulado por falta de comunicaciones y limitado al consumo regional, no era útil para el intercambio con otros mercados, y que la minería no bastaba, por sí sola, para aumentar las fuerzas productivas que el país requería con urgencia. La solución consistía en la industrialización; pero los dos bandos diferían radicalmente en cuanto al modo de lograrla”.[1]

Como Lombardo lo explica, los conservadores, con Lucas Alamán como ideólogo principal, proponían la industrialización, pero sin que se tocara la estructura económica del pasado. Los liberales también la querían, pero decían que para lograrla habría que hacer reformas profundas, como la secularización de los bienes del clero, que propuso Valentín Gómez Farías ya desde 1833.

Esa medida sólo fue realizable veinticinco años después, dentro del conjunto de normas jurídicas conocidas como Leyes de Reforma. No obstante, el desarrollo industrial fue lento y penoso durante todo el siglo XIX. En 1843 sólo había 59 fábricas de hilados y tejidos de algodón, movidas por vapor, máquinas hidráulicas, animales y aun por hombres. En 1888 llegaban a 97 fábricas. La minería estaba tecnológicamente rezagada, pues conservaba los procedimientos de mediados del siglo XVI. Fue hasta 1894 cuando empezó a usar nuevos métodos.[2] También, hacia fines del siglo XIX, empezaron a desarrollarse las industrias del petróleo y el henequén. La lentitud y el rezago comparativo de nuestro proceso de industrialización se reflejaban asimismo en la distribución de la población. De un total de 15 millones 160 mil personas, según el censo de 1910, el 85.6% era población rústica y sólo el 13.4, urbana.[3]

El rezago de nuestro desarrollo económico convirtió a México en receptor de capitales externos, es decir, en dependiente del imperialismo.

"De las 27 empresas más grandes en nuestro país, en 1914, 18 eran de propiedad íntegramente extranjera y las otras 11 tenían capital exterior mayoritario, según lo registra el Mexican Year Book de ese año.2
“De las 27 empresas más grandes en nuestro país, en 1914, 18 eran de propiedad íntegramente extranjera y las otras 11 tenían capital exterior mayoritario, según lo registra el Mexican Year Book de ese año.2

En contraste con el escaso desarrollo económico, nuestro territorio era, durante esa época de fin y principio de siglo, el primer receptor de capitales procedentes de Estados Unidos en el mundo. En 1897, las inversiones de ese país en el extranjero ascendían a 684.5 millones de dólares, de los cuales estaban en México 200.2 millones (29.25%), más que en ninguna otra parte; en Canadá y Terranova, 189.7 millones (26.7%), y en toda Europa apenas 151 millones (22.06%) El 23% restante se distribuía en las demás regiones del mundo. En sólo 14 años, de 1897 a 1911, las inversiones estadounidenses en México pasaron de 200 millones a 1,100 millones de dólares. En ese último año, los capitales extranjeros invertidos en el país representaban el 66% de las inversiones totales. De las 27 empresas más grandes en nuestro país, en 1914, 18 eran de propiedad íntegramente extranjera y las otras 11 tenían capital exterior mayoritario, según lo registra el Mexican Year Book de ese año.

“México era, en consecuencia, en los últimos años del siglo XIX, el principal mercado de materias primas y de mano de obra del mundo para los monopolios norteamericanos, y la construcción de ferrocarriles que realizaban por concesiones, el medio principal para facilitar la exportación de los minerales y otros productos, como un apéndice de la gran red ferroviaria de Estados Unidos. En sólo cuatro años –de 1880 a 1884-, se pusieron en servicio 1,937 kilómetros, de México a Ciudad Juárez, y en septiembre de 1888 los 1,274 kilómetros de la vía de México a Laredo.

“En el ámbito rural, las condiciones económicas y sociales, hacia fines del siglo XIX e inicios del XX eran de franco retroceso. El índice de concentración de la tierra era el más alto del continente y uno de los mayores del mundo. Más todavía que en la época de la colonia. “En 1910, al cumplirse el centenario de la Independencia nacional, el uno por ciento de la población poseía el 97% de la propiedad rústica de toda la Nación…”[4]

Los datos anteriores dan sustento a esta conclusión: el proceso de nuestro desarrollo económico no se dio de manera natural, como en otros países, los de Europa occidental y los Estados Unidos, por ejemplo, sino que fue deformado de modo profundo por factores exógenos diversos. A partir de la década de los ochentas del siglo XIX, la irrupción de los capitales estadounidenses e ingleses en expansión sería el principal de estos factores externos. A eso se debió que México llegara a los albores del siglo XX con un retraso enorme en cuanto al desarrollo de sus fuerzas productivas y con una estructura social con relaciones muy injustas.

El intervencionismo económico y social del Estado mexicano fue fruto de la experiencia de nuestro pueblo y respuesta innovadora a sus problemas específicos.

"... el intervencionismo económico y social del Estado mexicano fue fruto de la experiencia de nuestro pueblo y respuesta innovadora a sus problemas específicos"
“… el intervencionismo económico y social del Estado mexicano fue fruto de la experiencia de nuestro pueblo y respuesta innovadora a sus problemas específicos”

Con una burguesía urbana y rural muy pequeña por su número y muy atrasada desde los puntos de vista tecnológico y cultural, pero opulenta; con una clase obrera también muy reducida por su número; y con la gran masa de su población condenada a la miseria, más todavía la del campo que la de las ciudades. En consecuencia, las fuerzas triunfantes en la Revolución de 1910-17 se trazaron las tareas de rescatar las riquezas naturales para la nación; destruir el latifundio y entregar la tierra a los campesinos; vencer el atraso y desarrollar la economía; reconocer y tutelar los derechos de los trabajadores.

Todas éstas fueron demandas urgentes que afloraron durante la revolución y que expresaban las necesidades y demandas concretas del pueblo en armas, e iban mucho más allá del “sufragio efectivo y la no reelección”, que fue el lema formal de una fracción, encabezada por Francisco I Madero. Exigencias que aparecieron en los planes, programas y decretos de los diversos bandos revolucionarios y que adquirieron así, en su conjunto, el rango de programa de la Revolución Mexicana, aunque nunca fueran integradas en un documento único previo al estallido revolucionario. Pero, lo que es más importante, se elevaron a la calidad de normas jurídicas en la nueva Constitución. Así fue que la Carta Magna dotó al Estado, al nuevo Estado surgido de la Revolución de atributos novedosos, sin precedentes, para que diera marcha a la solución de los problemas citados, y satisfacción a los anhelos del pueblo. De esta manera surgió el intervencionismo económico y social del Estado mexicano, como fruto de la experiencia de nuestro pueblo y respuesta innovadora a sus problemas específicos. Se trata, en la opinión del doctor Vicente Lombardo Toledano, de la vía mexicana de desarrollo de la economía, única que puede asegurar la viabilidad de la nación como entidad independiente y soberana.

Sin embargo, sería necesario que se formara una clara conciencia de que ése era el camino, y no otro, y sería menester de igual modo confirmarlo y consolidarlo. A este esfuerzo dedicarían, Lombardo y su partido, gran parte de su energía y su actividad, según se verá adelante

[1] Vicente Lombardo Toledano. “Iniciativa para adicionar la Constitución con un nuevo capítulo en materia económica, op. cit. Fue publicada con el título de “Un nuevo capítulo en materia económica”, en Iniciativas parlamentarias en beneficio del pueblo. 1947-1993. México, Partido Popular Socialista, Edición de la Fracción Parlamentaria del PPS de la LV Legislatura, 1994. Tomo I, pp. 133-143.

[2] Conceptos y datos estadísticos de Lombardo Toledano, en “Iniciativa para adicionar…” ibidem.

[3] Ibidem

[4] Razón histórica, principios, programa y estatutos del Partido Popular -documentos fundamentales aprobados en la Asamblea Nacional Constituyente, efectuada en la ciudad de México, los días 20 y 21 de junio de 1948- México, Editorial Combatiente, S. A. de C. V., 1992, pág. 8.

Lombardo en el debate sobre la economía de México.

Lombardo en el debate sobre la economía de México.

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.

¿Existe un camino mexicano en materia económica? ¿Un camino que sea el fruto de nuestra propia experiencia, de nuestro recorrido histórico? ¿Una vía que a la vez que corresponda al modo de producción dominante en nuestro país en la etapa actual, nos permita desarrollar nuestras fuerzas productivas y sentar bases para el ulterior avance hacia modos de producción superiores? En caso de existir, ¿en qué consiste esa senda? ¿Cómo se le definiría?

Intervenir en la economía de un modo directo, función medular del Estado mexicano surgido de la Revolución.

Es función medular del Estado mexicano la de intervenir de un modo directo en la economía, con el fn de desarrollar las fuerzas productivas nacionales con independencia...
Es función medular del Estado mexicano la de intervenir de un modo directo en la economía, con el fn de desarrollar las fuerzas productivas nacionales con independencia…

Según una corriente del pensamiento económico, de la que Vicente Lombardo Toledano es el exponente principal, sí existe ese camino, y radica en considerar como función medular del Estado mexicano la de intervenir de un modo directo en la economía, precisamente con el objetivo de desarrollar las fuerzas productivas nacionales con independencia del exterior. Quienes la forman, sustentan que en los países que llegaron tarde a la industrialización capitalista, como el nuestro y los demás de América Latina, la única perspectiva de desplegar la economía de la nación de manera cierta y consistente se da cuando el Estado interviene de modo directo como agente económico, no para anular al mercado sino para actuar en él de modo activo: en calidad de productor o empresario en las ramas estratégicas y prioritarias de la economía. Los partidarios de esta concepción sostienen además que si el Estado abandona esta función, la alternativa, que sería la de abrir las ramas más importantes de la economía al capital extranjero, en la época actual, que es la del imperialismo, pondría en peligro la viabilidad de la nación; es decir, la posibilidad de que México siga siendo un país independiente y soberano, y pueda serlo cada vez de manera más completa. Por eso, esta corriente declara que las privatizaciones dañan profundamente al país y, por tanto, las combate.

No se trata de que los partidarios de esta corriente estuvieran proponiendo que el Estado mexicano tal como existía en el siglo XX –y ni siquiera como existe hoy– asumiera o asuma la función económica propia de un Estado socialista. Pero tampoco se trata de que pretenda operar como un estado capitalista clásico, pues no lo es. Antes del arribo de los neoliberales, hace tres décadas, teníamos un Estado capitalista con particularidades que lo diferenciaban del capitalismo de libre concurrencia –que estuvo vigente en numerosos países del mundo antes de que surgiera el dominio de los monopolios y el capital financiero– y lo distinguían también del capitalismo imperialista, que existe en los países dominantes en el mundo contemporáneo. Porque el que aquí se dio ha sido y es –ahora todavía más– un capitalismo deformado y subordinado al capital imperialista. Y porque de la Revolución Mexicana, que fue un movimiento antiimperialista, de sus fuerzas más avanzadas, surgió un Estado que tenía entre sus funciones principales, de manera consecuente, la de luchar por la emancipación nacional respecto del imperialismo y promover el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales.

Un Estado que impulsa la independencia de la economía nacional es distinto de uno capitalista clásico.

...las privatizaciones dañan profundamente al país y lo vuelven cada vez más dependiente...
…las privatizaciones dañan profundamente al país y lo vuelven cada vez más dependiente…

Las diferencias esenciales del que referimos, con respecto del Estado capitalista clásico y uno socialista, son concluyentes: En un Estado capitalista clásico, la propiedad privada es un principio supremo e intocable, y el Estado tiene la función de protegerla por encima de todo, y, por tanto, proteger a los capitalistas como clase social; el Estado está fundamentalmente a su servicio. En un Estado socialista, por su parte, la propiedad privada de los medios de producción y cambio no existe, sino la propiedad socialista, y el Estado está al servicio del proletariado. Ahora, por lo que se refiere a un Estado surgido de una revolución antimperialista, como el nuestro, sí existe la propiedad privada, se le respeta y hasta se fomenta; pero no toda la propiedad privada ni por encima de todo, sino sólo la que cumpla ciertas funciones útiles para el proyecto general de desarrollar nuestras fuerzas productivas propias y avanzar hacia la independencia económica nacional. Se trata, por tanto, de una propiedad privada que está condicionada.

En segundo lugar, en el capitalismo clásico la fuerza de trabajo es una mercancía que los propietarios de los medios de producción y cambio compran y, con ello, se apropian del plusproducto que los trabajadores generan; es decir, lo que rige al sistema es la explotación del hombre por el hombre. En el socialismo, en cambio, la distribución del producto social se ejerce de acuerdo a la fórmula “a cada quién según su trabajo”, que significa que cada miembro de la sociedad debe recibir el equivalente del valor de lo que con su trabajo aporta a la propia sociedad. En el caso del Estado mexicano surgido de nuestra revolución de inicios del siglo XX, por su parte, regían las fórmulas de distribución y apropiación que son propias del capitalismo, pero atenuadas por el Estado, al que se dio la función de intervenir económica, social y jurídicamente de manera unilateral a favor de la clase trabajadora con el fin de moderar la tendencia explotadora del capitalismo. Por mandato constitucional, no podría ser un Estado que se proclamara neutral entre las clases sociales y en los hechos sirviera a la clase explotadora, como actúan los Estados dentro del sistema capitalista clásico.

En tercer lugar, en el capitalismo clásico la economía no se planifica, sino que se rige por las llamadas leyes del mercado bajo el principio supremo de dejar hacer, dejar pasar. El Estado debe abstenerse de intervenir en la economía. En tanto que en los otros dos, el Estado socialista y el surgido de la Revolución Mexicana, la economía debe ser planificada por el Estado, aunque no de manera idéntica, en uno y otro. En el socialismo, la planificación es integral y debe abarcar todos los renglones, quizá con la excepción de los que tienen un carácter marginal. Y en un Estado como el nuestro, la planificación traza lineamientos generales válidos y obligatorios para todos, pero al sector estatal de la economía le fija mecanismos rígidos, y al capital privado, flexibles.

El debate sobre la economía nacional, ¿Estado o mercado?

De la Revolución Mexicana surgió un Estado que tenía entre sus funciones principales la de luchar por la emancipación nacional respecto del imperialismo y promover el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales...
De la Revolución Mexicana surgió un Estado que tenía entre sus funciones principales la de luchar por la emancipación nacional respecto del imperialismo y promover el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales…

Pero frente a ésta concepción sobre el camino para el desarrollo económico de México, sus opositores sostienen, como un principio de carácter general, la tesis de que la responsabilidad fundamental en el campo de la economía corresponde al mercado, como ocurría en los tiempos idos del capitalismo de libre cambio. Aducen que el Estado no debe participar en la economía, o debe hacerlo lo menos que sea posible –conceden– subordinándose en todos los casos a los intereses y directrices del mercado. Dicen que lo deseable es que sus funciones se reduzcan a establecer las normas y a vigilar su cumplimiento desde afuera. Añaden que si el Estado va más allá de esos límites, entorpece y pervierte a las leyes del mercado, y que esto trae a la postre funestos resultados. Estas cuestiones las consideran válidas para todos los Estados del mundo contemporáneo, sin distinción de grados de desarrollo de sus fuerzas productivas, condición de posible dependencia o independencia y soberanía económica o de cualquier otra índole. Insistiendo en sus opiniones, descalifican a los partidarios de la intervención del Estado en la economía; declaran que sus argumentos están superados y que el libre mercado ya emergió vencedor, en nuestros días. Lombardo los denunció:

Contra la ruta que México eligió, se levantan los partidarios de la llamada ‘libre empresa’, afirmando que la prosperidad alcanzada por las naciones más desarrolladas, se debe al esfuerzo de sus hombres de negocios, nunca interferido por el poder público, y nos aconsejan que imitemos su ejemplo… Pero parten de la ocultación de un hecho fundamental: la evolución histórica de México es diferente a la de Estados Unidos y las naciones altamente industrializadas de otros continentes, a tal grado que sin la Revolución… nuestro país sería hoy una colonia del extranjero con el título de Nación soberana”.[1]

Los hechos, en efecto, desmienten la pretensión de los propagandistas del que han llamado “libre mercado”. No existe país tercermundista alguno que ese camino pueda ser presentado como ejemplo que avale el éxito de ese tipo de economía. Ninguno que, sin intervención estatal, haya conseguido o esté logrando resultados en los aspectos medulares, como éstos:

  1. Un crecimiento significativo y sostenido, sin caídas. (Eficacia económica)
  2. El fortalecimiento de su mercado interno. (Desarrollo sin dependencia)
  3. Un creciente bienestar de la población en su conjunto. (Democracia social)
  4. Una distribución equitativa del producto. (Democracia económica)
  5. La edificación de una economía nacional. (Desarrollo con independencia)

Los regímenes de intervencionismo estatal han aportado mejores resultados en todos estos aspectos. México no es la excepción. Está comprobado que el Estado neoliberal no ha logrado equipararse al que le antecedió en México en ninguno de los indicadores señalados, ni ha alcanzado sus logros.[2]

[1] Vicente Lombardo Toledano. “Iniciativa para adicionar la Constitución…”, op. cit. Los subsecuentes datos y citas textuales corresponden a la misma fuente, a menos que se cite específicamente una distinta.

[2] Por ejemplo, Armando Labra Manjarrez publicó un estudio comparativo de los resultados económicos y sociales de cuatro sexenios muy representativos de una y otra concepción en materia económica, libre mercado e intervención del Estado. Por un lado, los doce años de Luis Echeverría y José López Portillo; por otro, los doce correspondientes a Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari. De acuerdo con este estudio, en tanto el Producto Interno Bruto (PIB) creció a un promedio anual del 6.2%, en el periodo Echeverría-López Portillo, en la fase De la Madrid-Salinas apenas alcanzó el 1.6% anual promedio. Más notable todavía es el contraste en el caso del PIB per cápita que pasó, de un crecimiento anual del 3.2%, a una disminución del 0.3%. El salario mínimo, que es un indicador básico, por lo que se refiere al bienestar de la población, “registró un decrecimiento anual de 1% entre 1971 y 1982 y de casi 7% entre 1983 y 1994, significando una caída acumulada de poco más de 80% en los doce años… (de los partidarios del libre mercado) De tal forma, el poder adquisitivo del salario hoy es menos de la mitad del existente a principios de los ochentas”, dice el autor citado. Y aporta un dato más: el tipo de  cambio  (peso  por  dólar)  pasó  de 20.9 a 1,873.6 (viejos pesos) Armando Labra Manjarrez. “¿Apostar de nuevo al neoliberalismo? Análisis de los últimos cuatro sexenios”. Ensayo publicado en la revista Macroeconomía, marzo 16 de 1995, año 2, No. 20, pp. 14-18.

El debate entre los marxistas y el partido necesario para los fines inmediatos de la clase trabajadora en México.[1]

El debate entre los marxistas y el partido necesario para los fines inmediatos de la clase trabajadora en México.[1]

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.[2]

El Partido Popular, surgido a la vida pública en 1948, tuvo como un antecedente concreto el análisis riguroso de la realidad de México, de acuerdo con el método marxista, que se realizó un año antes, en la Mesa redonda de los marxistas mexicanos, donde se consideró necesaria su creación como instrumento idóneo para la lucha de la clase trabajadora por sus objetivos inmediatos.

En la Mesa Redonda de los marxistas mexicanos se consideró necesario organizar el Partido Popular.
En la Mesa Redonda de los marxistas mexicanos se consideró necesario organizar el Partido Popular.

Como vimos antes, en la citada Mesa redonda, al plantear los objetivos inmediatos de la transformación de México, Lombardo dijo que: 1) La Revolución Mexicana de 1910 no se había propuesto como objetivo inmediato el socialismo, para lo cual indudablemente no existían las premisas necesarias en una sociedad pre-capitalista como era la nuestra, y ni siquiera se daban cuando se realizaba este debate, en 1947. 2) Las fuerzas más avanzadas de la sociedad, por tanto, habían aspirado a destruir la estructura semifeudal y esclavista y desarrollar las fuerzas productivas de la nación, objetivo que seguía siendo vigente para el proletariado, y que además compartían otras fuerzas que, para el momento, se podrían calificar como progresistas. 3) La Revolución además se había propuesto como objetivo medular la emancipación de la nación respecto del imperialismo, que de igual manera se mantenía vigente. 4) Otro propósito fue el establecimiento de un régimen democrático popular, por el cual también había que seguir luchando. Así resumió los objetivos que, de acuerdo con un riguroso análisis marxista, correspondían al desarrollo que habían alcanzado las fuerzas productivas del país en 1910 y que no habían variado cualitativamente 37 años después; objetivos que, en la lucha por alcanzarlos, podían sentar las bases para nuevas transformaciones revolucionarias, rumbo a la sociedad sin propiedad privada de los medios de producción y cambio, la sociedad socialista.

Además, como también vimos antes, otros fines más concretos, planteados por Lombardo en la Mesa redonda de los marxistas mexicanos, serían industrializar al país para romper el desequilibrio que existía entre el desarrollo agrícola y el industrial, y como la fórmula principal para desarrollar las fuerzas productivas. Para el mismo fin habría que orientar el crédito público y privado a propósitos reproductivos y no a finalidades especulativas, como de manera indebida se venía haciendo hasta entonces, incluso en tiempos de un gobierno tan progresista como el de Lázaro Cárdenas. Los objetivos y el programa del proletariado y las fuerzas progresistas de México, ya señalados, se podrían resumir de manera apretada en tres puntos: a) la emancipación económica del país; b) la elevación del nivel de vida del pueblo, y c) la obtención de mejores condiciones democráticas, que vendrían a ser los puntos programáticos fundamentales que enarboló el Partido Popular.

Otros rasgos que debería tener el partido.

Agruparía a las amplias masas de obreros, campesinos, intelectuales y sectores medios de la población, a miles y miles de hombres y mujeres
Agruparía a las amplias masas de obreros, campesinos, intelectuales y sectores medios de la población, a miles y miles de hombres y mujeres

¿Qué otros rasgos deberían caracterizar al partido propuesto en la Mesa redonda y surgido de sus debates? Dado que la clase obrera debería ser la que dirigiera la Revolución Mexicana en lo sucesivo, y ya no capa alguna de la burguesía, porque, como lo precisó Lombardo, se trata de una clase social débil e inconsistente frente al enemigo principal, el imperialismo –aun la que pudiera considerarse como progresista–, y porque, como también lo fundamentó el teórico marxista, sin la dirección del proletariado, los objetivos señalados no podrían alcanzarse, el partido no podría depender del Estado, ni directa ni indirectamente; tendría que ser plenamente independiente del gobierno.

Asumiéndose completamente independiente del gobierno, que se calificaba como un gobierno revolucionario, ¿cómo debería ser la relación del partido con el poder público? Tomando en cuenta que tanto el gobierno como el nuevo partido popular, sin depender ninguno del otro, coincidían sin embargo en postular el programa de la Revolución Mexicana, el partido habría de colaborar con aquél en el desarrollo de dicho programa; sometería los actos del gobierno a examen crítico de manera constructiva; pública y enérgicamente señalaría los errores en que incurrieran el Presidente de la República, los diversos funcionarios o el gobierno en su conjunto, y denunciaría las desviaciones en que incurrieran respecto al citado programa, así como su incumplimiento. El gobierno, por su parte, debería apoyarse en esa fuerza popular organizada y “dar pasos decisivos sin temor a la presión de las fuerzas contrarias ante la debilidad hasta hoy crónica de las fuerzas políticas y sociales del sector revolucionario.”[3]

Por otra parte, puesto que sus objetivos implicaban una transformación profunda de la estructura económica y las superestructuras de México, y dado que tales propósitos sólo podrían alcanzarse por medio de una amplia alianza de fuerzas, ajena a todo sectarismo, tendría que ser un gran frente revolucionario y debería estar integrado no solamente por la clase obrera, sino también por la clase campesina, los ejidatarios, los auténticos pequeños propietarios agrícolas, los peones y aparceros, la clase media: maestros, pequeños comerciantes, profesionistas, intelectuales y burócratas. Su dirección debería ser rigurosamente representativa, formada por exponentes de las clases sociales integradas al partido, en proporción a sus fuerzas.

El programa del partido tendría que corresponder rigurosamente a sus objetivos. De acuerdo con la concepción de Lombardo, en el ámbito nacional, tendría que

“luchar por la emancipación de la nación, por el desarrollo económico del país, por la revolución industrial de México, por la elevación del nivel de vida del pueblo, por el perfeccionamiento de las instituciones democráticas”.

Y por cuanto al panorama internacional, lucharía

“por la conservación de la paz, por la exterminación del fascismo, por la independencia de los países coloniales, por la emancipación de los países semicoloniales, por la política de la Buena Vecindad y por la unidad de la América Latina”.[4]

Además, el partido de nuevo tipo debería nacer de abajo hacia arriba, y no de arriba hacia abajo, como casi todos los que se habían formado en México en los últimos tiempos. Se afiliarían los hombres y mujeres que aceptaran su programa, directa y espontáneamente, no en masa ni obligados o inducidos por autoridades o dirigentes. Los miembros del partido, manejarían directa y democráticamente los órganos del partido en los municipios, los estados y en el plano nacional.

No sería un partido cuya actividad se concretara a los procesos electorales, sino que atendería tareas permanentes, como la educación sistemática y constante del proletariado y de las grandes masas del pueblo. “Formará los nuevos cuadros que requiere este período histórico de la vida de México, y estimulará y promoverá de un modo constante a los nuevos elementos en formación, en cualquier lugar en donde se hallen, en las comunidades agrarias, en los pequeños poblados, en las ciudades, en los centros de cultura.”[5]

El nuevo partido, en las condiciones de 1947, debería ser uno que agrupara a las amplias masas de obreros, campesinos, intelectuales y sectores medios de la población, a miles y miles de hombres y mujeres, “porque frente a los grandes problemas que México tiene que resolver en este período histórico, postular la autosuficiencia del proletariado sería un sectarismo ridículo.” No podría ser un partido marxista “porque ya existe el Partido Comunista Mexicano, y crear otro semejante equivaldría, aunque se diga lo contrario, y aunque se quisiera lo contrario, a inaugurar una lucha infecunda entre partidos marxistas, que podría tener graves repercusiones en la vida política general.[6]

En la Mesa redonda de los marxistas mexicanos se registró un consenso en torno a las proposiciones de Lombardo, puesto que en su seno, aunque hubo discrepancias y apreciaciones diversas sobre los variados que se examinaron –y también coincidencias que dieron pie a futuras acciones conjuntas– no hubo expresión alguna de rechazo al documento central, “Objetivos y táctica de lucha del proletariado y del sector revolucionario de México en la actual etapa de la evolución histórica del país”, presentado por Lombardo, que incluyó la proposición de forjar en Partido Popular con las características señaladas.[7]

[1] Octavo fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”, recién concluida, y que próximamente será publicada por el Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[3] Mesa redonda de los marxistas mexicanos, CEFPSVLT, México. 1982. Pág. 69.

[4] Ibidem

[5] Ibidem.

[6] Ibidem.

[7] En los debates participaron: Jorge Fernández Anaya, Dionicio Encina, Blas Manrique y Carlos Sánchez Cárdenas, del Partido Comunista Mexicano; Valentín Campa, Manuel Meza Andraca y Hernán Laborde, de Acción Socialista Unificada; Jesús Miranda, Luis Torres, Leopoldo Méndez y José Revueltas, del Grupo “El Insurgente”; David Alfaro Siqueiros, de la Sociedad Francisco Javier Mina –que solicitó participar en la mesa redonda cuando se había instalado y fue aceptada–; Miguel Mejía Fernández, Rodolfo Dorantes y Enrique Ramírez y Ramírez, de la Universidad Obrera; Víctor Manuel Villaseñor, Rafael Carrillo, Narciso Bassols y Juan Manuel Elizondo, como invitados, a título personal, cada uno por separado, y Vicente Lombardo Toledano, el convocante y ponente central.

Las revoluciones antiimperialistas; su carácter nacional y clasista.- La Revolución Mexicana.[1]

Las revoluciones antiimperialistas; su carácter nacional y clasista.- La Revolución Mexicana.[1]

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.[2]

Como vimos en el fragmento anterior, el objetivo de destruir las relaciones de producción, esclavistas y feudales y sustituirlas por otras, superiores, venía quedando pendiente. La revolución por la independencia, encabezada por Hidalgo y Morelos, que como Lombardo lo analiza desde el punto de vista marxista, fue sobre todo, una guerra de clases antiesclavista y antifeudal, logró independizar políticamente a México, pero no alcanzó sus objetivos más trascendentes, de transformación profunda, económica y social. Por eso, porque el desarrollo de las fuerzas productivas no se correspondía con el arcaico modo de producción, estalló la lucha casi de inmediato, de nueva cuenta, y tomó la forma de un conflicto entre liberales y conservadores, y que no tuvo las causas superficiales que le han esgrimido los historiadores no marxistas. Triunfaron los liberales. Se formularon las Leyes de Reforma, que abrieron paso al posible destrabamiento de las fuerzas productiva, pero poco después, al instaurarse la dictadura de Porfirio Díaz, se truncó otra vez el proceso revolucionario que se venía desplegando. Así llegó el pueblo mexicano a los umbrales del siglo XX y a los momentos en que aparecía en el mundo el fenómeno del imperialismo, dentro de un modo de producción complejo, semiesclavista, semifeudal, con fuertes supervivencias del modo comunal de producción.

...luego del surgimiento del imperialismo de manera inevitable tendrían que aparecer las luchas antiimperialistas, de liberación nacional...
…luego del surgimiento del imperialismo de manera inevitable tendrían que aparecer las luchas antiimperialistas, de liberación nacional…

Porque, en efecto, el imperialismo, por cuanto se refiere al definitivo reemplazo del capitalismo de libre cambio en Europa, como Lenin lo escribió, ocurrió “… precisamente a principios del siglo XX”. El genio de la Revolución de Octubre citó enseguida la crisis económica de 1900-1903, como el momento en que “los cárteles se convierten en una de las bases de toda la vida económica”, con lo cual “el capitalismo se ha transformado en imperialismo.”[3] Ahora bien, recién rebasada la primera mitad del siglo XIX, y con más fuerza en su último tercio, los capitales imperialistas de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, sobre todo, ya se habían lanzado a capturar los mercados de los países cuyo rezago en el desarrollo de sus fuerzas productivas los convirtió en presas fáciles para sus propósitos de despojo.

Siendo ambos, capitalistas, es antimarxista pretender equiparar a los países imperialistas con los dependientes.

Lo cierto es que desde la aparición del fenómeno del imperialismo hasta nuestros días, el mundo capitalista se divide en dos: un conjunto de potencias capitalistas –a las que en lenguaje común, se les llama países “capitalistas desarrollados”– y otro conjunto, mucho mayor por su número y población, de países también capitalistas, pero subordinados. Aunque ambos son capitalistas, las formas en que se expresa el capitalismo en unos y otros contiene diferencias abismales que se reflejan en las relaciones de producción, en la conformación de las clases sociales y en múltiples aspectos estructurales y sobre-estructurales, por lo es criticable, por antimarxista y subjetivista, pretender equipararlos cuando se examinan los objetivos inmediatos y mediatos de la lucha revolucionaria, así como la estrategia y la táctica.

La Revolución Mexicana, la primera revolución antiimperialista, de liberación nacional en el mundo...
La Revolución Mexicana, la primera revolución antiimperialista, de liberación nacional en el mundo…

Por las contradicciones que se generan entre ambos conjuntos de países, y las relaciones clasistas que entrañan, se puede afirmar que luego del surgimiento del imperialismo de manera inevitable tendrían que aparecer las luchas de liberación nacional –luchas esencialmente antiimperialistas– por parte de los pueblos sometidos, de las cuales la Revolución Mexicana de 1910 fue la primera en el mundo.

Al momento en que Inglaterra y Estados Unidos, entre los primeros, alcanzaron la etapa de la exportación de capitales, México quedó como receptor y víctima, por tanto, del saqueo imperialista. La base económica de nuestra dependencia fue el rezago de nuestras fuerzas productivas acumulado durante los trescientos años de coloniaje, desde que la invasión española sojuzgó a los pueblos indígenas y, con ello, impidió que el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas siguiera el curso descubierto por Marx. En vez de eso, desde fuera y por la fuerza les impuso un doble modo de producción esclavista y feudal, sujeto además a múltiples trabas para su ulterior desarrollo. Luego, en los inicios del último tercio del siglo XIX, cuando los liberales, encabezados por Juárez, recién emergieron victoriosos sobre los conservadores, abrieron los cauces para el desenvolvimiento económico, con las Leyes de Reforma. Pero la irrupción de los capitales imperialistas lo impidió, como lo analiza el Maestro Lombardo:

La irrupción externa impidió que el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas siguiera el curso descubierto por Marx...
La irrupción externa impidió que el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas siguiera el curso descubierto por Marx…

“Cuando finalmente el liberalismo triunfa, se desarrollan las fuerzas productivas, aumenta la producción económica, las relaciones de producción comienzan a cambiar, los pueblos se liberan de la esclavitud, el feudalismo servil empieza a encontrar modalidades que atenúan la explotación humana, el Estado tiene más posibilidades de desarrollo. Pero aparece un personaje en nuestro drama histórico.

“Ese personaje que no nos ha soltado desde entonces, y qué daños irreparables nos ha creado, nos ha producido. Este personaje es la inversión de los capitales extranjeros y su intervención en la vida interna de nuestro país, influyendo en su vida política y también en sus vínculos internacionales”[4]

Desde el punto de vista marxista, la Revolución Mexicana no podría tener un carácter socialista.

Por el momento histórico en que se produce, por los rasgos del modo de producción que predominaba en México y por las clases sociales que conformaban su sociedad, la Revolución Mexicana no podía tener un carácter socialista...
Por el momento histórico en que se produce, por los rasgos del modo de producción que predominaba en México y por las clases sociales que conformaban su sociedad, la Revolución Mexicana no podía tener un carácter socialista…

Por el momento histórico en que se produce, y por los peculiares rasgos del modo de producción que predominaba en México y las clases sociales que conformaban su sociedad, como lo examina Lombardo, con riguroso apego al pensamiento marxista, Revolución Mexicana no podía tener un carácter socialista:

“Era evidente que la Revolución de 1910… no podía llegar al socialismo en aquél tiempo; no existía la clase obrera, no existía inclusive la burguesía nacional como una fuerza determinante; no existían las condiciones materiales objetivas ni subjetivas para un movimiento de esta trascendencia.”[5]

Pretender, a posteriori, que lo hubiese sido si tal o cual facción hubiese superado a otra, o si hubiesen sucedido tales o cuales hechos concretos u otros hubiesen dejado de ocurrir, como a veces especulan algunas personas, significa incurrir en el subjetivismo, que es absurdo por cuanto prescinde de realidad; además, implica, ignorar un principio fundamental del marxismo, según el cual

“ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua”[6]

Ya que es imposible que las fuerzas productivas del modo capitalista desarrollen todo su potencial cuando ni siquiera ha surgido este sistema como dominante respecto de otros modos de producción previos, precapitalistas, en una sociedad en concreto.

La Revolución Mexicana fue consecuencia... de la intervención del imperialismo extranjero en la vida doméstica de México ...
La Revolución Mexicana fue consecuencia… de la intervención del imperialismo extranjero en la vida doméstica de México …

En efecto, el desarrollo de las fuerzas productivas, en nuestro caso –como ya hemos visto–, no era el de una sociedad capitalista, cuyas contradicciones internas, al agudizarse, abran la puerta a la transición revolucionaria al socialismo, sino de una sociedad esclavista y simultáneamente feudal, esto es, precapitalista. Sus contradicciones internas tenían ese carácter, y lo necesario para destrabar las fuerzas productivas era demoler esas relaciones sociales, esclavistas y feudales. Consecuentemente, nuestra revolución se planteó la destrucción del latifundio, llevar adelante una profunda Reforma Agraria y lograr la industrialización del país, destrabando de esa manera las fuerzas productivas. La revolución tuvo un carácter democrático-burgués, pero en nuestro caso había contradicciones de origen externo, además de las internas, que no existieron en el caso de la Revolución Francesa, ni las otras revoluciones democrático burguesas previas, las contradicciones que se dan entre el imperialismo y el país receptor de sus capitales, es decir, el país dependiente, saqueado por aquél. Se trató de un ingrediente nuevo, distinto de los que engendraron las revoluciones burguesas clásicas.

El imperialismo, obstáculo gigantesco para el desarrollo de las fuerzas productivas de los países dependientes.

El despojo que se realiza por medio de las inversiones extranjeras y el envío al exterior de las utilidades, junto con muchas otras riquezas naturales de la nación, viene a ser, en los tiempos del imperialismo, un obstáculo gigantesco para el desarrollo de las fuerzas productivas propias. Por eso, hacía falta una revolución de carácter antiimperialista, de liberación nacional, como denominó Lombardo a la nuestra, estallada en 1910 y culminada jurídicamente en 1917.[7] Por eso el ideólogo marxista la definió con precisión como “una revolución democrático-burguesa y antiimperialista”. Este último rasgo la distingue de las revoluciones democrático burguesas, como la Revolución Francesa, que se produjeron antes de la aparición del imperialismo sobre la faz de la Tierra, porque la nuestra tenía que fijarse también el objetivo de liberar al país de la dependencia respecto del imperialismo, y lograr que México fuera para los mexicanos. Lombardo Toledano lo dice así:

“La Revolución Mexicana fue una revolución demo­crática, antifeudal, y antiimperialista. Técnicamente calificada, fue una revolución democrático-burguesa; pero a diferencia de las revoluciones de ese género realizadas en Europa y en la América del Norte durante los siglos XVIII y XIX, la nuestra se produjo en un país semicolonial, al lado de la potencia capitalista más grande de la historia y en el periodo del imperialismo, cuya primera gran contienda entre sus integrantes fue la guerra mundial de 1914-1918, por un nuevo reparto de los países atrasados de Asia y África, y de zonas de influencia en los diversos con­tinentes de la Tierra.”[8]

Y cuando habla de sus múltiples y complejas causas, el pensador y dirigente de la clase trabajadora y el pueblo explica:

“La Revolución iniciada en 1910 fue consecuencia del régimen económico establecido por la monarquía española desde el siglo XVI, y modificado sólo en sus aspectos secundarios, durante noventa años del México independiente. Fue consecuencia también de la supervivencia de las formas esclavistas y feudales de la vida social. Y fue consecuencia, así mismo, de la intervención del imperialismo extranjero en la vida doméstica de México a partir de la segunda mitad del siglo XIX.”[9]

...es natural que la Revolución Mexicana tuviera un carácter profundamente transformador de la realidad, tanto como podía serlo en aquel momento histórico concreto del mundo y de México y de acuerdo con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas de nuestra sociedad...
…es natural que la Revolución Mexicana tuviera un carácter profundamente transformador de la realidad, tanto como podía serlo en aquel momento histórico concreto del mundo y de México y de acuerdo con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas de nuestra sociedad…

Habiendo sido, como se dijo, una revolución antiesclavista y antifeudal, y al mismo tiempo una revolución antiimperialista, de liberación nacional, es natural que la Revolución Mexicana tuviera un carácter profundamente transformador de la realidad, tanto como podía serlo en aquel momento histórico concreto del mundo y de México y de acuerdo con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas de nuestra sociedad.

Criticarla, desde una perspectiva aparentemente marxista, como hacen algunos autores desde el ámbito de la academia, o algunos actores de la lucha política, acusándola de no haber sido una verdadera revolución por no haber tenido el carácter de socialista, significa ignorar el A, B, C del materialismo histórico, es decir, las ideas básicas del marxismo sobre el desarrollo de los modos de producción y su estrecha relación con la base económica de la sociedad; de las transiciones entre unas y otras etapas de la historia y de las luchas revolucionarias de las clases oprimidas como motor de la historia.

Pensador riguroso, hizo importantes aportes a la concepción marxista del desarrollo de la historia...
Pensador riguroso, hizo importantes aportes a la concepción marxista del desarrollo de la historia…

Porque a partir de la aparición y expansión del imperialismo, la lucha de clases tuvo una forma más de expresión, antes desconocida: la lucha de la clase trabajadora de los países penetrados por el capital imperialista –lucha que en este caso no debe librar sola, sino con múltiples aliados de otras clases y capas de la sociedad– contra esos capitalistas externos, en su calidad de propietarios de medios de producción y cambio –y por tanto directamente explotadores de los trabajadores—pero también en su calidad de saqueadores de la nación en su conjunto. Por esta razón, Lombardo planteó certeramente en la Mesa Redonda de los Marxistas Mexicanos, como ya dijimos, que, en nuestro caso, “la Revolución, además de ser una Revolución que conviene al proletariado, es una Revolución que conviene al resto de la nación mexicana”.[10]

Considero pertinente enfatizar que para múltiples sectores de la población, que son víctimas del imperialismo, la lucha contra éste solamente entraña una lucha nacional por la liberación; pero para los trabajadores es eso mismo y, además, una forma muy aguda de la lucha de clases, puesto que los capitales imperialistas son doblemente explotadores de todos aquellos que viven de su trabajo personal. E implica una forma especialmente compleja de relación entre la clase trabajadora y la burguesía nacional, porque una franja de ésta tiende a aliarse con el capital imperialista y, por tanto, es enemiga frontal de la clase trabajadora, pero otra franja, victimada por el imperialismo, tiende a confrontarlo –aunque lo haga con debilidad y vacilaciones—, y no por eso deja de explotar a los trabajadores. La clase trabajadora debe combatir a esta franja de la burguesía, en tanto que es su enemiga de clase, pero al mismo tiempo, debe formar alianzas transitorias con ella para enfrentar al imperialismo que toma la calidad de enemigo común de ambas clases sociales, y a la vez, de principal enemigo de los trabajadores.

Esta complejidad de la lucha de clases en los países penetrados por los capitales imperialistas resulta de difícil comprensión para quienes apenas se asoman a los aspectos más elementales y generales de la ideología de la clase obrera; y a quienes conciben lo revolucionario con la repetición de citas, de manera suelta, fuera de contexto, y la copia al carbón de las acciones concretas que la clase trabajadora emprendió en la Rusia de los zares o en otras partes, cuya realidad era diferente. A eso obedecen muchas de las divergencias entre Lombardo y el lombardismo, por una parte, y sus críticos y fustigadores “de izquierda”, por la otra.

 

 

[1] Séptimo fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”. Próximamente aparecerá publicada por el Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[3] V. I. Lenin. “El imperialismo, fase superior del capitalismo.” Obras Escogidas, Progreso, Moscú. 1961. Disponible en  http://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe3/lenin-obras-1-3.pdf.

[4] Vicente Lombardo Toledano. “Las tesis fundamentales de las constituciones de México”. Serie de conferencias que dictó en la Universidad de Guanajuato, en el año de 1966. Disponible en Escritos acerca de las Constituciones de México Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales VLT, 2 tomos.

[5] Vicente Lombardo Toledano. “La línea estratégica del PPS: no ponerse al margen ni aislarse de la vida nacional. Discurso pronunciado en la cena de año nuevo del PPS, el 7 de enero de 1967, publicada por la revista Política fechada el 1 de enero del mismo año. Pág. XXXIII.

[6] Karl Marx, Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm

[7] Vicente Lombardo Toledano, “La Revolución Mexicana cumple su destino de liberación nacional”, El Popular, 17 de julio de 1938.  Disponible en CEFPSVLT, OHC, 1938.

[8] Vicente Lombardo Toledano,  Carta a la juventud sobre la Revolución Mexicana, su origen, desarrollo y Consecuencias, 1960, pág. 20. Disponible en CEFPSVLT, OHC, 1960.

[9] Ibidem.

[10] Vicente Lombardo Toledano. Mesa redonda de los marxistas mexicanos. CEFPSVLT, México. 1982, pág. 58.

Los modos de producción precapitalistas en México.[1]

Los modos de producción precapitalistas en México.[1]

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.[2]

El conocimiento y análisis de los modos de producción, de su concreción en cada sociedad, es una parte necesaria del análisis de la realidad contemporánea y de los objetivos de la lucha de los revolucionarios, y de su estrategia y táctica. En el caso de México, y en general, de América Latina, los modos precapitalistas se dieron en tiempos distintos y adquirieron peculiaridades que es indispensable examinar, para no incurrir en la copia extralógica de lo sucedido en Europa.

Carlos Marx. Materialismo histórico, los modos de producción.
Carlos Marx.
Materialismo histórico, los modos de producción.

De acuerdo con las opiniones científicas generalizadas, el Homo sapiens pobló el hoy Continente Americano mucho tiempo después que Europa, Asia y su lugar de origen: África. No existen datos firmes sobre la presencia de otras especies, pre-sapiens; tampoco hay consenso entre los científicos sobre las fechas de llegada del sapiens, pero las dataciones más ampliamente aceptadas refieren su presencia más antigua entre 12,000 años, de acuerdo con el muy recientemente descubierto yacimiento arqueológico de Hoyo Negro, en Quintana Roo, México; 12.900 y 13,500 años, según el de Clovis, en Nuevo México, y hace alrededor de 14.500 años, según el de Monte Verde, en Chile; todos son poblamientos del periodo del pleistoceno. Hay hipótesis que proponen fechas de arribo de hace 30 mil años o más, pero no son generalmente aceptadas en la comunidad científica por falta de respaldo sólido. Está claro que las migraciones hacia este continente duraron largo tiempo, miles de años –tal vez decenas o centenas de miles—más, que los grupos que se asentaron en otros continentes.

En otro aspecto, los científicos tienen consenso en que el descubrimiento de la agricultura y el consecuente paso del nomadismo a los asentamientos duraderos,  en América, fue un proceso que no tuvo relación con los casos de la zona de los ríos Tigris y Éufrates en la Mesopotamia asiática, ni del Valle del Nilo. Además de que fue muy posterior a éstos. Existen variantes, pero la opinión científica más aceptada establece el inicio de la agricultura en Mesoamérica y en la región andina, hacia el año 3.500 antes de nuestra era, en tanto que en la

...iniicio de la agricultura en Mesoamérica y en la región andina, hacia el año 3.500 AC; en la Mesopotamia y el Valle del Nilo,  alrededor del 8.500 o el 9.000 AC; en China, por el año 7.500 AC, y en Europa, a partir del 6.000.
…inicio de la agricultura en Mesoamérica y en la región andina, hacia el año 3.500 AC; en la Mesopotamia y el Valle del Nilo, alrededor del 8.500 o el 9.000 AC; en China, por el año 7.500 AC, y en Europa, a partir del 6.000.

Mesopotamia y el Valle del Nilo habría sido alrededor del 8.500 o el 9.000 ANE. Por su parte, en la zona de los ríos Huang He y Yangtzé, en lo que hoy es China, se registró el mismo proceso allá por el año 7.500 ANE, y en Europa, a partir del 6.000.

¿Qué modo de producción existía en nuestras tierras, a la llegada de Cristobal Colón, y cuál en Europa?

Lo anterior significa que el modo de producción de los grupos humanos al migrar hacia nuestras tierras era el comunismo primitivo y lo siguió siendo ya en nuestro continente por miles de años más, aunque, desde luego, durante ese largo lapso fueron logrando progresos en cuanto a sus instrumentos de producción, incluido, en su momento, el cultivo de la tierra. Pero lo prolongado de las migraciones, con su consecuente secuela de retraso de la neolitización y el sedentarismo, explica el rezago de los grupos humanos que se avecindaron en estas tierras, respecto a Europa –alrededor de dos mil quinientos años– y Asia –de cinco mil a seis mil–. Por cuanto al surgimiento de la agricultura y los asentamientos duraderos. Ese retardo inicial también trajo secuelas, que se reflejaron en el hecho de que, hacia finales del siglo XV de nuestra era, cuando Cristóbal Colón salió del Puerto de Palos y arribó a la isla que bautizó con el nombre de “La Española”, en nuestros días Santo Domingo, en 1492, el hoy Continente Americano, estaba habitado por pueblos con distintos grados de desarrollo económico y cultural, algunos con culturas maravillosas, pero por su estructura económica, ninguno alcanzaba todavía el modo de producción que en ese mismo momento era dominante en Europa, como veremos enseguida.

...florecían culturas que ejercían una agricultura dotada de buenas técnicas, tenían un eminente desarrollo científico y cultural y vivían en grandes ciudades,...
…florecían culturas que ejercían una agricultura dotada de buenas técnicas, tenían un eminente desarrollo científico y cultural y vivían en grandes ciudades,…

En efecto, aquí teníamos la portentosa Tenochtitlan, que asombró a los europeos; florecían culturas que ejercían una agricultura dotada de buenas técnicas, tenían un eminente desarrollo científico y cultural y vivían en grandes ciudades, con palacios y templos prodigiosos. Y había también numerosos grupos tribales nómadas que todavía continuaban practicando la recolección, la pesca y la caza, en nuestro continente. Los más avanzados, como los aztecas, los mayas y los incas, por cuanto a su modo de producción, vivían dentro del periodo de descomposición de la comunidad primitiva en su tránsito al esclavismo, y mostraban notables semejanzas con el modo de producción asiático. Pero las tribus nómadas estaban mucho más atrás, en una etapa en la que aún le faltaba cuantioso desarrollo al comunismo primitivo.

Hay que observar que estamos hablando de fines del siglo XV, el mismo momento en que los europeos emprendieron lo que se ha llamado los descubrimientos geográficos más importantes. En Europa hacía tiempo que había quedado atrás la comunidad primitiva e incluso el esclavismo; el modo de producción feudal era entonces el dominante y, en general, se iniciaba el proceso de la acumulación originaria de capital, que vendría a ser la base para, centurias después,  el arribo al modo de producción capitalista. La diferencia entre el grado de desarrollo de la base económica entre una y otras sociedades, era enorme, lo que se justifica porque los instrumentos de producción de las sociedades mesoamericanas y andinas eran rudimentarios, si se les compara con los que para entonces poseían las sociedades europeas. Como explica Lombardo, nuestros pueblos todavía

“no habían llegado al uso del hierro y de la rueda; carecían de animales de tracción; sus instrumentos de trabajo eran de piedra y de bronce”.

Además,

“la estructura de las tribus estaba basada en las relaciones del parentesco sanguíneo [y] su forma política más avanzada era la de confederación de tribus”.[3]

Tenían esclavos, es verdad, pero igual que en su momento sucedió en Grecia y Roma, lo eran de manera temporal; no constituían la fuerza productiva principal ni se les consideraba propiedad de sus amos; por tanto, tampoco los podían comprar ni vender. Como se dijo, se hallaban en la transición de la comunidad primitiva al esclavismo, pero en Europa esa misma transición se había dado algunos miles de años antes. Una vez más se comprueba el carácter desigual del desarrollo de los pueblos, desde el punto de vista cronológico.

No confundir los modos de producción con las superestructuras de las sociedades.

Debemos cuidarnos de confundir lo que se refiere a los modos de producción, que de acuerdo con el marxismo corresponden a la estructura o base económica de las sociedades, con las superestructuras: la ciencia, el arte, el derecho, la política, la religión y otras. Existe una correspondencia entre la primera y las segundas, y una interinfluencia –donde la base o estructura económica incide con mayor fuerza sobre las superestructuras, que éstas entre sí y que las superestructuras sobre la base–, es cierto; sin embargo, la relación no es automática ni mecánica, sino dialéctica y llena de complejidades. En el caso que nos ocupa,por cuanto a las superestructuras, los pueblos más desarrollados de nuestro continente construían grandiosas obras de ingeniería hidráulica y monumentales palacios y templos; sus conocimientos astronómicos eran avanzados; medían el tiempo con precisión y superaban a las civilizaciones europeas de la época en diversos, importantes aspectos; todo esto es cierto, como Lombardo, gran conocedor y admirador de su genio, lo expresa:

...la portentosa Tenochtitlan, asombró a los europeos...
…la portentosa Tenochtitlan, asombró a los europeos…

“… habían llegado a un alto nivel en algunas de las superestructuras sociales. Su astronomía y su cronología eran perfectas para su tiempo. Su calendario, formado siglos antes de nuestra Era, tenía un valor superior a los calendarios Juliano y Gregoriano. Su conocimiento de la flora y de la fauna era profundo y la clasificación que hicieron de sus especies puede considerarse ejemplar. La agricultura conocía el trabajo intensivo de la tierra, gracias a ingeniosos sistemas de irrigación. Sus industrias, limitadas a los útiles de producción que poseían, eran de una gran riqueza: cerámica, telas, orfebrería, pulimento de piedras preciosas, mosaicos de pluma entre otras muchas. La arquitectura había llegado a las obras monumentales del arte superior, integrada por la escultura y las pinturas murales. Las leyes o normas que regían la sociedad obedecían a un principio de codificación lógica.”[4]

Sin embargo, a pesar de su alto desarrollo cultural, estaban en desventaja respecto de los invasores europeos desde el punto de vista técnico, porque el  modo de producción de éstos era otro, más avanzado. En el aspecto de la guerra, disponían de armas de fuego, armaduras metálicas y espadas de acero; además, usaban el caballo como instrumento de pelea, desconocido en nuestro territorio. Por eso y también por su crueldad, doblegaron a nuestros pueblos a sangre y fuego; se apropiaron de nuestros territorios y diezmaron a la población aborigen, por muertes violentas y trato inhumano. Además, como Lombardo lo advierte, destruyeron sus culturas, les arrebataron sus tesoros, demolieron sus templos, prohibieron sus creencias, invalidaron sus tradiciones y establecieron el régimen colonial que estuvo plagado de terribles injusticias, ocasionadas por la más desmedida e inhumana ambición:

“A tal punto llegó en los españoles la fiebre por el oro y la plata, que para justificar la horrible explotación de los indios en las minas y en la construcción de edificios públicos, caminos y casas propias de sus amos, algunos de éstos inventaron la teoría de que los mexicanos no eran hombres, sino bestias, no merecedores a consideraciones y respeto”.[5]

Con lo conquista, los españoles impusieron formas de explotación desconocidas por los pueblos originarios.

...los españoles impusieron formas de explotación desconocidas por los pueblos originarios...
…los españoles impusieron formas de explotación desconocidas por los pueblos originarios…

La aparcería fue una modalidad de la servidumbre del Medioevo, que ellos ya habían vivido por largo tiempo: el español, terrateniente o encomendero, concedía a una comunidad o grupo de aparceros, indígenas,el derecho a cultivar cierta porción de tierras, quedando obligados a entregarle a cambio la mitad o más de la cosecha, procedimiento por el que, en los hechos, les expropiaban una parte substancial de los frutos de su trabajo.

El encomendero era el titular de una encomienda de indios, aquien la Corona dotaba con una extensión de tierras, por lo general sumamente extensa, que incluía a los pueblos indígenas asentados dentro de ella. La justificación ideológica de las encomiendas fue que se trataba de una obra piadosa, porque se decía que el encomendero convertiría a los indígenas a la fe católica para que así salvaran sus alamas. Pero la verdadera motivación era económica y estaba vinculada con la ambición, ya que el encomendero se enriquecía con el producto del trabajo de los indígenas, convertidos en aparceros, de igual forma que lo hacía el señor feudal, explotando a sus vasallos. La calidad de encomenderos la otorgaba la Corona, como “recompensa”, a personajes que, por su violencia, se destacaron en la guerra de conquista contra los pueblos originarios; o en su caso, a algunos otros individuos favorecidos también por la monarquía española, por las razones más diversas. Pero, como puede observarse, a pesar de que sus particularidades fueron distintas a las de la Europa medieval, este modo de producción no se diferencia del típico modo feudal.

Los españoles también impusieron a los indígenas una modalidad de esclavitud apenas disfrazada, en que los obligaban a trabajar en la producción minera en circunstancias inhumanas, y de esclavitud sin careta a los hombres y mujeres violentamente secuestrados en su tierra, África, a los que trajeron cargados de cadenas para que reemplazaran a las poblaciones indígenas que, por las terribles condiciones de explotación a que las sometían, iban siendo exterminadas.

Por otra parte, España estableció prohibiciones y límites a la producción agrícola y artesanal de la Nueva España, le impidió comerciar con las demás colonias de lo que hoy llamamos América Latina, y le impuso una inacabable cadena de trabas con el propósito de impedir su desarrollo económico –y el de todas las colonias, a las que se sometía a igual trato- para evitar el riesgo de su ulterior liberación. Lombardo lo sintetiza en pocas líneas:

“Lo que el pueblo vivió fue el régimen del latifundio, de la esclavitud en las minas, del monopolio del comercio, de los estancos, de las alcabalas, del crédito usurario, de la corrupción de los tribunales de justicia, de la administración pública burocratizada e ineficaz, del vicio en la política, de la intolerancias y de los crímenes de la Santa Inquisición, de la persecución del pensamiento, del sometimiento del gobierno civil al poder eclesiástico y del dominio omnímodo de la Iglesia Católica en todos los actos importantes de la vida humana”.[6]

¿Qué efectos tuvo la conquista sobre el modo de producción imperante en el México prehispánico?

De acuerdo con la concepción de Lombardo, la invasión europea y toda su secuela de hechos, ya señalada, frenaron el desarrollo de las fuerzas productivas propias del modo de producción comunal primigenio –que era el dominante al momento de la irrupción– e imposibilitaron, por tanto, que, llegado el momento, se produjera la contradicción dialéctica entre ese desarrollo y las relaciones de producción para que se diera el salto a un modo más avanzado, que en ese caso vendría a ser el esclavismo. Y de igual manera truncaron la posibilidad de que, en otro momento histórico, posterior, se repitiera el ciclo que iría del desenvolvimiento de las fuerzas productivas durante un esclavismo dominante –que en nuestro caso ya no existió—hasta que, con la lucha de clases de por medio, entraran en contradicción con las relaciones de producción, y se resolviera el conflicto con un salto cualitativo que arribara al modo feudal, y así en adelante.

América Latina, proceso histórico objetivamente distinto...
América Latina, proceso histórico objetivamente distinto…

Con la colonización europea, en vez del proceso dialéctico señalado, se constituyó lo que en mi opinión se podría definir como una mezcla de distintos modos de producción que operaban con simultaneidad: el comunismo primitivo –que ni siquiera llegó a desaparecer del todo durante los tres siglos de coloniaje—el esclavista y el feudal coexistiendo sin que alguno se constituyera en dominante. Por eso, soy de la opinión de que conformaron un hasta cierto punto novedoso modo de producción complejo[7], aclarando que su novedad se constriñe al hecho de que no fue previsto de manera explícita por los fundadores del marxismo, ya que obedeció a un proceso concreto diferente de los que ellos examinaron; aunque también hay que reiterar que se trató de la yuxtaposición de los ya estudiados y descritos por Marx y Engels. Y lo que es más importante, hay que subrayar que lo sucedido en nuestra región, en nada contradice lo planteado por los fundadores del marxismo, puesto que consiste en una diferencia regional particular que no afecta el contenido general ni cuestiona la validez del materialismo histórico, pero lo enriquece.[8]

Ahora bien, como ya vimos, la influencia no fue unilateral –nunca lo es en los procesos dialécticos—sino que el hallazgo del Continente Americano por parte de los europeos, y la relación abusiva que, con el coloniaje, impusieron los invasores, contribuyeron de manera poderosa a propiciar el ascenso, en ciertas regiones de Europa, de una clase social –la burguesía– que ya se había gestado y se abría paso en el seno de la sociedad feudal todavía imperante, clase ascendente cuyos intereses reñían con los de la vieja nobleza propietaria de la tierra.

Pero además, esos mismos hechos dieron paso a otro proceso de diferenciación entre nuestra región geográfica y Europa: en tanto que nuestra región, víctima del colosal saqueo de sus recursos y sujeta a toda clase de trabas, a partir de la conquista tuvo un ritmo muy lento de desarrollo de sus fuerzas productivas durante largos tres siglos –que obviamente aumentaron el rezago– ciertos países de Europa –con Inglaterra, en primer término– que no estuvieron sujetas al tipo de políticas restrictivas que España impuso a sus colonias y tuvieron una temprana revolución industrial, se desenvolvieron a un ritmo rápido, que vino a profundizar mucho más el abismo que ya las separaba en materia de adelanto económico.

Inglaterra, en efecto, fue la principal beneficiaria final del inmenso despojo del oro, la plata y piedras preciosas, entre otros valiosos elementos, factor importantes que sumado a otros repercutió en su avance con rapidez en el proceso de transición del feudalismo al capitalismo. Por su parte, España y Portugal, a pesar de haber estado entre los más grandes saqueadores iniciales de los recursos de la actual América Latina por su dominio directo sobre grandes porciones del territorio del subcontinente, por paradójico que parezca a fin de cuentas no capitalizaron los beneficios, sobre todo a causa del fuerte arraigo del feudalismo en sus sociedades y como resultado también de su consecuente, mínimo desarrollo manufacturero e industrial previo. Por tanto, acabaron siendo simples puntos de tránsito de los enormes caudales de riquezas, de nuestra región, hacia Inglaterra y otras potencias.

Desarrollo desigual y modos de producción diferenciados, en América Latina, respecto de Europa y Norteamérica.

Tres siglos después, hacia los inicios del XIX, la prolongada dominación europea desembocó en el estallido de las luchas por la independencia en toda América Latina, de manera prácticamente simultánea. De acuerdo con el análisis marxista de Lombardo, sin desestimar el anhelo de liberación política que existía, a esas luchas las motivó, sobre todo, el hecho de que las fuerzas productivas materiales, a pesar de su lento desarrollo, finalmente habían entrado en contradicción con las relaciones de producción vigentes que paralizaban el desarrollo de la economía. Para resolver esa contradicción no podría bastar con la independencia política, como no bastó; hacían falta transformaciones en la estructura económica que liquidaran los arcaicos componentes de aquel modo de producción, complejo, pero sumamente rezagado, dado que en Europa y América del Norte, el capitalismo ya era una realidad, en tanto nuestras sociedades, sin excepción, se mantenían inmersas en la mezcla descrita de modos precapitalistas de producción.

...en Europa y América del Norte, el capitalismo ya era una realidad, en tanto en América Latina se mantenían los modos de producción precapitalistas...
…en Europa y América del Norte, el capitalismo ya era una realidad, en tanto en América Latina se mantenían los modos de producción precapitalistas…

Comprendiéndolo así, y considerando sus características y composición, así como las ideas que se fueron plasmando, en el transcurso de la lucha emancipadora, en los que vendrían a ser documentos programáticos vitales, Lombardo definió la que estalló en 1810, en la Nueva España, como una revolución por la independencia y, al mismo tiempo y sobre todo, una guerra de clases antiesclavista y antifeudal.

Pero la de México como las demás luchas liberadoras de la región, en aquel momento alcanzó la independencia política nada más. No se alcanzaron metas superiores porque la correlación de fuerzas no lo permitió. El objetivo de destruir las relaciones de producción, esclavistas y feudales, quedó pendiente. En ese marco, para nuestra nación incipiente, igual que para las demás antiguas colonias, dice Lombardo, hubo necesidad de solucionar “un doble y trascendental problema, por una parte, el de revisar la estructura económica, social y política del largo período colonial para crear las bases sobre las cuales se asentaría su nueva vida, y por otra parte, el problema de las relaciones entre los Estados que surgían a la vida internacional.”[9] Y como era natural que sucediera, al no haber sido destruida la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, la lucha estalló de nueva cuenta, tomando la forma de un enfrentamiento entre liberales y conservadores, pero que en el fondo era la continuidad de la revolución antifeudal y contra el esclavismo. Esta etapa culminó con la derrota de los conservadores y la elaboración de las Leyes de Reforma; pero la dictadura de Porfirio Díaz ocasionó que, otra vez, nuestra lucha revolucionaria quedara trunca, sin alcanzar sus objetivos profundos de transformación social. Por eso, necesariamente tendría que estallar, en su momento, lo que Lombardo llamó también el tercer tiempo del proceso revolucionario de México.

  [1] Sexto fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”. Próximamente será publicada por el Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”. [2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”. [3] Lombardo, “La personalidad de México”, en ¿Moscú o Pekín?, La vía mexicana al socialismo. Editorial Combatiente, México, 1975, pág. 82. [4] Ibidem. [5] Vicente Lombardo Toledano, Contenido y trascendencia del pensamiento popular mexicano. Mensaje de la Universidad Obrera de México a la UNESCO. Noviembre-diciembre de 1947. Primera edición, 1947, Universidad Obrera de México. Segunda edición facsimilar, 2010, CEFPSVLT. Pág. 6. [6] Op cit., pág. 7. [7] Sobre los argumentos que fundamentan la propuesta de denominación “modo de producción complejo”, ver Cuauhtémoc Amezcua Dromundo y Martha Elvia García García, Análisis de la concepción marxista de Vicente Lombardo Toledano sobre el desarrollo de la historia. México, 2011, CEFPSVLT. Pp. 32-33. [8] Sobre el fenómeno de las alteraciones al desarrollo materialista-histórico de esta región geográfica, derivadas de la irrupción europea, ver Cuauhtémoc Amezcua Dromundo y Martha Elvia García García, Análisis de la concepción marxista de Vicente Lombardo Toledano, op cit., pp. 103-104. [9] Vicente Lombardo Toledano, “El drama de los pueblos de América Latina”, en La Confederación de Trabajadores de América Latina ha concluido su misión histórica. Este documento fue escrito por Vicente Lombardo Toledano precisamente cuando la Confederación de Trabajadores de América Latina dio por concluidas sus tareas, y se publicó como folleto por esa misma organización. Ha sido reproducido en numerosas ocasiones, la más reciente, por el CEFPSVLT que lo incluyó en la versión facsimilar de Por un mundo mejor, diario de una organización obrera durante la segunda guerra mundial, t. I, p. VIII1. 2007.

Objetivos y táctica, a debate entre los marxistas mexicanos.[1]

Objetivos y táctica, a debate entre los marxistas mexicanos.[1]

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.[2]

En el fragmento anterior recordamos que, existiendo distintas opiniones entre los partidarios del socialismo en México sobre cómo y hacia dónde, con qué objetivos inmediatos y posteriores, y con qué tácticas habría que transformar la realidad de México, Vicente Lombardo Toledano los convocó a discutir colectivamente todas estas cuestiones. Así fue como se produjo la Mesa redonda de los marxistas mexicanos[3], realizada en enero de 1947, con la idea de que de esa discusión surgiera la unidad de todas las corrientes consecuentemente revolucionarias.

Los objetivos y táctica de los revolucionarios, se discutieron en la Mesa Redonda de los marxistas mexicanos.
Los objetivos y táctica de los revolucionarios, se discutieron en la Mesa Redonda de los marxistas mexicanos.

El tema que propuso Lombardo fue justamente: “Objetivos y táctica de lucha del proletariado y del sector revolucionario de México en la actual etapa de la evolución histórica del país”. La carta invitación fue enviada al Partido Comunista Mexicano, Acción Socialista Unificada, Grupo “El Insurgente” y Grupo marxista de la Universidad Obrera; también se les propuso nombraran hasta seis de sus miembros como sus representantes en la conferencia. Además, hubo otros invitados, sugeridos por los ya mencionados: Narciso Bassols, Víctor Manuel Villaseñor, José E. Iturriaga, Juan Manuel Elizondo, Agustín Guzmán, Francisco de la Garza, Gaudencio Peraza, Gontrán Nobel y Rafael Carrillo.

Finalmente, la lista de los integrantes del relevante evento quedó de esta manera: Vicente Lombardo Toledano, Enrique Ramírez y Ramírez, Miguel Mejía Fernández, Humberto Lombardo Toledano, Rodolfo Dorantes y Carmen Otero y Gama, por el Grupo marxista de la Universidad Obrera, como titulares, y Federico Silva, Estela Carrasco, Joel Marroquín y María Teresa Puente, suplentes. Por el PCM, Dionisio Encina, Jorge Fernández Anaya, Blas Manrique, Carlos Sánchez Cárdenas, Abel Cabrera L., y Prisciliano Almaguer, titulares, y como suplentes, Alberto Lumbreras y Estela Jiménez Esponda. Por el Grupo marxista “El Insurgente”, como titulares Leopoldo Méndez, José Revueltas, Luis Torres, Moisés Rogelio Díaz, Eduardo Alonso y Jesús Miranda, y como suplentes, Luz Salazar, José Alvarado y Abraham Gutiérrez. Acción Socialista Unificada designó a Alberto Bremauntz, Valentín Campa, Hernán Laborde, José María Téllez, Manuel Meza Andraca y Miguel A. Velazco, todos titulares. Además, asistieron los invitados ya antes citados, a título individual.  

Hace tiempo que se observa un abandono de la teoría por parte del movimiento obrero y campesino del país…

La intervención inicial, que además constituyó la base para la discusión, corrió a cargo del convocante. En una primera parte del documento, Lombardo, entre otras cuestiones, expresó las siguientes: A) Hace tiempo, se observa un abandono de la teoría por parte del movimiento

Vicente Lombardo Toledano, pintado por David Alfaro Siqueiros.
Vicente Lombardo Toledano, pintado por David Alfaro Siqueiros.

obrero y campesino del país, y esto ha repercutido en la aparición de múltiples problemas que afectan el desarrollo de la Revolución Mexicana. B) Se presentan divergencias de criterio sobre cuáles son las metas inmediatas y cuál es la forma de organizar las fuerzas para alcanzarlas. C) Se han observado dos desviaciones, una de izquierda y otra de derecha. D) La desviación de derecha plantea que el gobierno de México evite toda fricción con los monopolios extranjeros, y sigua una política de “interdependencia” con Estados Unidos para resolver los problemas domésticos de la nación. E) La desviación de izquierda, sin embargo, es hoy la más peligrosa: consiste en afirmar que llegó el momento de que el gobierno cumpla de manera inmediata y mecánica con los objetivos fundamentales de la Revolución Mexicana; que se vuelva un instrumento del proletariado, porque si no lo hace, se deberá considerar que se trata de un gobierno entregado a los enemigos de la nación. Esta desviación debilita la lucha e incurre en el oportunismo y en el sectarismo. Luego planteó y desarrolló los aspectos teóricos. A) La necesidad de estudiar la realidad con base en una teoría científica que no puede ser otra que la que sustenta la filosofía del proletariado. B) Explicó qué es y en qué consiste, en términos generales, la filosofía del materialismo dialéctico, como teoría y como método. C) Asimismo, qué es el materialismo histórico. D) Respecto de las maneras de negar el marxismo, señaló que unos lo hacen de manera abierta, como los idealistas filosóficos y los metafísicos. Pero otros, lo deforman, y también es una manera de negarlo. Y otros más, lo niegan convirtiéndolo en dogma. Explicó cada una de las formas de negación enunciadas. E) Desarrolló el tema de la obligatoriedad, para los marxistas, de aplicar el marxismo al análisis de la realidad, porque

“Si queremos, pues, tener un conocimiento marxista, científico, de la realidad de hoy, para inferir de este conocimiento las deducciones que necesitamos en la acción práctica, es indispensable analizar el medio concreto de nuestro tiempo; saber en qué consiste la realidad rica y viva de un hecho nuevo, diferente a la realidad de otro tiempo, conectada con las realidades de ayer, en virtud de la conexión, de la interacción, de las relaciones sociales, de todo el proceso del desarrollo histórico que hemos analizado, pero al fin y al cabo realidad nueva, concreta, que sólo se explica con los principios del Materialismo Dialéctico, del Materialismo Histórico, de la Economía Política.”[4]

El imperialismo en escala mundial surgió de la guerra debilitado…

A continuación, el ponente caracterizó al mundo en 1947. Aquí se ofrece a los lectores una síntesis muy apretada de esa rica exposición: A)

Examinar la realidad a la luz de la teoría del proletariado, formulada por Marx y Engels y enriquecida por Lenin.
Examinar la realidad a la luz de la teoría del proletariado, formulada por Marx y Engels y enriquecida por Lenin.

Estamos en la época de la transición entre capitalismo y el socialismo. B) El mundo está dividido en dos grandes sistemas: el capitalismo y el socialismo, “que existe en la sexta parte de la Tierra”. C) El capitalismo se halla en su última etapa, la etapa del imperialismo, que es el capitalismo en proceso de descomposición. D) Dentro de esta etapa del imperialismo hay una crisis general del capitalismo. E) El imperialismo  en escala mundial surgió de la guerra debilitado, porque Alemania, Japón e Italia, fascistas, también eran potencias imperialistas y perdieron su fuerza dominante. F) Aunque, si bien el imperialismo salió debilitado en escala mundial, se concentró, en cambio, en un solo país: Estados Unidos, donde los monopolios crecieron y se fortalecieron económica, política y militarmente, convirtiéndose en una grave amenaza para todos los pueblos del mundo. E) El socialismo en la URSS también se fortaleció de manera importante. A pesar de las enormes pérdidas materiales, a pesar del enorme sacrificio de hombres que ha tenido que sufrir, la guerra consolidó el régimen socialista. F) Hoy existen dos grandes potencias con sistemas sociales distintos, cuyo poder económico, político y militar es mayor al de todos los demás países, Estados Unidos y la Unión Soviética. G) Otra característica del mundo, luego de la guerra, es la inestabilidad de la paz, seriamente amenazada.

H) La liberación de los pueblos de Europa central y sudoriental, del nazismo, por la lucha de la clase obrera y otras fuerzas progresistas –con

China vivía una lucha intensa, que culminó con la victoria del Ejército de Liberación Nacional...
China vivía una lucha intensa, que culminó con la victoria del Ejército de Liberación Nacional…

la ayuda del Ejército Rojo—tuvo el alcance de una revolución triunfante, porque el imperialismo que intervenía en su vida económica y política, en muchos casos, era sobre todo el imperialismo alemán. Con la insurrección victoriosa de los pueblos contra el invasor, se detonó un movimiento de grandes transformaciones: las tierras fueron nacionalizadas y entregadas a los campesinos; las industrias fueron nacionalizadas; la banca fue expropiada. Si bien la propiedad privada no se ha suprimido, subsiste como minoritaria frente a la propiedad estatal, ahora mayoritaria. I) En contraste, al otro extremo de Europa sobrevive el régimen fascista, rezagado y opresor, en España y Portugal. J) El imperio británico entró en crisis en su industria, en su moneda y en su dominio imperial que se desquebraja. K) En Francia se vive una intensa lucha entre las fuerzas del proletariado y otras, progresistas, contra los remanentes del fascismo que pretenden restaurar su poder. El gobierno actual es de coalición progresista[5] y está tratando de enfrentar y controlar los monopolios, rehabilitar la economía y elevar el nivel de vida del pueblo. La batalla es ardua. L) En Italia hay una crisis semejante a la de Francia, con una lucha importante entre la reacción y los monopolios, y las nuevas fuerzas organizadas del pueblo[6]. M) China vive un combate agudo que se libra, también entre fuerzas de carácter progresista y popular, por una parte, contra las de la derecha proimperialista y ligada con los señores feudales.[7] N) En América Latina renace el deseo de emancipación en cada uno de los países que la integran. La contradicción que se da entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción ha llegado al grado en que sólo hay dos soluciones posibles: o bien se destruyen las formas artesanales y feudales de la producción, o se va atrás y se consolida el carácter neocolonial de las relaciones económicas y políticas, con la predominancia del imperialismo y las fuerzas reaccionarias. El desequilibrio mencionado explica la inestabilidad política tan extendida en la región. O) En la India, Indochina y Birmania; en los países árabes y en las colonias de África, se vive en estos momentos una insurrección contra el imperialismo colonial, lucha que toma diversas formas concretas.

Hay quienes, asumiéndose revolucionarios, hacen una interpretación simplista, no marxista, de la realidad.

Lombardo también se refirió a la amplia diversidad del desarrollo económico y de la vida democrática, de ese momento:

“…podría decirse que las formas del desarrollo histórico presentan hoy una variedad mucho más grande que en ninguna otra época, y que esta diversidad tan importante no es más que la confirmación del principio del desarrollo desigual en la historia, del principio del desarrollo diferente de las instituciones sociales, según el país y según el momento histórico en que se encuentren.”[8]

Enseguida, criticando el simplismo en que algunos incurrían en sus intentos de analizar la realidad, dijo:

“Una interpretación simplista del desarrollo histórico podría consistir en decir que el tránsito al través de la historia, el cambio de la sociedad humana, se ha caracterizado en pasar del régimen del comunismo primitivo al régimen de la esclavitud; de la esclavitud al feudalismo, más tarde al capitalismo y, por último al socialismo y que, en tal virtud, nuestra época de hoy es una época caracterizada por la instauración del régimen socialista…”[9]

Luego, habló sobre la existencia de grados diferentes en el desarrollo de las revoluciones, y de la variedad de objetivos inmediatos del proletariado; de cuáles son sus objetivos en el mundo colonial, y cuáles, en los países semicoloniales; de la diversidad de estrategia y táctica, y de las nuevas formas de organización del proletariado. Respecto de los propósitos de la clase proletaria en México y otros países semejantes, expresó:

“Nuestros países aún conservan, a pesar del desarrollo demográfico que en los   últimos años, en algunos de ellos, ha sido importante, a pesar de que el progreso general de la ciencia y de la tecnología ha tenido sus repercusiones en ellos también, conservan aún su fisonomía semifeudal, y la intervención de las fuerzas de los monopolios internacionales contribuye a mantener esta fisonomía en provecho no sólo de los detentadores del régimen atrasado, sino de los propios agentes del imperialismo.”[10]

¿Por qué, la Revolución Mexicana no se propuso el advenimiento inmediato del socialismo? ¿Qué objetivos y qué

los objetivos que correspondían al desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas del país ...
los objetivos que correspondían al desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas del país …

táctica, propuso Lombardo?

Al plantear los objetivos inmediatos de la transformación de México, Lombardo dijo que la Revolución Mexicana no se había propuesto como objetivo inmediato el advenimiento del socialismo –meta para la cual indudablemente no existían las premisas necesarias en una sociedad pre-capitalista como era la nuestra, en 1910 y ni siquiera se daban cuando se realizaba este debate, en 1947– sino que aspiraba a destruir la estructura semifeudal y esclavista y desarrollar las fuerzas productivas de la nación. También hizo notar que, al realizarse la mesa redonda, ese mismo seguía siendo un objetivo medular del proletariado y otras fuerzas progresistas.

Señaló que la Revolución además se había propuesto como objetivo medular la emancipación de la nación respecto del imperialismo, que de igual manera se mantenía vigente, y su otro propósito fue el establecimiento de un régimen democrático popular, por el que asimismo había que seguir luchando. Éstos eran los objetivos que correspondían al desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas del país en la etapa previa, y los que podían sentar las bases para nuevas transformaciones revolucionarias.

Otros fines más concretos, además, serían el de industrializar al país para romper el desequilibrio existente entre el desarrollo agrícola y el industrial, y como la fórmula principal para desarrollar las fuerzas productivas, sin lo cual sería imposible. Con ese mismo fin habría que orientar el crédito público y privado a propósitos reproductivos y no a finalidades especulativas, como de manera indebida se venía haciendo hasta entonces, incluso en tiempos de gobiernos tan progresistas como el de Lázaro Cárdenas. Estableció que para el avance ulterior del proceso revolucionario hacia sus objetivos, la clase obrera debería dirigir la Revolución Mexicana, y ya no la burguesía, porque ésta es una clase social muy débil e inconsistente frente al enemigo principal, el imperialismo y, sin la dirección del proletariado, los objetivos señalados no podrían alcanzarse. Planteados los objetivos, expuso que la táctica de lucha debería ser la unidad nacional; es decir, la construcción de un frente muy amplio, de carácter nacional, contra el imperialismo, porque en nuestro caso,

“la Revolución, además de ser una Revolución que conviene al proletariado, es una Revolución que conviene al resto de la nación mexicana”.[11]

Lombardo consideró que además había otro elemento táctico imprescindible: “la creación de un gran partido popular de las masas progresistas de México, para que sirva, al lado de los demás partidos progresistas que existan y al lado de las agrupaciones de carácter social, a la consecución de los objetivos inmediatos señalados”.[12]

Así quedó planteada la propuesta que se concretaría más tarde con el surgimiento a la vida pública del Partido Popular, tema que abordaremos más adelante. Los objetivos y el programa del proletariado y las fuerzas progresistas de México, ya señalados, se podrían resumir de manera apretada en tres puntos: a) la emancipación económica del país; b) la elevación del nivel de vida del pueblo, y c) la obtención de mejores condiciones democráticas.

En sus numerosas intervenciones, los participantes en la Mesa redonda de los marxistas mexicanos analizaron el documento que presentó Lombardo; la memoria del evento registra diversas apreciaciones sobre los temas abordados y valiosas coincidencias que dieron pie a futuras acciones conjuntas. Hubo discrepancias, de igual forma, e incluso debates entre unos y otros de los asistentes. Pero no hubo expresión alguna de rechazo al documento central ni de objeción a sus aspectos fundamentales.

Los oradores fueron: Jorge Fernández Anaya, del PCM; Valentín Campa, de Acción Socialista Unificada; Jesús Miranda, del Grupo “El Insurgente”; Víctor Manuel Villaseñor, como invitado, a título personal; Rafael Carrillo, también invitado, a título personal; David Alfaro Siqueiros, de la Sociedad Francisco Javier Mina –que solicitó participar en la mesa redonda cuando se había instalado y fue aceptada–; Miguel Mejía Fernández, de la Universidad Obrera; Dionicio Encina, del PCM; Luis Torres, del Grupo “El Insurgente”; Manuel Meza Andraca, de Acción Socialista Unificada; Narciso Bassols, como invitado, a título personal; Rodolfo Dorantes, de la Universidad Obrera; Juan Manuel Elizondo, como invitado, a título personal; Blas Manrique, del PCM; José Revueltas, del Grupo “El Insurgente”; Hernán Laborde, de Acción Socialista Unificada; Narciso Bassols, por segunda vez; Enrique Ramírez y Ramírez, de la Universidad Obrera; Leopoldo Méndez, del Grupo “El Insurgente”; Vicente Lombardo Toledano, por segunda vez, para hacer una proposición procedimental; Valentín Campa, por segunda vez; Carlos Sánchez Cárdenas, del PCM; David Alfaro Siqueiros, por segunda vez; Narciso Bassols, por tercera ocasión; Luis Torres, por segunda vez; Juan Manuel Elizondo, por segunda vez, y Vicente Lombardo Toledano, en la intervención final.[13]

[1] Quinto fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”, recién concluida, y que próximamente será publicada por el Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[3] Mesa redonda de los marxistas mexicanos, CEFPSVLT, México. 1982.

[4] Op cit., pág. 33.

[5] Gobernaba una coalición del Partido Socialista Unificado – Sección Francesa de la Internacional Obrera, más conocido por su abreviatura en francés, SFIO, con el Partido Comunista Francés, que tuviera una fuerza política y electoral muy importante.

[6] El primer ministro Alcide de Gasperi estaba al frente del gobierno. Fue un político antifascista, vinculado con la socialdemocracia y la democracia cristiana. El Partido Comunista Italiano era vigoroso como fuerza electoral y de masas, y consecuentemente, incidía de manera significativa en la vida nacional.

[7] En 1946 se había iniciado una nueva etapa de la guerra civil, que se denominó Guerra de Liberación, entre el Ejército de Liberación Nacional, compuesto sobre todo por los combatientes del Partido Comunista Chino, guerra que culminó con la victoria total, y la proclamación, el 1 de octubre de 1949, de la República Popular China, por Mao Zedong.

[8] Mesa redonda de los marxistas mexicanos, op cit., pág. 43

[9] Ibídem.

[10] Op cit., pág. 49.

[11] Op cit., pág. 58.

[12] Op cit., pág. 69.

[13] Los textos íntegros de las intervenciones se pueden consultar en la Mesa Redonda de los Marxistas, op cit.

Lombardo y el debate marxista sobre el socialismo en México[1]

Lombardo y el debate marxista sobre el socialismo en México[1]

Cuauhtémoc Amezcua Dromundo[2]

Entre Vicente Lombardo Toledano y otras personas, organizaciones, corrientes y grupos de izquierda hubo discrepancias de diversas índoles. Aún se debaten hoy en día, algunas de ellas, con igual vehemencia, ya sea en los ámbitos académicos o los de la lucha política revolucionaria.

Una de las principales cuestiones de diferendo ha sido la relativa al objetivo inmediato que deberían proponerse los revolucionarios, en el caso de México en el siglo XX, y de cómo deberían realizarlo: 1) insurrección armada –a semejanza de la soviética– para que el proletariado tomara el poder, derrocara a la burguesía e instaurara el socialismo en lo inmediato, como proponían unos, o 2) desarrollo de las fuerzas productivas nacionales a cargo de un conjunto de diversas fuerzas sociales de carácter patriótico y bajo la dirección de la clase trabajadora, dentro de un sistema que por algún tiempo conservara la propiedad privada, pero cuyo fin sería independizar al país económica y políticamente respecto del imperialismo, a la brevedad, proceso durante el cual se buscaría sentar las bases materiales y subjetivas para el cambio revolucionario al socialismo, según el otro punto de vista. Esta disyuntiva, que tiene que ver con principios y categorías del marxismo, y también con lo relativo a la realidad nacional, fue largamente debatida en el siglo XX, pero es vigente hoy mismo y por esa razón continúa dándose el debate.

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Lombardo, pensador marxista y luchador por el socialismo.

Entre los participantes de éste y otros desacuerdos respecto a qué hacer y cómo hacerlo en la lucha revolucionaria, estuvieron, por un lado, los dirigentes del Partido Comunista Mexicano, PCM, fundado en 1919, que fue parte orgánica de la Internacional Comunista, IC, y por el otro, el pensador marxista y organizador y dirigente de la clase obrera, Vicente Lombardo Toledano.

Procede precisar que la relación entre Lombardo y el PCM fue complicada, pues comprendió coincidencias, manifestaciones de unidad en la acción y alianzas, en diferentes momentos del acontecer nacional e internacional; pero de igual manera incluyó desavenencias y enfrentamientos, habiendo predominado éstos, por su frecuencia y duración,  y también por la aspereza que alcanzaron en muchas ocasiones.

La alternativa formulada líneas arriba respecto al objetivo inmediato de la lucha revolucionaria en México, es cierto que tiene como opción de respuesta rápida la de “la insurrección armada inmediata para instituir el socialismo ya”, porque suena atractiva, aunque usualmente se emite sin dar tiempo a la reflexión. Pero si se analiza el problema con apego riguroso al método y a la teoría marxista, se llega a la conclusión de que ese aserto no necesariamente es justo ni está debidamente fundamentado, porque se trata de un problema que exige se tomen en cuenta varios elementos de juicio, unos de carácter general y otros de tipo particular. Entre los de carácter general están los siguientes: a) el principio del materialismo dialéctico que postula que ni en el universo ni en la vida social existe algo que esté inmóvil; b) la inferencia de que, dado que todo se mueve de manera constante, y se transforma, los modos de producción –o sean los sistemas de organización de la sociedad– todos son perecederos, ninguno inmortal; por lo tanto, el capitalismo tampoco es eterno, y c) otro principio conectado con los anteriores: lo mismo en la naturaleza que en las sociedades humanas,luego de un proceso de cambios de cantidad, que son acumulativos, se produce un cambio súbito y profundo, un salto que cambia la calidad del fenómeno, al que en la vida social se le llama cambio revolucionario o simplemente, revolución.

La concepción marxista exige tomar en cuenta tanto lo general como lo particular.

Si consideráramos sólo los principios generales señalados, sin tomar en cuenta los concretos, la referida respuesta rápida parecería ser la correcta, sin más. Pero sería antimarxista quedarnos con ese único basamento ya que el método dialéctico no permite desentenderse de las particularidades que tienen que ver, entre otros aspectos, con un pueblo concreto y una época concreta. Conviene reiterarlo, la concepción marxista exige tomar en cuenta tanto lo general como lo particular.

Para examinar los elementos particulares de manera correcta, indudablemente que hace falta, entre otros requisitos, que se tenga un conocimiento suficiente de: a) la historia del pueblo de que se trate –en nuestro caso el pueblo mexicano– y del grado que ha alcanzado el desarrollo de sus fuerzas productivas, precisando con qué relaciones de producción se corresponden, las de la comunidad primitiva, las esclavistas, las feudales, las capitalistas o las socialistas, y b) se debe tener un conocimiento suficiente de la realidad económica y social de México, en nuestro caso. También es claro que se debe analizar todo el cuadro de las particularidades en su conjunto con apego riguroso al materialismo dialéctico y al materialismo histórico. De seguro Lombardo tuvo esto presente cuando, cuestionado por el intelectual norteamericano James W. Wilkie respecto a las diferencias que el PCM tuvo con el pensador y dirigente marxista, respondió:

“Las discrepancias que yo he tenido toda mi vida con el Partido Comunista Mexicano, se deben a que sus dirigentes no entienden lo que es México, no conocen su historia, no han sabido aplicar los principios, que debían conocer, a la realidad mexicana, y por eso chocamos a cada momento…”[3]

Por otra parte, retomando la importancia de lo concreto, además de lo general, podríamos plantear el asunto a discusión de esta manera:

El socialismo no… es sino el resultado final y la meta inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas… V. I. Lenin.

Puesto que de acuerdo con el materialismo dialéctico e histórico, para que se detonara la Revolución Socialista de Octubre fue necesario que antes, en la vieja Rusia se diera una acumulación paulatina de cambios cuantitativos específicos en la base económica, sobre todo, pero también en las superestructuras; y puesto que dicha acumulación de cambios deberían tener un contenido específico que permitiera a Lenin y los demás bolcheviques llamar a la insurrección como tarea inmediata, con el objetivo de establecer la dictadura del proletariado y emprender la edificación del socialismo, ¿en México, en el siglo XX, se produjeron, acaso, cambios equiparables a los que se dieron en Rusia, en los años anteriores a 1917? Es decir, ¿puede afirmarse que existían aquí premisas semejantes a las que había en la Rusia zarista y que hicieron posible aquel proceso victorioso? No hay que olvidar que, como lo dice el propio genio de la Revolución de Octubre, Vladimir Ilich Lenin, “Marx y Engels fueron los primeros en esclarecer en sus obras científicas que el socialismo no es una invención de soñadores, sino la meta final y el resultado inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas dentro de la sociedad contemporánea…”.[4]

En el hipotético caso de que estas preguntas tuvieran respuestas afirmativas, no habría dudas: siendo luchadores revolucionarios, los marxistas mexicanos del siglo XX, y en concreto, los partidos de la clase obrera, debieron juzgar que su tarea apremiante era organizar y dirigir la insurrección obrera que tomara el poder, desplazara a la burguesía e instaurara la sociedad sin explotadores ni explotados y sin propiedad privada de los medios de producción y cambio, la sociedad socialista, sin distraer su atención en menesteres distintos. Pero el análisis de los elementos particulares demostró que ése no era el caso; que las preguntas arriba planteadas no podían tener respuesta afirmativa, como veremos adelante.

O volviendo a la tendencia indebida a depender sólo de los elementos generales dejando de lado los particulares, podríamos preguntarnos lo siguiente: Siendo que el capitalismo era el modo de producción dominante en el mundoen el siglo XX –como lo es hoy en día– ¿se ha de entender por ese solo hecho que todos los países de la Tierra, y México en particular, habrían acumulado los cambios de cantidad específicos que sentarían las condiciones para el salto cualitativo al socialismo? Y siguiendo el mismo hilo de razonamiento, ¿se debe entender que hoy mismo procede dar saltos revolucionarios al socialismo en todos los países del planeta de manera simultánea, sin pasos intermedios?

Este problema no es menor. Téngase en cuenta que personas e instituciones relevantes dentro de la corriente marxista, en distintos momentos concibieron que sí existían las condiciones para un salto revolucionario simultáneo y general, de carácter planetario. Allá por los años de 1928 a 1934, por ejemplo, no sólo el PCM, sino la propia Internacional Comunista alentó esa idea, después que su VI Congreso, efectuado en Moscú, en 1928, aprobó una línea política basada en la consigna de que la lucha debería ser frontal “clase contra clase” en todas partes, concepción que se basó precisamente en la hipótesis de que la toma del poder por el proletariado en el mundo entero, era, en aquel momento, inminente. Con este pronóstico y con el objeto de acelerar el proceso, la IC llamó a los trabajadores del mundo a luchar contra la burguesía frontalmente hasta que se lograra la victoria final y el capitalismo se erradicara de la faz de la Tierra, llamado que mantuvo durante más de seis años.

Pero la IC cambió su opinión al respecto en 1935, en su VII Congreso, luego de someter la mencionada decisión previa a un severo análisis autocrítico, que la llevó a resolver que la línea “clase contra clase” había constituido un grave error de subjetivismo y sectarismo, y que había causado serios descalabros a las luchas del proletariado. La revolución socialista no podía ser simultánea, reconoció la IC, puesto que existe la ley del desarrollo desigual de los pueblos que demuestra que no todos marchan al mismo ritmo ni están en las mismas condiciones. Esa misma ley objetiva de la realidad es la que determina que sea indispensable que el análisis se haga tomando en consideración los elementos particulares de cada caso y no solamente los de carácter general.

Importantes contradicciones conceptuales y metodológicas entre el Internacional Comunista y el PCM sobre la táctica para marchar al socialismo.

Hernán Laborde, Secretario General del Partido Comunista Mexicano.

Por su parte, el PCM, no obstante que sus delegados asistieron al VII Congreso de la IC, participaron en la discusión y allí no sólo manifestaron que estaban de acuerdo con el nuevo enfoque, sino que criticaron duramente la posición anterior y saludaron la nueva con verdadero entusiasmo,[5] paradójicamente, como partido, se mantuvo aferrado en su vida diaria a la vieja línea “clase contra clase”. Siéndole al PCM tan difícil abandonar la concepción señalada, sus desavenencias con Lombardo se mantuvieron y alcanzaron momentos de agudo enfrentamiento[6], porque, por su parte, el fundador de sindicatos de lucha y grandes organizaciones obreras nacionales e internacionales como la CTM y la CTAL; de instituciones académicas y partidos políticos, respecto de este tema invariablemente sostuvo una concepción diferente, que no dependió de las distintas posiciones que adoptó la IC y que, bien sustentada en el marxismo, resumió con estas palabras:

“El paso brusco de un estado a otro, de un régimen social a otro distinto, es la revolución… Pero no hay saltos de carácter general, en las categorías universales… y tampoco ocurren las revoluciones abarcando a todos los estadios de la vida social, sino que surgen siempre en una sociedad determinada y en un momento concreto de su proceso histórico”.[7]

Consecuentemente, Lombardo llamaba a los revolucionarios a “seguir el desarrollo de los fenómenos sociales, investigar su contenido substancial al ritmo de sus cambios, conocer las leyes que a ellos se refieren y advertir las transformaciones que sufren, y saber aplicarlas dinámicamente a las situaciones concretas”.[8] Pues sólo de esta manera se podría fijar una política revolucionaria correcta, incluyendo la acertada solución del problema del objetivo inmediato de la lucha, así como también el de la táctica adecuada.

Los trabajadores latinoamericanos y su unidad imprescindible
Capítulo tercero: Lombardo y sus relaciones con el Partido Comunista Mexicano, la Internacional Sindical Roja y la Internacional Comunista.

Ahora bien, la validez del principio referido por Lombardo, de que no hay saltos de carácter general, sino que cada uno es concreto, razón por la que también deben tomarse en cuenta los elementos concretos de análisis; y de que las revoluciones no ocurren abarcando a todos los estadios de la vida social –que se vincula con la ley del desarrollo desigual de los pueblos– ha sido comprobado por la historia con abundancia de datos empíricos.

En efecto, no todos los pueblos del orbe vivieron de manera simultánea ni en condiciones idénticas la comunidad primitiva ni el modo esclavista de producción. Por ejemplo, entre las ciudades griegas y Roma medió una diferencia de alrededor de setecientos años entre los períodos de auge y florecimiento del esclavismo. Además, el modo esclavista establecido en Grecia coexistió con el comunismo primitivo como modo todavía dominante en la mayor parte de la Tierra, por un lapso extenso, y lo mismo sucedió en el caso de Roma, en su momento. Por cuanto al modo feudal de producción, se puede decir algo semejante; tampoco todos los pueblos del mundo entraron a él al mismo tiempo ni en iguales circunstancias. Ni al capitalismo.

Por último, en el siglo XX estalló la Revolución Socialista de Octubre, en 1917, pero no hubo otros estallidos victoriosos en ese momento, ni otros pueblos emprendieron la construcción del socialismo en sincronía con el proceso dirigido por Lenin. Hubo pueblos de Europa que iniciaron su transición al socialismo décadas después, luego de la segunda guerra mundial, al calor de la victoria de la Unión Soviética sobre el fascismo, organizando gobiernos de democracia popular. Otros iniciaron después el trascendente proceso revolucionario hacia la sociedad sin clases, como Cuba. Pero muchos, la mayoría de los pueblos del mundo, aún ahora, ya entrado el siglo XXI, aún no lo han iniciado. Y algunos que acometieron ese camino, como las democracias populares de Europa, y hasta la propia Unión Soviética, que lo hizo con enorme vigor, sin embargo tuvieron que retroceder en su marcha ascendente, regresando al capitalismo, por circunstancias que no es el momento de analizar. Así es la dialéctica de la lucha revolucionaria.

Emblema de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

En el mismo sentido, si bien hoy en día el capitalismo, visto en su conjunto,  es el sistema dominante en el planeta, no es sin embargo el modo de producción que predomina en todos y cada uno de los países de la Tierra. Algunos van adelante  y están inmersos en el esfuerzo de la transición al socialismo; además de Cuba, así lo proclaman, entre otros, China, Vietnam y la República Democrática de Corea, cada uno recorriendo sus propias vías, siguiendo sus modalidades y enfrentando sus particulares desafíos. En tanto, en otros territorios, principalmente en América Latina, África y algunos de Asia, aún prevalecen como dominantes las relaciones de producción pre-capitalistas y a ésas corresponde el desarrollo actual de sus fuerzas productivas.

La demostración que nos dan la historia y la propia realidad contemporánea, es fehaciente: no todos los pueblos comparten el mismo modo de producción de manera simultánea ni avanzan al mismo tiempo y por vías idénticas. Jamás ha sido así, puesto que su desarrollo es desigual en el tiempo, además de estar preñado de singularidades. Cada pueblo, guiado por sus partidos revolucionarios de la clase obrera y sus cuadros políticos, ha de decidir qué pasos concretos habrá de dar para avanzar hacia formas superiores de organización social; y, necesariamente, sus dirigentes deben conocer y saber aplicar la teoría y el método marxista, pues de lo contrario estarán sujetos a cometer graves y costosos errores.

En busca de la unidad de todas las corrientes revolucionarias y partidarias del socialismo por la vía de discusión franca de las discrepancias.

MesaRedonda
El más importante esfuerzo por construir la unidad de los marxistas y revolucionarios consecuentes, luchadores por el socialismo en México.

Sin embargo, habiendo distintas opiniones entre los partidarios del socialismo en México sobre cómo y hacia dónde, con qué objetivos inmediatos y posteriores, y con qué tácticas habría que transformar la realidad de México, Lombardo convocó  a discutir colectivamente estas cuestiones, tarea que fue emprendida en una reunión que la historia recogió como la Mesa redonda de los marxistas mexicanos, realizada en enero de 1947. Además de Lombardo, participaron el PCM y las otras expresiones marxistas de la época. En el texto de la invitación, el convocante dijo que “ante la evidente confusión por que atraviesa el movimiento de izquierda del país –ya que en su seno se manifiestan diversas y encontradas corrientes de opinión y en consecuencia contradictorias concepciones sobre la estrategia y la táctica que el proletariado y el movimiento revolucionario deben aplicar en la etapa presente— [es] imprescindible la… más amplia y profunda discusión de estas cuestiones.”[9] De esa discusión debería surgir la unidad consciente y sustentada de todas las corrientes consecuentemente revolucionarias.

[1] Cuarto fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”, recién concluida. En breve será publicada íntegramente.

[2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”. 

[3]Ver James W. Wilkie y Edna Monzón de Wilkie, México visto en el siglo XX, entrevistas de historia oral. Instituto Mexicano de Investigaciones Económicas, México, 1969. Pág. 321.

[4] V. I. Lenin, Federico Engels. Disponible en https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1890s/engels.htm

[5] Ver las intervenciones de Hernán Laborde, Secretario General del PCM, y de Miguel Ángel Velasco, en el VII Congreso de la IC, en Fascismo, democracia y frente popular, VII Congreso de la Internacional Comunista, Moscú, 25 de julio-20 de agosto de 1935.  México, Siglo XXI Editores, 1984, págs. 406-408 y 428-439, respectivamente.

[6] Para una aproximación más amplia sobre este tema, véase Cuauhtémoc Amezcua Dromundo, Lombardo y la CTAL. México, 2011, CEFPSVLT. Capítulo Primero. Apartado 2. “La exploración cronológica de los hechos y el supuesto de que la CTAL surgió por consigna de la Internacional Comunista”. También el Capítulo Tercero. “Lombardo y sus relaciones con el PCM, la ISR y la Internacional Comunista”.

[7] Lombardo. “La política y las leyes de la realidad”, en ¿Moscú o Pekín?, La vía mexicana al socialismo. Editorial Combatiente, México, 1975, pág. 20.

[8] Lombardo. “Cambio en las leyes del desarrollo”, en Moscú o Pekín, op cit., pág. 22.

[9] Mesa redonda de los marxistas mexicanos, CEFPSVLT, México. 1982, pág. 11.

Conocer a México, requisito para transformarlo.[1]

Conocer a México, requisito para transformarlo.[1]

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.[2]

...sin conocer las formas peculiares del desarrollo histórico de México, es imposible...
…sin conocer las formas peculiares del desarrollo histórico de México, es imposible…

Pero no basta con el conocimiento de la filosofía del proletariado para ser un dirigente político revolucionario capaz de cumplir sus funciones transformadoras de la realidad social en una cualitativamente superior, porque “sin conocer las formas peculiares del desarrollo histórico de nuestro país y sin aprovechar las experiencias de su pueblo, es imposible que el partido… pueda tener influencia en la clase obrera y en las grandes masas trabajadoras que constituyen la mayoría de la población”, escribió Vicente Lombardo Toledano[3].

Consecuentemente, dedicó su esfuerzo a ahondar en este conocimiento, armado del método dialéctico que dominó como pocas otras personalidades, y trazó los rasgos medulares de lo que denominó “la personalidad de México”, mismos que sintetizó en estas líneas:

“Tres revoluciones populares intensas y dramáticas; dos guerras injustas que mutilaron físicamente el país y desangraron grandemente a su pueblo; varias invasiones militares de su territorio por tropas extranjeras, y un tronco histórico formado por las civilizaciones indígenas y la española del siglo XVI, que dio frutos propios y ricos en todos los órdenes de la vida social y sigue floreciendo de manera inagotable, han formado la personalidad de México”.[4]

Respecto a nuestro tronco histórico y su componente indígena, Lombardo explica que al arribo de los europeos, a finales del siglo XV, existían en nuestro territorio numerosas tribus que todavía no eran naciones en el sentido estricto de la palabra. Algunas todavía estaban en la etapa del nomadismo y se dedicaban a la caza la pesca y la recolección, pero otras poseían conocimientos, que aún hoy asombran por el desarrollo que alcanzaron, de disciplinas como la astronomía, la medición del tiempo, con mayor precisión que los europeos de entonces, y medicina herbolaria. También construían obras de riego y practicaban con talento sorprendente la arquitectura, la escultura, la pintura, la orfebrería, la cerámica y la literatura. Gracias a esas habilidades y conocimientos, y a sus portentosas culturas, los conquistadores españoles fracasaron en su intento de borrar su huella, a pesar de que destruyeron sus ciudades, sus palacios y templos, quemaron sus códices y anatematizaron sus creencias religiosas.

...los conquistadores fracasaron en su intento de borrar su huella, a pesar de que destruyeron sus ciudades, sus palacios y templos, quemaron sus códices y anatematizaron sus creencias religiosas...
…los conquistadores fracasaron en su intento de borrar su huella, a pesar de que destruyeron sus ciudades, sus palacios y templos, quemaron sus códices y anatematizaron sus creencias religiosas…

No obstante todo eso, los pueblos indígenas imprimieron su impronta sobre las expresiones de la civilización mediterránea que trasplantaron los europeos, por lo que aquí, en nuestro territorio, esas expresiones se mexicanizaron.

Por eso, escribe Lombardo, “El mestizaje fue el signo del país desde el siglo XVI, lo mismo en la sicología del pueblo nuevo que surgía de la unión de españoles e indígenas, que en las costumbres, en las artes plásticas, en la literatura y en la música.”[5] Es decir, debido a la riqueza de las culturas indígenas emergió una nueva cultura, una cultura mestiza, que es la que distingue a México respecto de otros pueblos del mundo.

Además del surgimiento de una cultura nueva, rica y vigorosa, el mestizaje incidió en cuanto a que el nuestro no fuera un país de inmigrantes, y también aportó otro rasgo singular:

“Fue la raza propia, la mestiza, la que creció y la que hoy constituye nuestro pueblo. Por eso cada mexicano, aún el que tiene ascendientes europeos, está arraigado profundamente a la historia colectiva a la que pertenece, y se siente dueño de su país con un sentido de propiedad más importante que el jurídico. El derecho de autodeterminación es congénito al pueblo mexicano”.[6]

Cuando se refiere a la primera de las “tres revoluciones populares” que Lombardo estima que contribuyeron poderosamente a forjar la

...la revolución de independencia, encabezada por...  Hidalgo...
…la revolución de independencia, encabezada por… Hidalgo…

personalidad de México, habla de la revolución de independencia, encabezada por Miguel Hidalgo, y en su momento, por José María Morelos, que fueron sus figuras más prominentes. En su opinión, a esa lucha no la motivó el anhelo de liberación política, solamente, sino también y sobre todo el hecho de que las fuerzas productivas materiales, a pesar de su lento desarrollo, habían entrado en contradicción con las relaciones de producción existentes que trababan el ulterior desenvolvimiento de la economía. “La revolución ha estallado porque el régimen colonial ha paralizado la vida del país con sus monopolios materiales y políticos…”.[7]

Además, considera que hubo la influencia del pensamiento liberal más avanzado de la época en los dirigentes de la revolución de independencia, puesto que Hidalgo y varios otros de sus capitanes leyeron las obras de Voltaire, Rousseau y Montesquieu, entre otros,  “encontrando en ellos la confirmación teórica plena de los ideales surgidos en México por razones exclusivamente mexicanas”.[8]

La segunda de esas tres revoluciones populares intensas y dramáticas, fue la de la Reforma, cuya principal figura fue Benito Juárez: “el movimiento de los liberales mexicanos contra el régimen del monopolio de la tierra y de la conciencia en manos de la Iglesia Católica, y a favor de los derechos del hombre, de la libertad de comercio en el interior del país y en el campo internacional…”[9] Esta revolución fue necesaria porque, como él afirma, “los insurgentes habían logrado la independencia política de México; pero no la emancipación de su pueblo respecto del régimen colonial… [por eso] fue

La segunda gran revolución popular fue la de la Reforma...
La segunda gran revolución popular fue la de la Reforma…

menester una nueva revolución que acabara con la estructura económica de más de tres siglos…”[10]

Y la tercera revolución fue la que estalló en 1910 y es ampliamente conocida con el nombre de Revolución Mexicana, a la que nos referiremos en un fragmento posterior.

Cuando Lombardo menciona como otro de los elementos determinantes de la personalidad de México las “dos guerras injustas que mutilaron físicamente el país y desangraron grandemente a su pueblo”, es evidente que se refiere a la que el gobierno estadounidense impuso a nuestro país y cuyo desenlace fue el despojo de más de la mitad del territorio nacional, en 1847. Esa acción de filibusterismo, por sus consecuencias sico-sociales, Lombardo la juzga “el factor más importante para la formación de la conciencia nacional antiimperialista”.[11]

Y se refiere también a la que Carlos Luis Napoleón Bonaparte, Napoleón III, apodado “el pequeño”, impuso a México en 1862:

“La guerra de 1847 y la de 1862, que ningún otro pueblo del Continente Americano ha sufrido en su propio hogar en parecida forma, constituyen, por su carácter, por la movilización de las fuerzas sociales que produjeron, por los principios que levantaron y por sus resultados, uno de los factores principales de la personalidad inconfundible de México”.[12]

De acuerdo con la ideas de Vicente Lombardo Toledano, ¿por qué otras razones es necesario que todo luchador revolucionario mexicano estudie y conozca la realidad nacional con profundidad? Porque, en opinión del destacado pensador marxista y dirigente político revolucionario:

“Sin conocer sus raíces, los sacrificios y las luchas tremendas de su pueblo en todas las etapas de su evolución, las ideas positivas y negativas que este doloroso y brillante proceso representa, no es posible llegar a una teoría revolucionaria y a una línea estratégica y táctica revolucionaria para acelerar en nuestro país el advenimiento de la sociedad socialista”.[13]

[1] Tercer fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”, recién concluida.

[2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[3] Lombardo,La personalidad de México”, en ¿Moscú o Pekín?, La vía mexicana al socialismo. Editorial Combatiente, México, 1975, pág. 81.

[4] Op cit., pág. 103.

[5] Op cit, pág. 82.

[6] Op cit., pág. 83.

[7] Vicente Lombardo Toledano, Contenido y trascendencia del pensamiento popular mexicano. Mensaje de la Universidad Obrera de México a la UNESCO. Noviembre-diciembre de 1947. Primera edición, 1947, Universidad Obrera de México. Segunda edición facsimilar, 2010, CEFPSVLT. Pág. 12.

[8] Op cit., pág. 13.

[9] Op cit., pág. 16.

[10] Ibidem.

[11] Lombardo, La personalidad de México”, en Moscú o Pekín, pág. 87.

[12] Op cit., pág. 89.

[13] Op. Cit., pág. 103.

Lombardo y lo que todo revolucionario debe saber.

Lombardo y lo que todo revolucionario debe saber.[1]

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.[2]

Vicente Lombardo Toledano consideró que todo político revolucionario tiene la obligación de estudiar y prepararse día con día en un proceso que no tiene fin. Él mismo lo hizo así a lo largo de su vida, porque, como lo afirmó, quienes se dedican a esa actividad requieren de un conocimiento sustentado “de los conceptos, de las categorías universales, de las leyes de la naturaleza y de la sociedad, para no extraviarse enMoscúoPekín1 el practicismo sin teoría” que lleva al fracaso, y para no incurrir en “desviaciones ideológicas en el planteamiento de los hechos y en la solución de los problemas, que no son sino el resultado de la ignorancia de la doctrina filosófica del materialismo dialéctico y de su aplicación práctica con espíritu creador”.[3]

Para Lombardo Toledano, ¿qué es lo que fundamentalmente debe saber todo luchador político revolucionario? Puesto que no hay acción revolucionaria sin teoría revolucionaria –destacó evocando a Lenin– todos los que aspiran a ser combatientes revolucionarios; todos aquéllos que hacen suya la tarea superior de transformar la sociedad, deben conocer a fondo la teoría que sustenta la lucha revolucionaria. Y ésta es la filosofía que sustenta el proletariado, el materialismo dialéctico, porque, en sus propias palabras:

“El Materialismo Dialéctico es una doctrina sobre el universo, el mundo y la vida, que se basa en la tesis de la materia como substancia de todo lo que existe, desde las cosas inanimadas hasta el pensamiento del hombre. Y en la dialéctica, como ley fundamental de la materia en constante movimiento y, por tanto, del proceso de la historia”.[4]

Además, Lombardo valoró que:

“…la doctrina del materialismo dialéctico, la doctrina marxista no sólo representa la síntesis más importante realizada en la historia del pensamiento humano, sino que representa el descubrimiento más trascendental en la historia del conocimiento y de la cultura: el descubrimiento de las leyes que rigen cuanto existe, de las leyes que rigen el universo todo, de las leyes que rigen la naturaleza, el hombre y la vida social”.[5]

Para apreciar con mayor nitidez elevada concepción respecto de las ideas filosóficas de Marx y Engels, en especial del materialismo dialéctico y su valor, conviene traer a la memoria otras dos reflexiones suyas sobre el particular. Una, en la que expresó que se trata de “…la suma de los conocimientos logrados por la civilización y la cultura a lo largo de los siglos”.[6] Y otra más, en la que manifestó:

“Lo grandioso del materialismo dialéctico estriba en que es una doctrina del mundo y de la vida con una concepción verdaderamente científica de la materia y del movimiento, que los filósofos y los investigadores del pasado no estaban en aptitud de alcanzar. El materialismo dialéctico sitúa al hombre en el centro del mundo no como un ser pasivo, sino activo, como un ser creado por el proceso de la naturaleza; pero también como un creador de ella, por la interacción que existe entre el ser y el pensamiento”.[7]

¿Qué otras disciplinas, además del materialismo dialéctico, deben ser motivo de estudio y conocimiento por parte de quienes aspiran a contribuir certeramente a la elevada tarea de transformar la sociedad de manera progresiva, en calidad de políticos revolucionarios? De acuerdo con Lombardo, deben conocer, comprender y saber aplicar a la realidad concreta:

“…el materialismo histórico, que es el materialismo dialéctico aplicado al desarrollo de la humanidad, la economía política, que es la aplicación del materialismo histórico al conocimiento particular de un período de la historia de la sociedad humana: la etapa del nacimiento y desarrollo del régimen capitalista, y, por último, el socialismo científico, que es la aplicación del materialismo dialéctico, del materialismo histórico y de la economía política, al tránsito del régimen capitalista al régimen socialista”.[8]

¿Por qué? Entre otras razones, porque constituyendo junto con el materialismo dialéctico, el marxismo propiamente dicho, siempre que se intente hacer el análisis “de un hecho concreto, de un fenómeno social determinado o de un período histórico particular, sólo teniendo en cuenta el contenido amplio de la doctrina marxista se puede llegar a un examen correcto y, consiguientemente, a conclusiones justas”.[9] Y esos tipos de análisis constituyen parte medular del trabajo cotidiano de todo luchador al servicio de la clase trabajadora, que sólo tiene dos opciones, o realiza un examen certero a la luz de la teoría marxista o incurre en la improvisación, o en otro tipo de actitudes antimarxistas. El propio Lombardo desarrolló esta idea:

“No podría, pues, hacerse del marxismo un dogma, ni emplear el procedimiento de ir a los libros fundamentales del marxismo para encontrar soluciones concretas en ellos para realidades que se presentan siempre nuevas en el desarrollo de la sociedad. La única forma de evitar el error de hacer del marxismo un dogma es la aplicación perpetua del marxismo, la reaplicación del marxismo a los fenómenos concretos de la vida social. Si no se aplica el marxismo a un hecho dado, en un momento dado, en un sitio dado, dentro del desarrollo de la sociedad, se puede incurrir en gravísimos errores. Por eso, la única forma es tomar el objeto del conocimiento, el fenómeno, el hecho, el período histórico que se quiere investigar, como algo nuevo, a la luz de los principios del marxismo”.[10]

Asimismo, consideró que todo político revolucionario debe conocer en primer lugar las leyes económicas que “rigen el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción”,[11] porque esas leyes, que forman parte del materialismo histórico,

“…constituyen el conocimiento fundamental del proceso de la sociedad humana. A determinado grado de la multiplicación y de la eficacia de los instrumentos de la producción económica, y de las relaciones que se establecen entre los propietarios de esos instrumentos y los que los manejan con su esfuerzo manual e intelectual, corresponde un sistema concreto de la vida colectiva que engendra un conjunto de valores, de conceptos acerca de las relaciones entre los hombres y de las formas más importantes de su pensamiento”.[12]

¿Qué es el subjetivismo en política?

Congruente con sus principios, juzgó con severidad a los que convierten la política en producto del subjetivismo que, como lo explica, consiste en el “desprecio de la realidad objetiva que trata, al mismo tiempo, de operar sobre ella…”[13]

Subjetivismo en que, desde su punto de vista, incurre la burguesía, porque de manera inútil intenta perpetuar el modo capitalista de producción, que habrá de desaparecer como consecuencia de sus contradicciones congénitas y, sobre todo, como resultado de la lucha de clases. Pero no sólo la burguesía: también caen en el subjetivismo quienes, desde la trinchera de los explotados, creen que no hace falta que existan las condiciones materiales –y que si no las hay, es necesario crearlas—sino que suponen que basta con la voluntad de unos pocos, muy resueltos, para ir hasta donde lo deseen, “más allá de las transformaciones posibles”, aunque en la realidad terminan “actuando en contra de las leyes que presiden el desarrollo de la sociedad”.[14]

Por cierto, esta deformación, también conocida como “voluntarismo”, ha sido motivo de autocrítica enérgica por parte de muchos partidos comunistas y obreros del mundo –y particularmente, de América Latina—porque ha sido causante de innumerables y graves tropiezos para la lucha revolucionaria en diversos países de nuestra región y del mundo.

Vicente Lombardo Toledano fue congruente: fiel a sus convicciones, dedicó su inteligencia, su cultura y su vida a la política revolucionaria como teoría y como praxis, y en consecuencia, a la transformación de la sociedad humana en los ámbitos nacional e internacional. Ya desde joven, había forjado su decisión de ser “un soldado del invencible ejército de la clase trabajadora que todo lo produce, todo lo descubre y todo lo crea con sus manos y con su cerebro, lo mismo en las minas que en las fábricas, en las escuelas, en los laboratorios de investigación y en el interior de la conciencia.”[15] Y así lo cumplió sin titubeos ni claudicaciones.

[1] Segundo fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”, recién concluida.

[2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.

[3] Lombardo, “La política y las leyes de la realidad”, en ¿Moscú o Pekín?, La vía mexicana al socialismo. Editorial Combatiente, México, 1975, pág. 19.

[4]Vicente Lombardo Toledano, Para leer y entender El Capital, sílabo de la conferencia dictada en la Universidad Obrera de México el 30 de octubre de 1967. Publicado en la Revista Siempre!, número 751. Noviembre 15 de 1967. Disponible en Escritos en Siempre! Tomo I/Vol.1, CEFPSVLT.

[5] Vicente Lombardo Toledano, “Objetivos y táctica del proletariado y del sector revolucionario de México en la actual etapa de la evolución histórica del país”, Texto de la ponencia que presentó, en calidad de texto inicial de los debates, en la mesa redonda a la que él mismo convocara a los diferentes grupos y personalidades de pensamiento marxista en México, con el objeto de efectuar un riguroso análisis de las condiciones de México y trazar la línea estratégica y táctica a seguir en la postguerra, misma que sería recogida por la historia con el nombre de Mesa Redonda de los marxistas mexicanos. Periódico El Popular, 1º de febrero de 1947, 2ª  sección, México, D. F., pp. 1, 2, 3 y 4. Ver Mesa redonda de los marxistas mexicanos. CEFPSVLT, México. 1982. Pág. 22.

[6] Lombardo, Mensaje a un joven socialista mexicano. Empresas Editoriales, México, 1967. Pág. 14.

[7] Op cit., pp. 14 y 15.

[8] Mesa redonda de los marxistas mexicanos, op cit., pág. 23.

[9] Ibídem.

[10] Op cit., pág. 32

[11]Lombardo. “La política y las leyes de la realidad”, Pág. 20.

[12] Ibídem.

[13] Vicente Lombardo Toledano, “Notas sobre el subjetivismo en política”. Artículo publicado en la revista Siempre!, núm. 249, 2 de abril de 1958. Se puede consultar en VLT, Escritos en Siempre!, tomo I, vol. 2, pág. 684. Ediciones del CEFPSVLT. México, 1994. También, en el folleto VLT, Lecciones de política para párvulos. Pág. 1. Ediciones del CEFPSVLT. México, 2008.

[14] Op cit., pág. 2.

[15] Lombardo, Lo que la vida me ha enseñado, ibídem.

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